El cuento es tan antiguo como el hombre. Tal vez incluso mรกs antiguo, pues bien pudo haber primates que contaran cuentos todos hechos de gruรฑidos, que es el origen del lenguaje humano: un gruรฑido bueno, dos gruรฑidos mejor, tres gruรฑidos ya son una frase. Asรญ naciรณ la onomatopeya y con ella, luego, la epopeya. Pero antes que ella,
cantada o escrita, hubo cuentos todos hechos de prosa: un cuento en verso no es un cuento sino otra cosa: un poema, una oda, una narraciรณn con metro y tal vez con rima: una ocasiรณn cantada no contada, una canciรณn.
Aun antes de que aquel anรณnimo artista de Altamira pintara sus minuciosos murales, habrรญa habido un autor anรณnimo en la zona que contara cuentos a sus compaรฑeros de cueva sentados alrededor de una hoguera. El hombre, lo sabemos, es el รบnico animal que hace fuego. El cuentista es el solo ser humano que hace cuentos. Esos cuentos serรญan, por ejemplo, narraciones de un dรญa de caza perdido tras un ciervo blanco con un cuerno en la frente. Los cuentos no perduraron en los muros de la cueva, pero no se perdieron: fueron de nuevo encontrados, contados, en la memoria colectiva.
Siglos mรกs tarde otro cuentista con el mismo cuento embelleciรณ al ciervo blanco y lo hizo mito al llamarlo unicornio. La experiencia serรญa ajena pero ya fue suyo el tema del unicornio perdido. Muchos siglos despuรฉs otro cuentista adornรณ con metรกforas (es decir, embelleciรณ poรฉticamente) a ese animal รบnico con su รบnico cuerno. Cuando pasaron otros siglos ya el hombre que cuenta habรญa aprendido a escribir (y por supuesto a leer) y otros animales y otros hombres que se convertรญan en animales poblaron con cuentos lo que llamamos mitologรญa pero que eran para ellos esa trascendencia que es la religiรณn. En otro siglo, cuando ya otros hombres no creรญan en esa religiรณn de dioses tan humanos que se confundรญan con los meros mortales, uno de ellos, un poeta llamado Ovidio, escribiรณ Las metamorfosis. Allรญ de la religiรณn no quedaban mรกs que los cuentos que se contaron por primera vez alrededor de una hoguera en una cueva. Eso ha hecho del cuento el gรฉnero literario mรกs antiguo y mรกs proteico.
Proteico, como sabemos, viene de Proteo, dios griego que hace su debut en la Odisea, poema hecho de cuentos. Proteo lo sabรญa todo de todo, pero cambiaba su forma para no ser interrogado. Es decir, lo contrario de un autor actual que nunca cambia de forma pero busca siempre ser interrogado: por la prensa, la radio y la televisiรณn โy a veces por la policรญa. No creo que haya que insistir en que Proteo era una metamorfosis hecha dios. Proteo queda muy cerca de prosa, que es lo que los cuentistas cultivan. Proteico, prosaico โda igual.
Los griegos, ademรกs de Homero y su Odisea, cultivaban el cuento, y una novelita, que es lo que es Dafnis y Cloe, publicada en el aรฑo segundo de nuestra era, es un posible antecedente. Pero son cuentos los que componen como novela al Satiricรณn y uno de sus fragmentos mรกs memorables es el llamado "La viuda de รfeso", que es un cuento perfecto muchas veces citado, copiado incluso. Entre otros por Jean Cocteau, poeta tan teatral que convirtiรณ el cuento en una pieza, cobrada para el teatro.
El cuento, pronto proteico, parece que desaparece en la Edad Media y es que se arropa con los versos del romance, en los romans courtois, donde aparece como cuentos de aventuras o el Roman de Renart, en que sirven a un fabulario, no lejos del zoolรณgico de Esopo. En la saga arturiana (que no hay que confundir con la sopa asturiana, cuento de fabas) el romance adquiere un tono mรกgico, casi mรญstico que le es exclusivo. Pero la historia paralela del amor fatal de Tristรกn por la bella Isolda es, como quiere Bedier, un cuento de amor, de locura y de muerte en que el aura mรกgica no debe nada a los modelos griegos y romanos.
Pero el cuento, siempre recomenzado, reaparece donde menos se lo esperaban los trovadores medievales โen el Oriente.
