A medias

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El luminoso invierno de Marruecos,
los veranos agnósticos de los Países Bajos,
el inglés mal hablado de los vascos,
el francés por escrito
y el italiano de los argentinos.

El aire transparente de los indecisos.

El centro azul de las ciudades intermedias
y su pequeño puerto
donde jamás atracan los ladrones
ni los transatlánticos.
El mismo mar de todos los eneros.

El orgasmo otoñal,
sin aspavientos, de los cincuentones.
El sabor neutro del pan o de la arepa,
el paso sin afán de los camellos.
La disciplina
involuntaria de los jubilados
madrugando a mirar por la ventana.
La misa rutinaria de los curas sin fe.

La impopular mesura de los moderados,
su perplejo estupor ante los energúmenos.
La belleza frugal de las actrices
de reparto
con su sonrisa así, sin ortodoncia.
El discreto vestido de los martes
y el modesto pasar de los maestros.

La dosis homeopática de urinoterapia
cuando Margaret mea en el lago de Michigan
y un nadador traga agua en la otra ribera.
La luz del sol de las seis de la mañana,
o de la tarde, en el trópico.

Así, atenuadas,
me gustan más las cosas de la vida. ~

 

Casablanca, 2018.

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