Allende: una mirada personal. Entrevista a Eduardo Labarca

Eduardo Labarca estuvo siempre en el centro del poder de la izquierda chilena, pero sin abandonar jamás su ojo alerta de novelista agudo e inteligente, así como de cronista veraz y entretenido.
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Conoció a Salvador Allende de niño y mantuvo siempre una relación personal muy próxima. Fue comunista desde joven, influyente periodista del diario El Siglo del PC y director del noticiario de cine de Chilefilms durante el gobierno de Allende. En su exilio moscovita trabajó en el programa radial Escucha Chile que transmitía Radio Moscú durante la dictadura. Eduardo Labarca estuvo siempre en el centro del poder de la izquierda chilena, pero sin abandonar jamás su ojo alerta de novelista agudo e inteligente, así como de cronista veraz y entretenido.

Entre sus novelas destacan Butamalón (1997), Cadáver tuerto (2005), Lanza internacional (2014) y La rebelión de la chora (2019). Entre sus crónicas subrayo Corvalán, 27 horas (1972) –un libro-entrevista con el secretario general del Partido Comunista Luis Corvalán– y Salvador Allende. Biografía sentimental (2014), que narra –con nutrida documentación, sin censuras y con afecto– la apasionante y apasionada vida pública y privada de Salvador Allende.

Arturo Fontaine (AF): Hoy podría tener cincuenta años un hijo (o hija) de Salvador Allende y nieto de Jorge Eliécer Gaitán, el gran caudillo liberal colombiano asesinado en 1948.

{{Mónica González, El Clarín, 3 de mayo de 2007.}} Cuéntanos…

Eduardo Labarca (EL): Allende conoció en Cuba a Gloria Gaitán, hija de Jorge Eliécer, y siendo presidente la invitó a trabajar en la Oficina de Planificación de su gobierno. A partir de enero de 1973, ocho meses antes del golpe, se inició entre ambos una relación sentimental. Ella era la única persona a la que él confesaba sus angustias: “Yo soy un hombre al que le quedan seis meses, seis semanas, seis días, seis horas de vida.” Cuando murió Allende ella esperaba un hijo suyo, pero al llegar a Bogotá lo perdió en un aborto espontáneo.

AF: Retrocedamos. ¿A qué edad te hiciste comunista?

EL: A los diecisiete ingresé a la Juventud en la Escuela de Derecho.

AF: ¿Cuánto abandonaste el Partido Comunista?

EL: El PC me abandonó a mí.

AF: ¿Cómo así?

EL: En los ochenta, nos encontramos con mi amigo escritor José Miguel Varas y le pregunté: “¿Tú sigues en el Partido?” y él me contestó: “No sé” y le comenté: “Yo tampoco”. Pero la fecha clave es agosto de 1991 cuando Gladys Marín, máxima dirigente del PC de Chile, apoyó el golpe de estado contra Gorbachov. Ese día le dije chao para siempre al PC.

AF: Tu padre era asesor de Allende, ¿cómo era eso?

EL: Muy informal, pero 24/7. Mi padre, Miguel Labarca, trabajaba en otras cosas con altos y bajos, pero dedicó más de veinte años a ayudar al amigo. Era muy culto, una verdadera enciclopedia, y le preparaba material para sus proyectos de ley y sus discursos: “Dame ideas, Miguelito.” Las ideas y los datos se los daba por teléfono o mientras Allende caminaba hacia la tribuna a pronunciar un discurso. Cuando había cifras complicadas se las anotaba en una cartulina con grandes caracteres para que Allende, muy corto de vista, las pudiera leer mientras improvisaba. Solo en ocasiones solemnes Allende leyó un discurso.

AF: Allende fue, seguramente, el primer político chileno que comprendió que los problemas de salud pública se debían a la acuciante pobreza del pueblo. ¿Qué significa la lucha contra la pobreza para Allende?

EL: A partir de los catorce años vivió en Valparaíso y conoció la miseria en los cerros del puerto. Como joven médico y ministro de Salubridad denunció la elevadísima mortalidad de las madres, especialmente solteras, y de los recién nacidos de los sectores pobres, en contraste con las cifras mucho más bajas de otros grupos sociales. Insistió en proteger el dúo madre-niño y señaló que la desnutrición afectaba el desarrollo intelectual de los niños, futuros ciudadanos.

AF: Como presidente hizo realidad “el medio litro de leche”.

