La Historia de los girondinos, en tres volúmenes, de Lamartine no es solo la historia de los girondinos, sino la historia de toda la Revolución francesa. Encontré de casualidad mi viejo ejemplar de esta obra en la que hallé grande regocijo y ejemplar instrucción. Lo abro al azar, veo una anotación escueta de mi puño y letra, dice: “locura final de Mirabeau”. Está al inicio del libro porque este gigante de la política y el amor perdió muy temprano la vida, en el turbulento inicio de la gran Revolución que él ayudó como nadie a levantar. Léase la prosa romántica de Lamartine: “Mirabeau ha dejado de existir. Las turbas populares corren instintivamente y en tropel hacia casa del tribuno, como si confiasen aún en las inspiraciones que creen van a salir del féretro que contiene sus restos exánimes; sin embargo, aunque Mirabeau viviese todavía, sería tan mudo como el mármol, cuya frialdad han adquirido ya sus miembros…” Afirma esto último porque sostiene que el orador se volvió loco al final de su vida. Y eso porque poco después de su muerte se halló el famoso armario de hierro con documentos que probaban la venalidad del orador, es decir, que mantenía trato oculto con Luis XVI, recibía de él dinero y, a cambio de eso, lo aconsejaba en su contienda con la Asamblea.
Ortega y Gasset consideró a Mirabeau arquetipo del político y le consagró un muy famoso estudio: “Mirabeau o el político”. El arquetipo, no el ideal, distingue Ortega, y procede a discernir estos dos conceptos: “Los ideales son las cosas según estimamos que deberían ser. Los arquetipos son las cosas según su ineluctable realidad.”
Peligroso, pero cosa común, es confundirlos. Sobre todo, los ideales son difíciles de manejar, riesgosos, a ellos debemos las muchas guerras y todo tipo de violencia política. Porque los ideales son engendrados más por nuestros deseos que por nuestra inteligencia de las cosas.
Mirabeau es arquetipo del político y, según Ortega, “lo más característico de todo gran hombre político es la inercia de su torrencial activismo”. Y sí, actividad sin descanso, en todos los órdenes. Pensar y organizar. Preso, pasó años preso, por deudas, por líos amorosos, escribe acerca del régimen carcelario y las prisiones. Quiere organizarlo todo. Mirabeau es uno de los grandes de la historia galante del siglo galante por excelencia. Personaje casanovesco, “atleta del amor”, se llamó a sí mismo, es no solo un extraordinario orador, dominador, conductor de la Asamblea, sino uno de los más altos escritores de cartas de amor apasionado que registra la historia.
Traducir a la acción, modelar la realidad. Por ejemplo: leo en una nota del periódico que un alto porcentaje de los presos son muchachos muy jóvenes. Estos jóvenes rescatables van a dar a las degeneradas prisiones donde conviven activamente con reos, no principiantes sino veteranos endurecidos con conciencia moral ya por completo insensible. Pues bien, el político se inquietaría con esta noticia y saltaría de inmediato a reclamar la necesidad de aislar a esos muchachos; que se construya una prisión para estos jóvenes, atendida por trabajadores sociales, psicólogos, criminólogos dispuestos a ayudar a quienes no son sino desempleados impacientes. Eso sí sería combatir con eficacia el crimen y no andar pregonando ante las cámaras operativos costosísimos que no sirven para nada. Es decir, el político de casta, el magnánimo, transforma todo lo que percibe en acción posible.
Ahora sí, he aquí un retrato de Mirabeau trazado por la pluma maestra de Ortega y Gasset: “Si algo en este mundo tiene derecho a causar sorpresa y maravilla, es que este hombre, ajeno a las cancillerías y a la administración, ocupado en un tráfago perpetuo de amores turbulentos, de pleitos, de canalladas, que rueda de prisión en prisión, de deuda en deuda, de fuga en fuga, súbitamente, con ocasión de los Estados Generales, se convierte en un hombre público, improvise, cabe decir que en pocas horas, toda una política nueva, que va a ser la política del siglo XIX (la monarquía constitucional); esto no vagamente y como en germen, sino íntegramente y en su detalle; crea no solo los principios, sino los gestos, la terminología, el estilo y la emoción del liberalismo democrático según el rito del Continente.”
Un solo comentario: el político sabe ceder, combinar; conservar la monarquía, pero sujetarla a la asamblea democrática, esto es, equilibrar los poderes en la monarquía constitucional. Mirabeau murió en la orilla, el rey trató de huir, no hubo equilibrio y todo se despeñó hacia el Terror. Pero el político mientras vivió dictó su admirable lección. ~
(Ciudad de México, 1942) es un escritor, articulista, dramaturgo y académico, autor de algunas de las páginas más luminosas de la literatura mexicana.