Entrevista a Antony Beevor: “Deshacerse de Putin no resuelve el problema”

El historiador ha publicado 'Rusia. Revolución y guerra civil, 1917-1921', un exhaustivo y riguroso estudio de la revolución bolchevique y la posterior guerra civil.
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Antony Beevor es autor de libros militares esenciales sobre la Segunda Guerra Mundial como StalingradoLa Segunda Guerra mundial o Berlín. La caída, 1945, pero también de una popular historia sobre la Guerra Civil española. En 2022 ha publicado Rusia. Revolución y guerra civil, 1917-1921 (en la editorial Crítica, como todas sus obras), donde repasa exhaustivamente la contienda que se inició en Rusia tras la Revolución bolchevique.

Dice que le han reprochado la brutalidad de lo que narra el libro.

No se ha entendido lo importante que es eso. Empecé el libro en 1988 y no estaba preparado como historiador. Y los archivos soviéticos no estaban abiertos, claro. Pero sabía de la importancia del tema. Ahora todos los historiadores saben que la Primera Guerra Mundial fue la “catástrofe original”, pero la guerra civil rusa (y las explosiones a su alrededor en 1918-1920 , la guerra civil finlandesa, húngara…) fue el conflicto más importante de todos, porque fue el que abrió la brecha entre los blancos y los rojos, los fascistas y los comunistas. Mucha gente joven que no ha conocido la experiencia totalitaria, que ni siquiera ha vivido la Guerra Fría, no tenía ni idea. Quería analizar cómo ese “círculo vicioso del miedo”, esa destrucción tan horrible, influyó a toda Europa. En España poco después teníamos a Largo Caballero hablando de la eliminación de la burguesía, y a Calvo Sotelo respondiendo que el liberalismo y el socialismo serían aplastados por la extrema derecha.

Cita a Jonathan Smele, que dijo que la guerra civil rusa fue una “guerra civil condensada”.

Es verdad que fue una especie de guerra mundial proxy. Pero en la Guerra Civil española, por ejemplo, hubo mayor intervención extranjera: de los soviéticos pero sobre todo de los nazis. En Rusia fue más una cuestión de apoyo armamentístico, excepto en el caso francés y su desastrosa invasión de Odesa.

Una de las lecciones del libro es que demuestra que la guerra civil rusa empezó como una reacción al Terror bolchevique, y no porque se produjera una contrarrevolución reaccionaria. Nadie tras la Revolución de febrero quería o se atrevía a restaurar el zarismo. Pero Lenin quería una guerra civil desde el principio.

En las guerras civiles siempre hay debates sobre quién empezó el conflicto. En España, ¿fue realmente consecuencia de la revolución en Asturias en 1934? En el caso ruso, la izquierda, o mejor, Lenin, afirmaba que empezó en julio de 1917 con las protestas violentas contra el Gobierno Provisional. A Lenin no le preocupaba admitir que estaba empezando él mismo la guerra. La reacción contra el Terror rojo no se produjo hasta finales de 1917, con la creación de la Checa. La destrucción en el campo, en ese verano del 17, ayudó considerablemente a Lenin. Se quemaron aldeas, se destrozaron las fincas rurales. Para Lenin esto demostró que la Revolución era irreversible. Pero no era exactamente parte de la guerra, que yo diría que empezó en invierno. Pero si Lenin quería insistir en que la guerra la empezó él en julio del 17, me parece bien.

En el libro dice que los bolcheviques recurrieron al terror porque estaban en minoría.

Es cierto, pero solo en determinadas áreas. Es lo que vimos también en Andalucía con Queipo de Llano. Lo que uno descubre estudiando golpes de Estado o guerras civiles es que la apatía juega un papel importante. Los que no hacen nada son casi más importantes que los activistas.

¿Por qué se minusvaloró tanto, durante meses, el poder de los bolcheviques?

