¿Por qué hay tantos escritos, innumerables, sobre el Quijote? La respuesta es sencilla: porque todos los textos dicen más o menos lo mismo. La virtud a la que aspiran estas preguntas es a no ser archiconsabidas, convencionales, repetidas ad nauseam.
Así que aquí planteo una sola pregunta: ¿Don Quijote de veras está loco? ¿Es un psicótico? La costumbre es decir que sí, porque es lo que dice Cervantes, pero ¿se conduce don Quijote como un enfermo mental? Exploremos un poco. Este caso apareció en New Scientist:
Una noche de 1985, Colin Kemp, un vendedor de 33 años en Caterham, fue a su dormitorio. Dos horas después vio a dos soldados japoneses que empezaron a perseguirlo. Uno traía un cuchillo; el otro, una pistola. Pese a que Kemp corría muy aprisa no bastaba para dejar atrás a sus perseguidores, que finalmente lo arrinconaron […] Kemp luchó con el soldado que intentaba apuñalarlo. Mientras tanto, el otro se acercó con la pistola para encañonarlo, pero Kemp logró tirarlo, puso sus manos en el cuello y apretó tan fuerte como pudo. El soldado se escapó, apuntó la pistola a Kemp y disparó. Kemp despertó, sudando de pánico. Aterrorizado, se volvió hacia su esposa, que yacía en la cama junto a él. La abofeteó para despertarla, pero estaba muerta. Kemp la había estrangulado mientras dormía.
El señor Kemp es un verdadero psicótico. Había alucinado a los dos soldados japoneses, como don Quijote alucinó tantas cosas, por ejemplo, que los molinos de viento eran “desaforados gigantes, con quien pienso hacer batalla y quitarles a todos las vidas”.
¿Fue don Quijote alguna vez un loco peligroso? Stephen Gilman, el gran experto de Harvard de las letras españolas, ha comparado en un estudio los escritos del “falso Quijote” de Avellaneda con los originales escritos de Cervantes. Al escribir la novela, Avellaneda muchas veces se equivoca. La puntería de Cervantes, en cambio, siempre es certera.
“Don Quijote –explica Gilman– se ha ceñido la nueva armadura que le ha encomendado don Álvaro Tarfe, y está ahora admirándose a sí mismo”, y cita un fragmento del capítulo 111 del Quijote de Avellaneda:
¿Qué te parece, Sancho? ¿Estánme bien? ¿No te admiras de mi gallardía y brava postura? Esto dezía paseándose por el aposento, haziendo piernas y continentes… tras lo cual le vino luego súbitamente un accidente tal en la fantasía, que, metiendo con mucha presteza mano a la espada, se fue acercando con notable cólera a Sancho, diziendo: espera, dragón maldito, sierpe de Libia, basilisco infernal: verás por experiencia el valor de don Quixote, segundo san Jorge en fortaleza… Sancho, que le vio venir para sí tan desaforado, comenzó a correr por el aposento…
Cervantes no incluyó ninguna escena donde don Quijote se transforme en un personaje siniestro que ataca a Sancho y Sancho nunca tiene miedo de él. Tampoco hay escena alguna en la que don Quijote desvaríe y ataque a alguien. La locura de don Quijote es una locura limitada a lo que precisa la novela.
Volvamos a Colin Kemp: no fue hallado culpable y fue puesto en libertad. Se juzgó que su acción fue resultado de un automatismo, definido automatismo –tanto en derecho como en medicina– como un estado en el cual una persona “es capaz de actuar pero no es consciente de lo que está haciendo”. Solo puede entrar en el ámbito del derecho, o de la moral, lo que se hace adrede, con intención. Los actos no intencionales caen en el terreno de lo accidental. Lo accidental, como explicó Aristóteles, no tiene causa, y lo que no tiene causa es inexplicable, porque explicar algo es señalar la causa de ese algo.
¿Qué quiere decir eso? El plano literario sale del plano legal o moral. Lo literario es artificial, pero no inverosímil, entendida la inverosimilitud como la entiende Benedetto Croce: no como lo increíble, sino como lo incoherente. Un caballo que vuela es perfectamente verosímil en Las mil y una noches. En cambio, don Quijote seduciendo a alguna moza de buen parecer es inverosímil. Sería una incoherencia. Sin coherencia no puede haber buena literatura.
Don Quijote es un falso demente. Está loco cuando le conviene a Cervantes, y está cuerdo, y muy cuerdo, también cuando le conviene al escritor. Y quiero preguntar: ¿lastima esta arbitrariedad al personaje? ¿Le hace perder calidad? ~
(Ciudad de México, 1942) es un escritor, articulista, dramaturgo y académico, autor de algunas de las páginas más luminosas de la literatura mexicana.