Un diccionario de la URSS

La Unión Soviética cambió radicalmente el mundo. Este es un resumen, heterodoxo e incompleto, de algunas de sus claves.
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A de ambición. Entre 1930 y 1941, se publicó en la URSS la revista mensual URSS en construcción. Estaba en ruso, alemán, inglés, francés y, a partir de 1938, en español. Era una publicación que vendía la URSS al mundo como el país de la innovación técnica. Estaba llena de fotografías de fábricas de coches, el avión de pasajeros más grande del mundo (bautizado Maksim Gorki), el metro de Moscú, líneas de ferrocarriles que atravesaban la estepa y Asia Central.

B de burocracia. Era lenta, engorrosa, corrupta y ubicua. Como dice Sheila Fitzpatrick en La vida cotidiana durante el estalinismo. Cómo vivía y sobrevivía la gente común en la Rusia soviética (Clave Intelectual, 2022): “La ley y el proceso legal carecían de importancia y las acciones de los funcionarios, desde los más encumbrados hasta los más rasos, se caracterizaban por la arbitrariedad y el favoritismo.” El burócrata era el rey, sobre todo a partir de la colectivización e industrialización forzada durante los años treinta, que requirió un aumento considerable de trabajadores públicos. Sin embargo, la palabra “burocracia” era muy peyorativa en el régimen soviético. La prensa soviética ridiculizaba constantemente a los funcionarios, los ciudadanos los temían y despreciaban. Los “líderes del partido”, dice Fitzpatrick, “tenían poca o ninguna confianza en su personal burocrático y solían quejarse de su falta de educación, sentido común y ética del trabajo”.

C de civilización. Karl Schlögel dice en El siglo soviético (Galaxia Gutenberg, 2021) que la URSS no fue simplemente un sistema político, sino una civilización: “un modo de vida con su propio desarrollo, su madurez, su decadencia y su disolución. Sus prácticas, valores y rutinas marcaron a varias generaciones de habitantes del país”.

D de democracia. El debate sobre la democratización de Rusia siempre estuvo presente durante la URSS, pero nunca tanto como durante los años de Gorbachov, que intentó abrir el país. El último líder soviético pensaba que la democracia era un bien en sí mismo. Nunca se planteó seguir la vía china: mantener el control político del partido (y recurrir a la violencia) para liberalizar la economía de manera controlada. Su objetivo principal era la democracia, pero no supo ver las consecuencias de la apertura en un país con tan poca cultura democrática. Surgieron nacionalismos, populismos y una política personalista y mediática. Es paradójico: fue el líder que más acercó el país a la democracia y sucumbió ante ella, incapaz de manejarse en el nuevo mundo.

E de Estados Unidos. Fue el enemigo número uno de la URSS durante décadas. Al mismo tiempo, fue una inspiración clara para los bolcheviques en los inicios de la Revolución, e incluso más adelante. La influencia no era solo arquitectónica (la URSS durante el mandato de Stalin contrató a miles de ingenieros estadounidenses; el arquitecto Albert Kahn, que diseñó el Detroit art-decó en los años veinte, diseñó la fábrica de tractores de Stalingrado y la de automóviles de Nizhny Novgorod), sino también moral y política. La URSS quería crear una nueva civilización de vanguardia y sin clases, y su gran ejemplo de progreso y valores antiaristocráticos eran los Estados Unidos de Roosevelt. Como dice Schlögel, Stalin buscaba combinar “el pragmatismo americano y la pasión bolchevique”. El autor alemán incluso habla de un momento “wilsoniano/leniniano” a finales de la Primera Guerra Mundial: ambos, Wilson y Lenin, defendían (con sus enormes carencias) una visión parecida de autodeterminación de las naciones.

F de frivolidad. El renacimiento filosófico de Karl Marx que se ha producido en los últimos años no debería ir acompañado de una apología de la URSS. Normalmente, y con cierta razón, se unen marxismo y Unión Soviética; la segunda no habría existido sin el primero, y el primero no habría tenido la fama que tiene sin la segunda. Pero si bien es posible reivindicar el pensamiento de Marx hoy, veo difícil hacer lo mismo con la URSS. Hubo etapas de esperanza, líderes como Jruschov o Gorbachov que fueron valientes e intentaron modernizar y democratizar la unión.

La fe en el progreso y la ciencia de la ideología soviética eran aspectos muy positivos. Y, como ha escrito Branko Milanovic, las revoluciones comunistas fueron para muchos países subdesarrollados tan liberadoras como las revoluciones burguesas en Occidente: “Al destruir el feudalismo y sus relaciones de producción (propietarios de la tierra, usura, discriminación contra las mujeres, falta de educación) acabaron con unas instituciones represoras.” Pero, al final, la URSS tuvo siempre sus propias inercias, y nunca dejó de ser un imperio anquilosado, corrupto y autoritario. Como se demostró con Gorbachov, su democratización era su muerte. La única reforma posible era su disolución.

