Carlos Marichal, Steven Topik y Zephyr Frank (coordinadores)
De la plata a la cocaína. Cinco siglos de historia económica de América Latina, 1500-2000
Ciudad de México, FCE /El Colegio de México, 2017, 526 pp.
Carlos Marichal, historiador que se mueve con la misma soltura dentro de la historia económica y la historia intelectual, ha compilado con Steven Topik, de ucla, y Zephyr Frank, de la Universidad de Stanford, un libro muy disfrutable. No es esta una historia económica más de América Latina, atiborrada de cuadros estadísticos y gráficos de curvas, sino una historia que narra una trama cautivante: la de los circuitos comerciales de los productos latinoamericanos mejor cotizados en el mercado global y la de la cultura del consumo que cada mercancía difundió a través del Atlántico o el Pacífico.
Doce mercancías, doce tesoros latinoamericanos en el lapso de cinco siglos: la plata, el índigo, la grana cochinilla, el tabaco, el café, el azúcar, el cacao, el plátano, el guano, el caucho, el henequén y la cocaína. Uno de los mensajes más poderosos de este libro es que algunas dinámicas que asociamos al fenómeno de la globalización, como la transferencia de tecnología o la universalización de hábitos de consumo, son tan antiguas como los viajes de Cristóbal Colón a las Indias.
Las reservas naturales de esos productos han tenido siempre una procedencia regional o localizada dentro de América Latina. La plata provenía, fundamentalmente, de Zacatecas y Guanajuato en la Nueva España y de Potosí en el Alto Perú. El azúcar conformó el sistema de plantación esclavista en las islas antillanas y del Caribe hispano. El café se reprodujo en las montañas de Brasil, Colombia y Costa Rica. El caucho en toda la zona amazónica, el guano en Perú, el plátano en Centroamérica y el Caribe continental y la cocaína en Bolivia, Ecuador y Colombia.
A esa cartografía corresponden ciclos o “fiebres”, en los últimos cinco siglos, que se delimitan cronológicamente de acuerdo con las subidas y bajadas de los productos en el comercio mundial. Entre los siglos xvi y xviii casi todas aquellas mercancías se producían y cruzaban ambos océanos, pero la plata y el oro hegemonizaban el mercado por su función monetaria. En las dos últimas centurias, el azúcar o la cocaína alcanzaron mayores valores en el comercio internacional. En muchos casos, el acceso de aquellos productos al mercado global estuvo precedido o acompañado por el contrabando.
Existe una visión ideológica de la historia del comercio en América Latina, personificada por Las venas abiertas de América Latina (1971), de Eduardo Galeano, que entiende aquel trueque de recursos naturales por manufacturas como saqueo. La historia que cuenta este libro es muy distinta: gracias al comercio, el chocolate, lujo de nobles mexicas, se convirtió en producto de masas; la cochinilla dio color no solo a los lujosos tapices de la aristocracia europea sino a la propia vestimenta popular latinoamericana y africana; el caucho de los árboles de hule de la Amazonia, cuya producción se basó en el sufrimiento de los seringueiros, terminó en millones de llantas de bicicletas, antes de que Malasia, Indonesia y Tailandia pasaran a liderar la producción mundial.
El relato histórico del comercio como despojo no carece de sentido, sobre todo si remite a formas despiadadas de explotación del trabajo como las de las plantaciones azucareras en Cuba, las haciendas henequeneras en Yucatán o las compañías bananeras en Colombia y Panamá. Pero los autores de este volumen insisten en que, además de desigual, el desarrollo del comercio latinoamericano fue “combinado” y no dejó de reportar ventajas comparativas a los nacientes estados nacionales de la región. La universalización del consumo de materias primas latinoamericanas, procesadas por industrias europeas o norteamericanas, también impulsó la modernización de los países exportadores.
A través del concepto de “cadenas de mercancías”, Marichal, Topik y Frank proponen rebasar los enfoques analíticos tradicionales, instalados en la tensión “centro-periferia”. De acuerdo con esta perspectiva, más atenta a los flujos y reflujos de mercancías, técnicas y capitales, y a la expansión del consumo, “se deja de asumir a priori que la producción y distribución de las ganancias del comercio de materias primas y productos primarios es simplemente la función de una relación del centro hacia la periferia”. Y concluyen: “el mercado mundial no es uno solo, sino que existen miríadas de mercados, a menudo fragmentados, y que, en realidad, la misma materia prima o mercancía en cuestión puede pertenecer a numerosas cadenas, dependiendo de su uso final o su destino”.
El capítulo de Marcelo Bucheli e Ian Read sobre la United Fruit Company y el comercio del plátano, convertido en tópico literario por Miguel Ángel Asturias, Gabriel García Márquez y Pablo Neruda, es, en este sentido, ejemplar. Los autores observan que justo cuando el negocio bananero llega a su máximo rendimiento, en los años cuarenta y cincuenta del siglo XX, la demanda de consumo genera una presión antimonopólica que culmina con la apertura de la industria del plátano. El juicio antimonopolio contra la United Fruit Company se inició en 1955, al año siguiente del derrocamiento de Jacobo Árbenz en Guatemala, organizado por la cia.
Bucheli y Read confirman la terrible evidencia de que “la economía exportadora bananera no hizo rico a ninguno de los países productores de plátano”. Pero no dudan en suscribir la tesis de Victor Bulmer-Thomas de que la especialización en la exportación no es necesariamente retardataria del desarrollo, si los gobiernos y las empresas nacionales saben aprovechar las utilidades de la venta de materias primas. Hay en todo este libro un intento soterrado de rebasar la dicotomía teórica entre neoclásicos y dependentistas que valdría la pena hacer más explícito, al menos, entre historiadores. ~
(Santa Clara, Cuba, 1965) es historiador y crítico literario.