Los รกrabes siempre se mueven entre el harรฉn y la arena
Las mil y una noches es la mรกs monumental compilaciรณn de cuentos del fin de la Edad Media. Esos cuentos son la mรกs traducida (y conocida) literatura รกrabe despuรฉs del Corรกn. Sus historias ("Alรญ Babรก y los cuarenta ladrones", "Aladino y la lรกmpara maravillosa" y "Simbad el marino") tienen tanta popularidad como cuando fueron traducidos a los distintos idiomas europeos. Su influencia es perceptible desde Boccaccio y Chaucer. Pero antes un extraordinario escritor espaรฑol, el Infante Don Juan Manuel, incluyรณ en su Libro de los ejemplos mรกs de un cuento รกrabe que venรญa de Las mil y una noches, convertida entonces en tradiciรณn oral. Al revรฉs de lo que ocurre con los cuentos contemporรกneos en Europa, Las mil y una noches tiene mil y un autores y la despabilada princesa Sherezada es un autor colectivo que cuenta con voz de mujer. Son en todo caso cuentos de encanto y hasta su tรญtulo en รกrabe es encantador, encantatorio: Alf Layla wa Layla. De esa vasta colecciรณn de cuentos se ha rastreado su origen hasta el siglo IX despuรฉs de Cristo. Su รบltima forma es del siglo XVI. Es decir que el libro cubre con su embrujo oriental casi toda la Edad Media cristiana โa pesar de que cada comienzo de cada cuento dice: "โฆpero Alรก es mรกs poderoso". Despuรฉs sigue una clase desconocida de poesรญa que las infieles y cruentas traducciones no han conseguido aniquilar. Sherezada es la mรกs poderosa mรกquina de matar el aburrimiento y la crueldad del rey que siempre asesinaba a la consorte de cada noche con excepciรณn de la cuentista, una mujer aunque amenazada amena.
Chaucer repitiรณ el esquema en verso en sus Cuentos de Canterbury. Pero lo logrรณ Boccaccio en prosa en su imitado, inimitable Decamerรณn. Es curioso que Cervantes, un artista supremo, buscara la inspiraciรณn en los cuentos italianos y no en los ejemplos del Infante Don Juan Manuel, que inclusive regalรณ a Shakespeare su "Mancebo que casรณ con mujer brava". Pero es que Boccaccio es un cuentista natural, como lo fue la cuentacuentos รกrabe. Cervantes, que inaugurรณ la novela moderna, la mรกs imitada, llamรณ libro al Quijote y "novelas ejemplares" a sus cuentos y declarรณ "que en ningรบn modo podrรกs hacer", lector, "pepitoria". Pero revelรณ su arte y oficio: "Mi intento ha sido ponerโฆ una mesa de trucos". Y aรฑadiรณ: "donde cada uno pueda llegar a entretenerse".
Un escritor cairota, Naguib Mahfuz, en sus Dรญas y noches รกrabes, que el editor cataloga como novela (los editores son capaces de llamar novela a la guรญa de telรฉfonos, que no tendrรก narraciรณn pero tiene personajes), este escritor, consciente, demasiado consciente, trata de hacerse una Sherezada frecuente. Pero fracasa. El libro quiere ser รกrabe y es sรณlo egipcio.
Mientras que Los cuentos negros de Cuba son mis Mil y una noches negras, contadas por una Sherezada blanca, Lydia Cabrera, para entretener las noches en vela de una amiga moribunda. Al final del libro ya la enferma estaba muerta, pero los cuentos viven en la inmortalidad de la literatura. Los he clasificado, calificado como antropoesรญa.
La trama que teje Sherezada cada noche, Penรฉlope cuentista con miles de pretendientes, ha llevado a muchos escritores โdesde Don Juan Manuel y Boccaccio y Chaucerโ a intentar una imitaciรณn en que diversos talentos quieren emular el encantamiento รกrabe. Pocos lo han logrado, pero un escritor que es nuestro contemporรกneo, Manuel Puig, en su Beso de la mujer araรฑa, es una Sherezada argentina y cuenta cada noche una pelรญcula que inventa para su compaรฑero de celda, que es su visir cruel: totalmente sordo a los regalos orales que le hace Puigerezada โcomo es ciego a sus avances sexuales.
Edgar Allan Poe inventรณ con tres cuentos โ"Los crรญmenes de la calle Morgue", "El misterio de Marรญa Roget" y "La carta robada"โ รฉl solo la literatura policial, que son el cuento y la novela de misterio. Todos los cultivadores del gรฉnero reciรฉn creado fueron sus epรญgonos, desde Arthur Conan Doyle, originador del insรณlito Sherlock Holmes, hasta Dashiell Hammett y Raymond Chandler, novelistas que fueron tambiรฉn cuentistas y de paso renovaron el gรฉnero. Una epรญgona (si alguien ha dicho jรณvenas yo puedo decir epรญgona), Agatha Christie, ha dicho: "El cuento es el dominio natural de la literatura de crimen y misterio". Muchos cuentistas, casi todos anglosajones, hicieron del cuento su hรกbitat, que era como una casa con fantasmas. Todos siguieron el dictado de Poe, que dijo que el cuento "es una narraciรณn corta en prosa" y definiรณ el cuento corto como una pieza literaria que "requiere de media hora a hora y media o dos para leerla". Esta es una importante manera de uso, "con cuidado". Pero hay, ยกay!, lectores descuidados. Para รฉstos la mejor manera de leer es leer en el aviรณn โun best-seller o libro que se compra porque se vende.
Los herederos de Mark Twain fueron tantos como los seguidores de Poe, pero ellos, llamรฉmoslos humoristas, atendieron sรณlo al lado luminoso de la luna de Twain โsin ver sus zonas de sombra y de penumbra. El mรกs exitoso de ellos fue Damon Runyon con sus historietas en que el bajo mundo de Nueva York aparecรญa poblado de gรกngsters sentimentales, jugadores sementales y unas cuantas mujeres de dudosa moralidad con un seso que se leรญa como sexo. El cine y el teatro, donde nadie lee, crearon un Runyon ilustrado para iletrados. Runyon, que hacรญa reรญr, se iba riendo al banco siempre: risa y prisa.
