ยฟComunismo en Rusia? Serรญa como โun despotismo zarista repintado con los colores comunistasโ. Asรญ lo vaticinรณ el gran teรณrico del marxismo ruso Georgi Plejรกnov en 1885, 32 aรฑos antes de la revoluciรณn de octubre de 1917 que llevรณ al poder al Partido Bolchevique liderado por Vladรญmir Ilich Uliรกnov, Lenin. Marx no imaginรณ que una revoluciรณn obrera como la que debรญa dar paso a la nueva sociedad sin clases pudiera triunfar en un paรญs reciรฉn salido del feudalismo, con pocos obreros y muchos campesinos. El propio Lenin se lo reconociรณ en 1920 al socialista espaรฑol Fernando de los Rรญos, enviado por el Partido Socialista Obrero Espaรฑol a conocer sobre el terreno la realidad de la Rusia sovietista, como la llamรณ De los Rรญos al titular el libro que publicรณ sobre aquel viaje. En el Kremlin, en el transcurso de una conversaciรณn que ambos mantuvieron en el despacho del lรญder soviรฉtico โal que describiรณ como โun hombre de aspecto insignificante y frรญoโโ, Lenin le dijo: โEn Rusia la clase obrera propiamente dicha es una minorรญa.โ De ahรญ la necesidad de imponer una dictadura transitoria sobre una mayorรญa social refractaria a la revoluciรณn. ยฟDurante cuรกnto tiempo? รl estimaba que esa situaciรณn excepcional podrรญa prolongarse durante cuarenta o cincuenta aรฑos; en todo caso, el tiempo necesario, segรบn รฉl, para lograr โel pleno sometimiento de los hombres y las cosas a las medidas de socializaciรณnโ. Cuando De los Rรญos le planteรณ la espinosa cuestiรณn de la libertad bajo el nuevo rรฉgimen soviรฉtico se encontrรณ con una pregunta retรณrica que habrรญa de hacerse famosa: โยฟLibertad para quรฉ?โ La libertad, le dijo, no formaba parte de sus prioridades. La prioridad era establecer la dictadura del proletariado.
Aquel gran oxรญmoron de la historia que fue la Revoluciรณn rusa โuna revoluciรณn obrera en un paรญs sin apenas clase obreraโ no hubiera sido posible sin la Primera Guerra Mundial y la firme determinaciรณn de Lenin. La guerra transformรณ a una ingente masa de campesinos ignorantes y misรฉrrimos en soldados de un gran imperio que se jugรณ en el campo de batalla el todo por el todo. En vez de la gloria prometida, el pueblo ruso se dio de bruces con la cruda realidad de una autocracia obsoleta, incapaz de mantenerse en pie ante una coaliciรณn enemiga liderada por Alemania, la principal potencia industrial y militar del continente. A fuerza de derrotas y de hambre, los soldados y marineros del zar se convirtieron en mensajeros de la revoluciรณn. Ahรญ estaba el atajo que podรญa llevar a Rusia del feudalismo tardรญo a la utopรญa comunista casi sin soluciรณn de continuidad.
Lenin supo verlo ya en 1905, cuando la derrota de Rusia en la guerra contra Japรณn derivรณ en una revoluciรณn fallida que sacudiรณ al zarismo. Desde entonces, no dejarรก de predicar a favor de la guerra como un โpoderoso acelerador de los acontecimientosโ, como una oportunidad histรณrica capaz de hacer posible lo imposible: provocar una revoluciรณn social allรญ donde nadie la esperaba. No es de extraรฑar que ya en 1905 exhortara al proletariado a aprender el โarte de la guerra civilโ y que una vez iniciada la Primera Guerra Mundial hiciera un llamamiento a convertir โla guerra imperialista en guerra civilโ. Imbuido, como tantos hombres de su generaciรณn, de los principios del darwinismo social, siempre pensรณ que la guerra pondrรญa a cada cual en su sitio y seรฑalarรญa las clases sociales que debรญan perecer para que otras mรกs aptas, sanas y fuertes pudieran vivir. Era tanto lo que Lenin habรญa hablado de ella antes de tomar el poder โโsolo la guerra civil liberarรก a la humanidad del yugo del capitalโ, habรญa declarado a principios de 1917โ, que su estallido en Rusia tras al triunfo de la Revoluciรณn de Octubre fue casi una profecรญa autocumplida.