EL: Medio litro de leche que su gobierno entregaba diariamente en forma gratuita a todos los niños de Chile, lo que requería considerables recursos públicos.

AF: ¿Cómo describirías la manera de ser de Allende, sus aficiones?

EL: Practicaba la autodisciplina de la mente y el cuerpo casi al estilo yoga. Hizo voluntariamente el servicio militar y fue boxeador aficionado y nadador de grandes distancias, lo que modeló su físico de hombros y cuello anchos que lo hacían parecer más bajo de lo que era. Dominaba su sueño, solo dormía profundamente cuatro horas, cinco a lo más y despertaba a la hora que había decidido, a más tardar a las seis de la mañana. “Cuando duermo, muero”, decía. En su oficina del palacio de La Moneda dormía diariamente una siesta de no más de media hora, en piyama, para recuperar energías.

AF: Hay quienes lo tildaron de “borracho”…

EL: ¡Falso! Solo bebía diariamente dos dedos de whisky Chivas Regal y acompañaba la comida con una copa de vino tinto, incluso los pescados y mariscos. Conocía dónde vendían las mejores empanadas a lo largo de todo Chile y cuando no había veda, era un devorador de ostras.

AF: Era bromista. Le hizo una buena a Miguel Enríquez, líder del MIR, movimiento guevarista chileno.

EL: Sí, Enríquez lo visitó y dejó a la entrada un maletín que contenía una metralleta. Después de retirarse tuvo que regresar al descubrir que dentro del maletín ahora había unas piedras que el bromista Allende había puesto en lugar del arma. A veces se divertía llamando a algún amigo haciéndose pasar por otra persona. Pero en materia política era serio, hombre de una sola palabra.

AF: ¿Le gustaba la buena ropa?

EL: Sí, era afectado en el vestir y solía andar overdressed, como dicen en inglés. “Requisaba” chaquetas y prendas de lujo a los amigos e incluso consiguió que el embajador de España le regalara su espectacular capa castellana de forro rojo, que él lucirá en la residencia presidencial.

AF: Hablemos de la señora Hortensia Bussi (la Tencha), esposa de Allende. “Hermosa entre las hermosas e inteligente entre las inteligentes”, dices.

EL: Mujer excepcional de vida trágica. Culta, amante del teatro, la ópera y los conciertos, amiga de escritores, pintores y músicos, Hortensia Bussi padeció estoicamente las infidelidades de Allende.

AF: En tu libro cuentas que tuvo un hijo al que tú conociste.

EL: Yo revelé que Tencha fue madre soltera a los veinticuatro años a raíz de una relación fugaz con un médico casado, cuya mujer no podía tener hijos. Expulsada del hogar familiar y en situación precaria, accedió a entregar a la criatura de pocos meses al padre biológico y su esposa que inscribieron al pequeño, un varón, como hijo legítimo del matrimonio. Está vivo, yo lo conozco, tenemos la misma edad.

AF: ¿Cuál fue la actitud de Allende?

EL: Con posterioridad, cuando se inició su relación con Allende, Hortensia Bussi quiso recuperar a su hijo e incorporarlo a su nueva familia, pero Salvador Allende no aceptó.

AF: Las mujeres –desde su madre y niñera hasta sus hijas– están en el centro de tu biografía. Hay varios grandes amores, ¿cómo eran?

EL: Adoraba a su madre y, aunque era masón, la acompañaba hasta la entrada de la iglesia los domingos. Con sus hermanas –especialmente Laurita, futura diputada que se suicidará en La Habana– tenía una profunda simbiosis, así como con su hija Beatriz, que también se suicidará en Cuba. En cuanto a sus amores, fueron pasiones sucesivas al calor de sus campañas. Era un conquistador en 360 grados: conquistar a su pueblo, contar con amigos incondicionales y conquistar a mujeres bellas e inteligentes. No había ningún secreto: con la de turno recorría públicamente el país y solía compartir la tribuna a la vista de todos. Y en cuanto a las que quedaban en el camino, galán conocedor de la psicología femenina, nunca les perdía el contacto: las llamaba por teléfono, les enviaba flores para sus cumpleaños y, cuando fue presidente, a aquellas que lo necesitaban las nombró en un buen puesto. Todas sabían que no se iba a divorciar de la Tencha y ninguna se sintió despechada ni tuvo expresiones de resentimiento hacia él.

