El metaverso que anuncian es un anticipo para que nos vayamos adaptando. El autĆ©ntico metaverso, mejor multiverso, lo tiene cada cual en su cabeza y hasta hace poco funcionaba en fase experimental, un juguete para visionarios de Silicon Valley y para billonarios en general. Ahora es una realidad y yo lo estoy probando, aunque por la clĆ”usula de confidencialidad no deberĆa decir nada, asĆ que este texto es ficciĆ³n. En realidad es ficciĆ³n porque como este multiverso va tan rĆ”pido cualquier cosa que se diga pertenecerĆ” al pasado. Un pasado increĆblemente remoto y extinguido. Una hora en el tiempo de la antigua vida real es media eternidad en el mundo nuevo, asĆ que nunca podrĆa quebrantar aquella remota clĆ”usula de confidencialidad porque cualquier cosa que cuente ya estarĆ” tan lejos de lo que ocurre ahora como los dinosaurios lo estaban del siglo xxi del tiempo ordinario. Esta lejanĆa incalculable e incomprensible es el motivo por el cual los visionarios tecnĆ³logos y billonarios genĆ©ricos parecen tan alejados del mundo carnal en el que la humanidad ha vivido siempre: simplemente ellos ya no estĆ”n aquĆ. Sus cuerpos son ellos mismos, pero funcionan por inercia, la rutina de la homeostasis y las costumbres. Sus cerebros siguen siendo los mismos, pero ellos saben que sus vidas reales, sus emociones de verdad, estĆ”n en otra parte. En ese multiverso que empezĆ³ como un experimento o un juego y ahora es todo y lo Ćŗnico. Y pronto estarĆ” al alcance de fortunas moderadas.
El mĆ©todo primitivo para entrar ha evolucionado poco: una conexiĆ³n directa capaz de volcar el contenido del cerebro ātodo el sistema nerviosoā en una red difĆcil de imaginar desde aquĆ. Eso es todo. Hasta hace poco se podĆa pasar el cerebro completo a ceros y unos, pero el lenguaje binario, tan eficaz y tan simple, laminaba la inmersiĆ³n: el explorador no se sentĆa en ese metaverso con la misma intensidad que en su propia vida normal. Pero el sigiloso avance en computaciĆ³n cuĆ”ntica ha permitido saltar a un sistema que no admite comparaciĆ³n con esa vida. Esto lo sĆ© por los tutoriales y porque en parte lo estoy viviendo. En mi condiciĆ³n de servidor, peĆ³n o auxiliar apenas he pasado de los primeros niveles, que son obligatorios para ir haciĆ©ndose con el nuevo multimundo y no perder la cabeza. La inmersiĆ³n es progresiva y los poderes se corresponden con los mĆ©ritos, que se compran y se venden como siempre (eso es fĆ”cil, la escala de privilegios resulta familiar).
El caso es que aun en los niveles de iniciaciĆ³n en los que yo me muevo la sensaciĆ³n es de poder absoluto, sin mĆ”s limitaciones que las que te impongan, por acciĆ³n u omisiĆ³n, los exploradores de mayor rango, que hasta ahora no han reparado en mĆ. Aunque es cierto que solo por saber que esas jerarquĆas existen y que en cualquier momento te pueden afectar (someter, vejar y, llegado el caso, matar), no acabas de estar tranquilo, siempre estĆ”s en alerta, sintiendo la borrosa amenaza de un poder ominosoā¦ o sea, igual que en la vida ordinaria. Por lo demĆ”s eres todopoderoso.
AquĆ no necesitas como en el metaverso bĆ”sico o en los juegos que te construyan escenarios ni argumentos ni personajes. Todo sale de tu voluntad y no hay lĆmite para lo que aquĆ fuera llamĆ”bamos efectos especiales. Por decirlo rĆ”pido: literalmente eres Dios.
Por ejemplo, imagina que partes de cero: en cuanto se configura tu sistema nervioso en la mĆ”quina (si es una mĆ”quina), te encuentras en la nada. La facilidad para crear el mundo entero āinfinitos mundos, infinitos yoesā es asombrosa. Tan fĆ”cil es crear como destruir. Claro que hay complementos: los justifican diciendo que si solo tuvieras tu sistema nervioso, tus recuerdos, tu vida anterior, podrĆas tender a recrear el mundo que conoces. Aunque tuvieras mucha imaginaciĆ³n y muchos conocimientos (me libro de esa presiĆ³n: no es mi caso) acabarĆas por reproducir el mundo conocido, tan vivido, tan variado y tan entretenido (aunque desde aquĆ parece elemental). AsĆ que el primer consejo del nivel bĆ”sico es cambiar tu configuraciĆ³n neuronal, que ahora es un software heredado y en parte autoeditado, y aumentar la capacidad. Entonces se produce el milagro y empiezas a crear mundos infinitos y a vivirlos con tal intensidad que si te ocurriera en el antiguo estado humano carnal te estallarĆan las cĆ©lulas. Fuera de estas torpes aproximaciones este multiverso es indescriptible. En mi primera entrada acababa de ver la pelĆcula Orfeo, de Jean Cocteau, de 1950, con Jean Marais y MarĆa Casares, que interpreta a la Muerte, asĆ que para no excederme empecĆ© por reproducir ese mundo increĆble de Cocteau en el que entran y salen de la muerte a travĆ©s de los espejos. Una pelĆcula ayuda a empezar las prĆ”cticas. Las posibilidades del multiverso son infinitas en todas direcciones, de modo que no he sabido salir de esa suma de adicciones. Pero eso da igual porque, por la misma razĆ³n, puedes desdoblarte sin fin: solo en la vida anterior estaba vedada la omnipresencia, y eso llegĆ³ a parecernos normal.
Incluso en este nivel bĆ”sico de iniciaciĆ³n puedes activar a tus seres queridos, vivos o muertos; no una proyecciĆ³n de tus recuerdos, sino tus seres queridos autĆ©nticos, los de verdad. Si quieres puedes traerlos completos.
Al redactar este breve informe he dejado lo esencial para el final, pues habrĆ” quien haya abandonado y asĆ se libra de esta revelaciĆ³n que, por lo demĆ”s, es obvia. De este mundo no se vuelve. Se puede, pero nadie lo ha hecho. Yo he vuelto por unos minutos porque me contrataron para esto, para ver si el mundo anterior sigue existiendo y si es tal como lo recordamos o, mejor, tal como lo olvidamos. Certifico que una vez que pruebas el multiverso la vida ordinaria es insoportable. AsĆ que dejas aquĆ tu cuerpo y Ć©l sigue su vida limitada y, desde su punto de vista, acaso apasionante.
Pronto se podrĆ” comprar el acceso a estos mundos. La paradoja es que para funcionar y mantenerse necesitan la antigua realidad, su energĆa y sus mĆ”quinas cuĆ”nticas y su agua limpia. Y quizĆ” por eso insisten tanto en hacerla sostenible. ~
(Barbastro, 1958) es escritor y columnista. Lleva la pƔgina gistain.net. En 2024 ha publicado 'Familias raras' (Instituto de Estudios Altoaragoneses).