Estamos todos muertos

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Ada Salas

Descendimiento

Valencia, Pre-Textos, 2019, 100 pp.

El diรกlogo entre la poesรญa y la pintura es casi tan antiguo como la civilizaciรณn. Ambas artes hablan como hablarรญan dos hermanas; de hecho, son hermanas. Los clรกsicos lo tenรญan claro, y esa certidumbre, afianzada por las vanguardias histรณricas, ha perdurado hasta hoy. โ€œLa pintura es una poesรญa silenciosa y la poesรญa es una pintura que hablaโ€, dijo Simรณnides de Ceos, segรบn Plutarco. Para demostrarlo, Simmias el Rodio se inventรณ, dos siglos despuรฉs, el caligrama (como lo bautizรณ Apollinaire en el siglo XX; Simmias lo llamaba technopaegnia). Y en Roma Horacio estableciรณ que ut pictura poiesis. Ada Salas (Cรกceres, 1965) actualiza esta milenaria tradiciรณn, como debe hacer todo artista inquieto, y ofrece en Descendimiento el resultado de una larga conversaciรณn con un cuadro, El Descendimiento, de Rogier van der Weyden pintado antes de 1443, de la que aflora no solo un anรกlisis pictรณrico, sino tambiรฉn, y mรกs importante, un anรกlisis de los sentimientos que el รณleo despierta.

En primer lugar, la conciencia de la muerte. El Descendimiento representa la bajada de la cruz de Jesucristo muerto, tras la agonรญa en el Gรณlgota. La certeza de ese fin doloroso, que ha de ser el de todos, empapa una visiรณn desesperanzada, pero no exenta de serenidad. Es โ€œla verdad de la muerteโ€, como escribe Salas en el segundo poema del libro; y en el tercero remacha: โ€œestamos todos / muertosโ€, como ya dijera el venezolano Josรฉ Barroeta en su mejor libro: Estรกn todos muertos. Un estoicismo sangrante, un abandono inflamado, valga la paradoja, recorre el poemario: nec spe nec metu, parece oรญrse a cada verso, pero arrebatado, estremecido. Salas lamenta que todo abunde en la muerte: el empecinamiento en el fin; y que no volvamos a vivir, que no haya otra oportunidad, que el corazรณn no vuelva a latir. โ€œยกAh, si pudiera volver a empezar!โ€, reclamaba, ya anciano, el gran John Huston.

Pero antes de la muerte, conduciendo a ella, o prefigurรกndola, encontramos la soledad y el dolor, como los ha encontrado Cristo. โ€œResponde quรฉ hay de noble en / la soledad quรฉ hay de sagrado / en / el sufrimiento // quรฉ de hermoso en la muerteโ€, dice Nicodemo, el fariseo, uno de los que ayudan en el cuadro a bajar a Cristo de la cruz, en uno de los poemas de la segunda parte del libro, โ€œDescendimiento (Oratorio)โ€, coral, casi sinfรณnica. Y en el penรบltimo, todos proclaman: โ€œEl tiempo es la raรญz / del sufrimiento. / Y es amargo y largo / su sabor. Y siempre sobrevive a / lo que se va.โ€ Descendimiento es una larga exploraciรณn de los recovecos del dolor โ€“ese que se refleja en los ojos entrecerrados y llorosos de los que asisten a la muerte de Jesรบs, en los cuerpos caรญdos o arqueadosโ€“ y de su asunciรณn silenciosa, como tambiรฉn de una soledad que los personajes โ€“y, con ellos, todos nosotrosโ€“ rumian, rumiamos, โ€œcomo una hierba / correosaโ€.

Sin embargo, el amor participa tambiรฉn โ€“y en un lugar principalโ€“ en este diorama รญntimo y esta contienda de afectos. El amor alienta a quienes sostienen el cadรกver de Cristo: el amor los ha llevado allรญ y el amor los hunde en el padecimiento. El amor representa cuanto no es muerte: sangre, ruido, compasiรณn, ternura, luz. Y ambos, amor y muerte, se enzarzan en una pelea sin resoluciรณn, con victorias alternas: nada sobrevive a la muerte, pero la pรฉrdida suscita el amor mรกs hondo; y el olvido se come al amor, pero todo se consuma en la separaciรณn. La intensidad de esta brega es tanta que, a veces, desemboca en fusiรณn: โ€œAmar / como morir // y desangrarse.โ€ Los enemigos, abrazados, se confunden: el amor se pudre; las muertes nacen sin parar. Sea cual sea la evoluciรณn y desenlace de ese conflicto, la poeta proclama su voluntad de regresar a lo puro, a lo inaugural: de revertir el tiempo para que fluya hacia su origen con la misma inexorabilidad con que se encamina a la muerte. โ€œVuelve / hasta el principio / vuelve / a lo sin manchaโ€, escribe.

