Periรณdicamente, como la naturaleza, o inesperadamente, como la propia vida, los gรฉneros artรญsticos sufren transformaciones, se agostan, o perecen, y tambiรฉn se renuevan y renacen. El western es en el cine el gรฉnero rey, en reรฑida competencia, segรบn los gustos particulares, con el thriller, y otra caracterรญstica de ambos es que viajan bien fuera de su lugar de origen: del spaghetti-western al noir francรฉs o al jianghu chino.
Pero ahora hablamos de westerns genuinos, por mucho que el mรกs comercial y reconocido de los tres recientes que aquรญ se comentan, Los hermanos Sisters, estรฉ dirigido y escrito por franceses a partir de la novela de un canadiense, Patrick Dewitt, nacido cuando ya el cine del oeste habรญa sufrido su primera muerte o desfallecimiento. Y los tres filmes se nutren, ademรกs, de las raรญces mรกs elementales del gรฉnero, aunque lo hacen cada uno a su manera. La aquรญ titulada Sin piedad (The kid en el original) es una competente revisitaciรณn de dos personajes esenciales muy trillados por Hollywood, Pat Garrett y Billy el Niรฑo, en la que no se omite la persecuciรณn tenaz y captura del segundo cuatrero a manos del primero, reformado como agente de la ley. Se trata de la segunda pelรญcula dirigida por el actor estadounidense Vincent DโOnofrio, un hombre de amplio currรญculum cinematogrรกfico que para mรญ seguirรก siempre siendo antes que nada el Recluta Patoso de La chaqueta metรกlica, donde DโOnofrio como vรญctima y el sargento Hartman (Lee Ermey) como verdugo se zampaban mano a mano los primeros sesenta minutos de la pelรญcula: un enfrentamiento y lucha sin cuartel que rivalizaba en brutalidad descarnada con la Guerra de Vietnam reflejada en la segunda parte del filme de Kubrick.
Sin piedad es sangrienta y lรญrica (aunque dista mucho del lirismo hermรฉtico de otro excelente western de renovaciรณn estrenado en 2007, El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford, de Andrew Dominik) en su sucinto relato, que aรฑade a las habituales cabalgadas y tiroteos dentro y fuera de los saloons poblados por prostitutas serviciales, y como aportaciรณn principal de DโOnofrio, mรกs bien borroso en un papel de sheriff, el protagonismo subrogado que se le concede al niรฑo Rio, muy bien interpretado por Jake Schur; su mirada infantil y mitรณmana respecto a Billy the Kid conduce al espectador en un itinerario hacia el Sur en el que Rio busca a su hermana, raptada y violentada por un familiar, sobre el fondo de un paisaje fronterizo muy bien plasmado en el que las mexicanas hablan en mexicano sin impostaciones y los hรฉroes de leyenda tienen la condiciรณn humana tanto en el bien como en el mal.
De la comedida Sin piedad se da un salto vertiginoso a la astracanada vitriรณlica de Ethan y Joel Coen en The ballad of Buster Scruggs, producida por Netflix en 2018 y compuesta de seis episodios que, con mรกs mofa que solemnidad, se van narrando uno a uno mientras la mano inocente pasa las pรกginas de un viejo libro ilustrado. El primero, que lleva el tรญtulo del filme, es un desternillante musical de canciones vaqueras al modo impertinente en que pueden serlo los Coen enfrentados a los relatos sagrados; y el cine del oeste, claro estรก, es uno de ellos: el evangelio de una รฉpica fundacional. En ese episodio absolutamente desmelenado, las rocas montaรฑosas del icรณnico Monument Valley hacen los coros de una canciรณn, y hay un plano subjetivo de lo que ve el tambor de una guitarra, seguramente el primero de su especie en la historia del cine, incluyendo a Busby Berkeley. Tim Blake Nelson, el algo cargante protagonista, tiene todo el aspecto de haber sido elegido por los directores precisamente por su redicha pesadez: todo rezuma en รฉl miel y maldad, violencia cruda y angelismo barato. En el segundo, โNear Algodonesโ, protagonizado por James Franco, lo mejor es la imagen de un banco aislado en medio de la nada donde un cajero desvalido mata al atracador con tal de no pagar. Y aparecen los indios, que son como los de antes: de lengua macarrรณnica, feroces y con plumaje de guardarropรญa. El mejor episodio del filme es el tercero, โMeal ticketโ, una obra maestra de teatro de la crueldad en la que un Orador de Tespis (Liam Neeson) pasea por las ferias y romerรญas del far west a un joven actor de elocuencia shakesperiana mutilado de piernas y brazos. El final del sketch es de una amargura tragicรณmica. Al ampliar el orador empresario su espectรกculo con una sabia gallina pitagรณrica, esta se hace la estrella del show ambulante, conviviendo en el carromato junto al lisiado, con el natural recelo mutuo. Hasta que, en un alto del camino, una gran piedra que el orador arroja a un rรญo es el vaticinio de la soluciรณn a la rivalidad de los dos artistas. En el รบltimo plano solo la jaula sigue habitada.
