Jazmina Barrera
Linea nigra
México, Almadía, 2020, 168 pp.
Uno de los consejos que brinda la guía del embarazo más vendida, Qué se puede esperar cuando se está esperando, es escribir un diario para documentar todo lo que pasa por la mente y el cuerpo de la futura madre. Es tan trillado, dice Jazmina Barrera, que cuando su pareja le recomienda que escriba las cosas que le pasan para no olvidarlas le da pena admitir que ya ha empezado su propio diario. Linea nigra cuenta las transformaciones que su cuerpo –como la línea vertical que atraviesa su abdomen y que da nombre a este libro– y vida experimentan desde la gestación hasta el destete de su hijo Silvestre.
A medio camino entre el ensayo, la crónica y las memorias, Barrera va urdiendo sus pensamientos y emociones sobre el embarazo, el parto y la crianza con lo que sucede en el mundo –temblores y eclipses– y su mundo –la enfermedad de su madre y el proceso de escritura de un libro por el que le concedieron una beca–. Barrera quería escribir un experimento “sin compromisos ni clímax ni tramas ni extensiones”, pero, sin querer, terminó contando un relato: “El embarazo es transformación en el tiempo, es cuenta regresiva, y en eso, quiera o no, hay trama, hay relato.” Sin embargo, el libro escapa de la etiqueta de novela porque nada de lo que cuenta es ficción: los miedos, las angustias y los dolores son reales, aunque la sociedad haya intentado ocultarlos.
Desde hace algunos años, la narrativa mexicana ha mostrado un creciente interés por los claroscuros de la maternidad. Linea nigra puede ponerse en el librero junto a El matrimonio de los peces rojos, de Guadalupe Nettel, y Casas vacías, de Brenda Navarro. Los tres libros cuestionan los roles femeninos y los motiva el deseo de dejar atrás las edulcoradas imágenes de las madres abnegadas. Sin embargo, su genealogía literaria podría rastrearse en otras latitudes y épocas. Rosario Castellanos, Margaret Atwood, Maggie Nelson, Alice Munro, Marie Darrieussecq, entre muchas otras que Barrera enlista al final de su libro, han explorado las facetas agridulces de la maternidad y han tratado de sacar de la oscuridad esta etapa que sigue rodeada de mitos. Barrera establece un diálogo con ellas y en algunos momentos le sorprende que sus temores y descubrimientos ya hayan sido descritos por otra persona. Es “imposible ser original”, reconoce, “somos tantas y tantas, y nuestras experiencias tienen todo en común, muchísimas diferencias, y a la vez todo en común”. No le parece algo negativo que las confesiones maternales se hayan puesto de moda porque no hay suficiente literatura sobre el tema: “Quiero que sobren los libros, que los haya buenos y malos. Quiero un canon, una tradición. Y también una ruptura, libros en contra del canon”, afirma. Linea nigra forma parte de la tradición y a la vez escapa del cliché al ofrecer, junto con las reflexiones sobre la maternidad, una aproximación al proceso de escritura.
El relato fragmentario es el recurso que Barrera emplea para capturar la manera en que fluyen sus pensamientos durante el embarazo y el posparto. No por una falta de atención –aunque en cierto momento la escritora describe con humor que tiene cerebro de placenta porque confundió la tetera eléctrica con una normal y la quemó en la estufa– sino debido a las constantes interrupciones por parte del mundo exterior y del interior. Siempre hay algo más importante que la escritura: las consultas con el ginecólogo, los malestares, las listas de compras de los objetos que necesita el bebé y el propio bebé. Lo desafiante no es escribir durante el embarazo mientras se lucha contra la somnolencia y las náuseas, sino después del parto cuando se está aprendiendo a ser madre y la sociedad espera que ponga su vida en pausa para dedicarse al cuidado y la crianza de su hijo. Ser madre y escritora sigue siendo objeto de asombro, pero si un hombre es padre y escritor no hay un interés particular en saber cómo compagina sus actividades. “Los bebés se comen los manuscritos”, recuerda que dice Ursula K. Le Guin, mas Barrera agrega “pero escupen fragmentos que pueden ser unidos después”. Contra todo pronóstico, la ensayista se mantiene firme en su propósito de seguir escribiendo después de dar a luz, tanto el libro por el que le concedieron una beca como este otro que escribe en su celular mientras amamanta a Silvestre. Su acto defiende el derecho de las madres a ser independientes y a tener el control de sus vidas. Esta idea atraviesa Linea nigra y se refuerza cuando, a partir de un ensayo de Natalia Ginzburg, Barrera se pronuncia a favor de la despenalización del aborto y de que las mujeres decidan sobre sus cuerpos. El desgaste físico y emocional solamente puede tolerarse si la maternidad es deseada.
Como quedó manifiesto en Cuerpo extraño (2013) y en Cuaderno de faros (2017), los libros de Barrera son las bitácoras de sus obsesiones. En aquellos entonces eran los pliegues de su anatomía y los faros, ahora son las madres y sus cuerpos. Esta búsqueda de ecos de su propia experiencia la lleva al mundo del arte. Hija de la pintora abstracta Teresa Velázquez, no es de extrañar que tenga interés en las pinturas, esculturas y fotografías de Frida Kahlo, Marlene Dumas, Catherine Opie y Marie Louise Élisabeth Vigée Lebrun, en las cuales el cuerpo de las mujeres se expone sin tapujos y la maternidad no es retratada de manera apacible. A propósito de estas indagaciones pictóricas, Barrera cuenta la historia de un personaje fascinante: Luz Jiménez, la indígena náhuatl que posó para Orozco y Rivera y a quien Modotti retrató mientras amamantaba a su hija Conchita. Jiménez aparece en varias ocasiones dentro del diario para destacar la intensidad del vínculo corporal y emocional que hay entre la madre y su hijo.
De manera paralela a su rastreo por la literatura y el arte de la maternidad, transcurren múltiples eventos que Barrera registra en su diario. En la planeación de su libro, confiesa la autora, el arco narrativo iba de la gestación al destete y no contemplaba el cáncer de su madre ni los terremotos que en 2017 derrumbaron varios edificios en la Ciudad de México. Una vez más, la realidad dolorosa y cruel interrumpe su relato.
Linea nigra no es otro libro más sobre maternidad. Aquí no hay consejos ni lecciones, pero sí un acompañamiento. Es, en palabras de su autora, un libro microquimérico porque “está hecho de los otros”. Yo agregaría que también por las otras, por las que Barrera leyó y le hicieron sentir menos sola durante su travesía, pero al mismo tiempo por aquellas que están viviendo sus propias transformaciones y las están tratando de dotar de sentido. ~
estudió literatura latinoamericana en la Universidad Iberoamericana, es editora y swiftie.