Con y contra el Maquiavelo de Quentin Skinner

La recuperación del clásico de Skinner sobre Maquiavelo es una estupenda noticia para las disciplinas académicas en las que encuentra acomodo la historia de las ideas políticas.
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Quentin Skinner

Maquiavelo

Traducción de Manuel Benavides

Madrid, Alianza, 2020, 164 pp.

Alianza Editorial ha recuperado para la nueva edición de bolsillo una pequeña joya de su catálogo: el estudio clásico de Quentin Skinner sobre Maquiavelo. La novedad editorial radica en que no se trata del mismo libro publicado originalmente por Alianza en 1984. Una versión que traducía al español el Machiavelli: a very short introduction de Quentin Skinner publicado por Oxford University Press en 1981. Se trata de un libro cuyo texto ha sido revisado y ampliado a la luz del nuevo estudio introductorio que Skinner incorpora a la segunda edición de la versión inglesa de El príncipe, publicada por Cambridge University Press en 2019.

La recuperación del clásico de Skinner es una estupenda noticia para las disciplinas académicas en las que encuentra acomodo la historia de las ideas políticas. La renovación del texto original da nueva vida a un libro cuya aportación fue importante para sacudir la interpretación de Maquiavelo, atrapado en las distintas versiones que hacían del quondam secretario un pensador sui generis cuya originalidad rompía con las categorías de su tiempo. Vale la pena subrayar que la obra de Skinner sobre Maquiavelo sucedió a su monumental Los fundamentos del pensamiento político moderno de 1978 (traducido al español por el Fondo de Cultura Económica en 1985). En esta obra Skinner desplegaba el principio metodológico de la Escuela de Cambridge que reivindica un análisis histórico de los clásicos del pensamiento político. Lo que significa, aun a riesgo de simplificación, el propósito de superar las limitaciones del análisis “textualista” de los clásicos, incorporando a su interpretación la relación de la obra con el contexto político y su posición ante las convenciones teóricas de su tiempo.

En este sentido, la gran aportación de Skinner a la historia de las ideas políticas ha sido su defensa de la necesidad de interpretar el pensamiento político de Maquiavelo en el marco de la tradición humanista del republicanismo clásico. Y en consecuencia, señalar que las ideas más originales de Maquiavelo nacen del encuentro, no siempre amistoso ni pacífico, con las convenciones morales y políticas del Quattrocento. Debe decirse que esta posición ya había sido defendida por historiadores del Renacimiento italiano como Hans Baron o Felix Gilbert. A quienes Skinner, curiosamente, no incluye entre sus referentes académicos en la nueva versión del libro. Sin embargo, Skinner sí tiene el mérito de haber desarrollado, de manera magistral, una clave hermenéutica que permite entender la riqueza del pensamiento de Maquiavelo como el desarrollo de un diálogo crítico con Sobre los deberes de Cicerón, La consolación de la filosofía de Boecio y Sobre la clemencia de Séneca.

No obstante, a la hora de valorar la obra de Skinner no podemos olvidar que si el propósito original de la Escuela de Cambridge era interpretar los clásicos en su contexto polemizando con la escuela “textualista”, no era menor su compromiso con la tarea de exhumar la tradición política del republicanismo. Una tarea que andando el tiempo, sin embargo, ha mudado de propósito: pasando de la reivindicación del republicanismo en la historia a su defensa como proyecto ideológico contemporáneo alternativo al liberalismo. En el caso de Quentin Skinner, esta transición se verifica en la distancia que media entre el propósito académico de Los fundamentos del pensamiento político moderno y el objetivo ideológico del opúsculo La libertad antes del liberalismo, de 2012. Pieza en la que moviliza la tradición republicana y su concepto “neo romano” de libertad para polemizar con Dos conceptos de libertad de Isaiah Berlin.

La huella de esta transición también se hace patente en la nueva versión del Maquiavelo de Skinner. La necesidad de formalizar una suerte de ideología republicana, a la que urge dotar de carácter normativo y genealogía consistente, ha terminado poniendo el carro delante de los bueyes: los clásicos del republicanismo al servicio de la competición ideológica con el liberalismo. En el caso del Maquiavelo de Skinner, este cambio se hace patente en la vocación de elevar a Maquiavelo de la condición de crítico del humanismo de Cicerón y Séneca a la categoría de “teórico de la libertad”, que en la nueva versión del libro se explicita con un epígrafe dedicado al “giro republicano” del florentino.

El peso de la agenda del republicanismo se hace evidente sobre todo en las dificultades que Skinner manifiesta para equilibrar vida y pensamiento de Maquiavelo. Si bien su objetivo es “proporcionar una introducción directa a su pensamiento”, Skinner no puede prescindir de elementos biográficos. Sin embargo, subordina los materiales biográficos al objeto de potenciar el perfil de Maquiavelo como teórico del poder popular y la virtud cívica enfrentado a toda forma de tiranía. Y, llegado este punto, Skinner termina trabajando el mito romántico –alimentado desde el Risorgimento a Gramsci– de un Maquiavelo post res perditas crepuscular, humillado y orillado por el poder de los Medici tras su salida de la Signoria de Florencia en 1512.

El lector de la obra de Skinner se encontrará un texto cuajado de comentarios orientados a señalar la distancia entre Maquiavelo y los Medici que funcionan como justificación del republicanismo maquiaveliano. Así, al comentar la dedicatoria de El príncipe a los Medici Skinner, dice: “Su inquietud por ese objetivo parece haber afectado negativamente sus modos de razonamiento, normalmente objetivos.” O en lo que se refiere al elogio a los Medici en el capítulo XXVI de El príncipe señala: “Y en un arrebato de despreciable adulación impropio de él añade que los Medici poseen afortunadamente todas las cualidades requeridas.” O cuando debe explicar la posición de Maquiavelo ante la comisión recibida por Giulio de Medici, futuro Clemente VII, en 1520 para escribir la Historia de Florencia, Skinner se despacha diciendo que “emplea considerables esfuerzos para disimular su creencia de que eran los principales responsables de la destrucción final de la libertad de Florencia”.

Lo cierto es que Skinner, que reconstruye de manera brillante la crítica de Maquiavelo a Boecio y Cicerón, pierde potencia argumental por su empeño en mantener con vida el mito republicano que obliga a presentar a Maquiavelo como campeón de posiciones antimediceas. Sin embargo, en los últimos años la historiografía ha dado pasos muy importantes en la reconstrucción de un Maquiavelo posibilista, que rechaza otros empleos y se vincula a los papados de León X y Clemente VII –Giovanni y Giulio de Medici– a partir de 1520 y gracias a la intercesión de sus amigos florentinos los hermanos Strozzi, los hermanos Vettori y el aristócrata Francesco Guicciardini. Una colaboración que se sustancia en su condición de comediógrafo, historiador, asistente militar y diplomático en el contexto de la Liga de Cognac contra el emperador Carlos V.

Una época de gran interés, un último esplendor de Maquiavelo no exento de valor teórico, de la que Skinner, sorprendentemente, no ofrece razón en su libro, salvo una brevísima mención final a las “conexiones con los Medici, que le habían pagado su soldada durante los seis años precedentes”. ¿Cómo explicar, si no, la paradoja de que la expulsión de los Medici en 1527 y la instauración de un gobierno de signo popular en Florencia no trajese ningún beneficio a Maquiavelo? ~

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Jorge del Palacio Martín es profesor de Historia del Pensamiento Político en la Universidad Rey Juan Carlos. Es coeditor de Geografía del populismo. Un viaje desde los orígenes del populismo hasta Trump. (Tecnos, 2017)


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