En esta dualidad turbulenta, el cuerpo aflora como cristalizaciรณn del sentimiento y eje del deseo. El erotismo, una de las constantes en la poesรญa de Ada Salas, taracea Descendimiento y deja visiones perturbadoras: la materialidad del hijo de Dios se despoja de su aura divina, asexuada, y cobra fortalezas carnales. La magnรญfica irreverencia de la poeta no teme lo anatรณmico; al contrario, lo busca, lo acaricia con la mirada, y lo expone sin renuencia: โ€œJesรบs estรก desnudo. De pequeรฑa / pensaba / si no tendrรญa frรญo / luego / las curvas de su vientre / fueron / lo mรกs cercano a lo / voluptuoso. Con sus gotas de sangre. / Cuando el pene se adentra hace sangre.โ€ En otra composiciรณn, aparecen los pezones del Nazareno, sus pies sangrantes que manchan el muslo de la Magdalena, el pliegue de la ingle, el botรณn del ombligo: precisiones, geometrรญas, sugerencias. Y en dos de โ€œOratorioโ€, donde predominan las voces femeninas, surgen, contrapuestos pero concordes, los pechos y la vulva de las mujeres. Con esta รบltima construye Salas un poema circular, de motivos encadenados: vulva, llaga y boca โ€“sexo, muerte y amorโ€“ se identifican con virulencia, pero tambiรฉn con delicadeza. El cuerpo adquiere en la segunda parte de Descendimiento una relevancia singular, hasta formar el tema de varias series de poemas. Las piezas son aquรญ prietas y resonantes, menos discursivas, mรกs musicales, como en los primeros libros de Ada Salas. En ella, los cuerpos se encadenan a otros cuerpos, y los รณrganos โ€“lenguas, ojos, dientes, uรฑasโ€“, a otros รณrganos. Las palabras se traban igualmente, en repeticiones crepitantes, para reproducir ese deslizamiento o esa uniรณn: โ€œQuรฉ cuerpo / toca un cuerpo / cuando toca otro cuerpoโ€, pregunta el coro; y, dos poemas mรกs allรก, canta, como Gertrude Stein a la rosa, a โ€œun cuerpo de otro cuerpo de otro cuerpoโ€.

Descendimiento participa por igual de la vanguardia y el figurativismo. La elipsis, la omisiรณn de los signos de puntuaciรณn y los juegos lรฉxicos โ€“โ€œese vello que ortiga hostigaโ€โ€“ contribuyen a cierta desarticulaciรณn sintรกctica, que reproduce el propio claroscuro de las pasiones, la dislocaciรณn del pensamiento, inducida por el asombro y el dolor. Salas rehรบye la linealidad: prefiere lo sinuoso, lo fisurado, lo lacรณnico y arborescente, y esa preferencia acaso explique la abundancia de incisos (y el โ€œelogio del parรฉntesisโ€ que concluye la primera parte del libro). Los lรญmites de cuanto constituye Descendimiento son felizmente borrosos: se difuminan las fronteras entre el cuadro y la realidad, entre el cuadro y el yo, entre el cuerpo y el espรญritu. Esa borrosidad no le resta tensiรณn; por el contrario, se la da. Los poemas conjugan elevaciรณn y oralidad, encajadas en un ceรฑido despliegue retรณrico, en el que destacan sรญmiles y sinestesias, y se reconoce una aliteraciรณn sanjuaniana: โ€œque quiere que tรบ quieras que no cejeโ€. Por ser una pintura polรญcroma como la de Van der Weyden la desencadenante del poemario, Ada Salas consigna en uno de los poemas, al modo del soneto โ€œVocalesโ€ de Rimbaud, una teorรญa de los colores: โ€œEl violeta une el cielo y la tierra / el gris enlaza el arco el gris / une lo joven con lo viejo. / El blanco es color para la muerte.โ€ ~

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(Barcelona, 1962) es poeta, traductor y crรญtico literario. En 2011 publicรณ el libro de poemas El desierto verde (El Gato Gris).


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