Los libros y la vida

Ávido lector desde niño, educado como administrador y formado en las tiendas de autoservicio, René Solís es uno de los grandes editores mexicanos. Lejos de las demagogias oficialistas, sus memorias dejan ver un tenaz empeño por propiciar el encuentro entre libros y lectores.
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Toda una vida resumida en una sola palabra: libros. Leerlos, editarlos, publicarlos, distribuirlos, promocionarlos, venderlos. Libros. Acariciarlos, olerlos, atesorarlos. Libros desde la primera infancia: libros ilustrados; libros en la adolescencia: grandes aventuras y misterios; libros en la escuela para adquirir conocimientos; libros para brindarnos placer y ayuda; libros en la vejez para releer y consolarnos.

Las constituciones y los códigos son libros que rigen nuestra vida pública. La conducta privada de miles de millones de personas está determinada por libros sagrados, como la Biblia y el Corán. Hay quienes no leen, pero escuchan audiolibros. Hay personas que no leen, pero siguen historias en la televisión o el cine (que se nutre de libretos, es decir: de libros sin pasta). “Todo, en el mundo, existe para concluir en un libro”, escribió Mallarmé… en un libro.

Normalmente al pensar en un libro pensamos en el autor. Son glamurosos, dueños de un ego potente, que quieren exhibir al mundo a través de su escritura. Mientras leemos un buen libro, raramente pensamos que este quizás no estaría en nuestras manos de no ser por la visión y tenacidad de un editor. El hombre (o mujer) que recibe el manuscrito, lo valora, lo corrige si es preciso, que aconseja al autor, que le paga un anticipo, que pone en marcha toda una industria para lograr que el contacto autor-lector se realice. Un gigantesco esfuerzo destinado a dar placer y conocimiento al lector.

¿Qué es un editor? Aquel “que ama leer y compartir su experiencia con los demás”. Lo dice René Solís, uno de los grandes editores mexicanos. “El editor es alguien que quiere compartir, así de simple.” Compartir de algún modo “la lectura, las ideas, las interrogantes, el entretenimiento, los conceptos”. Un editor es alguien que no pierde de vista nunca “que los libros deben ser leídos”. Un libro intonso (que nunca ha sido abierto) no es un libro muerto, es una semilla en espera de que la tierra propicia –el lector– la haga germinar.

René Solís comenzó vendiendo colecciones de libros en supermercados, adquirió experiencia editorial en la revista Expansión, más adelante se dedicó a distribuir en México libros españoles, abrió su propia editorial, comenzó a editar libros para niños y después libros de texto. Promexa era el nombre de su editorial. Gracias a la tenacidad de René Solís el sello fue creciendo, adquirió otros sellos, como Patria y Nueva Imagen. Y finalmente lo vendió. Trabajó en Citem (negocio encargado de la distribución de periódicos y revistas). Contaba con sesenta años cuando Planeta lo invitó a ser su director en México. Tras un brillante paso por esa editorial transnacional, realizó labores en una ong sobre temas de la ciudad y ahora, desde hace once años, dirige y edita el portal Música en México. Toda una vida dedicada a los libros, como publisher, como editor, como administrador, como lector infatigable.

Y sí, al principio fue el Verbo. “Crecí rodeado de libros. Mi madre leía todo lo que le caía en las manos”, recuerda Solís. “En casa había una notable avidez por leer y su biblioteca estaba llena de libros.” Tres son las condiciones ideales para que un niño se convierta en un lector de toda la vida. La primera, que en su casa haya libros; la segunda, que vea a sus padres leer; y la tercera, leerle en voz alta. “Desde niño me convertí en lector. Me apasionaba leer y siempre esperaba que me regalaran libros o dinero para comprarlos.” En el Colegio Americano, donde realizó sus primeros estudios, había “una amplia biblioteca”. La apertura de la Biblioteca Benjamín Franklin cerca de su casa fue otro milagro feliz. Con una beca y el apoyo de la empresa en la que trabajaba, fue a Harvard a estudiar administración de empresas. En esa prestigiada universidad “aproveché el acervo de la biblioteca Widener para seguir atento al mundo de la literatura”. Aparte de sus clases, asistía a seminarios literarios. Fue alumno del gran hispanista Raimundo Lida, conoció a Harry Levin. De regreso a México se reincorporó a la empresa en la que trabajaba, la llantera General Popo. Anoto un dato curioso: tanto Juan Rulfo, nuestro mayor novelista, como Gabriel Zaid, la persona que más ha teorizado sobre la situación del libro en México, como René Solís, uno de los editores más destacados, trabajaron en empresas llanteras antes de dedicarse a la literatura.