No sรณlo los cuentistas con humor han tenido รฉxito popular. A partir del siglo XIX tambiรฉn cultivaron โy fueron populares por un tiempoโ esa rara planta elusiva que se llama "cuento fantรกstico". En Inglaterra, donde habรญan desperdiciado la tradiciรณn realista iniciada por Chaucer, hubo muchos autores de fantasรญas cuyo objeto no era inducir el sueรฑo sino la pesadilla. Estรกn entre otros Arthur Machen, Saki y Roald Dahl. En Irlanda, tierra de lucidas leyendas nada lรบcidas, Sheridan Le Fanu fue un cuentista de misterio y terror, cuya colecciรณn In a Glass Darkly (en Dublรญn, ciudad alcohรณlica, toman el espejo, glass, como vaso y el libro se llama En un vaso oscuro) es uno de los clรกsicos del cuento de terror como horror. Su contrapartida fue mรกs tarde en Estados Unidos H. P. Lovecraft, un antecedente de la ciencia ficciรณn, gรฉnero que prรกcticamente inventรณ H. G. Wells en Inglaterra. La ciencia ficciรณn encontrรณ en el cuento su forma perfecta para un arte imperfecto. Todos los maestros del cuento de horror anglosajรณn tienen, hay que decirlo, como antecedente primero, una vez mรกs a Poe.
Hay que hacer un punto y aparte para Rudyard Kipling, tal vez el mรกs grande cuentista inglรฉs de todos los tiempos. Kipling no debe nada a Poe o a Mark Twain y es a Inglaterra lo que Maupassant fue a Francia y Chejov a Rusia: un cuentista natural. Comenzรณ publicando en periรณdicos indios y cuando por fin vino a Londres, que era entonces el centro del universo literario, tenรญa apenas veinte aรฑos. (Kipling es casi un contemporรกneo โmuriรณ en 1936.) Detrรกs dejaba la India, aunque fue precisamente su lado musulmรกn lo que mรกs le interesaba del subcontinente. Kipling cultivรณ todas las modalidades del cuento, del monรณlogo a la conversaciรณn y hay algunos cuentos que estรกn todos hechos, como querรญa Sterne, de digresiones, pero tambiรฉn de invenciones memorables. Mucho antes que Conrad o Somerset Maugham descubrieran el mundo exรณtico del Oriente. Pero para Kipling, nacido en Bombay, era la vida vivida y vรญvida.
En Francia no tuvieron un Chaucer, pero tuvieron un maestro del cuento ya tarde en el siglo XVIII, temprano en su arte de la ironรญa, realizado con una inteligencia poco comรบn. Me refiero a Voltaire, cuya obra maestra, Cรกndido, no es una novela sino una fรกbula con una moraleja en cada pรกgina. Los franceses debieron esperar todo el siglo XIX para que, al final, surgiera uno de los grandes cuentistas de todos los tiempos, Guy de Maupassant, asombroso autor de una obra maestra del gรฉnero tras otra. Maupassant tuvo de maestro a Gustave Flaubert y de mentor a รmile Zola. Pero ninguno de los dos, a pesar de que tanto Flaubert como Zola escribieron cuentos memorables, pudo superar al alumno que naciรณ para el cuento. Su influencia fue enorme en todas partes y tuvo seguidores (si no verdaderos plagiarios) en Inglaterra, Estados Unidos y Rusia.
Es en Rusia donde tiene Maupassant un rival extraordinario, Anton Chejov, que comenzรณ haciendo chascarrillos y chistes para la prensa y terminรณ trasladando sus cuentos maestros, con un arte inesperado, al teatro. Chejov, que podรญa reclamar para sรญ a Nicolai Gogol (autor de "La nariz" y "El capote", entre otros cuentos), era un admirador de Tolstoi que escribiรณ cuentos como partes de guerra y fue contemporรกneo de otro cultivador maestro de la forma breve, Ivรกn Turgueniev. Pero la influencia mayor en el autor de "La dama del perrito" y "La cigarra" es, es evidente, Maupassant. De Chejov derivan Gorki y todos los cuentistas rusos de principios de siglo, que parecรญan salir de la tierra rusa โhasta que llegรณ Stalin y con su cultivo forzado del realismo socialista convirtiรณ la fรฉrtil literatura rusa en un desierto con tractores.
Otro seguidor de Chejov fue en Inglaterra Somerset Maugham, maestro del cuento inglรฉs como del relato extranjero. Fue, es todavรญa, un autor de una popularidad que llegรณ a la escena y al cine: varias pelรญculas maestras, como La carta, estรกn basadas en sus cuentos. Maugham, en sus cuentos exรณticos, estรก influido por las narraciones de los Mares del Sur de Conrad, y a su vez Maugham ha influido en otros cuentistas, sobre todo en los cuentos urbanos de John Cheever o John Updike, productos tรญpicos de la revista The New Yorker.
