Jorge Aguilar Mora (1946-2024)

Con el deceso del escritor y acadรฉmico mexicano perdemos a un verdadero maestro, que mostraba su pensamiento en el momento de nacer.
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Como Juan Almela, Tomรกs Segovia, Esther Seligson o Antonio Alatorre, para mantener su nombre entre nosotros podrรญan bastar sus traducciones: elย Heideggerย de Steiner, el libro sobre Kafka de Deleuze y Guattari, elย Felipe IIย de Pierson,ย La literatura y sus tecnocraciasย de Georges Mounin o, entre otros y mรกs reciente, el estudio de Lomnitz sobre el magonismo. Como editor de la colecciรณn Claves โ€“que tristemente ya no aparece en la pรกgina de Eraโ€“ le debemos al menos dos pequeรฑos tesoros:ย Llรกmenme Ismael, de Olson, yย Sastrerรญas, de Samuel Walter Medina. Aun como entrevistador, enย La otra Franciaย (FCE, 1986) dejรณ dos pistas invaluables: Michel Tournier y Georges Perec: โ€œAhora trabajo โ€“le dijo este รบltimo tras la tercera cervezaโ€“ en una novela que serรก la descripciรณn de un edificio de departamentos. Suponga que al edificio le quitamos la fachada y nos encontramos con una especie de tablero de ajedrez de diez por diez.โ€

Comenzรณ publicando dos novelas emblemรกticas de los aรฑos setenta:ย Cadรกver lleno de mundoย (1971) yย Si muero lejos de tiย (1979), ambas en Joaquรญn Mortiz. Son libros voraces, humorรญsticos, melรณmanos, densos y atroces. De ese periodo, cercano a Cortรกzar, a Sarduy, al Hรฉctor Manjarrez de entonces, Aguilar Mora pasรณ a una disposiciรณn, si no hay otros tรฉrminos, mรกs clรกsica: de los beligerantes pรกrrafos desmesurados, heridos, impacientes, de aquellas novelas, a la versificaciรณn tradicional deย Esta tierra sin razรณn y poderosaย (FCE, 1986),ย Stabat Materย (Era, 1996) oย Epifanรญaย (Ediciones del Azar, 2011). No leamos ese trรกnsito como una renuncia; a diferencia de otros โ€“Skรกrmeta y Bryce son buenos ejemplosโ€“, que en los setenta anclaron su escritura a cierta ambiciรณn intelectual y en las siguientes dรฉcadas se hicieron sosos, triunfadores y encantados con el โ€œfin de la historiaโ€, Aguilar Mora huyรณ de un extremo no hacia la simpleza sino rumbo a extremos nuevos, empezรณ otros viajes, se entregรณ no a juntar recompensas sino a dar con nuevas pรฉrdidas. Nunca celebrarรญa, como hicieron muchos en los noventa, el final de la experimentaciรณn.

Su obra crรญtica sobre Paz โ€“La divina parejaย (Era, 1978) yย La sombra del tiempoย (Siglo XXI, 2010)โ€“ fue comentada pero tal vez poco o nada leรญda por unos y otros: de un lado se la esgrimiรณ en tรณpicos de polรญtica superficial, del otro a menudo ni se la advirtiรณ. Aguilar Mora no quiso hacer de ese antagonismo filosรณfico y estรฉtico un eslogan ni una industria; de hecho, se negaba a repetirse, a participar en coloquios ni compendios: ya habรญa escrito lo que habรญa tenido que decir. Justificรณ asรญ su segundo empeรฑo treinta aรฑos despuรฉs del primero: โ€œMuy pocos escritores mexicanos tienen una obra con ideas que ameriten discutirse. […] En cambio, Octavio Paz escribiรณ una obra que vale la pena discutir, interpretar, criticarโ€, palabras que prologan una dura crรญtica con un reconocimiento de admiraciรณn y proximidad.

Para Adela Pineda, la pregunta nietzscheana que Aguilar Mora ve asediar cada movimiento de su maestro Roland Barthes, โ€œยฟquรฉ es esto para mรญ?โ€, define tambiรฉn cรณmo se planta รฉl mismo en el mundo de las ideas y la escritura: el rechazo a pasar por encima, a limar u olvidar lo rebatido; la necesidad de valorar โ€“como un corte en la Historia, una incisiรณn que hace el sujeto para describir quรฉ es el mundo ahoraโ€“; el impulso de autenticidad, aun si la palabra chirrรญa, que acaso explique su trayectoria dispareja o varios de sus pรกrrafos, oscuros y desbalagados, que parecen no llevarnos a nada, lo mismo que una de sus grandes virtudes: no hay texto suyo sin al menos una verdadera idea, nueva, distinta, poderosa. Piรฉnsese en su ensayo sobre el platonismo sensible de Guzmรกn, luego recogido en El silencio de la Revoluciรณn (Era, 2011), o en el extraordinario texto sobre Muerte sin fin como un canto materialista sobre el devenir, publicado en Hispamรฉrica en 2002.

