Entrevista a José Rafael Hernández Arias: “Hobbes fue un pacifista de primer orden”

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Thomas Hobbes (1588-1679) es uno de los pensadores más influyentes de la historia de la teoría política, y su obra ha generado interpretaciones muy distintas. José Rafael Hernández Arias ha publicado en Arpa un volumen a medio camino entre la biografía y el ensayo sobre el autor de Leviatán.

Hobbes es una figura muy rica, que ha generado interpretaciones contradictorias. Por un lado, se le considera uno de los grandes realistas de la política. Y uno de los grandes pensadores ingleses. Es un materialista, pero no es un empirista. ¿Cuál es su mayor innovación?

A mi juicio, la mayor innovación de Hobbes consiste en el intento consciente de crear una ciencia política propiamente dicha, basada en principios racionales, inspirándose en la geometría euclidiana y, por lo tanto, de una validez universal. Por este motivo se le puede considerar el primer teórico del Estado moderno.

¿Y el mayor malentendido?

Con Hobbes ha habido muchos malentendidos, debido a que no se ha leído su obra y se ha dado crédito a una serie de clichés fuera de contexto, o a una lectura con prejuicios. Sobre Hobbes llegó a crearse toda una leyenda negra: ateo, egoísta, cobarde, desleal, etc. Entre los mayores malentendidos se encuentra el de atribuirle un absolutismo de carácter totalitario, el considerar que sostiene que el hombre es malo por naturaleza, o creer que su filosofía política se agota en un individualismo egoísta.

Dice que su madre parió a dos gemelos: él y el miedo. ¿Cómo debemos entender esa frase?

Con esta frase Hobbes (aparte de su matiz irónico por haber nacido cuando la Invencible se acercaba a las costas inglesas) declara que él es un ciudadano normal, que no es ni un guerrero, ni un santo, ni un fanático (o un entusiasta como se los llamaba entonces) ni un mártir. Es un intelectual pacífico que quiere vivir en armonía con su entorno, y que aborrece la violencia y los extremismos. Es más, con su sinceridad Hobbes quiere dar voz a la inmensa mayoría de ciudadanos que quieren vivir con seguridad y dedicarse a sus actividades sin miedo. Este miedo está en la base del deseo de formar una comunidad política que proporcione seguridad a los ciudadanos y que extirpe la violencia de la vida social.

¿En qué medida determinan su pensamiento las guerras de religión y la situación política en Inglaterra?

El pensamiento de Hobbes surge del trauma que le producen la revolución y la guerra civil. Su obsesión estriba en desarrollar una teoría política que evite las guerras civiles, que, por su crueldad, son el peor mal que puede acometer a una sociedad. Su esfuerzo intelectual radica en neutralizar aquellas polémicas susceptibles de converger en conflictos civiles violentos.

En los últimos años hemos visto una revisión de un debate clásico: Hobbes frente a Rousseau. ¿Qué es el estado de naturaleza y por qué es tan importante?

Aunque Hobbes no renuncia a identificar casos reales de un estado de naturaleza, por ejemplo, entre los aborígenes de América, está claro que el estado de naturaleza hobbesiano es una suerte de experimento o, lo que a mí modo de ver convendría más, una suerte de mito (al estilo platónico) de la fundación de la comunidad política. Con las célebres frases de que en el estado de naturaleza el hombre es un lobo para el hombre o se da una guerra de todos contra todos se viene a afirmar que, en dicho estado, al faltar la soberanía, rige el derecho del más fuerte. Aquí conviene aclarar que, para Hobbes, el hombre no es malo por naturaleza. En su época predominaba la idea de que el poder político era necesario por la naturaleza dañada del ser humano, debido al pecado hereditario. Hobbes rechaza esta argumentación por metafísica. El hombre simplemente tiene pasiones (que tampoco son malas en sí mismas), pero se han de moderar y controlar para garantizar la convivencia pacífica. Para superar el estado de naturaleza, lleno de peligros, inseguro, donde no es posible el desarrollo de la cultura, en el que impera una igualdad drástica, fundada en el hecho de que cualquiera puede matar a cualquiera (también el poderoso duerme), se ha de crear un Estado, a través de un contrato social, por el cual un soberano se comprometa a brindar seguridad a los ciudadanos: creando la propiedad (esto es, garantizándola), poniendo los presupuestos de una vida digna y agradable (en el Estado el hombre tiene que pasar a ser un dios para el hombre). Rousseau invierte el estado de naturaleza hobbesiano y atribuye a la civilización la degeneración del hombre moderno.

Dos ideas cruciales de su pensamiento son la importancia de la paz y la idea de la autopreservación. Parecen la base de todo.

Todo el edificio teórico de Hobbes se fundamenta, en efecto, en dos principios básicos que él considera incontestables y evidentes por sí mismos: el derecho inalienable a conservar la propia vida y el anhelo de paz. De estos principios va hilvanando sus argumentaciones con rigurosa lógica. El hombre hará todo lo necesario para preservar su propia vida y para llevar una vida agradable. Para ello va a necesitar poder, el cual se define como la capacidad que nos procura a cada uno los medios para sobrevivir y para llevar una vida agradable. En el Estado se canalizan el egoísmo y el poder del individuo de una manera positiva y no destructiva, como en el estado de naturaleza. Ahora bien, el Estado no crea un Hombre Nuevo, sino que tiene que contar con las pasiones y el egoísmo humanos, que siempre van a estar ahí. A la paz se llega con un esfuerzo, es un estado artificial, ya que lo natural sería vivir en guerra, por eso es precaria, pero también la condición sine qua non de una vida digna. Hobbes fue un pacifista de primer orden.

¿Cuál es su visión del lenguaje y su importancia en la política?