Si James Joyce hubiera muerto despuรฉs de publicar Dubliners serรญa todavรญa considerado un escritor notable y un gran cuentista. Traducir es reescribir. Traduje Dublineses y pude encontrar los tricks y tics de Joyce, pero tambiรฉn sus cuentos maestros originales y sombrรญos tanto como su escritura cรณmica. "The Dead" (que traduje como "El muerto") es una obra maestra dolorosa y uno de los grandes cuentos escritos en inglรฉs, casi una novela por sus personajes inolvidables y su extensiรณn. "The Dead" no es un antecedente de Ulises, sino una pieza acabada en sรญ misma de una prosa milagrosamente extraordinaria.
Habrรญa que hablar de uno de los escritores mรกs originales del siglo XX, Franz Kafka, inventor de la fรกbula con una moraleja teolรณgica, es decir metafรญsica. A su vez su influencia se hace sentir en muchos escritores judรญos, como Isaac Bashevis Singer o genuinamente gentiles como Milan Kundera, que lo reclama para la literatura checa, a pesar de que Kafka escribรญa en alemรกn y pertenece a la cultura talmรบdica. Afortunadamente para los que no somos ni checos ni judรญos ni alemanes Kafka se puede leer con un genuino deleite literario.
Un epรญgono de Kafka, judรญo como Kafka, apareciรณ no en Checoslovaquia sino en Polonia. Se llamรณ Bruno Schultz, cuentista. Su Tiendas de la canela es de una originalidad delicada: una visiรณn de la vida judรญa en un pueblo de Polonia que oscila entre la magia y un realismo tierno. Schultz, no debemos olvidarlo, fue asesinado por un teniente de los ss, castigo tremendo sรณlo por estar parado en una esquina sin hacer nada. Al revรฉs de Kafka, nunca soรฑรณ siquiera su final. Es que el totalitarismo es siempre enemigo de la literatura.
El cuento americano del siglo XX no debe nada a Maupassant pero sรญ, luego, a Chejov. Su renacimiento se parece mรกs a Twain que a Poe y comenzรณ, como con Twain, por una literatura regional que saltaba las fronteras del Medio Oeste para alcanzar a Nueva York y de ahรญ al mundo. El pionero se llamรณ Sherwood Anderson, patrocinador de William Faulkner y modelo de Ernest Hemingway. Su libro Winesburg, Ohio (conocido en Sudamรฉrica y en Cuba como Las novelas de lo grotesco, aunque no son novelas sino cuentos y eso de grotesco es gratuito, pero de alguna manera es un tรญtulo con gancho) contenรญa una nueva visiรณn del mundo adolescente en un pueblito de Ohio y su lenguaje, cosa importante, era entre ingenuo y sabio. Faulkner, que gracias a Anderson publicรณ su primera novela, es famoso como novelista o, mejor, como un poeta gรกrrulo, pero ha escrito una media docena de cuentos memorables. Hemingway por su parte es mรกs cuentista que novelista: un artista que renovรณ la prosa moderna americana con sus diรกlogos sofisticados para conversar con primitivos, que son de una maestrรญa todavรญa actual. Su cuento "Los asesinos", en que sรณlo con el diรกlogo se da una muestra del mal en forma de una conversaciรณn aparentemente casual, revela una violencia latente que nunca se hace patente. De este breve cuento partiรณ la renovaciรณn de la novela policial con Hammett y Chandler, que escribieron primero cuentos de mentira y de muerte. Una pelรญcula reciente, Pulp Fiction, con sus diรกlogos recurrentes, interminables y peligrosos, no tendrรญa lugar de no haber existido "The Killers". Su mismo tรญtulo, directo y brutal, sirviรณ al cine desde los inicios de las pelรญculas habladas: diรกlogos dichos por el costado de la boca โque es como se leen, sin mover los labios, las conversaciones de Hemingway.
De los grandes escritores americanos de los aรฑos veinte, Scott Fitzgerald es el รบnico que fue a la universidad โpero nunca se graduรณ. Todos, entonces, fueron autodidactas. Algunos como John Steinbeck y William Faulkner ejercieron los mรกs variados oficios, casi siempre manuales. Ernest Hemingway se hizo periodista โque es casi un trabajo manual. El รบnico utensilio que hay que aprender a manejar es la mรกquina de escribir y Hemingway siempre fue un mal mecanรณgrafo. Ellos eran cuentistas considerables pero su cultivo de la novela ha conseguido, con la excepciรณn de Hemingway, ocultar su arte de cuentista. El ejemplo mรกs a mano es Fitzgerald. Ustedes han leรญdo o saben que hay que leer El gran Gatsby, exaltado por los crรญticos, favorecido por el cine con producciones en color y en blanco y negro, con Alan Ladd, el perdedor nato, y Robert Redford en una versiรณn sosa de Alan Ladd. Algunos conocen su cuento "Un diamante tan grande como el hotel Ritz", pero pocos saben que vino de su colecciรณn de cuentos Historias de la era del jazz y nadie sabe nada de sus colecciones Jรณvenes tristes todos y Toque de queda en la diana.