De los tres episodios restantes รบnicamente destacan vislumbres y bromas del acostumbrado nivel burlesco. Tom Waits resucita como buscador de oro bajo las miradas de un ciervo y una lechuza persistentes en el cuarto, basado en un cuento de Jack London. En el quinto lo importante es el ruido corporal como agente de la tragedia (el ladrido de un perrito, la tos de un hermano) en una caravana femenina hacia Oregรณn. Y en el sexto, โThe mortal remainsโ, unos restos mortales transportados en el portaequipajes de una diligencia llevan debajo a cinco pasajeros locuaces en un huis clos sin casi nada de John Ford ni de Sartre, y sรญ bastante del Tarantino de Malditos bastardos; el desenlace en un hotel encantado y espeluznante les permite a los hermanos Coen extremar aรบn mรกs su grand guignol.
Hermanos menos traviesos son, en comparaciรณn, los Sisters en el vigoroso pero delicado western de Jacques Audiard, hablado naturalmente en inglรฉs y situado en gran parte tambiรฉn en el agreste Oregรณn; cuando la acciรณn se traslada a California, en uno de sus grandes set pieces, San Francisco es como un El Dorado de sibaritas para estos hoscos buscadores de oro y cazadores de hombres: la visita al hotel de lujo, con el descubrimiento de los cuartos de baรฑo y el agua caliente del grifo, es una escena memorable, aunque ya antes el hermano Eli (John C. Reilly) habรญa aprendido de una buenรญsima mujer de mala vida la existencia y el uso del cepillo de dientes. Mรกs que renovar, Audiard amplรญa el espectro con las nociones de fraternidad masculina, de confesiรณn รญntima, de expresiรณn del yo; no llega a freudiana, como lo era, en una clave queer avant la lettre el histรณrico tรญtulo de Arthur Penn El zurdo, pero llama la atenciรณn que en un filme cuyos personajes femeninos mรกs interesantes, la citada prostituta dental o Mayfield, la reina de una ciudad que lleva su nombre, son ambiguos y deslizantes, los hombres sean lineales, o como lo expresรณ bien en una entrevista el director de Un profeta, โhablan y hablan, y acaban diciรฉndose cosas que nunca antes se habรญan dichoโ. Pelรญcula de mucha trepidaciรณn (โยฟHace cuรกntos dรญas que no nos intentan matar?โ, le pregunta el hermano Charlie al hermano Eli), Los hermanos Sisters tambiรฉn se detiene en la oralidad y la escritura, punteada por el diario que lleva uno de los perseguidos, John Morris (Jake Gyllenhaal), al que vemos esmerarse en cada entrada de su cuaderno. Y los vรญnculos familiares. Las hermandades cรณmplices se duplican โal modo en que lo hace la tragedia griegaโ en las escapatorias y los disfraces, reservรกndose para el final, como anagnรณrisis domรฉstica, la apariciรณn de la madre Sisters que habรญa renunciado a sus hijos y los recupera convertidos en antihรฉroes. ~
Vicente Molina Foix es escritor. Su libro
mรกs reciente es 'El tercer siglo. 20 aรฑos de
cine contemporรกneo' (Cรกtedra, 2021).