AF: Escribes: “los tres primeros chilenos que recibirán entrenamiento guerrillero viajan a la isla, Salvador los escoge en su entorno de confianza”. Comienzos de los años sesenta. ¿Por qué se interesa Allende en el entrenamiento guerrillero de chilenos en Cuba?

EL: Allende fue el primer político latinoamericano que llegó a La Habana en 1959, un mes después del triunfo de Fidel Castro. Se sintió identificado con una revolución joven que desafiaba a los Estados Unidos y prometía una reforma agraria radical y justicia social, aunque desde siempre destacó que a diferencia de la Revolución cubana, la chilena sería una revolución pacífica “con sabor a chicha y empanadas”. Ante la invitación de que enviara a tres chilenos a recibir entrenamiento militar, tal vez para no desairar a Fidel Castro y para estar conectado con lo que pasaba en Cuba, envió a tres compañeros de confianza.

AF: El 4 de septiembre de 1970 Allende ha triunfado en las elecciones presidenciales. ¿Cómo viviste esa noche?

EL: Como redactor político de El Siglo me correspondió escribir la crónica de primera página que resumía la jornada. Con el diario recién impreso en las manos me fui de madrugada caminando hacia mi casa que estaba del otro lado del Mapocho. La Alameda se hallaba plagada de carteles, botellas y artefactos dejados a su paso por cientos de miles de manifestantes que habían celebrado el triunfo de Allende. En la calle Bueras, que hace un recodo cerca del Parque Forestal, me encontré con un conocido que estaba pasando frío bajo la llovizna: Mario Melo, guardaespaldas de cercanías del candidato triunfante. “¿Y el hombre?”, le pregunté, y él indicó en silencio un edificio donde, según los rumores, Allende tenía en la planta baja un departamento para sus citas de amor. ¿Con qué dama celebraba su triunfo el futuro presidente? No hay sobrevivientes que lo puedan revelar.

AF: Luego, el presidente tendrá dos casas. La situación, escribes, “es rayana en la bigamia”. ¿Cómo así?

EL: La residencia oficial del presidente se instaló en una casa espaciosa de amplios jardines alquilada en la avenida Tomás Moro, en el barrio alto, donde reinaba la primera dama Hortensia Bussi. Paralelamente, en el camino que conduce al centro de esquí de Farellones, apareció Cañaveral, propiedad impresionante bautizada con nombre de sabor cubano, dotada de una enorme piscina al pie de la montaña, reino de la Payita, Miria Contreras Bell, la “favorita” de Allende del momento (según el término utilizado en la corte de Luis XIV), jefa de su secretaría privada en La Moneda. De lunes a jueves Allende pernoctaba en la residencia de Tomás Moro, pero el viernes por la tarde, acompañado por su escolta del GAP –el “grupo de amigos personales”–, emprendía raudo viaje hacia Cañaveral, donde pernoctaba hasta el domingo.

AF: ¿Cuál es la importancia política de esos dos círculos de poder, Tomás Moro y Cañaveral?

EL: Las diferencias del ambiente humano y político entre uno y otro lugar eran abismales. En Tomás Moro vivía un presidente circunspecto, de terno y corbata, que recibía junto a su esposa a invitados oficiales; además allí se realizaban reuniones discretas con algún político, un embajador, jefes de las fuerzas armadas. Ahora bien, en los ocho meses que Gloria Gaitán estuvo en Chile, Allende la mandaba a buscar desde Tomás Moro con los hombres del gap después de que Tencha hubiera subido a acostarse al segundo piso. El presidente de Cañaveral era un hombre jovial de guayabera que nadaba en la piscina y solía disparar con sus guardias o invitados a un blanco dispuesto en el acantilado. Allí llegaban su hija Beatriz con su esposo diplomático cubano y otros personajes escorados a la extrema izquierda. Se hablaba de lucha armada y la palabra “revolución” se conjugaba sin tapujos. Solo un malabarista como Salvador Allende, con su energía y el juego de su muñeca, era capaz de mantener el equilibrio en esas arenas movedizas.

AF: ¿Tiene Hortensia Bussi influencia política en el Gobierno?

EL: Si la tuvo fue muy escasa. Desempeñaba labores protocolares y presidía el COCEMA, órgano coordinador de los centros de madres, labor tradicional de la primera dama. Para hablar con Allende había que pasar por la Payita, algo que doña Tencha evitaba circulando a través de la oficina de los edecanes.

AF: Luis Corvalán, secretario general del PC chileno, te dice que en la casa del “Cañaveral se deciden muchas cosas y los comunistas no tenemos a nadie”. ¿Por qué?