Despuรฉs de su muerte se publicaron dos colecciones de cuentos, El atardecer de un autor y Los cuentos de Pat Hobby, una compilaciรณn sorprendentemente ligera para un tema dolorosamente autobiogrรกfico: las venturas y desventuras de un escritor de alquiler en Hollywood โdonde muriรณ el autor.
Faulkner tambiรฉn fue como Fitzgerald un alcohรณlico y como Fitzgerald tambiรฉn fue a Hollywood y sirviรณ como un alquilรณn de oro (o dorado), especialmente para el director Howard Hawks. Mรกs astuto o mรกs duro de domesticar, Faulkner iba a Hollywood pero una vez que cobraba su dinero salรญa corriendo a Oxford. No la universidad inglesa sino el pobre pueblo de Mississippi, en que naciรณ y muriรณ, en el mรกs profundo y racista Sur. Al revรฉs de Fitzgerald y Hemingway, Faulkner era un reaccionario pรบblico y un liberal privado. De estas tensiones estรกn hechas no sรณlo sus novelas sino los muchos cuentos que escribiรณ. A veces sus novelas como Las palmeras salvajes, cuyo hermoso tรญtulo acaba de ser robado y jorobado por Oliver Stone, y Desciende, Moisรฉs, estรกn hechas de cuentos mรกs o menos largos โalgunas obras maestras tal "El oso". Otras de sus narraciones cortas, como "Una rosa para Emilia" y "Quemagraneros", aparecen en todas las antologรญas y formaron parte de la selecciรณn que hizo el propio Faulkner en sus Cuentos escogidos. Faulkner llegรณ a publicar un libro de cuentos โdetectivescos. Se llama Gambito de caballo y el hilo conductor es una actividad que uno no asociarรญa con el narrador de Mientras agonizo y El sonido y la furia โel ajedrez.
Contradictorio como Faulkner fue John Steinbeck: primero comunista, luego liberal y mรกs tarde uno de los defensores mรกs pertinaces del presidente Johnson y la guerra de Vietnam. Aparte de sus grandes รฉxitos en la novela, como Viรฑas de ira (conocida en Espaรฑa por un tรญtulo menos bรญblico pero mรกs vitรญcola, Las uvas del rencor), que es, a pesar de ciertos crรญticos americanos como Mary McCarthy, una obra maestra popularizada en todas partes por John Ford en sus Grapes of Wrath, Steinbeck escribiรณ y publicรณ muchos cuentos y su segundo libro, Las pasturas del cielo, es una colecciรณn de cuentos. Su cuento "El caballito rojo" es una pequeรฑa obra maestra y sus cuentos largos, como De hombres y ratones y La perla, son obras maestras de ese gรฉnero, la novella, que parecen haber inventado los escritores americanos, de Henry James con Otra vuelta de tuerca, hasta Hemingway con El viejo y el mar.
Pero he venido a hablar del cuento. Cualquier intrusiรณn de otros gรฉneros debe considerarse una digresiรณn. La digresiรณn no debe considerarse nunca una agresiรณn. Como dice Laurence Sterne, es el sol que brilla sobre la conversaciรณn. Tambiรฉn, dirรญan ustedes, sobre mi monรณlogo.
Otro escritor contemporรกneo de estos autores artistas fue un periodista que era un cuentista nato: el risueรฑo y frรกgil Ring Lardner, que influyรณ a todos los maestros del humor americano que vinieron despuรฉs. Lardner, embarcado en una misiรณn imposible โcrear el cuento de humor absurdoโ, se autodestruyรณ por el alcohol. Otro escritor ahora olvidado, Erskine Caldwell, antes considerado el mejor cuentista del Sur salvaje, sabรญa mezclar el drama rural con una sexualidad que era entonces franca y atrevida pero divertida. Ahora, frente al cine, sus cuentos parecen suceder en un convento de monjas que fuman.
Lardner, sin embargo, tuvo colegas de mรฉrito, como James Thurber, Robert Benchley y Dorothy Parker, que se lo jugaban todo al humor. Mientras, otros de sus colegas en la revista The New Yorker se fiaban pero no confiaban en el elusivo amor โque muchas veces se escribรญa odio, otras tedio. Tal vez el mayor maestro entre ellos fue John O'Hara, que hizo de los diรกlogos aprendidos de Hemingway una suerte de sabia zarabanda en que todo se fiaba a la conversaciรณn, para revelar pero muchas veces ocultar a los conversantes, conversos de una religiรณn atea. Desde entonces no ha habido un cuentista americano tan influyente y tan leรญdo โsi exceptuamos a Raymond Carver. Ambos, O'Hara y Carver, son a su manera epรญgonos de Hemingway. Hay otro gran cuentista contemporรกneo que no viene de la tradiciรณn americana, que no es americano pero crea su propia tradiciรณn en Amรฉrica, aunque su arte singular no tiene seguidores. Aparte de sus grandes novelas escribiรณ cuentos perfectos que, cosa curiosa, casi todos se publicaron por primera vez en la revista The New Yorker. Se llama, por supuesto, Vladimir Nabokov. Se acaban de publicar sus cuentos completos, donde hay por lo menos media docena de obras maestras del gรฉnero โla docena de Nabokov.