En términos numéricos, eran muy pocos. Pero otro motivo por el que no se les tuvo en cuenta fue que eran demasiado extremistas. Cuando Lenin dio su primer discurso tras volver del exilio en la Estación de Finlandia, muchos estaban horrorizados con lo que dijo. La idea de que había que abolir el ejército, los bancos… Los bolcheviques eran mucho más extremistas que las demás organizaciones socialistas. La izquierda no se los tomaba muy en serio, pero la derecha tampoco, pensaban que esas propuestas eran absurdas y que con esa actitud nunca conseguirían llegar al gobierno. Ese sentimiento se mantuvo tras el golpe de Estado bolchevique de octubre; muchos pensaban que no iban a durar en el poder, incluso los propios bolcheviques. Lenin fue muy inteligente. Contó lo que se conoce como “las tres grandes mentiras”: su apropiación de las tesis de los socialrevolucionarios de dar las tierras a los campesinos, que por supuesto no cumplió, su promesa a los trabajadores de que dirigirían sus propias fábricas, que tampoco cumplió, y la más importante, la promesa de paz a los soldados, cuando lo que hizo fue convertir la guerra imperialista en una guerra revolucionaria.

Ha mencionado la participación rusa en la Primera Guerra Mundial. ¿Uno de los principales errores de Kerénski fue insistir en seguir en el conflicto, luchando contra Alemania? ¿Ayudó eso a los bolcheviques?

Por supuesto. El problema fue que Kerénski era un fantaseador. Tenía un carisma extraordinario, el carisma de un cura baptista del sur de Estados Unidos. La gente se dejaba llevar por sus palabras, se emocionaba. Pero no había un pensamiento verdadero. Kerénski se negaba a admitir que el Gobierno Provisional no sobreviviría. Tenía ministerios, pero no tenía un poder real. Se habla de que Rusia tuvo con el Gobierno Provisional una oportunidad de democratizarse. Yo creo que no. Era demasiado vulnerable. Por eso cito la frase de Alexander Herzen sobre la historia de Rusia: “La muerte de las formas contemporáneas del orden social debería alegrarnos el alma, más que inquietarnos. Pero lo aterrador es que el mundo que se va no deja tras de sí un heredero, sino una viuda embarazada. Entre la muerte de uno y el nacimiento del otro puede correr mucha agua; pasará una larga noche de caos y desolación.”

Era un gobierno muy inoperante. Había decisiones urgentes que se postergaban diciendo que había que esperar a la decisión de la asamblea.

Estaba el problema de la impaciencia, sí. En el campo, sobre todo, había exigencias que eran respondidas con un “hay que esperar, hay que esperar”.

Los antibolcheviques eran una alianza extraña. Estaban los socialrevolucionarios, que había de izquierda y de derecha. Estaban los cosacos, mayoritariamente favorables a la restauración del zarismo. Había reaccionarios, imperialistas rusos, pero también polacos o checos que estaban luchando en sus guerras de emancipación nacional. ¿Fue ese caos el responsable del fracaso blanco en la guerra?

Por supuesto. Es lo mismo que le pasó a la República en la Guerra Civil española. Si tienes una alianza de incompatibles, fracasas. La gran ventaja de los nacionales era que tenían una jerarquía de mando integrada. En la guerra civil rusa tienes a un líder como Lenin y tienes a los bolcheviques. Tenían la disciplina y la organización. Los blancos, más allá del Komuch [el Comité de Miembros de la Asamblea Constituyente, el gobierno rebelde que crearon en Samara, al suroeste de Rusia], que no duró mucho, y Vladímir Kappel, que fue uno de los pocos generales decentes en la guerra, realmente no pudieron ejercer ningún papel, no tenían tropas suficientes. Me recuerda a lo que decía Stalin sobre el Vaticano: ¿cuántas divisiones tiene el papa? Los blancos se creían capaces de crear una especie de administración política paralela, pero los oficiales más reaccionarios no querían tener nada que ver con eso. Por eso nunca hubo una jerarquía coherente. También es importante que muchos de los blancos checos, húngaros, bálticos o polacos estaban luchando en sus propias guerras de independencia dentro de la guerra civil rusa.

¿Cuál es el papel de los socialrevolucionarios en el conflicto? Ganaron las elecciones a la Asamblea Constituyente en noviembre de 1917, había socialrevolucionarios de izquierda que intentaron matar a Lenin, socialrevolucionarios de derecha que eran algo así como populistas de derecha.

