Christopher Domรญnguez Michael
Historia mรญnima de la literatura mexicana del siglo XIX
Ciudad de Mรฉxico, El Colegio de Mรฉxico, 2019, 320 pp.
Hace ya mรกs de veinte aรฑos, un joven crรญtico, en una obra titulada Tiros en el concierto. Literatura mexicana del siglo V, proponรญa considerar el siglo XX como el V de nuestra literatura, juzgando acertadamente que esta habรญa comenzado en el XVI. Lector fundamentalmente moderno, al crรญtico no parecรญa interesarle demasiado lo que habรญa ocurrido antes y supongo que si alguien le hubiera profetizado entonces que eventualmente escribirรญa una historia de la literatura del siglo IV, o sea, el XIX, lo habrรญa visto con cierto escepticismo. En aquella obra, escribรญa: โen este texto se utiliza una falacia patรฉtica: los ateneรญstas son los fundadores de Roma. Con ellos empieza la narraciรณn escrita de nuestra Repรบblica de las Letras. Antes de ellos estรก la prehistoriaโ. Pero he aquรญ que la prehistoria se ha vengado con creces del crรญtico, pues ya le ha hecho dedicarle prรกcticamente mil pรกginas, si sumamos las de La innovaciรณn retrรณgrada. Literatura mexicana, 1805-1863 y las de esta Historia mรญnima de la literatura mexicana del siglo XIX (mรกs de trescientas pรกginas: no tan mรญnima).
Era, me imagino, inevitable. Christopher Domรญnguez Michael, aquel joven escritor, se habรญa propuesto ser el crรญtico de la literatura mexicana (y lo es desde hace tiempo, sin mayor competencia, aunque su club de haters rabie y patalee, pero ahรญ estรก una creciente obra crรญtica que sencillamente no tiene parangรณn en las letras mexicanas), y quien tiene semejante propรณsito no puede darse el lujo de ignorar un siglo de literatura. Hace tiempo, pues, CDM se fue de viaje al siglo IV y ha regresado con este par de historias.
La historia literaria anda un poco de capa caรญda en el conjunto de los estudios literarios, donde en cambio abunda la crรญtica y la teorรญa. Es un error y una lรกstima. No se entiende literatura sin historia literaria y llevar a cabo diversos estudios de esta รญndole (de una lengua, de un continente, de un paรญs, de un gรฉnero, de un grupo, de una idea, de una revista, etc.) deberรญa ser una de las tareas bรกsicas del estudio de la literatura, sobre todo en la academia. Hoy se antoja desmesurado que una sola persona emprenda la historia de la literatura de una lengua o una naciรณn, asรญ sea solo de un periodo. Se entiende, dado el grado de especializaciรณn, pero hay algo que se pierde en ese paso de lo individual a lo colectivo. Precisamente: la visiรณn personal, รบnica, integral que un solo lector โque tiene, por supuesto, que ser un gran lectorโ posee de una literatura y su consecuente exposiciรณn en una forma y estilo igualmente personales. Eso es lo que hace de una historia de la literatura una obra, a su vez, propiamente literaria: un sello de autor, una inteligencia y una voz particulares.
La primera parte de esta Historia mรญnima de la literatura mexicana del siglo XIX estรก espigada de la voluminosa La innovaciรณn retrรณgrada y se completa con el periodo que allรญ no alcanzรณ a cubrir (el encargo original de El Colegio de Mรฉxico era la Historia mรญnima, pero al autor se le pasรณ un poco la mano y salieron las seiscientas pรกginas de La innovaciรณn retrรณgrada; ahora la retoma para cumplir con la encomienda inicial). Por aquรญ desfilan los resecos รกrcades mexicanos, el callejero Fernรกndez de Lizardi, el mitรณmano Bustamante, el semiolvidado cubano-mexicano Heredia (por el que CDM siente una simpatรญa evidente y al que dedica el mejor capรญtulo del libro), la mรญtica Academia de Letrรกn, los maestros liberales (Prieto, el Nigromante, Riva Palacio, Altamirano), los novelistas (Payno, Inclรกn, Frรญas, Gamboa, entre otros) y finalmente los romรกnticos y los modernistas. Idealmente, una historia literaria se emprende luego de un trato prolongado y continuo con las obras y autores a historiar; idealmente, digo, porque en este caso parece claro que CDM lee por primera vez a varios de ellos y que si llevara mรกs tiempo leyรฉndolos su juicio serรญa mรกs informado y mรกs completo. Sin embargo, su agudeza lectora, su vasta cultura letrada (que le permite situar al XIX mexicano en el contexto mรกs amplio de la literatura de la รฉpoca) y su prosa genuinamente literaria, muy superior a la que suele encontrarse en los รกmbitos acadรฉmicos, harรกn de esta una obra de referencia.
La idea clave sigue siendo la de la โinnovaciรณn retrรณgradaโ, tรฉrmino que CDM toma del desdichado Villemain, de cuyo Curso de literatura francesa es uno de los pocos lectores entre nosotros (por cierto, recurrir a un crรญtico decimonรณnico y componer una historia literaria como esta, en un formato mรกs bien tradicional, ยฟno tiene, a su vez, algo de โinnovaciรณn retrรณgradaโ?). Esta consiste, en pocas palabras, en intentar avanzar mediante un anacronismo, cuyo mรกximo ejemplo serรญan los pobres รกrcades mexicanos, a principios del XIX, jugando a ser Virgilio en Xochimilco. Con autores como Heredia o Payno, sostiene CDM, y definitivamente con el modernismo, la literatura mexicana abandonarรญa la innovaciรณn retrรณgrada y comenzarรญa a ser genuinamente moderna y contemporรกnea.
A ratos, y el propio CDM lo reconoce, se nota que le costรณ no poco trabajo leer a autores y obras que no necesariamente le entusiasman (y cuando mรกs brilla un crรญtico es cuando escribe sobre algo que genuinamente le apasiona, claro estรก). Entiendo que es uno de los deberes que se ha impuesto, pero hago votos porque dedique mรกs tiempo a obras mรกs personales y de mayor libertad e imaginaciรณn formales. De ellas depende la de por sรญ improbable posteridad del crรญtico. En otras palabras: mรกs Cyril Connolly โel de La tumba sin sosiegoโ, menos Menรฉndez Pelayo. Por lo demรกs, cuando en un futuro las naciones sean parte del pasado (y con ellas las literaturas nacionales) y un remoto y cosmopolita erudito se interese en Mรฉxico y en eso que se llamรณ literatura mexicana, tendrรก claro quiรฉn fue su crรญtico. ~
(Xalapa, 1976) es crรญtico literario.