La posibilidad que tiene una mujer para establecer un acuerdo, remunerado o no, de gestaciĆ³n para alguien mĆ”s es motivo de divisiones āirreconciliables, parecieraā entre los feminismos, empezando desde la manera en la que se nombra ese acuerdo: mientras que el tĆ©rmino āmaternidad subrogadaā es criticado por algunas por suponer la maternidad jurĆdica o emocional de quien gesta, el concepto de gestaciĆ³n subrogada es seƱalado por otras por considerar que legitima una prĆ”ctica nociva a la que prefieren referirse como āalquiler de vientresā o āexplotaciĆ³n reproductivaā.
Para las autodenominadas feministas radicales,
((A nivel mundial Stop Surrogacy Now es quizĆ” la coaliciĆ³n mĆ”s conocida, y en MĆ©xico femmva es la mĆ”s notoria. āNo somos vasijasā es un grupo de abolicionismo surgido en EspaƱa; sus argumentos se pueden consultar en nosomosvasijas.eu.
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la ārenta de Ćŗterosā es inherentemente deplorable; la Ćŗnica respuesta admisible es rechazarla mediante su absoluta prohibiciĆ³n. Consideran que no es mĆ”s que una forma de esclavitud disfrazada, reflejo de una estructura de opresiĆ³n que reduce a las mujeres a meras āvasijasā y se aprovecha de sus necesidades econĆ³micas con el fin de enriquecer a una industria millonaria y satisfacer el deseo de unos cuantos por tener hijos biolĆ³gicos. Afirman que cualquier tipo de regulaciĆ³n normaliza esa prĆ”ctica y sospechan que cualquier postura distinta a la suya debe esconder un interĆ©s econĆ³mico, una intenciĆ³n patriarcal o una evidente ingenuidad liberal.
Los abusos documentados alrededor del mundo contribuyen a fortalecer estas intuiciones: quienes contratan suelen tener un poder adquisitivo mayor que las mujeres que gestan, lo que favorece situaciones de explotaciĆ³n, sobre todo en acuerdos transfronterizos. Con frecuencia, los intermediarios actĆŗan de manera inescrupulosa, reclutando mujeres en condiciones de marginaciĆ³n y haciĆ©ndolas firmar contratos dudosos, omitiendo informaciĆ³n acerca de los riesgos a los que se someterĆ”n e incurriendo en graves conflictos de interĆ©s. DespuĆ©s realizan ferias alrededor del mundo, ofreciendo catĆ”logos de gametos āVIPā y la promesa de entregar un hijo con caracterĆsticas especĆficas āpor lo general, blancas y occidentalesā con la mayor comodidad posible para quien contrata, lo cual incluye, por ejemplo, que puedan determinar la forma y fecha de su nacimiento.
La existencia de estos casos es innegable, pero son solo una parte de la historia, en la que ademĆ”s el prohibicionismo ha resultado un mecanismo inĆŗtil. Lejos de eliminar la gestaciĆ³n subrogada, su prohibiciĆ³n en paĆses previamente permisivos ha llevado a que continĆŗe de forma clandestina o bien migre a otras regiones. La penalizaciĆ³n tampoco ha tenido como consecuencia la desapariciĆ³n de la industria ni de sus representantes mĆ”s cuestionables, sino el encarcelamiento de mujeres pobres y su mayor precarizaciĆ³n. Sin asĆ buscarlo, la prohibiciĆ³n ha profundizado los problemas que pretende resolver.
Los paĆses europeos, representantes destacados del abolicionismo, podrĆ”n penalizar estos acuerdos dentro de sus fronteras e implementar dicha prohibiciĆ³n de manera relativamente efectiva, pero no pueden impedir que sus ciudadanos viajen a otros paĆses para llevarlos a cabo. Estados como el francĆ©s y el espaƱol sin duda lo han intentado, negando documentos de identidad a reciĆ©n nacidos que llegan al paĆs como resultado de acuerdos de gestaciĆ³n transfronteriza, atrapĆ”ndolos en un limbo jurĆdico y geogrĆ”fico durante aƱos. Esto tampoco ha servido como mecanismo disuasorio. En cambio, le ha valido a Francia dos sentencias en su contra por parte del Tribunal Europeo de Derechos Humanos (los casos Labassee y Mennesson), en las que se concluyĆ³ que el Estado francĆ©s habĆa violado el derecho a la vida privada de los niƱos al negarles el reconocimiento de los vĆnculos de filiaciĆ³n con quienes habĆan actuado como sus padres durante mĆ”s de diez aƱos y con quienes tenĆan ademĆ”s vĆnculos genĆ©ticos. El tribunal estableciĆ³ en ambas sentencias que el argumento del Estado francĆ©s para no otorgar documentos de identidad no era compatible con su obligaciĆ³n de tomar en cuenta el interĆ©s superior de los menores como consideraciĆ³n primordial en todas las decisiones que afecten su vida. A la fecha, la polĆtica de Francia continĆŗa siendo negar dichas solicitudes.