El problema de los socialrevolucionarios de izquierdas, los que se levantaron contra Lenin en el verano de 1918, liderados por Maria Spiridonova, es que creían simplemente en una política de gestos. Podrían haber conquistado Moscú, pero solo querían mostrar su descontento contra todo el sistema. Podrían haber intentado algo más, aunque es verdad que habrían perdido. Lenin fue muy inteligente al no sobreactuar ante esto de inmediato, un poco como Stalin, que esperaba el momento adecuado para matar. Y ahí es cuando los socialrevolucionarios de izquierda comenzaron a colaborar más con los comunistas, pero es algo que no duró. Muchos acabaron en la cárcel o fusilados. No sobrevivieron a Stalin, eso está claro.

La participación extranjera es considerable. Pero es especialmente interesante que los británicos se involucraran. ¿Por qué estaba Churchill tan interesado en apoyar la causa blanca, incluso cuando el primer ministro Lloyd George pensaba que no merecía la pena?

Churchill pensaba que este conflicto sería el próximo gran conflicto. Alemania ya no iba a ser el gran enemigo. Europa no podría recuperarse tras la guerra si se veía arrastrada por el bolchevismo. También era instintivamente antirrojo por su origen aristócrata. Pero no tanto como Clemenceau, que estaba más obsesionado aún. Y en ese tiempo en concreto, después del 11 de noviembre de 1918, tienes el Consejo Supremo de los Aliados, en París, intentando reorganizar todo el maldito mundo. Era sorprendente lo que pretendían hacer en tan poco tiempo. El presidente estadounidense Woodrow Wilson anunció en enero de 1919 la propuesta de una conferencia de paz entre los rojos y los blancos, pero él mismo dijo que se desentendía y volvió a Estados Unidos. Eso dejó la cuestión un poco abierta y Churchill estaba emocionado ante la oportunidad que se abría.

Es verdad que se enfrentaba constantemente con Lloyd George y otros, que eran más cautelosos y que pensaban que involucrarse en una guerra civil extranjera nunca es una buena idea.

Creía que era la oportunidad de redirigir Rusia y convertirla en un país más ordenado y convencional, no necesariamente zarista. Le preocupaba también la destrucción de alimentos. Había un miedo similar al actual con Ucrania, la hambruna incluso mundial ante la destrucción de cosechas.

En la propaganda bolchevique de la época se hablaba mucho de la soberanía y la autodeterminación de las naciones. Sin embargo, el Ejército Rojo se metió en una guerra con Polonia e invadió los países bálticos y Ucrania. La tentación imperialista estaba tanto en el bando rojo como en el blanco.

La tentación imperialista de los blancos la seguimos viendo en Dugin hoy. Putin ha cogido mucho más del imperialismo blanco que del imperialismo bolchevique. En su famoso ensayo sobre Ucrania criticó a Lenin por darle la oportunidad a Ucrania de independizarse más adelante. La actitud de Lenin era totalmente cínica. Pensó: “No queremos parecer chovinistas rusos, así que les vamos a dar cierta independencia, pero cuando llegue la revolución mundial volverán a estar bajo nuestro control.” No le preocupaba la independencia ucraniana; su problema fue, y el de todos los líderes bolcheviques, su excesivo optimismo con respecto a la revolución mundial.

Su objetivo al invadir Ucrania y los países bálticos era llegar a Alemania, donde pensaba que podría extenderse la revolución, que pensaban que incluso llegaría a Inglaterra.

Esto me hace pensar en uno de los pocos chistes decentes de Karl Marx, que todo el tiempo que estuvo viviendo en Inglaterra se sintió frustrado. Dijo que Gran Bretaña es el único país en el que la clase trabajadora es igual de burguesa que la monarquía.

¿Cómo era la relación entre Alemania y el nuevo régimen bolchevique? Lenin admiraba el capitalismo de Estado alemán. Y los alemanes querían apoyar a los bolcheviques para frenar a los aliados.

Los alemanes eran muy listos, tenían buenos servicios de inteligencia en el terreno, en Galitzia y más al este. Sabían que la moral de las tropas rusas estaba baja y promovieron una desmovilización masiva para que el frente oriental no se reconstituyera. El bando occidental no tenía mucha idea de lo que estaba pasando ahí. Fue una estrategia muy inteligente por parte de los alemanes.

¿Era Trotski un buen estratega militar?