Tenรญa sin duda sus inconvenientes, tal como รฉl mismo hubo de reconocer, pero la guerra civil en la que desembocaron los levantamientos antibolcheviques de finales de 1917 permitรญa justificar medidas de una dureza extrema en la organizaciรณn de la economรญa del paรญs y del nuevo Estado. Primero fue la puesta en marcha de una implacable polรญtica de terror, cuyo principal instrumento serรก la Comisiรณn Extraordinaria, conocida por su acrรณnimo Cheka, creada en diciembre de 1917. Poco despuรฉs se produjo la disoluciรณn de la Asamblea Constituyente reciรฉn elegida, en la que los bolcheviques estaban en franca minorรญa. Al declararle la guerra a la Asamblea y sancionar su disoluciรณn, Lenin darรญa por cancelada la experiencia democrรกtica iniciada con el derrocamiento del zarismo en febrero del aรฑo anterior. Al mismo tiempo, la instauraciรณn del comunismo de guerra supondrรญa la estatalizaciรณn de los grandes resortes de la economรญa nacional, cuyo funcionamiento quedaba subordinado al objetivo supremo de la victoria militar sobre el ejรฉrcito blanco. Pese al rigor de las medidas adoptadas en el frente y en la retaguardia, en un texto escrito en abril de 1918 Lenin se lamentaba todavรญa de que la polรญtica de los soviets fuera โexcesivamente suaveโ; tanto, aรฑadรญa, que a menudo el gobierno parecรญa mรกs de gelatina que de hierro.
No pensaban lo mismo algunos socialistas extranjeros, simpatizantes de la causa bolchevique, pero horrorizados por los mรฉtodos empleados por Lenin para conseguir a toda costa sus objetivos. La socialista alemana Rosa Luxemburgo denunciรณ como una burla inadmisible la pretensiรณn de resolver los problemas de la democracia acabando con la democracia misma, al hacer de la libertad un privilegio reservado a los amigos del gobierno. El austriaco Karl Kautsky se expresรณ en tรฉrminos parecidos, y Fernando de los Rรญos, de regreso de su viaje a Rusia, dejรณ en su correspondencia particular una impresiรณn tan negativa como premonitoria sobre la atmรณsfera irrespirable de la Rusia soviรฉtica, en la que se vislumbraban ya las โtenebrosidades de un mundo policiacoโ. Poco antes, un periodista alemรกn, Alfons Paquet, en su libro Im Kommunistischen Ruรland. Briefe aus Moskau (Jena, 1919), se habรญa referido al โtotalismo revolucionario de Leninโ, esbozando asรญ un concepto, el de totalitarismo, que no se acuรฑarรญa hasta cuatro aรฑos despuรฉs en Italia, al principio de la dictadura fascista.
A Lenin no se le pueden negar ni su capacidad de adaptaciรณn a circunstancias inesperadas ni su inteligencia estratรฉgica, que supo trasladar del tablero de ajedrez, al que era tan aficionado, a la lucha diaria con una realidad endiablada. Su sentido tรกctico le llevรณ unas veces a buscar la lรญnea recta para avanzar mรกs deprisa y otras a dar un largo rodeo para evitar un terreno demasiado accidentado. Si la guerra le habรญa brindado la oportunidad de hacerse con el poder, el estado calamitoso en que se encontraba la economรญa rusa lo obligรณ a reajustar sus planes y establecer como objetivo inmediato la reconstrucciรณn econรณmica del paรญs. Tras el atajo insurreccional de octubre de 1917 vino la Nueva Polรญtica Econรณmica (NEP) aprobada en 1921, que fue como un tramo imprevisto aรฑadido al proceso de transiciรณn al socialismo. La NEP demuestra que su fanatismo revolucionario no estaba reรฑido con un pragmatismo rayano a veces en el oportunismo que tanto criticaba en los socialdemรณcratas. Su realpolitik fue mรกs allรก incluso de la liberalizaciรณn econรณmica emprendida por la NEP al sugerir la posibilidad de una coexistencia pacรญfica con los paรญses capitalistas una vez abortada en 1919 la revoluciรณn mundial, que era su gran esperanza en los meses posteriores a la Gran Guerra. El fracaso de la revoluciรณn en Europa, pese a un arranque prometedor en Alemania, Austria y Hungrรญa, fue sin duda el primer baรฑo de realidad que sufriรณ desde el asalto al Palacio de Invierno. Pero Lenin era un hombre de recursos ilimitados, un Maquiavelo del siglo XX que sabรญa combinar intransigencia y realismo. De esta forma, en poco tiempo pasรณ de predicar la guerra santa contra el capitalismo a defender la โcoexistencia pacรญficaโ con el resto del mundo. Esa expresiรณn โMirnoye sosushchestvovaniye, mรกs bien cohabitaciรณn pacรญficaโ, acuรฑada por รฉl para mandar un mensaje conciliador en un momento crรญtico, iba a formar parte del ingente legado de eslรณganes y consignas que dejรณ a las distintas generaciones de dirigentes soviรฉticos que le sucedieron en el poder.
