Aves de mal agüero

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En 1724 una ley de Pensilvania invitaba a los hombres de raza blanca a cazar cuervos y entregarlos al juez del lugar, este mandaba cortarles el pico y los enviaba al tesorero municipal, quien realizaba un pago de tres peniques por cada uno. La medida se implementó luego de que los agricultores sufrieran constantes saqueos en sus cosechas. Los cuervos, famosos por alimentarse de los cultivos y respondiendo solo a su naturaleza salvaje, acabaron siendo presa de los humanos y convertidos en “moneda de cambio”. Esta práctica se normalizó a tal grado que, a los pocos años, se propuso que los pioneros que deseaban reclamar un terreno en la frontera oeste de Pensilvania debían matar una docena de estas aves. De tal modo que “los colonos hacían volar los árboles donde se solían posar los córvidos y mataban a miles de ellos de golpe”. Fue tal la matazón que, pronto, el campo sufriría los efectos de las plagas de gusanos que, naturalmente, habían sido controladas por las aves.

Otros cuervos han corrido con mejor suerte: el de María Antonieta, por ejemplo. Una mañana de 1785 en que María Antonieta se encontraba desayunando en una isla de Versalles, mientras remojaba una galleta en leche, observó un cuervo a su lado batir sus alas. La reina obsequió la galleta al cuervo y a partir de ahí el ave acudió todas las mañanas para ser alimentada. Según cuenta la historia, cuando María Antonieta fue decapitada, en 1793, el cuervo dejó de aparecer. No fue sino hasta 1810 en que se volvió a tener noticias de este, cuando se le presentó a María Luisa de Austria en la misma isla. Tanto ella como su recién esposo, Napoleón, creyentes de superstición, consideraron lo ocurrido como un mal augurio y la primera señal de su derrota, la cual llegó cinco años más tarde.

Existe un sinnúmero de historias que relacionan a los cuervos con malos augurios, pero también hechos reales en los que han sido segregados a causa de su naturaleza, como el ya mencionado en Pensilvania. La mayoría de estas historias nos cuentan más sobre la relación del hombre con los córvidos que sobre el ave misma y esto puede deberse, quizás, a que es uno de los animales más inteligentes y con una capacidad de respuesta a las acciones humanas que despierta curiosidad. Más relatos como estos aparecen en Cuervo. Naturaleza, historia y simbolismo de Boria Sax, un compendio de la presencia de esta criatura a lo largo de la historia, la cultura y la literatura. A partir de la observación personal y del estudio de las mitologías y la cultura popular, el libro contiene algunos de los casos más emblemáticos en los que el cuervo tiene un papel protagónico. Sax ordena este mundo a través de regiones y periodos: Mesopotamia, Egipto, Grecia, Roma, la Edad Media y el Renacimiento europeo, Asia, los nativos americanos, el Romanticismo y el siglo xx. De esta manera, nos permite entender cómo el significado y la percepción que tenemos de esta ave ha cambiado, en buena parte a causa de fatales acontecimientos históricos. Sus historias, dice Sax, “sirven para ilustrar el regreso de supersticiones en tiempos de crisis”. No es raro, entonces, que volvamos continuamente a los cuervos.

Cabe mencionar que en la historia de la humanidad no siempre se habla con exactitud del cuervo. En sus primeras manifestaciones, este suele ser confundido con la corneja, la grajilla, la urraca, el cuervo americano o con algún otro miembro de la familia de los córvidos: “La taxonomía de los cuervos es objeto de arcanos debates entre los especialistas. Las distinciones entre las especies de córvidos pueden resultar con frecuencia útiles e ingeniosas, pero rara vez, o nunca, nos ayudarán a comprender las referencias al cuervo en la literatura o en las leyendas.” Pese a esta confusión, la literatura parece concordar sobre la dignidad e importancia de este animal.

Entre los episodios históricos que recupera Sax destaca el de la Torre de Londres. Durante el reinado de Carlos II se creía que los cuervos cuidaban la torre y que si un día faltaban la monarquía caería. Por eso el rey se encargó de que siempre estuviera habitada por cuervos. Por otro lado, estas criaturas también han protegido a la población londinense, aunque de una forma singular. En 1666, lo que comenzó como un incendio en una panadería, concluyó en la devastación de más trece mil hogares y cientos de muertos. La situación rebasó a las autoridades, que no pudieron hacerse cargo de todos los cadáveres, “los cuervos llegaron en masa a Londres para el banquete, donde se multiplicaron hasta el punto de que los ciudadanos le pidieron al rey que los exterminara”. Sax cuenta cómo este suceso escalofriante pudo ser determinante para evitar otra epidemia como la peste bubónica.

Entre las mitologías abundan las cosmovisiones sobre los cuervos y los diferentes significados que se les atribuyen. En el capítulo dedicado a los nativos americanos, Sax nos regala una breve luz sobre ellas, por ejemplo, los indios del río Athabasca tienen una leyenda en la que existieron dos cuervos, uno blanco que creó el mundo y uno negro que, celoso de su hermano, lo asesinó, similar a la historia de Caín y Abel. Mientras que para el pueblo inuit el cuervo representaba la búsqueda de alimento. Dado que los cuervos sobrevuelan donde hay comida, creen que les servirá tener como amuleto una de sus patas. Entre los nativos americanos las historias son tantas y tan variadas “que pueden llegar a complicarse de tal manera que la figura del cuervo casi parece más un principio metafísico que un animal”.

En la literatura son numerosas las apariciones de los cuervos, sobre todo en fábulas y cuentos. Sin duda la más famosa es la del poema de Edgar Allan Poe, “ese pájaro de ébano, cautivador”, que visita al protagonista durante la noche, un “cuervo atávico, lúgubre y horrendo”, una compañía como un melancólico tormento. A partir de este poema, el cuervo se convertiría en el símbolo de Poe, pero también de las historias góticas y de terror. En cambio, una parte de la cultura popular centró su atención en la picardía de esta ave, e incluso fue utilizado como sinónimo de racismo en parodias y en la personificación de Jim Crow. Sax señala lo anterior como la continuación de la historia de la grajilla que deseaba ser un pavorreal, “era la personificación del esclavo amoral y despreocupado que trabajaba en los establos mientras canturreaba para sí. Era un impostor, desde luego, como la grajilla de la fábula de Esopo”.

Ya sea por su interpretación como presagio o símbolo de la muerte, o por su naturaleza salvaje y misteriosa, el cuervo ha inspirado cientos de leyendas urbanas e historias fantásticas. Sin embargo, también su inteligencia y su carácter juguetón han llamado la atención de los estudiosos, quienes han destacado su ingenio para obtener alimentos, su interés por recolectar objetos brillantes, la forma en que se relacionan con sus congéneres y su capacidad para comprender la comunicación no verbal. Por lo que “es posible que los cuervos sean los únicos animales que no solo tienen un interés pragmático en el ser humano sino también intelectual”. ~

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es editora, escritora y docente.


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