Si Los cuentos de Canterbury no tuvieron continuadores (excepto, por supuesto, en el uso del inglรฉs: Chaucer juega en la literatura inglesa el mismo papel crucial que Dante en la literatura italiana) es tal vez porque los ingleses del siglo XVI y XVII no sabรญan leer pero sabรญan oรญr y apreciar la mรบsica de las palabras. Que venรญa de poetas dramรกticos como Marlowe y Shakespeare y Ben Jonson, que eran, a su vez, sobre todo Jonson y Shakespeare, grandes cuentistas. Otro tanto ocurriรณ en Espaรฑa, donde se prefiriรณ la novela picaresca y la comedia al cuento. Cervantes, quรฉ duda cabe, es un gran cuentista, tanto en sus "novelas ejemplares" como en sus entremeses y en muchos de los cuentos que detienen con pasos ciertos los pasos inciertos del caballero, jinete loco, y su demasiado cuerdo escudero que va en burro a su lado. Todos sabemos que los siglos XVIII y XIX hicieron de Espaรฑa una tierra baldรญa literaria y aun el gran cuento espaรฑol que recorrerรก el mundo y la escena y el cine fue escrito por un francรฉs. Se trata de "Carmen", cuyo autor, Prosper Merimรฉe, lo situรณ en Andalucรญa pero lo escribiรณ en Parรญs.
Como ocurriรณ en Estados Unidos con el cuento escrito en inglรฉs, el cuento escrito en espaรฑol se escribirรก en la Amรฉrica hispana. Un crรญtico peruano llamรณ a Amรฉrica (se referรญa mรกs bien a Hispanoamรฉrica) "novela sin novelistas". Se equivocรณ, claro estรก, pero no habrรญa errado si hubiera llamado a las Amรฉricas continente que contiene cuentos. Por lo menos, si el tรญtulo no es exacto, se hubiera podido beneficiar con mi aliteraciรณn.
Thomas Colchie, traductor americano, pudo organizar una antologรญa que titulรณ La hamaca bajo los mangos, que parece la descripciรณn de un sostรฉn, digamos, de Sarita Montiel.
Pero es una excelente colecciรณn de cuentos cortos sudamericanos. No podrรญa sin embargo haber compilado una antologรญa similar llamada, digamos, Los dones de Rocรญo Jurado, con cuentos espaรฑoles. ยฟPor quรฉ? Porque simplemente habrรก tetas que contener pero no cuentos contados. En toda regla hay una excepciรณn luchando por salir y hay que decir que una reciente colecciรณn de cuentos de Javier Marรญas, Cuando fui mortal, que contiene cuentos no inmorales pero sรญ inmortales, podrรญa continuar la tradiciรณn creada por Don Juan Manuel, que fue nieto y sobrino de reyes, adelantado del reino de Murcia cuando Murcia era un reino. Pero no es el escritor de la nobleza lo que nos interesa, sino la nobleza del escritor โy sobre todo su popularidad: Marรญas ha vendido cerca de cincuenta mil ejemplares de su libro de cuentos en pocos meses.
Pero yo no he venido aquรญ a ensalzar a Marรญas sino al cuento americano o hispanoamericano, aunque tres de los mรกs grandes cuentistas cubanos (Hernรกndez Catรก, Carlos Montenegro y Lino Novรกs Calvo) nacieron en Espaรฑa: en Castilla y en Galicia respectivamente. Lino Novรกs, otra sorpresa, fue el verdadero creador de esa cosa curiosa que se llama realismo mรกgico. Aparece en un cuento suyo, "Aquella noche salieron los muertos", mucho antes de que Alejo Carpentier formulara su teorรญa estรฉtica (pedida prestada a un surrealista francรฉs) de "lo real maravilloso".
Horacio Quiroga es el primer cuentista qua cuentista (me gusta esa palabra latina, qua, porque recuerda al agua, aqua, y repetida, qua, qua, parece un seรฑuelo para patos, qua, qua, qua), es un loco perseguido por el infortunio. Perdiรณ a su padre en un accidente de caza (cazaba patos en la frontera de Uruguay y Argentina: ambos paรญses reclaman su paternidad) y su padrastro se suicidรณ poco mรกs tarde. Perder un padre puede ser una desgracia, pero perder un padrastro me parece un descuido. Ambos, por favor anoten, murieron muertes violentas. Pocos aรฑos despuรฉs Quiroga matรณ a su mejor amigo en lo que se calificรณ por los jueces como un accidente. Quiroga se casรณ y no mucho despuรฉs de la luna de miel (obligรณ a la joven esposa a pasarla en la selva mรกs espesa de Brasil), casi no tengo que decirlo, se suicidรณ ella. Casado de nuevo, su esposa, como la octava que desposรณ Barbazul, le sobreviviรณ. Enfermo de cรกncer de la prรณstata (hasta en eso fue un adelantado) Quiroga escogiรณ el suicidio.