Su trayectoria es irregular. Acertó plenamente al principio de la guerra al insistir en la necesidad de profesionalizar el Ejército Rojo. Stalin y los demás odiaban la idea de Trotski de traer oficiales del ejército profesionales y reclutar a militares zaristas. Era una cuestión anatema. Trotski puso en marcha al Ejército Rojo. Se le puede denominar el fundador del Ejército Rojo. No cometió muchos errores, al menos en las decisiones más importantes estratégicamente, es decir, si acabar antes con Denikin o Kolchak [los dos líderes militares blancos] en ese periodo crucial del invierno de 1918-1919. Se puso el énfasis en acabar primero con Kolchak y fue buena idea. Así los rojos podían traer a sus fuerzas de Siberia y centrarse en el frente principal, el de Denikin, que se estaba acercando a Moscú.

Mientras, Churchill no se enteraba de nada. Había, claro, enormes problemas de comunicación; las noticias tardaban tres semanas en llegar. Cuando él recibía una buena noticia, como la marcha hacia Moscú de Denikin, las cosas en el terreno ya habían cambiado.

Los rojos tenían una enorme ventaja ya que su principal área de apoyo y operaciones estaba unida, es decir, no tenían los problemas de comunicación que sí tenían Kolchak y Denikin. También tenían la ventaja de lo que en términos militares se llama “líneas interiores” (interior lines), es decir, que podían pedir refuerzos más rápidamente. También eran conscientes de hasta qué punto los blancos habían conseguido exasperar y cabrear a los finlandeses, los polacos, los estonios, etc. Los rojos sabían, por lo tanto, que el peligro desde Occidente no era tan grande para ellos.

Pero también tenían una ventaja enorme, que creo que se ha infravalorado, y es que cuando las fuerzas de Majnó [un líder anarquista, campesino ucraniano, que luchó tanto contra los blancos como contra los rojos] dividieron a los blancos en su huida, eso benefició mucho a los rojos. Aunque los campesinos odiaban a los rojos, por las confiscaciones de sus cosechas, odiaban a los blancos aún más por su actitud arrogante, su corrupción, su expolio. Cuando en noviembre de 1919 Lenin ofreció una amnistía, de manera muy inteligente, muchos desertores volvieron al Ejército Rojo, porque intuían que iban a ser los ganadores. Pero también habían visto cómo podría ser un régimen blanco y no parecía que fuera a ser muy liberal.

Al final del libro, escribe: “Demasiado a menudo los blancos representaron los peores ejemplos de la humanidad. Pero en lo que atañe a la inhumanidad implacable, nadie superó a los bolcheviques.” ¿Puede explicar esto? ¿Fue más sistemático el uso del terror por parte de los bolcheviques? Dice que utilizaron técnicas de asesinato similares a las de los Einsatzgruppen en la Alemania nazi.

El terror blanco tenía una característica propia que era el antisemitismo. Solía producirse en las retiradas, en horribles explosiones de violencia. Pero no era una violencia tan sistemática como la de los bolcheviques. La clave del terror rojo es la Checa. Lenin sabía perfectamente lo que se hacía en la Checa y al tipo de gente que atraía, a la que por supuesto había que eliminar luego; muy pocos sobrevivieron a Stalin.

Aquí radica el genio de Lenin, su capacidad de predecir el futuro y cómo llegar a él. Creo sinceramente que sin Lenin los bolcheviques no habrían sobrevivido. Sin su capacidad de previsión y sin su idea de que había que firmar una derrota en Brest-Litovsk, no se habría podido avanzar. Es algo que los demás bolcheviques no entendieron; al final Trotski acabó admitiendo que fue una buena idea. Esto nos lleva a la teoría del gran hombre en historia. Alguien como Tolstói ridiculizó esta idea, pero es verdad que cuando hablamos de la concentración de todo el poder en un individuo como Lenin o Stalin o Hitler, no podemos obviarla, porque tienen una influencia enorme sobre los acontecimientos.

En el caso de Lenin, su crueldad, su poder, su habilidad de adivinar qué camino había que seguir no tenían parangón.

A menudo se dice que actualmente uno de los problemas del ejército ruso es que es muy jerárquico y no delega. Por eso han fallecido muchos altos mandos militares en el frente en Ucrania: tenían que estar ahí para que las órdenes se cumplieran.