EL: La relación del PC con Allende era estrictamente política, habría sido inapropiado que los invitara a la casa de su amante. Los amigos de Allende de siempre tenían amistad con la Tencha y no iban a Cañaveral, mi padre y el ministro José Tohá no fueron nunca. La última reunión de la jefatura del PC con Allende fue tres días antes del golpe en la residencia de Tomás Moro.

AF: Vamos a tu libro de conversaciones in medias res, en medio del conflicto, con Luis Corvalán, líder del partido más leal y cercano a Allende. Se publica a fines de 1972. Preguntas si la vía pacífica, legal-democrática al socialismo es una creación del Partido Comunista. Corvalán responde, en el fondo, que sí y que es algo “que viene de lejos”. ¿Cuán lejos?

EL: El PC fue leal con Allende y el proyecto de la Unidad Popular (UP) desde el punto de vista político, la relación de Corvalán con él era amable pero sin familiaridad. Desde su fundación el PC chileno impulsaba las luchas sociales y tomaba parte en las contiendas electorales, sin jamás recurrir a las armas. En un congreso celebrado en 1956 el PC llama a unir a todas las fuerzas democráticas del país, plantea la vía pacífica para alcanzar el poder y, dos años más tarde, Luis Corvalán asume como secretario general.

AF: El proceso que encabezaba Allende, ¿era revolucionario o socialdemócrata?

EL: El programa decía “iniciar la construcción del socialismo en Chile”. Las medidas se aplicaban dentro de la legalidad tradicional, pero estrujando los llamados “resquicios legales”. La formación del “área social de la economía”, incluida la nacionalización del cobre y otros recursos naturales, la estatización de los bancos y de las grandes empresas, iba mucho más allá de lo efectuado por la socialdemocracia en Europa. Era una revolución a todas luces.

AF: Le preguntas a Corvalán en qué se diferencian las estatizaciones que están ocurriendo en Chile de las de, por ejemplo, Inglaterra. Ahí viene un gobierno conservador y reprivatiza lo que se estatizó. Contesta: en Chile hay una “estación de término que es el socialismo”. ¿Qué quería decir entonces esa respuesta?

EL: Que en Chile no habría marcha atrás como en Inglaterra, donde al llegar al gobierno los conservadores devolvían a la empresa privada las minas nacionalizadas por los laboristas. La Revolución chilena era una vía al socialismo sin retorno.

AF: Le preguntas qué pasará en 1976 si la oposición gana las elecciones. Él no es claro. Insistes: “Usted ha respondido la pregunta con una elegante verónica de torero.” Contesta. Le preguntas por tercera vez: “¿No podemos dejar de ser diplomáticos?” Tú insistes: “El Partido Comunista estaría dispuesto a que se entregara el gobierno a la oposición si la Unidad Popular pierde en 1976. Esta es la cuestión, compañero Corvalán.” Y Corvalán, al fin, responde: “Esta es una pregunta, estimado compañero, fuera de tiempo y fuera de foco… nuestra orientación es actuar dentro de la Constitución y de la ley. Pero también nuestra obligación es actuar teniendo en cuenta las realidades que se puedan crear.” ¿Qué se quería decir con eso en aquel momento?

EL: Lo señalado: no habrá marcha atrás. Para el marxismo-leninismo, el socialismo representaba el paso a una sociedad superior en virtud de la dictadura del proletariado, y un retroceso habría sido inaceptable. Esa idea fue refutada por los eurocomunistas de los partidos de Italia, Francia y España, a quienes los comunistas ortodoxos motejaban de revisionistas. Los eurocomunistas aceptaban una posible alternancia, con partidos comunistas que llegaran al gobierno y lo entregaran si eran derrotados electoralmente, algo que por lo visto Corvalán no tenía en mente.

AF: El problema medular de Allende es que está en minoría en el Congreso y para expropiar y crear así un área de empresas estatales necesita aprobar leyes. Según Joan Garcés, asesor directo de Allende, desde el inicio se analizan en el Comité Político de la Unidad Popular, dos caminos posibles. Uno, plantear una reforma constitucional que permita disolver una vez el Congreso. Si hay desacuerdo, el presidente llama a plebiscito. Solo se podía convocar a un plebiscito por desacuerdo entre el gobierno y el parlamento sobre una reforma constitucional. El segundo camino es avanzar por la vía administrativa, que es lo que se acordó. ¿En qué consistió esta vía administrativa?