Es imposible saber en quรฉ medida la historia de la Uniรณn Soviรฉtica se vio alterada por su temprana muerte en enero de 1924, a los 53 aรฑos de edad, tras dos aรฑos y medio gravemente enfermo. Sus problemas de salud, que llegaron a incapacitarle para gobernar, provocaron ya un soterrado proceso sucesorio y llevaron a los principales candidatos a tomar posiciones ante un creciente vacรญo de poder. Tanto Lenin como su mujer, Nadezhda Krรบpskaya, tenรญan una pobre opiniรณn de Stalin, seminarista en su juventud convertido en implacable bolchevique, al que veรญan como un dirigente excesivamente rudo y primitivo, incluso para los estรกndares soviรฉticos. Leรณn Trotski, el otro gran candidato a la sucesiรณn, gozaba de mayor aprecio en el partido y en el Ejรฉrcito Rojo, que รฉl habรญa creado en plena guerra civil. Su carisma y sus dotes intelectuales eran muy superiores a los de su gran rival, un burรณcrata gris cuya capacidad para la intriga y la manipulaciรณn fue claramente subestimada por Trotski. Las diferencias entre Lenin y Stalin resultan en apariencia tan notorias que cabe preguntarse hasta quรฉ punto la polรญtica del antiguo seminarista continuรณ la lรญnea trazada por su antecesor o se apartรณ de ella para crear su propio rรฉgimen: una dictadura personal, mรกs que de un partido o de una clase, en la que todo el aparato del Estado se puso a trabajar para รฉl.
La sustituciรณn de la NEP por los planes quinquenales, el primero de ellos aprobado en 1928, y la despiadada purga de la vieja guardia bolchevique en los aรฑos treinta parecen indicar un deseo de pasar pรกgina lo antes posible, o al menos de adaptar el recuerdo de Lenin a los intereses del estalinismo. Lo cierto es que el culto a su figura siguiรณ plenamente vigente y que la manipulaciรณn del imaginario bolchevique consistiรณ mucho mรกs en el engrandecimiento del nuevo sรกtrapa que en el empequeรฑecimiento de su predecesor. La rica iconografรญa estalinista tiende a presentarlos juntos, borrando la presencia de personajes como Trotski y Kรกmenev que con el tiempo se habรญan vuelto incรณmodos compaรฑeros de viaje. Sin embargo, pese a las indudables diferencias biogrรกficas y psicolรณgicas entre Lenin y Stalin, en la polรญtica de este รบltimo se pueden reconocer rasgos esenciales del leninismo. La persecuciรณn al adversario habรญa sido ya masivamente practicada por el fundador de la Rusia soviรฉtica, quien consideraba indispensable la eliminaciรณn de los enemigos de la revoluciรณn para que esta pudiera culminar su labor redentora. Asรญ pues, aunque el georgiano llevรณ el terror hasta extremos nunca vistos, habรญa un discurso legitimador y un fรฉrreo aparato represivo que venรญan ya de la รฉpoca anterior. ยฟNo se habรญa lamentado Lenin de que su gobierno era demasiado moderado, que parecรญa de gelatina en vez de mostrarse duro como el hierro? Pues ahรญ estaba Stalin (โAceroโ), discรญpulo aventajado, para darle el rigor implacable que, segรบn Lenin, le habรญa faltado en los aรฑos anteriores.
Tambiรฉn los planes quinquenales, buque insignia del estalinismo econรณmico, respondรญan en parte a principios leninistas, pese a liquidar las concesiones que la NEP habรญa hecho a la economรญa de mercado. Para Lenin, como luego para Stalin, el rรฉgimen soviรฉtico debรญa convertir a Rusia en una potencia industrial y de paso crear una verdadera clase obrera. โEl comunismoโ, habรญa dicho en 1920, โes igual a soviets mรกs electrificaciรณnโ. No es casualidad que la producciรณn de electricidad se multiplicara por nueve en los aรฑos treinta y que la industrializaciรณn acelerada fuera uno de los grandes objetivos de los primeros planes quinquenales. Su รฉxito se debiรณ a una mezcla explosiva de voluntarismo, propaganda y terror, que fue el principal acicate para obtener un rendimiento sobrehumano de los trabajadores, puestos en la tesitura de elegir entre el estajanovismo y la deportaciรณn. El mejor ejemplo del espรญritu voluntarista que presidiรณ la polรญtica econรณmica de aquellos aรฑos fue la revisiรณn del plazo de cumplimiento del primer plan, reducido de cinco a cuatro aรฑos, segรบn quedรณ plasmado en un famoso cartel propagandรญstico: โ2+2 = 5โ. Con razรณn dirรก Orwell en un pasaje de 1984 que โsi el partido decidiera que dos y dos son cinco deberรกs creer que es asรญโ. En 1930, Stalin ya habรญa anunciado que el primer plan quinquenal se cumplirรญa en cuatro aรฑos, aunque uno de sus mรกs fieles correveidiles, Viacheslav Mรณlotov, llegarรก a insinuar que se podrรญa cumplir incluso en tres. Como dijo irรณnicamente por entonces un escritor francรฉs, Boris Souvarine, โimposibleโ era una palabra que no entraba en el vocabulario de Lenin, ni, por lo visto, en el de Stalin.
