Dos libros sobre ver y adivinar

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Para la práctica de la cartomancia es útil y casi necesario haberse familiarizado con los símbolos. Pero también funciona el truco de mirar con atención la imagen que se nos ofrece, y describirla en voz alta. Sabemos que una rueda representa el movimiento y que alude a lo cíclico, pero probemos a describir con el mayor detalle posible lo que tenemos delante, lo material que vemos, procurando no recurrir a lugares comunes sino enumerar con cuidado lo que vemos como si fuese nuevo, o como para dar indicaciones espaciales por teléfono, y a lo largo del discurso encontraremos las pistas iluminadoras, nos oiremos decir cosas que no sabíamos que sabíamos, pero que quizá queríamos decirnos. La carta es un enlace con el mundo inconsciente.

Si es así, cualquier imagen puede interpretarse. Cómo no entonces las imágenes de una película. Se me ocurren dos libros, más o menos recientes, que combinan el cine con las cartas de adivinación. Uno es Los naipes de Delphine, de la poeta Esther Ramón, publicado por la editorial Fórcola. Este libro se organiza a partir de El rayo verde, película de 1986 con la que Éric Rohmer culminó su serie dedicada a las comedias y proverbios. La película es famosa; recordemos que sigue a Delphine, interpretada por Marie Rivière, a lo largo de un verano en que el plan que tenía para las vacaciones se le ha estropeado. Así que nuestra protagonista se dedica a ir dando tumbos de un sitio a otro, con aire atolondrado y anhelante. Durante sus aventuras encuentra un par de cartas que se han perdido de sus barajas. Esther Ramón, que comparte iniciales y distribución tónica con Éric Rohmer, organiza su libro en torno a una colección de cartas, a las que asocia un concepto (baile, elevación, abejas, sol, ancla, máscara…) y a partir de las cuales desarrolla un breve texto en prosa que efectivamente parece segregado por la carta, tan natural resulta la secuencia de las frases. La selección de cartas es variada, provienen de distintas barajas, no necesariamente pensadas para la adivinación, aunque algunas son arcanos del tarot. Otras vienen de las barajas rusa, inglesa o francesa, o son obra de diseñadores o ilustradores como Emmanuel Jose o Silja Goetz. No parece haber un ánimo exhaustivo de completar una baraja a partir de cartas venidas de mil sitios. Las cartas sueltas acaban por reunirse, como limaduras de hierro dirigidas por un imán, hasta formar la baraja particular de este libro.

Esther Ramón le dedica el libro a la película de Rohmer, que actúa como una referencia recurrente y que llega a infiltrarse en la vida de otra Delphine, o tal vez la genera. A esa otra Delphine que está del lado de acá de la película le pasan cosas que van dando lugar a hallazgos, recuerdos e iluminaciones. Sí, quizá iluminaciones sea la palabra más adecuada, habida cuenta de que El rayo verde está rodada bajo el auspicio de Rimbaud. Y un poco alucinatorio resulta el texto, que a veces parece una guía para perplejos que se estuviese componiendo precisamente a medida que va avanzando la persona guiada, como si la descripción de su avance coincidiese punto por punto con las instrucciones que se le dan para que lo cumpla, y que otras veces se atiene a las formas de la narración. A la vez este libro parece sustancialmente un poema, y está lleno de comparaciones muy gráficas y muy vivas, como esta tan bonita: “se despertó riendo, pensando que nada está escrito y que, si lo está, las letras siempre se mueven dentro del libro, como dientes de leche en una boca infantil”, y especialmente la que cierra el capítulo dedicado al naipe XXV, el ciervo y a la vez el 8 de diamantes, que consigue con una sencillez pasmosa componer una también pasmosa imagen que vincula el asombro constante en que debió de vivir la humanidad en su infancia con el asombro íntimo que sigue aún a nuestro alcance y al que accedemos a veces milagrosamente.

El otro libro que combina el cine con la consulta a través de las cartas es uno dedicado no a una película, sino a una filmografía completa: la de Yasujirō Ozu. Ozu, multitudes, escrito por Pablo García Canga y publicado por Athenaica, repasa 38 películas del director japonés a partir de un fotograma de cada una. Se nos dice a qué película pertenece al final de cada capítulo, pero estos van titulados de otra manera. Aquí encontramos capítulos como “De la fraternidad”, “De la gravedad”, “Del susto”, “De ti”, “Del té”, “De las verdades”, “De los perros”. Lo bonito y característico del libro es que no nos habla de cada película, sino que el autor se planta frente a la imagen y no recurre ni a lo que sabe de la película, ni a su sinopsis, ni a la historia canónica del cine, sino que sencillamente describiendo lo que ve, e hilando de manera espontánea, expone nociones, casi secretos, sobre multitud de temas, abstractos y concretos, que conforman la vida humana. A la vez que el libro se imprimió una edición limitada de cartas con los fotogramas, que pueden echarse al azar si se quiere hacer una consulta y que nos permiten contestarla siguiendo las páginas del libro o bien ensayando a nuestra vez una interpretación siguiendo el sistema de descripción espontánea del autor.

Estos libros, Los naipes de Delphine y Ozu, multitudes, que podrían estar en al menos dos secciones de una biblioteca, coinciden en su recurso al cine y a las cartas, y también en que contienen narraciones fragmentarias donde seguimos las peripecias de nuestros semejantes hasta identificarnos con ellos. De esa manera nos hacen reconocer los momentos de desconcierto que se dan de vez en cuando en nuestras vidas, desear volver a vivir esas veces en que nos buscamos a nosotros mismos para acabar por comprender que si estamos en algún sitio es dispersos por los rincones del mundo, como las cartas escapadas de sus mazos. ~

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Es escritora. Su libro más reciente es 'Lloro porque no tengo sentimientos' (La Navaja Suiza, 2024).


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