Huevos duros

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Veo tres pelĆ­culas en unos pocos dĆ­as y en cada una de ellas los protagonistas pelan y se comen huevos duros. Recuerdo dos y olvido la tercera. Eso me obliga a volver a ver unas cuantas, pero no encuentro la secuencia (que quizĆ” he soƱado). Un mes despuĆ©s estoy viendo otra peli y los rivales comparten unos huevos duros. Lo que me obliga a reescribirme por dentro (sin llegar al adn). El huevo ocupa media pĆ”gina del Diccionario de sĆ­mbolos de Cirlot, asĆ­ que repesco el lote. Estas son las pelis… y alguna mĆ”s (el nĆŗmero entre corchetes es la nota en FilmAffinity).

AnatomĆ­a de un asesinato, Otto Preminger (1957) [8]. El abogado, encarnado por James Stewart, come unos huevos duros con el veterano colega que interpreta Arthur Oā€™Connell, quien cumple el ritual de dejar de beber para ayudar a su amigo a defender a un indefendible y fascinante Ben Gazzara, al que se acusa de haber asesinado al presunto violador de su esposa, que es Lee Remick. La mĆŗsica es de Duke Ellington, que aparece tocando con su banda y compartiendo el teclado con James Stewart. Todo es ambiguo y confuso, excepto la honradez de Stewart, que nunca falla. Fue fiscal del condado y ahora se dedica a pescar. La escena en que los dos abogados se comen los huevos duros al aire libre mientras comentan el difĆ­cil caso que tienen entre manos es la alegrĆ­a de la amistad.

La segunda es Ammonite, Francis Lee, 2020 [6,5]. Kate Winslet desaliƱada y muy mal vestida es la paleontĆ³loga inglesa del siglo XIX Mary Anning, que en esta peli sobrevive con su madre al filo de la pobreza en la Ć”spera costa inglesa vendiendo fĆ³siles a los turistas. Saoirse Ronan interpreta a una joven de buena sociedad deprimida que se recupera en la modesta casa de la cientĆ­fica a la que se le niegan sus hallazgos. Ambas encuentran el amor. Mary Anning sobreviviĆ³ con quince meses a un rayo (como Luis Alegre). AquĆ­ viene a cuento (por los pelos) por la Ć©poca, por la ciencia y porque ambas son autopromociones britĆ”nicas, la pelĆ­cula La duda de Darwin (Creation, Jean Amiel, 2020) [6]. No he vuelto a verla, asĆ­ que no sĆ© si era la tercera en la que comĆ­an huevos duros.

Y la tercera es Carretera asfaltada en doble direcciĆ³n (Two-Lane Blacktop, Monte Hellman, 1971) [6,8]. O sea, como fijĆ³ para siempre Ignacio MartĆ­nez de PisĆ³n: Carreteras secundarias. Es nihilismo sobre ruedas, el grado cero de Easy rider, sin ilusiĆ³n ni adornos ni futuro. Tan desnuda como el propio automĆ³vil. Los protagonistas, el conductor y el mecĆ”nico, de veintipocos aƱos, van en un Chevrolet del 55 con el que compiten en olvidables carreras nocturnas. La chica, la actriz Laurie Bird, quizĆ” menor de edad, se sube a los coches segĆŗn la costumbre de la Ć©poca. Los tres coinciden en la ruta con un adulto patĆ©tico que pilota un flamante GTO y recoge autoestopistas para contarles las vidas que inventa sobre la marcha. Los jĆ³venes no hablan, excepto si hay que cambiar una bujĆ­a. El conductor, encarnado por el mĆŗsico James Taylor, que no volviĆ³ a actuar en el cine, corta en seco al charlatĆ”n del GTOā€“Warren Oates, que se llevĆ³ un Ɠscar por este papelā€“, cuando intenta endosarle una de sus monsergas imaginarias:

ā€“Tu vida no me interesa.

Los cuatro comparten huevos duros en la cuneta, en una breve tregua lacĆ³nica. La peli es tan actual que da miedo. Comunica con el casi documental Nomadland, de ChloĆ© Zhao, 2020 [7,3], para gloria y dolor de Frances McDormand. Estas cintas explican, una avant la lettre y otra sobre la marcha, el crack del 2008 y el clĆ­max del desastre que ha encumbrado a Trump. McDormand, con todo perdido, saca empatĆ­a de su tragedia viajando en una furgona.

Y con eso, sin dejar el apocalipsis, llegamos a George Clooney, viejo con niƱa, en Cielo de medianoche, (George Clooney, 2020) [5], donde el guion es lo de menos porque se trata del fin de la humanidad en la tierra, severa admoniciĆ³n sobre el cambio climĆ”tico y la sindemia, vocablo del mes que revela la mezcla de pandemias diversas que padecemos. Combinado con la exploraciĆ³n de planetas habitables y, lo que es peor, con los remordimientos de una vida.

El clĆ”sico de los huevos duros es La leyenda del indomable (Cool hand Luke, Stuart Rosemberg, 1967) [7,9], drama carcelario en el que un Paul Newman pletĆ³rico se come cincuenta huevos por una apuesta. El inicio de esta pelĆ­cula muestra a Newman en pleno poderĆ­o existencial decapitando los parquĆ­metros de su pueblo y bebiendo cerveza.

Dos clĆ”sicos que acabo de ver varias veces a ver si encontraba la escena de los huevos duros: El gabinete del doctor Caligari, Robert Wiene, 1920, [8,1], tan kafkiana con el sonĆ”mbulo Cesare, la confusiĆ³n de los mundos y la escenografĆ­a de espanto. El protagonista dice en medio de la ola de crĆ­menes:

ā€œNo descansarĆ© hasta comprender todas las cosas terribles que ocurren alrededor.ā€

Pero la mĆ”s apropiada para este 2021 de pandemia tras la toma del Capitolio y el Ć©xito del ajedrez por la serie de Netflix Gambito de dama podrĆ­a ser El sĆ©ptimo sello, Ingmar Bergman, 1957 [8,1], en la que el caballero que regresa agotado de las cruzadas juega al ajedrez con la muerte para ganar un poco de tiempo a ver si le vuelve la fe. Es humorĆ­stica terminal y lo tiene todo: el famoso silencio de Dios, el cĆ³mico alegre al que se le aparece la virgen que solo Ć©l ve, la chica que va a ser quemada viva por yacer con el diablo, los penitentes, la mujer que espera a su caballero durante diez aƱos, el pintor… es una road movie en la peste negra. Ideal para estos dĆ­as. Compartir unos huevos duros invita a crear un nuevo mundo o a conformarse con este. ~

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(Barbastro, 1958) es escritor y columnista. Lleva la pƔgina gistain.net. En 2024 ha publicado 'Familias raras' (Instituto de Estudios Altoaragoneses).


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