Como Canetti cuando descubriรณ el tema de las masas y se ofreciรณ a รฉl sin reparar en su situaciรณn vital ni en los plazos del mundo, Aguilar Mora se embarcรณ en proyectos gigantescos. El รบltimo, sobre el sigloย XIX, alcanzรณ dos tรญtulos notables,ย Sueรฑos de la razรณnย (Era, 2015) yย Fantasmas de luz y caosย (Era, 2018), apenas el comienzo de una revisiรณn bianual โ€“escrita con frescura, como un joven estudiante que devuelve ligereza a bibliotecas en ruinasโ€“ que, en su cabeza, habrรญa de sumar otros cuarenta y ocho volรบmenes.

Una empresa similar lo llevรณ a viajar por Chihuahua, su estado natal, y a hundirse en archivos desaprovechados, para entregar, en poco mรกs de cuatrocientas pรกginas, un libro รบnico: Una muerte sencilla, justa, eterna (Era, 1990). En รฉl, Aguilar Mora hizo lo que ya no se habrรญa imaginado posible: redescubrir la Revoluciรณn mexicana como un objeto vivo, no desde sus cientos de intรฉrpretes y usufructuarios, sino desde muchos y aun desconocidos testimonios menores; en รฉl se escucha no la voz de Villa โ€“como soรฑรณ Guzmรกn y, tras รฉl, mรกs novelistas y guionistasโ€“ sino la voz del villismo, derrotado y resistente; en รฉl contemplamos su entraรฑable minucia para leer una lรญnea punteada que apartaba los tres รบltimos pรกrrafos de Los de abajo y juzgar por quรฉ Azuela la eliminarรญa tras la primera ediciรณn; en รฉl, tambiรฉn, se lee quizรก el รบltimo capรญtulo de la narraciรณn sobre su hermano David, desaparecido y asesinado en Guatemala en 1965. Esa รญntima senda, que atraviesa y determina la escritura de Aguilar Mora, va a encontrar una conmovedora segunda parte cuando, en La sombra del tiempo, entreteja las pรกginas sobre Pedro Pรกramo con su propia paternidad.

Ahรญ igualmente, y en los respectivos y fundacionales prรณlogos, junto a Rafael F. Muรฑoz, Aguilar Mora reinventรณ a Nellie Campobello, autora esencial de nuestros dรญas: โ€œAntes de Rulfo no hay otro libro [ademรกs de Cartucho] donde la economรญa de expresiรณn y el silencio operen al mismo tiempo con tanta violencia y tanta pasiรณn.โ€ Esos dos rasgos, violencia y pasiรณn, tambiรฉn dan cuerpo al espรญritu crรญtico de Aguilar Mora; la lengua de su escritura es tremenda, contundente, pero su voz personal era tranquila, amorosa y generosa.

No fue un acadรฉmico cumplidor, paper tras paper o libro tras libro, sino un escritor que nadaba naturalmente en la confluencia de la ficciรณn, la crรญtica, la poesรญa y la investigaciรณn. En la cuarta ediciรณn de su relato sobre Un dรญa en la vida del general Obregรณn (Era, 2008), aportรณ sin aspavientos un dato fantรกstico que, ya cerca de jubilarse en Maryland como profesor emรฉrito, tuvo la curiosidad de buscar en los archivos del Servicio de Inteligencia Militar de Estados Unidos: a Obregรณn le diagnosticaron sรญfilis en una clรญnica gringa: โ€œLos propรณsitos de enmienda que se impuso Obregรณn [tras un probable affaire con Marรญa Conesa, conjetura que tambiรฉn hace posible Aguilar Mora] tuvieron fruto. Para fines de 1915, en Hermosillo, Obregรณn pidiรณ al fin la mano de Marรญa Tapia y a principios de 1916 se casaron. No sรฉ si fueron muy felices, porque para entonces a Obregรณn le faltaba el brazo derecho y probablemente ya estaba enfermo de sรญfilis.โ€

Con el deceso de Jorge Aguilar Mora perdemos a un verdadero maestro, cuya descripciรณn se ajusta a lo que รฉl dijo de Barthes: โ€œNo enseรฑaba informaciรณn ni ofrecรญa sistemas acabados y solipsistas; mostraba su pensamiento en el momento de nacer, en el momento de reconocerse, en el momento de negarse.โ€ No hablaba de todo ni querรญa saberlo todo. Contaba en sus textos cรณmo y cuรกndo habรญa conocido algo, una idea, una obra. Leer sus libros es visitar una terquedad, un paseo de figuras que retornan: Vallejo, Nietzsche, Martรญn Adรกn, Gorostiza, Campobello, Rulfo, Deleuze. Tambiรฉn Martรญn Lรณpez, hermano de Pablo Lรณpez, villista fusilado, y tambiรฉn David, su hermano. En esa danza alguien observa, aquilata, vuelve, enfatiza, repasa, difiere y ahรญ, en รณrbita, se juega su propio sentido.

ยฟY dรณnde estรกn las palabras? ยฟY cuรกles escojo? ยฟY quรฉ harรฉ con ellas? โ€œTรบ solo piensas en el absolutoโ€, me dijiste un dรญa, sin recriminaciรณn, sin aprobaciรณn,

Y ya puedes agregar que irรฉ a buscarlas ahรญ donde todavรญa las seguimos diciendo.

(Jorge Aguilar Mora, La bella molinera, 2011) ~

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