—Los ojos de quien esto,
como lobos.
Allá abajo, mis padres
con su brindis la víspera
del año nuevo,
pidiendo por el alta
de su hijo.
Las uvas, a las doce.
Y el 13, yo, solapas
de un traje a mi medida,
que a fuerza de unos parches
fui solar,
pericia en ictericia.
—Cuarentena por dos,
caído el veinte.
Noé con amasijos
de laureles
tapando el agujero
en la madera
de padre o de patriarca
que tuve hasta polilla.
—Lo que siguió después
(muy vago, bíblico)
cayó en reposo,
a la altura
del hígado paciente,
hospitalario.
—Te quiero con el hígado,
mentaban ficus, gansos,
faraones,
la orina oscureciéndose
y el pobre de Roberto,
el detective
que no encontró a Beatriz
sino a su amor hepático,
imposible.
—“Jamás una desgracia
fue tan luminosa
o amarilla
como la cara
que le vieron
al asomar
algunos girasoles,
las manchas
de un sol que interfería
en sus asuntos
con la Voz,
muy cerca de Damasco,
cuando lo madrugaron,
camino de la carne.”
—San Chárbel, fiel amigo:
no lo llames;
dado a la trampa,
asiste su caída.
De haber sabido,
nunca hubiese
cruzado la frontera
con su gomorra flor
de contrabando
el mero día
de quedarse estatuas. ~
(Ciudad de México, 1979) es poeta, ensayista y traductor. Uno de sus volúmenes más recientes es Historia de mi hígado y otros ensayos (FCE, 2017).