G de guerra civil. La guerra civil rusa empezó realmente como una respuesta al Terror bolchevique, y no porque hubiera una contrarrevolución zarista. Lenin siempre quiso la guerra civil. Como escribe Antony Beevor en Rusia. Revolución y guerra civil, 1917-1921 (Crítica, 2022), “la Revolución de Febrero, en 1917, no generó una contrarrevolución. […] La ausencia inicial de guerra armada contra los revolucionarios no es tanto un indicio de apatía como de la sensación de que en el antiguo régimen había quedado ya poco que defender. La voluntad de resistirse solo empezó a desarrollarse durante el verano, cuando el programa bolchevique polarizó a la opinión pública”.

H de hambruna. La colectivización provocó millones de muertes; a veces inintencionadas, consecuencia del cinismo, la torpeza y la ceguera del régimen a la hora de aplicar sus planes quinquenales; otras todo lo contrario, como es el caso del Holodomor en Ucrania. “Durante un tiempo la gente común, al igual que los líderes políticos, tuvo la esperanza de que la escasez fuera temporal”, escribe Fitzpatrick. “Sin embargo, poco a poco comenzó a parecerse a un estado permanente y sistémico. […] El Homo Sovieticus surgido en los años treinta era una especie cuyas habilidades más desarrolladas incluían cazar y recolectar bienes escasos en un entorno urbano.”

I de imperio. La propaganda soviética sostenía que la URSS se enfrentaba al imperialismo de los países capitalistas. Lenin defendía la autodeterminación de las naciones, pero invadió los países bálticos y Ucrania y entró en una guerra con Polonia en 1918 para evitar que esos territorios se separaran del Imperio ruso y se independizaran; su excusa era la Revolución mundial, pero en la práctica actuó como un líder colonial. En 1939 Stalin se repartió Polonia con Hitler; y tras la Segunda Guerra Mundial instauró regímenes afines en Europa del Este. Jrushchov invadió en 1956 Hungría para reprimir el Otoño húngaro; Brézhnev hizo lo mismo en 1968 en la República Checa para reprimir la Primavera de Praga. Gorbachov fue el único líder que se negó a usar la violencia para conservar los territorios de la URSS .

J de judaísmo. Hubo grandes personalidades judías en la URSS. Trotski, Iliá Ehrenburg, Vasili Grossman, Osip Mandelstam, Isaak Bábel. Durante la Revolución la mayoría fueron mencheviques; muchos fueron represaliados durante las purgas de 1937. Es menos conocido el antisemitismo estalinista posterior a la Segunda Guerra Mundial, cuando se comenzó a acusar a los judíos de ser nacionalistas sionistas y “cosmopolitas desarraigados”. El caso del “complot de los médicos” recuerda a los pogromos de principios de siglo: la conspiración sostenía que un grupo de médicos judíos planeaba asesinar a miembros importantes del partido aprovechando que eran sus doctores personales. Fueron arrestados decenas de médicos prominentes, algunos torturados y enviados a campos, y centenares de judíos perdieron sus trabajos también en otros sectores.

K de kommunalka. En su ensayo “En una habitación y media” (incluido en Menos que uno. Ensayos escogidos, Siruela, 2006), el poeta Joseph Brodsky describe cómo era la kommunalka en la que vivía: “Nuestra habitación y media formaba parte de una enorme hilera de habitaciones paralelas, que ocupaba la tercera parte de una manzana, en la fachada septentrional de un edificio de seis pisos que daba a un tiempo a tres calles y a una plaza. El edificio era uno de esos tremendos pasteles del llamado estilo moruno que en la Europa septentrional caracterizaron el fin del siglo pasado. […] Después de la Revolución, de conformidad con la política de ‘condensación’ de la burguesía, dividieron la hilera y asignaron una familia a cada habitación. Se levantaron paredes entre las habitaciones… al principio de contrachapado. Más adelante, con el paso de los años, tablones, ladrillos y estuco ascendieron aquellas mamparas al rango de norma arquitectónica.” Schlögel dice que, a finales de los años cincuenta, veinticinco millones de ciudadanos soviéticos vivían así; en 1960, el 60% de la población de Moscú vivía en kommunalkas.

L de liderazgo. El biógrafo de Mijaíl Gorbachov, William Taubman, dice que la URSS fue un imperio ideológicamente fundamentado en la superación del individuo que sin embargo dependió profundamente del liderazgo individual de grandes figuras (Lenin, Stalin, Jrushchov, Gorbachov). Sin Lenin no habría habido Revolución en 1917; sin Stalin quizá no habría habido el Terror y las purgas; sin Jrushchov no se habría producido una denuncia del estalinismo; sin Gorbachov la URSS quizá habría vuelto al totalitarismo. La excepción es Brézhnev (y sus sucesores mediocres Andrópov y Chernenko).

