Félix de Azúa: El vals de los adioses

Burlón y melancólico, 'Tercer acto' tiene algo de crónica juvenil y a la vez de despedida: concluye una peculiar empresa literaria iniciada por 'Autobiografía sin vida' (2010) y 'Autobiografía de papel' (2013).
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Félix de Azúa

Tercer acto

Barcelona, Literatura Random House, 2020, 222 pp.

Tercer acto, el nuevo libro de Félix de Azúa, concluye una peculiar empresa literaria iniciada por Autobiografía sin vida (2010) y Autobiografía de papel (2013), aunque esta es la entrega más novelesca de la serie. Más que una vida y sus cuestiones concretas, se retrata una especie de peripecia mental y emocional, una sensación y una mirada sobre el tiempo. “Tener conciencia de un mundo o de una parte del mismo es todo lo que podemos llevarnos a la tumba, y esa es la tarea de la literatura”, escribe Félix de Azúa al comienzo de esta novela. “Como es lógico, nada de lo que aquí aparece es real o verdadero en el sentido legal o científico. Por pura honestidad debo adelantar que tampoco los personajes de esta novela creen que haya nada real, aparte de las sentencias judiciales y las matemáticas.” Burlón y melancólico, Tercer acto tiene algo de crónica juvenil y a la vez de despedida. “Es el mundo lo que se aleja cada día con acelerada velocidad, y aunque no lo pierdo de vista, sin duda mi cuerpo ya no puede alcanzarlo. Ha sido una vida bastante buena. He amado la fidelidad de los grandes árboles, la bondad de los animales y la grandeza de los humanos”, escribe. Habla de “un mundo al que veo escapar como un buque que va deslizándose por el borde de un muelle”.

En el libro alternan varios momentos –principalmente mediados de los setenta y también el primer decenio del siglo XXI– y espacios –París sobre todo, pero también Barcelona y Cadaqués–. Es el retrato de un grupo, con personajes como el filósofo exiliado Julio Silvela Silva, que hace pensar en Agustín García Calvo; otros han señalado alusiones a Ferrán Lobo y Víctor Gómez Pin. Está escrito con una prosa precisa y singular, con comparaciones –a menudo naturales– o breves reflexiones que introducen un deliberado elemento lisérgico al relato. Por ejemplo: “La muchacha de la carpeta nunca sabría que le había salvado la vida (esa es la función principal de las muchachas con carpetas)”, “cada vida humana es un brote frágil, efímero y trivial como el grano de una espiga”; dice que “Mina Soria [personaje consistente animalizado] se convirtió en una boa constrictor” y él piensa que “si me mantenía petrificado pasaría de largo como suelen hacer los osos pardos”; “cantos que surgen de las profundidades del alma como géiseres incandescentes”; “la violencia le manchaba como el barro a la marta cibelina”. Al revés: “Las vacas nos miraban con la indiferencia de viejas prostitutas”. Sobre los clientes de un bar: “ellos bermejos y trajeados, ellas grandes terneras normandas que acogían a su inclinado cortejador con un benévolo pestañeo”; hay descripciones de la ropa, asociaciones desconcertantes, observaciones que luego te parecen evidentes pero te han cortado el aliento (“Algunas imágenes fundamentales nunca las veremos, como la de nuestro propio nacimiento y la de nuestra muerte”), sentencias (“Es un error frecuente considerar que lo de uno mismo es excepcional solo porque es infame”; “La belleza es mortal y el primer escalón hacia la locura”; “No hay nazis sin pastoral”); brillantes descripciones: “un escenarista de televisión italiana de los que se suben el cuello de la camisa”; de Julio Silvela Silva dice que “su radical nihilismo se cruzaba frecuentemente con una sentimentalidad de matrona”.

Muestra una combinación de displicencia y ternura dirigidas a quien uno era antes: por ejemplo, el narrador recibe dinero de sus padres, lo que lo hace el más rico de los exiliados; decide que nunca será burgués; la posibilidad del suicidio se convierte en una comedia infantil que le permite creer que ha perdido el miedo “no a la muerte, sino a la vida”; la tertulia de Julio Silvela Silva “era de una moralidad estricta cuyo principio y fundamento ético no era otro que la necesidad de acabar de una vez por todas con el género humano”. Hay un momento de agobio cuando piensan que si muere Franco tendrán que volver a su país. Se produce una desmitificación de un pasado que estamos acostumbrados a imaginar de una manera más romántica y solemne.

Hay una trama, encuentros y desencuentros, un retrato expresionista del sexo, viajes; una especie de quest final, bastante desoladora, con un aire de reencuentro de mosqueteros o western crepuscular. Entre los momentos más divertidos del libro está la visita del narrador, acompañado de su novia italiana, a la casa de Jünger. Antes quedan con un ex de la chica, a la que en el grupo llaman Cicciolina por “su abundante busto y como homenaje al programa radiofónico Voulez-vous coucher avec moi?”, y la cosa recuerda un poco a algunas de las películas de Lubitsch, con la despreocupación del vodevil. Aunque aquí también aparece el peso de la historia. (Tras la ruptura, el vodevil se convierte en película de guerra italiana, donde el protagonista hace, dice, de Alberto Sordi.)

El libro ofrece una visión singular de una generación en España y en Cataluña. Son unos españoles trasterrados en París, y la cultura francesa es importante, como elemento de fondo. Y también lo son las referencias a la cultura europea: la referencia de Jünger, las alusiones al Doktor Faustus de Thomas Mann.

Tercer acto contiene un elemento final de búsqueda y enredo –los personajes ya mayores en una misión tristísima– y en cierto modo recuerda a las novelas tardías de Milan Kundera, como La fiesta de la insignificancia. A veces se insinúan otros libros posibles, el lector ve la muerte como en la “Albada” de Larkin. El aire escéptico y aparentemente fatigado contrasta con una prosa enérgica. Hay un componente lúdico y corrosivo, un gamberrismo elegante, coqueto y brutal: se intuye la sensación de todo lo que el tiempo ha ido llevándose y desgastando y de pronto el narrador se detiene un momento y describe una imagen que guarda con nosotros para siempre. ~

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Daniel Gascón (Zaragoza, 1981) es escritor y editor de Letras Libres. Su libro más reciente es 'El padre de tus hijos' (Literatura Random House, 2023).


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