Concibió pronto el musculoso proyecto de su Comedia, no Divina, sino Humana. Una manera de organizar en estructura el torbellino narrativo. Así como el naturalista Buffon describió y clasificó especies animales, él describiría tipos humanos, todos los tipos. Sería naturalista de la vida social. La señorita mariposa, el banquero rinoceronte, el escritor tapir, la leona social en cacería, la cordera mademoiselle Grandet dispuesta ya al sacrificio, Vautrin alacraneando por aquí y por allá. A cada especie social corresponde un personaje, que no falte ninguno: el verdugo solitario, el puntilloso cura de Tours, las cortesanas deliciosas, su esplendor y decadencia. Todas las criaturas debían ser descritas puntualmente jugando su papel en las novelas del desmesurado proyecto.
Y claro, en esta ambición de totalidad no puede faltar la institución por excelencia del siglo XIX, el matrimonio burgués. El matrimonio, gozne que ar- ticula la vida social, tiene que figurar por todas partes en el mapa de este artista que se hacía llamar notario de la sociedad.
No es raro, por tanto, que haya consagrado un estudio, y gran número de novelas, al asunto. El estudio se titula Fisiología del matrimonio y él lo calificó de meditación sobre la felicidad y desdicha conyugal. Se supondría que una reflexión como esta habría de brotar de la amplia experiencia del autor en la materia, pero no, Balzac era joven inexperto cuando la escribió, es uno de sus primeros libros. Era inexperto, como digo, pero observador paciente, malicioso y exacto, como debe ser el entomólogo de la sociedad.
“Segundo éxito completo”, escribe su biógrafo, René Benjamin (traduce Cernuda); el primer triunfo fue su novela El último chuan. “Se aplaudió y asustó, pero se habló del autor en todos los salones, y en algunos desearon verle.”
–Y tiene talento, ¿sabéis, amigo mío? –dice madame Récamier (acerca del joven Balzac) al señor de Chateaubriand…
–Sí, pero son horribles sus medias azules… –responde Chateaubriand.
El futuro del escritor es promisorio, Balzac está ya en camino a ser el mariscal de las letras de Francia, el Gran Batracio que modeló Rodin. (Desde el punto de vista de la escultura, sentenció Brancusi, un sapo es más hermoso que una mujer.)
Es notable la perspicacia de muchas observaciones de esta Fisiología, un ejemplo entre mil: Consejo a un marido, si tu mujer de pronto se hace devota y no sale de la iglesia, pesquisa cuanto antes porque lo más probable es que haya tenido la debilidad de engañarte y, contrita, busca en la religión calmar su conciencia torturada por el ardor de su pecado.
Otra característica, adelantada, del libro es que en sus reflexiones, cosa insólita en el siglo XIX, defiende a las mujeres, quienes como se sabe era tenidas por criaturas ineptas, necesitadas en todo momento de tutela y guía por ser ellas mismas incapaces de autonomía ninguna.
El matrimonio tal como lo conocemos, declaran los sabios, es institución reciente, data del siglo XVIII. Y todo indica que no va a ser muy perdurable tal como lo conocemos. Que dos prueben a cohabitar ha existido y existirá mientras dure la especie humana. Pero el matrimonio burgués no es solo eso, tiene sus reglas, y son severas. La primera y principal es que la dama usufructuaria sea dueña, al menos apoderada, de la vida erótica del caballero que es su esposo, y viceversa. Pero tanto el macho como la hembra de la especie son por desgracia débiles, inciertos en el dominio de sus apetitos, y el amor romántico es la más frágil de las relaciones humanas. Los compromisos se lastiman y vacilan con cualquier cosa… No duran, el animal humano divaga inquieto, y es antojadizo. ¿Quién puede prometer que amará toda la vida? Solo en las canciones. Sin embargo, la dura disposición es característica del matrimonio.
Ahora la gente se casa menos, y se separa más y más aprisa. Los cónyuges no tienen ya la resistencia heroica de otros días. Y la liberada se casa con otro, esperanzada, y se vuelve a separar aprisa. La intimidad engendra el desdén. La repetición acaba con todo.
¿Qué hacer?~
(Ciudad de México, 1942) es un escritor, articulista, dramaturgo y académico, autor de algunas de las páginas más luminosas de la literatura mexicana.