M de mentira. En la Unión Soviética, la mentira estaba institucionalizada. Era algo burdo y a la vez sofisticado. En 1932, el escritor Vasili Grossman le escribió una carta a Maksim Gorki quejándose de que “La casa editorial ha rechazado mi manuscrito; además la editora pretendía convencerme de que el libro tiene un aire contrarrevolucionario. Escribí lo que pude ver en los tres años que trabajé en la mina Smólianka II. Escribí la verdad. Quizá sea una verdad amarga. Pero la verdad no puede ser contrarrevolucionaria.” La respuesta de Gorki es un buen ejemplo de lo que pensaban los intelectuales bolcheviques más fundamentalistas: “Dice el autor: ‘Escribí la verdad’. Debería haberse planteado dos preguntas, primero: ¿qué clase de verdad?, y segundo: ¿por qué?”. Gorki pensaba que la “sucia verdad del pasado” había muerto y que en su lugar había nacido una nueva verdad: “Por descontado, todo esto [lo que cuenta Grossman en su novela] es verdad; pero una verdad muy negativa y atormentadora.”

N de NKVD. Fitzpatrick dice que la extensión del poder de la agencia de espionaje e inteligencia soviética es difícil de determinar. “El presumible crecimiento masivo de la agencia de seguridad y su red de informantes en el transcurso de la década de 1930 era (y sigue siendo) un secreto de Estado; y las actividades más mundanas del nkvd, como la vigilancia, la detención y el interrogatorio, solían tratarse como un secreto sucio y mantenerse ocultas. Era común que las personas liberadas tras una detención o un interrogatorio tuvieran que firmar un acuerdo para no hablar de lo que les había sucedido.”

Ñ (contiene la ñ) de preñada. Aunque Alexander Herzen murió antes de la Revolución, Antony Beevor usa su analogía de la “viuda preñada” para explicar lo que ocurrió: “La muerte de las formas contemporáneas del orden social debería alegrarnos el alma, más que inquietarnos. Pero lo aterrador es que el mundo que se va no deja tras de sí un heredero, sino una viuda preñada. Entre la muerte de uno y el nacimiento del otro puede correr mucha agua; pasará una larga noche de caos y desolación.”

O de oposición. La disidencia dentro del régimen era casi imposible. Los ciudadanos soviéticos expresaban su descontento con chistes. “1937. Noche. Suena el timbre. El marido va a abrir la puerta. Vuelve y dice: ‘No te preocupes, cariño, son solo ladrones.’” “Un hombre entra en una tienda y pregunta al dependiente: ‘¿Tienen carne?’ El dependiente le dice: ‘No, esta es la tienda que no tiene pescado. La tienda que no tiene carne está enfrente.’” Había una frase de la propaganda estalinista que decía “Alcancemos y superemos a Occidente”. Un chiste respondía: “Cuando por fin alcancemos a los países capitalistas, ¿podremos quedarnos allí?”

P de propaganda. En Sombras chinescas (Acantilado, 2020), el sinólogo Simon Leys dice que “la propaganda maoísta –prensa, radio, ópera–, por mucho que sea una de las más monótonas, áridas e indigentes que haya en la tierra, es seguida con un interés anhelante por millones de hombres cuyas carrera y existencia dependen de estas vicisitudes de la ideología que es menester descifrar entre líneas día tras día.” Es igual que la propaganda durante el estalinismo, y en menor medida en el posestalinismo: es motivo de burla y al mismo tiempo es importante conocerla para navegar el sistema.

Q (contiene la q) de bolcheviques. Beevor habla de las tres mentiras bolcheviques durante la Revolución: “su apropiación de las tesis de los socialrevolucionarios de dar las tierras a los campesinos, que por supuesto no cumplió, su promesa a los trabajadores de que dirigirían sus propias fábricas, que tampoco cumplió, y la más importante, la promesa de paz a los soldados, cuando lo que hizo fue convertir la guerra imperialista en una guerra revolucionaria”.

R de Revolución. A pesar de lo que la historiografía bolchevique (y no solo) mantuvo durante décadas, la Revolución no fue un corte limpio. El derrocamiento del zar tuvo éxito pero no fue responsabilidad exclusiva de los bolcheviques. En 1917, la mayoría de rusos no quería ni el zarismo ni el bolchevismo (que era muy minoritario): la opción mayoritaria eran los socialrevolucionarios.