Me he detenido en la vida de Horacio Quiroga porque parece un violento culebrรณn y es mรกs interesante que su ficciรณn โque no es menos violenta. Uno de sus libros de cuentos se titula La gallina degollada y en el cuento que da al tomo su tono dos hermanos gemelos, idiotas ambos, tienen una hermanita que es una belleza. Pero los dos hermanos ven โo mejor, observanโ cรณmo la madre degรผella una gallina para la cena. Ellos prueban que la imitaciรณn es la madre de la experiencia y le rebanan el cuello a la hermanita.
Leรญ los cuentos de Quiroga, todos, de adolescente y me los creรญ todos. Era, ya lo adivinaron, sano de mente pero impresionable. Ahora, aunque me amenazaran con la expulsiรณn de esta charla no los leerรญa ni amarrado. Habrรกn adivinado que Horacio Quiroga era un adicto no sรณlo a la morfina sino a la literatura de Edgar Allan Poe.
Otro escritor de cuentos nacido en Argentina pero con la cabeza bien puesta es Adolfo Bioy Casares. A menudo se le asocia con Jorge Luis Borges, todo porque eran amigos y colaboraban en empresas narrativas. Alguien los ha llamado, a los dos, Biorges. Pero Bioy ha seguido escribiendo despuรฉs de la muerte de Borges y cada vez es mรกs individual y distinguido โno sรณlo de porte sino de escritura. Bioy escribiรณ la mรกs conmovedora historia de amor de la literatura en espaรฑol de este siglo. Se llama La invenciรณn de Morel y aunque algunos la llaman novela, es una novella o cuento largo y, para mรญ, es perfecta. Es la mejor ilustraciรณn del consejo francรฉs cherchez la femme.
Ahora una breve interpolaciรณn para hablar, brevemente aunque รฉl se merece ensayos y tratados, de este gran autor: un americano que no escribe en espaรฑol y que no sigue la tradiciรณn de su lengua porque estรก creando ambas. Me refiero a Machado de Assรญs, el รบnico gran novelista sudamericano del siglo XIX, que es a la vez un cuentista extraordinario: siempre original, siempre en la vanguardia de un hombre solo. Lean como aperitivo para una cena de un Trimalciรณn literario su cuento "El psiquiatra".
Felisberto Hernรกndez de Uruguay era el opuesto fรญsico de Virgilio Piรฑera de Cuba. No le gustaban los hombres flacos, como a Virgilio, sino las mujeres, muchas, gordas y caras: se casรณ cuatro veces. Al revรฉs de Virgilio, que nunca fue musical, Felisberto (le podemos llamar Felisberto: nadie se llama asรญ) era un mรบsico profesional, que, cosa curiosa, era pianista de teatro pero en el foso, no para acompaรฑar a sopranos mรกs o menos ligeras, sino haciendo mรบsica de fondo a pelรญculas mudas. Sus vidas distintas tuvieron un final parecido pero diferente. Virgilio muriรณ reconocido como un pederasta pasivo y habรญa estado en la cรกrcel condenado por evirado. A su muerte fue llorado por poetas pederastas pero de su velorio desapareciรณ su cadรกver: las autoridades estaban convencidas de que su cuerpo presente recrearรญa al ausente con fines polรญticos. Felisberto muriรณ de leucemia mucho mรกs joven que Virgilio, pero su cuerpo se hinchรณ con tal desmesura que hubo que encontrar rรกpido un ataรบd adecuado โque era tan enorme que no se pudo sacar por la puerta de la funeraria y saliรณ hacia la eternidad por una ventana.
Hay un refrรกn latino que propone que al final se llega segรบn fue la vida antes. Los respectivos finales de Virgilio Piรฑera y Felisberto Hernรกndez fueron si no vidas, muertes paralelas. No es casualidad, me parece, que la editorial americana que publicรณ los Cuentos frรญos de Piรฑera ahora publique los cuentos completos de Hernรกndez. Pero hay que hacer notar y anotar una diferencia notable: Felisberto estaba un poco loco, Virgilio por el contrario tuvo siempre su cabeza bien dispuesta para la guillotina. No le hacรญa falta mรกs que una revoluciรณn โy la tuvo.