Tambiรฉn en la polรญtica exterior soviรฉtica se aprecia mรกs continuidad que ruptura entre una y otra etapa, en ambos casos con grandes altibajos en el grado de radicalismo u oportunismo adoptado segรบn las circunstancias. La mano tendida por Lenin con su oferta de โcoexistencia pacรญficaโ encontrรณ escaso eco en la comunidad internacional, tal vez porque la revoluciรณn estaba aรบn muy reciente y todo el mundo recordaba la retรณrica incendiaria que lo habรญa hecho famoso. Lo dijo el joven economista John Maynard Keynes tras una visita a la urss: Lenin tenรญa muy poco de Bismarck y mucho de Mahoma. Una delegaciรณn del partido laborista inglรฉs habรญa llegado a una conclusiรณn parecida en 1920. Su fรฉrreo voluntarismo y su fe mesiรกnica en la victoria inspiraron estas y otras caracterizaciones del leninismo como una religiรณn polรญtica, mรกs que como versiรณn actualizada y rusificada del marxismo. Por su formaciรณn religiosa, Stalin encarnaba mejor, si cabe, esa concepciรณn providencial de la historia que convertรญa a Rusia en el pueblo elegido para redimir a la humanidad del pecado original de la propiedad privada. ยฟElegido por quiรฉn? Medio en serio, medio en broma, รฉl mismo responderรญa a esta pregunta en una de sus charlas en la intimidad del Kremlin con sus viejos camaradas โaquellos a los que aรบn no habรญa asesinadoโ, inmortalizadas en el diario del secretario general de la Tercera Internacional, Georgi Dimitrov Mijรกilov: โLos bolcheviques hemos sido afortunados. Dios nos ha ayudado a conseguir montones de fรกciles victorias.โ
Esos resabios de viejo seminarista que ha cambiado un credo por otro no tienen parangรณn en Lenin. Tampoco el exacerbado nacionalismo panruso de Stalin, del que ofrece tambiรฉn numerosas pruebas el diario de Dimitrov. No hay nada de ello en Vladรญmir Ilich; al contrario, su biografรญa y su personalidad estaban imbuidas de un acendrado cosmopolitismo โuna acusaciรณn frecuente en las purgas estalinistasโ que le situaba mucho mรกs cerca de Trotski. Cabe preguntarse si a Rusia y al mundo les hubiera ido mejor con este รบltimo, asesinado por orden de Stalin en 1940 en su refugio de Coyoacรกn, Mรฉxico, tras una larga cacerรญa por medio mundo. Cuesta creerlo, entre otras cosas porque, en los tiempos en que gozaba del favor de Lenin, Trotski habรญa mostrado su apoyo entusiasta a una polรญtica de exterminio que en รบltima instancia acabarรญa con รฉl. No parece por tanto el mejor candidato para encarnar un comunismo sin lรกgrimas. Por otro lado, la voluntad de hierro de Stalin, acorde con su nombre de guerra bolchevique, encaja mejor en la naturaleza voluntarista que tuvo desde el principio el sueรฑo comunista en Rusia: hacer posible lo imposible, aunque fuera a un precio exorbitado.
La inevitable pregunta de por quรฉ fracasรณ aquella experiencia iniciada hace ahora un siglo tal vez se responda recordando las circunstancias anรณmalas en que triunfรณ la revoluciรณn, en un paรญs atrasado, campesino, sin apenas clase obrera. Cien aรฑos despuรฉs queda la impresiรณn de que los mismos factores que determinaron el รฉxito de la insurrecciรณn de octubre explican el fracaso final de aquel rรฉgimen. La Guerra Mundial y el mesianismo de Lenin permitieron la subida al poder de un partido minoritario, aunque se llamara bolchevique (mayoritario), y la transformaciรณn de Rusia en el primer Estado comunista de la historia. Pero ese impulso inicial que recibiรณ de Lenin y que Stalin renovรณ llevando el terror al lรญmite se acabรณ agotando con el tiempo. A largo plazo, la urss fue vรญctima de la gran transgresiรณn a las leyes de la historia, o al menos del materialismo histรณrico, que supuso hacer una revoluciรณn obrera en un paรญs sin clase obrera. Al final se demostrรณ que no andaba tan errado Plejรกnov cuando asegurรณ que el comunismo en Rusia serรญa un zarismo pintado de rojo. ~
Es catedrรกtico de Historia Contemporรกnea en la Universidad Complutense de Madrid.