S de sacrificio. Durante sus primeras décadas, el proyecto soviético era de sacrificio. Se vendía la idea de que los esfuerzos de hoy servirían para el futuro. Como escribe Fitzpatrick, el relato del “futuro radiante” caló en la sociedad estalinista: “Los ciudadanos comunes desarrollaron la capacidad de ver en qué se convertirían las cosas y cómo debían ser, y no cómo eran. Una zanja vacía era un canal en construcción; un terreno baldío donde se habían demolido viejas casas o una iglesia, repleto de escombros y malezas, era un futuro parque.”

T de Terror. El Terror estaba desde el inicio de la Revolución. Tras el estalinismo, muchos bolcheviques y probolcheviques diferenciaron entre Stalin, al que consideraban un tirano, y Lenin, que representaba la pureza de la Revolución y había sido traicionada tras su muerte. Pero el terror es creación de Lenin. Beevor dice que los comunistas decían que “no tuvieron elección. Se vieron obligados a responder con el Terror Rojo. Culparon de lo sucedido, de distintas maneras, a la contrarrevolución. […] Pero en las guerras civiles, la política del terror casi siempre es la respuesta de quienes son más conscientes del hecho de que están en minoría. […] En el caso de Lenin, esta mentalidad estaba presente desde el principio, con la fundación de la Checa en diciembre de 1917, mucho antes de que la guerra civil adquiriera una forma clara y reconocible”.

U de urbanización. La hiperindustrialización que puso en marcha el estalinismo llevó a la hiperurbanización. Entre 1926 y 1933, quince millones de personas se mudaron a poblaciones urbanas. Según Karl Schlögel, realmente no se produjo una urbanización del país sino una ruralización de sus ciudades. Millones de ciudadanos de zonas rurales se desplazaron a las ciudades y trajeron consigo sus costumbres. Había superpoblación, falta de civismo, problemas sanitarios. A finales de los cincuenta y principios de los sesenta, bajo el mandato de Jrushchov, una de las demandas más acuciantes de la población tenía que ver con esta superpoblación y la falta de viviendas decentes. El nuevo líder construyó millones de viviendas y creó una nueva clase media soviética.

V de viejos. La URSS en los setenta y ochenta se fue convirtiendo en una gerontocracia hereditaria. Los antecesores de Gorbachov, Yuri Andrópov y Constantín Chernenko, murieron ambos al año de asumir el cargo. La llegada de Gorbachov insufló al sistema nueva sangre y nuevas ideas, pero el sistema, con sus inercias y endogamias y corrupciones, no aceptaba eso y colapsó.

W (contiene la w) de darwinismo. En Llamadme Stalin (Crítica, 2018), Simon Sebag Montefiore narra (quizá demasiado novelísticamente) cómo Stalin descubrió a Darwin de niño y le hizo dudar de su fe. Lenin tenía en su despacho del Kremlin la famosa estatuilla de un chimpancé mirando una calavera, al estilo Hamlet, sobre una pila de libros. En uno de ellos pone Darwin. Cuando se publicó El origen de las especies, Engels le escribió a Marx: “Nunca antes se había hecho un intento tan grandioso de demostrar la evolución histórica en la Naturaleza, y ciertamente nunca con tan buenos resultados.”

X (contiene la x) de sexismo. ¿Hubo una revolución sexual en la URSS? La economista Alice Evans escribió en esta revista que “el comunismo aportó casi todo lo que las feministas desean: guarderías, permisos de maternidad, aborto, pleno empleo, casi paridad de género en ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas.” Sin embargo, en las Encuestas de Valores Mundiales, los hombres de las sociedades poscomunistas tienen actitudes más patriarcales.

Y de yo. El individualismo era algo burgués en la teoría soviética. Al mismo tiempo, el fenómeno del estajanovismo (individuos que voluntariamente trabajaban más para aumentar la productividad) era un fenómeno individual: los estajanovistas se hacían célebres por sus hazañas individuales. En los años cincuenta, el régimen promovía la meritocracia: el trabajador soviético que hacía las cosas bien se merecía vivir mejor que los que no.

Z de zarismo. ¿Qué había que erradicar claramente del pasado zarista y qué podía sobrevivir? Los bolcheviques debatieron mucho sobre estos asuntos. Muchos de los grandes proyectos de industrialización zarista se continuaron durante la URSS, a veces con la misma crueldad hacia los trabajadores. Durante la guerra civil, Trotski incorporó al Ejército Rojo a oficiales zaristas, lo que provocó recelo en el resto de bolcheviques pero ayudó al Ejército Rojo a profesionalizarse. En los años cincuenta, con la recuperación de posguerra, el régimen promovió el consumismo y algunas prácticas y bienes que años atrás habrían sido consideradas reaccionarias. ~

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Ricardo Dudda (Madrid, 1992) es periodista y miembro de la redacción de Letras Libres. Es autor de 'Mi padre alemán' (Libros del Asteroide, 2023).


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