Anne Carson, la que escucha las voces

Con una mirada contemporánea que fusiona el respeto por el original con la creatividad atrevida, Anne Carson transforma las tragedias griegas en algo nuevo y relevante a través de la traducción.
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Los textos clásicos llegan a nuestras manos sin el debido reconocimiento a quienes actúan como una suerte de mensajeros, casi como médiums que atraviesan el tiempo para traernos mensajes que han viajado entre épocas. La labor del traductor confronta una paradoja esencial: pasar inadvertido para preservar la fidelidad al original y al mismo tiempo enfrentarse a críticas cuando las inevitables alteraciones en el texto son percibidas como una traición al mismo. El caso de Anne Carson –reconocida internacionalmente por su labor como poeta y ensayista, para quien la traducción constituye también uno de los pilares de su prestigio– encarna una suerte de visibilidad permanente cuando actúa como traductora, ya que pone en evidencia los flagrantes retos que conlleva el ser ese médium que nos comunica con seres de otro tiempo.

La autora canadiense, quien en su semblanza únicamente menciona que “es maestra de griego antiguo”, profesó una temprana atracción hacia esta lengua gracias al encuentro con la poeta Safo (630 a. C.) y las clases privadas que una maestra de secundaria le ofreció a la hora del almuerzo debido al precoz interés de la joven estudiante. Estos encuentros, aparentemente fortuitos, prefiguraron un destino literario marcado por la influencia del griego antiguo, que no solo se convirtió en una herramienta clave en su labor artística, sino también en un código distintivo que permea toda su obra, al punto de que se ha consolidado como su sello autoral.

La obra de la célebre poeta de Lesbos y su posterior traducción han acompañado a Anne Carson tanto en su faceta académica como en la artística. Este interés se refleja en libros como Eros dulce y amargo (Lumen, 2020) y Si no, el invierno. Fragmentos de Safo (Vaso Roto, 2019). En este último, Carson, a modo de introducción, hace patente parte de su visión sobre el oficio de la traducción: “Me gusta pensar que cuanto más apartada me mantengo del camino, mejor se muestra Safo a través de él. Esto es una amable fantasía (la transparencia de sí) dentro de la que trabaja la mayoría de los traductores.”

El prestigioso currículo de Carson, acreedora del Premio Princesa de Asturias en 2020, se ha enriquecido además con su acercamiento a uno de los géneros más emblemáticos del mundo griego: el drama trágico. Enfocándose particularmente en las obras de Sófocles y Eurípides, Carson ha realizado versiones contemporáneas que reflejan la constante tensión que rodea la labor del traductor, así como la tentación inherente de convertir la traducción en una reinterpretación, al difuminar las fronteras entre fidelidad y creatividad.

Como claros ejemplos de estos polos opuestos, resulta sumamente estimulante leer las versiones al español de las traducciones de Carson realizadas por Bernardita Bolumburu para la editorial chilena La Pollera: Bakkhai de Eurípides (2020) y Antigo Nick de Sófocles (2022). Ambas obras son presentadas como “nuevas versiones” que se publican en edición bilingüe (del original en inglés de Carson) para enriquecer la fascinación y polémica que estos acercamientos contemporáneos nos ofrecen.

En Bakkhai la autora opta por conservar el título original griego, en lugar de la traducción comúnmente conocida como Las bacantes (409 a. C.), obra en la que el dios Dioniso desquicia al reino de Tebas para exigir que se le reconozca como una deidad y moviliza hordas de mujeres enloquecidas por su vid, lo cual desencadena una serie de eventos catastróficos. Si en nuestra memoria persisten aquellas versiones engoladas con las que muchos crecimos –muros infranqueables que llamaban más al tedio que al interés–, la traducción de Carson sorprende por su claridad, su concisión en el lenguaje que potencia la poesía en el teatro, así como una audaz conexión con las audiencias contemporáneas, que bien puede ser motivo de desconcierto al utilizar algunas locuciones actuales.

El columnista Tim Dowling, del periódico The Guardian, ya había señalado esta singularidad al asistir a una representación de la Orestíada basada en la traducción de Carson, publicada en 2009. En su crítica, confesaba reconocer las situaciones de la obra, pero no las palabras que salían de las bocas de los personajes. Curiosamente, Dowling identificaba en la misma nota que su malestar no provenía tanto de una traición a los textos clásicos, sino de su apego a las traducciones con las que estaba familiarizado. Afrenta común a todo traductor, quien no solo tendrá que medir su destreza con el original, sino con las variaciones que lo anteceden en la peculiaridad de sus contextos políticos y culturales.

El caso de la Antígona de Sófocles podría resultar aún más escandaloso, ya que la transgresión se hace evidente desde el propio título: Antigo Nick. Carson respeta los personajes y los eventos fundamentales de cada cuadro, pero aplica una drástica reducción en los parlamentos, transformándolos en un lenguaje mínimo que privilegia las acciones que impulsan la trama. Este enfoque se entrelaza con un denso tejido intertextual que convoca autores y posturas políticas contemporáneas, lo cual genera un efecto inquietante. Un ejemplo de esto es la primera aparición de Creonte, construida mediante un campo léxico conformado de verbos y sustantivos relacionados al poder y autoritarismo. Por otro lado, el personaje principal se presenta con una voz directa y mordaz que se aleja de cualquier atisbo de apología y, por si fuera poco, Carson añade a la ecuación un personaje –Nick, ya anunciado desde el título– que carece de partes habladas, pues su trabajo es medir cosas. Este es un guiño a la expresión en inglés nick of time, mediante la cual la autora emplaza una reflexión sobre lo temporal y lo atemporal dentro y fuera del drama. La pieza en su conjunto se configura como un movimiento conceptual orgánico, particularmente si recordamos que Antígona encarna la desobediencia civil. Carson comprende profundamente la responsabilidad que implica abordar a esta figura icónica, como lo expresa en el poema-prólogo titulado “La tarea del traductor de Antígona”:

…querida Antígona,
lo tomo como la tarea del traductor
prohibir que alguna vez pierdas tus gritos.

Si algo destaca en las traducciones de Carson, es la intimidad con la que se aproxima a estos agentes de otro tiempo, desplegando un ejercicio nada canónico, incluso incómodo. Una labor que, a su vez, podemos apreciar en nuestra lengua, como hemos mencionado, gracias al trabajo de Bolumburu. En Variaciones sobre el derecho a guardar silencio Carson desnuda de algún modo su filosofía como traductora, articulando una posición paradójica entre el cliché del lenguaje –esas formas repetibles y cómodas– y lo que ella llama “la catástrofe”, un enfoque destinado a desquiciar las convenciones. En la negociación entre estos extremos es que Carson redefine el acceso a otras épocas, apelando a una novedad que mantenga vivos tanto los gritos como los silencios. ~

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es dramaturga, docente y crítica de teatro. Actualmente pertenece al Sistema Nacional de Creadores-Fonca.


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