Hobbes dio una gran importancia a la cuestión del lenguaje. Consideraba que la precisión en su empleo era fundamental para el progreso científico y político. Pero si bien puede poseer una faceta positiva, y contribuir a la convivencia, no se puede soslayar una faceta inquietante y peligrosa: el hombre, con el lenguaje, no se vuelve mejor, sino solo más poderoso. Entre sus beneficios más evidentes se encuentra que gracias a él el hombre puede cerrar contratos y, sobre todo, puede impartir órdenes y obedecerlas, dar instrucciones y entenderlas. El aspecto negativo viene dado por el abuso del lenguaje en la política, la demagogia, y en la ciencia, por ejemplo, en la jerga escolástica. Hay una vertiente en que el lenguaje, para Hobbes, cobra una importancia política considerable: ¿quién interpreta la ley?, o ¿quién decide sobre el contenido semántico de las palabras en la ley? Este tema es muy actual, porque los Estados modernos, atendiendo al problema contemplado por Hobbes, han dotado a los tribunales constitucionales de la facultad de interpretar la ley. Hobbes quería que esa competencia recayera en el soberano, pues en Inglaterra, con la vigencia del derecho común, consideraba un peligro que los jueces no solo se dedicaran a interpretar la ley por su cuenta, sino, incluso, a crearla, situándose por encima del soberano. Para Hobbes, el intérprete de la Constitución no puede situarse por encima del Estado, su función radica precisamente en proteger al Estado y su Constitución, la unidad de la soberanía, actuar de otro modo equivaldría a instigar la división, la discordia y la guerra civil. En cualquier caso, tiene que haber una instancia decisoria que acabe con las “guerras de palabras”, cuando estas supongan un peligro para la convivencia.

Es un pensador que parece extrañamente vigente en los debates: sobre la soberanía, sobre el papel del Estado (por ejemplo, durante la covid). ¿A qué se debe?

Hobbes pensó en tiempos de crisis. Su filosofía política trata de encontrar un equilibrio entre la protección y la obediencia, la legitimidad y la legalidad, la autoridad y la verdad, la libertad del individuo y las competencias estatales, cuestiones que siguen siendo fundamentales en nuestro mundo, ya que este continúa obedeciendo a los imperativos del Estado-nación. Por más que se pretenda dar por superada la época del Estado y de la soberanía, la realidad es que la política permanece inmersa en esta dimensión, que apenas ha variado en sus elementos fundamentales desde la época de Hobbes.

Su influencia es muy amplia: se le lee como precursor del utilitarismo, del contractualismo… Algunos lo han presentado, por la idea del soberano y su poder, como alguien que anticipa el totalitarismo. Pero también se le considera uno de los padres del pensamiento liberal. ¿Cómo pueden coexistir las dos interpretaciones?

Es evidente que en el mismo Hobbes se encuentran contradicciones que dan pábulo a esa pluralidad interpretativa. Pero también es cierto que hay distintas corrientes de pensamiento que han acudido a la obra de Hobbes y han picoteado lo que más les ha interesado (en sentido negativo o positivo) y han prescindido de todo lo demás. Hobbes es un pensador preideológico y se le suele leer bajo el prisma de sistemas actuales como el marxismo o el liberalismo, intentando ahormarlo en una tendencia concreta.

¿Por qué es importante para el liberalismo?

Hobbes fue redescubierto a finales del siglo XIX por un sociólogo y filósofo alemán, Ferdinand Tönnies, quien no dudó en considerarlo un pionero de la moderna sociedad civil y de las ideas liberales. Es cierto que asociar a Hobbes con los totalitarismos modernos no tiene mucho sentido, difícilmente podría haber concebido semejantes tiranías trituradoras del individuo, del derecho natural a conservar la propia vida y a llevar una vida digna. En cierto modo, Hobbes llega a pecar de ingenuidad cuando considera que un soberano, en el peor de los casos, no podía causar mucho daño y que era preferible la peor tiranía a la guerra civil. Su imaginación no alcanzaba a figurarse a un Hitler, un Stalin o un Mao. Se advirtió, sin embargo, que la soberanía descrita por Hobbes no era tan absoluta o implacable como podía parecer en un principio, ya que a cada competencia del soberano Hobbes añadía una suerte de puerta trasera. Jürgen Habermas, por ejemplo, cambió de parecer, y de calificarlo en un principio de teórico antidemocrático del Estado de derecho burgués, lo elevó a la categoría de fundador del liberalismo. Por resumir, hay unos cuantos rasgos que avalan esta tesis: para Hobbes, el soberano ha de gobernar con el menor número posible de leyes; todo lo que no está prohibido en un Estado, está permitido; y el individuo tiene que gozar de una esfera de libertad propia para llevar una vida de acuerdo con sus intereses y aficiones. A esto se añade la libertad de conciencia y la posibilidad de suspender la obediencia al soberano cuando este deje de protegerle o intente privarle de la vida o la honra. Otros aspectos, naturalmente, frenan esta interpretación, por ejemplo que el soberano esté por encima de la ley y que, en realidad, sea el propietario de todo.

¿Por dónde debe empezar alguien que quiera leer a Hobbes?

Para comenzar recomendaría familiarizarse con la época histórica de Hobbes y los acontecimientos que determinaron su pensamiento, así como, a grandes rasgos, con su biografía. Con esa base se puede acometer la lectura del Leviatán, un libro apasionante, escrito con un estilo brillante, original y fluido, que transmite de manera maravillosa la aventura de pensar. ~

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Daniel Gascón (Zaragoza, 1981) es escritor y editor de Letras Libres. Su libro más reciente es 'El padre de tus hijos' (Literatura Random House, 2023).


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