Mientras estas naciones insisten en el argumento de que su interĆ©s pĆŗblico justifica violar los derechos de niƱas y niƱos, la prĆ”ctica migra a paĆses con mayor desigualdad e instituciones mĆ”s dĆ©biles, donde los abusos documentados son mayores y donde se termina legislando de manera improvisada en respuesta a escĆ”ndalos mediĆ”ticos y con base en prejuicios y desinformaciĆ³n.
El caso de Camboya es un ejemplo claro: al convertirse en un destino de gestaciĆ³n subrogada internacional tras las restricciones impuestas en paĆses vecinos, el Ministerio de Salud publicĆ³ una directriz que estableciĆ³ la suspensiĆ³n provisional de la gestaciĆ³n por contrato comercial y su equiparaciĆ³n con el trĆ”fico de personas. Esto llevĆ³, en julio de 2018, al arresto de 32 mujeres por participar en acuerdos de este tipo. Permanecieron seis meses en prisiĆ³n, todas embarazadas. En diciembre pasado, fueron liberadas bajo la condiciĆ³n de que aceptaran criar a los niƱos que habĆan parido como sus hijos.
((Eleanor Lynam, “Cambodia releases detained surrogates”, BioNews, nĆŗm. 979, 10 de diciembre de 2018.
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Este no parece ser un resultado deseado por las abolicionistas, que tienden a considerar a las mujeres gestantes como vĆctimas y no como posibles victimarias de los delitos que su corriente insiste en tipificar; pero es un desenlace imposible de desvincular de las narrativas que han fomentado, pues equiparan la gestaciĆ³n subrogada no solo con la trata de personas sino con la venta de niƱos. Al mismo tiempo, la nociĆ³n ādurante siglos combatida desde los feminismos en relaciĆ³n con el abortoā de que una mujer embarazada necesariamente genera un vĆnculo con el producto que gesta es evocada con frecuencia por las abolicionistas para argumentar en contra de la prĆ”ctica y resaltar que, ademĆ”s de una forma de explotaciĆ³n, implica una cruel separaciĆ³n entre las niƱas y los niƱos resultados de estos acuerdos y sus āverdaderas madresā. De nuevo, lejos de combatir los casos de explotaciĆ³n, esto contribuye al estigma y criminalizaciĆ³n de las mujeres que participan en acuerdos de gestaciĆ³n remunerada.
Entre las feministas que no se identifican con el abolicionismo existe un amplio espectro de posiciones y debates. Hay personas crĆticas de los discursos fomentados por la industria de la reproducciĆ³n asistida, particularmente en relaciĆ³n con las narrativas raciales que fomenta
((Carolin Schurr, āFrom biopolitics to bioeconomies: The ART of reproducing white futures in Mexicoās surrogacy marketā, 2017.
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y la dicotomĆa entre altruismo e interĆ©s econĆ³mico planteada por quienes rechazan el āmercadoā de la gestaciĆ³n subrogada, pero afirman su legitimidad si se realiza sin dinero de por medio.
((Amrita Pande, Wombs in labour: transnational commercial surrogacy in India, Columbia University Press, 2014, y April Hovav, “Producing moral palatability in the Mexican surrogacy market”, Gender & Society, vol. 33, nĆŗm 2, 2019, pp. 273-295.
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Existen organizaciones que documentan patrones de abusos fomentados por intermediarios y trabajan por encontrar la manera de distinguir las situaciones de explotaciĆ³n.
((Por ejemplo, SAMA en la India: samawomenshealth.in
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Hay estudios etnogrĆ”ficos que buscan dar voz a las propias mujeres gestantes y seƱalan sus motivaciones mĆŗltiples, complejas y a ratos contradictorias. La pregunta clave es si se pueden establecer reglas del juego que permitan la existencia de contratos Ć©ticamente aceptables y en quĆ© tĆ©rminos. Son cuestionamientos complejos pero genuinos, descartados a priori por la perspectiva āradicalā.
El debate entre las posturas feministas con respecto a la gestaciĆ³n subrogada se remite a un desacuerdo de fondo sobre, entre otras cosas, el contenido del concepto de autonomĆa y la posibilidad de tomar decisiones Ćntimas, riesgosas y controversiales en contextos de desigualdad y ante intereses de mercado poderosos. Buscar consensos claros entre posiciones tan contrarias serĆa poco realista. Pero descartar cualquier perspectiva distinta bajo la acusaciĆ³n de intenciones perversas cede el espacio para que clĆnicas, agencias y otros grupos de interĆ©s continĆŗen dominando la prĆ”ctica y los Estados e instancias internacionales ofrezcan respuestas torpes ante estas realidades. MĆ”s aĆŗn, descartar la voz de las propias mujeres gestantes por considerarlas enajenadas desperdicia una oportunidad importantĆsima para acercarse hacia un feminismo mĆ”s horizontal que estĆ© dispuesto a escuchar, discutir y, de forma honesta, considerar la posibilidad de equivocarse. ~
es coordinadora de investigaciĆ³n del GIRE