La experiencia como administrador “resultó muy útil cuando se cruzó el mundo editorial en mi vida”. De la llantera pasó a Aurrerá, la tienda de autoservicio, en donde pudo ver de cerca el negocio de la venta de libros en el supermercado. Esta experiencia fue capital en el desarrollo de su carrera como editor.

¿Por qué se lee tan poco en México? Demagógicamente se atribuye esto al precio de los libros. “Puedes tener la fantasía –afirma Solís– de que si el libro se vende a un peso vas a vender millones, pero no es cierto.” “El principal problema del libro en México es el de la distribución. Hay muy pocos puntos de venta.” Más que barato, el libro debe ser accesible. No me refiero solo a la falta de librerías o al mal servicio y pobre surtido de las bibliotecas municipales, los libros pueden venderse en papelerías, en puestos de periódicos, en supermercados, incluso –con ingenio– en las abarroterías. “Todavía hay muchas formas de vender libros. Solo se trata de inventarlas, organizarlas y ponerlas en práctica. Hay millones de lectores potenciales ahí afuera y hay que salir a buscarlos.”

Lo importante es que el lector encuentre libros a la mano. Puede ser en bibliotecas, librerías, en los puestos de periódicos. El libro digital facilita el acceso. Cualquier persona con un teléfono celular puede acceder a miles de títulos. No hay pretexto para no leer. Lo que hay son pésimas estrategias para acercar los libros a la gente, como las que el demagogo Paco Ignacio Taibo II impulsa desde el Fondo de Cultura Económica, que vive sus horas más bajas. “Soy de la opinión –sostiene Solís– de que la gente no compra libros por el precio. La gente compra el libro porque lo quiere leer.” Los libros, y en esto los editores juegan un papel capital, deben salir en busca de sus lectores. Es pésimo el servicio que se da en las librerías. Los que ahí trabajan no conocen lo que venden. Si alguien pregunta por un libro lo primero que hacen los empleados es buscarlo en su computadora. ¿Cómo es posible que no conozcan lo que venden si pasan la mayor parte del día en la librería? Son libreros sin imaginación. Esperan que el cliente vaya a la librería, no lo salen a buscar. En este sentido, el libro de René Solís, para quien sepa leerlo, ofrece muchas posibilidades para el editor, para el librero, para el distribuidor. Pero, sobre todo, Entre libros y editores ofrece placer a sus lectores, por su prosa fluida, por su experiencia de vida, por la vivacidad de sus anécdotas, por el conocimiento acumulado y expuesto, por su intenso, leal, apasionado amor al libro.

Amor a los libros significa amor por la cultura y esto a su vez significa tratar de conocer la vida, hacerle las preguntas adecuadas. Vivir la vida es algo más que transcurrir en ella, más que trabajar, divertirse y procrear. Vivir la vida (la vida verdaderamente vivida, que decía Proust) es entenderla, buscar una forma de saber vivir. El libro de René Solís rezuma sabiduría. Encontramos, más que las memorias de un gran editor, las vivencias de alguien que encontró pronto el sentido de la vida y le supo sacar todo el provecho posible.

Entre libros y editores ofrece con generosidad la experiencia de un editor. Su tema son los libros, el mundo editorial, las ferias, los agentes literarios, los derechos de autor, la manera de lidiar con las esposas de los autores, el arte de vender, de fichar a un escritor, etcétera. Todo lo relacionado con el mundo del libro. Pero más que nada uno encuentra la voz de un amigo que nos invita a leer, a conocer, a plantearse preguntas, a deslumbrarse.

Ante este libro solo cabe “levantar una copa, una cerveza o un refresco en su honor” y agradecerle su admirable misión. Gracias, René, gracias por haber hecho tan buenos libros. ~

René Solís

Entre libros y editores. Memorias

Ciudad de México, Tusquets, 2024, 198 pp.


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