En parte es cierto. También ocurre que no tienen suboficiales. Siempre tienen el problema de la falta de buenos sargentos. En el momento en que reconocen que tienen un buen sargento, lo hacen oficial. Y eso deja un hueco enorme entre los oficiales y los soldados. Por eso se produjeron las violaciones masivas en 1945 por parte del Ejército Rojo. No había control. En el ejército británico, en cambio, por su tradición aristocrática, los oficiales no tenían mucho que hacer, estaban ociosos, trasladaban toda la responsabilidad a los sargentos, comandantes, cabos, que eran muy efectivos y sabían exactamente lo que estaban haciendo sus soldados. Esa es una de las razones por las que el ejército británico no violó a tantas mujeres alemanas en el 45 como otros ejércitos. No es porque fuera un ejército más “puro”, es una cuestión de cultura militar.

Es uno de los principales problemas de la cultura militar rusa, que todavía persiste, al igual que los altos niveles de corrupción. Es algo que pasó también en la Segunda Guerra Mundial, aunque no murieron tantos oficiales entonces como ahora en Ucrania. Y también ocurre que a los prisioneros a los que se está reclutando se les dice que pueden hacer lo que quieran contra los ucranianos.

Hemos tenido un gran debate en Reino Unido sobre por qué parece que los rusos son más proclives a la violencia en el frente, de dónde sale ese salvajismo y brutalidad espontánea. Es un debate interesante pero hay que ser muy cauteloso, hay muchas más explicaciones.

También hay un debate sobre la falta de incentivos de las tropas rusas frente a la moral elevada de los ucranianos, que están defendiendo su país.

Pero también hay otra cuestión importante, que es lo que yo llamo la teoría de la opresión en cadena (knock-on theory of oppression). Los rusos tratan muy mal a sus tropas. En Rusia, a principios de los noventa, había alrededor de 5.000 suicidios al año entre los reclutas por culpa de la brutalidad y el bullying, que todavía persisten; no al mismo nivel pero siguen existiendo. Los oficiales tratan fatal a los soldados. Una prueba de esto es que no intentan repatriar sus cuerpos cuando caen en combate: los entierran en fosas comunes o usan crematorios móviles. En parte por eso estamos viendo cierto nivel de oposición a la guerra en Rusia, que hace meses habría resultado inimaginable. Esto no creo que nos conduzca a una nueva Revolución rusa, claro. Tampoco vamos a presenciar un golpe palaciego. Es posible que los que pudieran venir después de Putin tras un golpe sean incluso peores que él. Deshacerse de Putin no resuelve el problema.

Pero no cabe duda de que esta actitud hacia la guerra, en la que los soldados son simplemente “carne de cañón”, es una de las razones por las cuales estamos viendo deserciones y amotinamientos.

¿Qué posibilidades tiene Ucrania de ganar?

Ucrania todavía no ha tomado totalmente la iniciativa, no ha alcanzado lo que se denomina un punto de inflexión crítico. En la guerra civil un factor determinante era la enormidad del territorio. Puedes avanzar mucho en una dirección pero si pierdes el acceso a recursos tienes que darte la vuelta. Vimos esto con Kolchuk, que llegó hasta el Volga en la guerra civil, o con Denikin en su avance hacia Moscú. En esta guerra no estamos viendo esos vaivenes. Lo que estamos viendo es un cambio crítico en parte gracias a los sistemas de lanzamisiles himars o mlrs, que están marcando realmente la diferencia. Los rusos siempre han abusado de la artillería. En la Segunda Guerra Mundial solían referirse a la suya como “el dios de la guerra”. Y eso es lo que han hecho desde entonces, sin aprender nada nuevo sobre conflictos urbanos. Todos los ejércitos occidentales están centrados en el conflicto urbano, ya que saben que es el futuro. Ya no tenemos los enormes ejércitos del pasado. Todo acaba concentrándose al final en centros urbanos. En Iraq, en Mosul, los ejércitos aliados aprendieron que había que rodear la ciudad, dividirla por sectores, etc. Los rusos no han aprendido nada; no han olvidado nada ni han aprendido nada. Su única estrategia es martillear con la artillería. Y de pronto se han encontrado con escasez de munición.

Hay otra cuestión que es importante y es la de Crimea. Si hay una posibilidad de acabar con la guerra, pasará por ahí. Pero Putin está obsesionado con Crimea. Lo último que haría es abandonarla. ~

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Ricardo Dudda (Madrid, 1992) es periodista y miembro de la redacción de Letras Libres. Es autor de 'Mi padre alemán' (Libros del Asteroide, 2023).


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