EL: En aprovechar todas las leyes y decretos que permitían al gobierno expropiar o intervenir empresas, para lo cual el jurista Eduardo Novoa consagró la fórmula de los “resquicios legales”, que en algunos casos provenían de decretos-leyes de la llamada “República Socialista” que duró doce días y de la dictadura militar de Carlos Ibáñez.

AF: Opositores, como el senador demócrata-cristiano Renán Fuentealba, por ejemplo, piden un plebiscito desde comienzos de 1972. La UP se opone. El tema se aborda por última vez en el Comité Político de la UP el sábado 8 de septiembre. Ahora, Allende y el PC están a favor. El Comité Político rechaza la propuesta. Pero Allende sigue conversando la idea y dice que el ministro de Justicia está viendo el posible articulado de la reforma. Garcés opina que ya es tarde. Tú dices que era una solución “mágica”. ¿En qué sentido?

EL: Mágica en el sentido que habría dado paso a una salida política, un plebiscito que Allende habría perdido indudablemente por lo que habría tenido que irse para la casa.

AF: En el primer intento de golpe que fracasó, el “tancazo” de junio de 1973, tú viste algo que, después, quedaría en la retina de todos.

EL: Yo dirigía un noticiario de cine y me encaramé con un camarógrafo a un noveno piso para filmar a los tanques frente a La Moneda. Cuando escaparon, vi que desde un camión militar que les cubría la retaguardia bajaban dos soldados, levantaban la tapa de una instalación subterránea de teléfonos y arrojaban al interior una cámara cinematográfica. A petición mía los guardaespaldas de Allende la recuperaron y el propio presidente me la entregó a la mañana siguiente en Tomás Moro. En la película el camarógrafo argentino Leonardo Henrichsen filma sin interrupción a los soldados que le disparan hasta darle muerte, secuencia que incluí en mi noticiario y que se conoce en el mundo entero.

AF: Conocido el desenlace, hay quienes piensan que el proyecto de la Unidad Popular no era factible.

EL: Para unos el fracaso estaba cantado desde el primer día, para otros hubo una conspiración de la CIA, el empresariado y los militares golpistas que puso término sangriento a una experiencia señera. Me parece que ambos factores se combinan, en todo caso una revolución como la chilena sobre la base de un triunfo electoral de apenas un 36,63% tenía el camino cuesta arriba.

AF: ¿Por qué no se logró un acuerdo que evitara el drama del golpe?

EL: Un acuerdo salvador con la Democracia Cristiana fue imposible pues chocaba con el ala derecha que dirigía la DC y con el ala izquierda de la Unidad Popular, especialmente el Partido Socialista.

AF: Tu relato de los últimos momentos es tal que no se pueden despegar los ojos de la página. Allende en ese instante final lo cambió todo. Como en el poema de Yeats: “todo ha cambiado, ha cambiado por completo…”. ¿Qué sentido le das a ese sacrificio digno y heroico?

EL: Con sentido republicano, Allende insistía en que terminaría su mandato en el palacio de La Moneda o lo sacarían de allí “en un piyama de madera”. En realidad los bomberos lo sacaron envuelto en un chamanto artesanal tejido en La Ligua, regalo de la abogada Alina Morales. Con su suicidio –porque no hay duda de que se disparó bajo la barbilla con la metralleta regalada por Fidel Castro– Allende creó un hecho político, se convirtió en mito y fue a hermanarse con Mahatma Gandhi, Nelson Mandela y Martin Luther King, quienes lucharon como él por transformar sin sangre la sociedad.

AF: Después del golpe, Tomás Moro y Cañaveral, de algún modo, se mueven a La Habana y México. Beatriz y la Payita se instalan en La Habana. La señora Tencha y su hija Isabel –más alejadas de La Moneda de Allende y sus decisiones– no aceptan la invitación de Fidel y sí la del presidente Luis Echeverría. Ocurre lo inesperado: la Tencha e Isabel inician una activa vida política y recogen ellas la posta de Allende. ¿Es tu visión?

EL: Efectivamente, doña Tencha e Isabel Allende Bussi, actual senadora, recorrieron el mundo incansablemente para rendir homenaje a la memoria de Salvador Allende y denunciar los crímenes de la dictadura de Pinochet. Asumieron esa misión con dignidad, fuerza e inteligencia. ~

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es un novelista chileno. Su última novela es La vida doble (Tusquets).


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