Juan Rulfo ha llamado a Guimaraes Rosa "el mรกs grande autor que ha surgido en las Amรฉricas este siglo". No hay que exagerar, pero Guimaraes Rosa, que escribiรณ la mejor novela de lo que se ha llamado "realismo mรกgico", es un gran escritor y para regalo de ustedes (ya que su obra maestra, Grandes Sertao: Veredas es larga, compleja y metafรญsica) hay un volumen de cuentos suyos titulado, sugestivamente, La tercera orilla del rรญo, que es mรกs zen que sensacional. Hay otros compatriotas de Machado de Assรญs que vale la pena citar aunque sea someramente. Murilo Rubiao con su cuento "El ex mago de la taberna de Minhota", que es sui gรฉneris, como lo son los cuentos de Ubaldo Ribeiro, sobre todo su "Fue un dรญa distinto cuando mataron el cerdo" y el elusivo y alusivo Rubem Fonseca, que con su "Corazones solitarios" creรณ un escรกndalo internacional al prohibirlo las autoridades de su paรญs. El escรกndalo llegรณ hasta el presidente Carter, mรกs conocido como el Manisero, no por la sabrosa rumba habanera sino por haberse enriquecido cultivando lo que en otras partes se llaman cacahuetes. Hay otra rumba llamada "Tanta lipidia por un medio de manรญ" cuyo tรญtulo me lleva a explicarles mi interรฉs y hasta mi afecto por los cariocas del cuento. No hay otro paรญs en Amรฉrica que se parezca tanto a la minรบscula Cuba como el gigantesco Brasil: ambos tienen su musicalidad en la mรบsica y en la lengua, ambos son una mezcla de blancos รญberos y negros africanos, ambos han creado una nueva religiรณn, que se llama en Brasil macumba y en Cuba santerรญa. Todos creemos que el ritmo no sรณlo estรก en la mรบsica sino en el habla, en los movimientos del cuerpo y en eso que en La Habana se llama el caminao. Este ensayo mรญo, por ejemplo, estรก escrito como hablan en La Habana los hablaneros.
No pienso muy bien, lo siento, de los cuentos de Rulfo, que me parecen parcos pero primitivos. Sin embargo creo que Pedro Pรกramo es una gran novela en pocas palabras y la mejor novela mexicana que se ha escrito โen este y en otros siglos. Lo contrario ocurre con el difunto Julio Cortรกzar: sus novelas son para mรญ aburridos ejercicios de una vanguardia a la que el tiempo ha enviado a la retaguardia. Pero sus cuentos, sobre todo los cuentos de familia, son extraordinarios y uno o dos โpor ejemplo "El perseguidor", por ejemplo "La autopista del sur"โ son admirables. Lo mismo ocurre con Alejo Carpentier, cuyas รบltimas novelas son lamentables si se comparan con las novelas que escribiรณ en Venezuela: El reino de este mundo, Los pasos perdidos, El acoso. Pero su cuento "Viaje a la semilla" es una obra maestra del gรฉnero. Tambiรฉn lo es su cuento largo "Concierto barroco" โsi se puede olvidar su final, que yo no quiero olvidar. Tambiรฉn Gabriel Garcรญa Mรกrquez, Carlos Fuentes y Mario Vargas Llosa han escrito y publicado cuentos. Pero, apreciados o despreciados, hay que considerarlos novelistas antes que nada o despuรฉs de todo.
Aquรญ llegamos a la gran literatura no sรณlo regional o continental sino mundial, universal incluso. Ahora viene y la trae con ella Jorge Luis Borges. No ha habido en el idioma un escritor mรกs grande desde que Calderรณn de la Barca muriรณ en Madrid en 1681. Cualquiera que haya leรญdo un solo cuento de Borges (y afortunadamente Borges sรณlo escribiรณ cuentos y ensayos como cuentos) se darรก cuenta de que estรก frente a un escritor excepcional. Fue Borges quien dijo de Quevedo que no era un escritor sino una literatura. Con mayor justicia se puede afirmar que Borges es una literatura. รl solo, en su lejano Buenos Aires que despuรฉs de รฉl nos queda siempre cerca, ahรญ al lado, al doblar de una pรกgina, sรณlo Borges ha hecho del cuento toda una literatura y aun mรกs, una teorรญa literaria. No tengo que citarles un solo tรญtulo porque ustedes los conocen todos. Pero son cuentos no para leerlos sino para releerlos, recordarlos, memorizarlos y estar siempre acompaรฑados del asombro. No sรณlo de su cultura y de su humor sino tambiรฉn de su arte narrativo. El oportunismo polรญtico le privรณ de ganar el Premio Nobel que tanto anhelรณ. Peor para el premio: no se merece a Borges. Pero sus lectores todos, todos los dรญas, le ofrecemos el placentero desagravio de la lectura que es, argentino noble que era, nuestro premio.
No se me escapa ni, por supuesto, se les escaparรก a ustedes, que me he quedado corto de nombres y largo de adjetivos. Pero nunca fue mi propรณsito componer una guรญa de autores, sino dar una visiรณn mรกs geogrรกfica que histรณrica del cuento.
Despuรฉs de pasearme โcomo querรญa Anatole France que fuera la visiรณn, no la misiรณn del crรญticoโ por entre obras maestras, puedo llegar a una conclusiรณn โsi es que llego. Tal vez el cuento requiera mรกs arte que verdad. Es decir, una cantidad mayor de ficciรณn.
Anatole France por cierto nos dio una lecciรณn sobre quรฉ es la memoria histรณrica en su cuento magistral "El procurador de Judea". Regresa a Roma Poncio Pilatos y en una fiesta romana, que ustedes pueden llamar orgรญa, su anfitriรณn le pregunta a Pilatos, que ha sido procurador en Judea, por "un judรญo dรญscolo" llamado Jesรบs. Pilatos, una taza de vino en la mano, la toga impecable, el peinado a lo Cรฉsar, piensa un momento y despuรฉs dice: "ยฟJesรบs? No he conocido a nadie de ese nombre".
Por favor, no me pregunten por los autores que he olvidado. โ