Mi familia era una manada de monos de risa estentórea (fragmento de Los simios tienen pistolas)

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I

No eres hija de la guerra, eres su nieta.

Te gusta lamer migajas y nada de lo tuyo nunca será mío.

Te ves los dedos de las manos mientras piensas en las esquinas de tus mesas.

Te dedicas a golpearte para impresionarme; pisas cucarachas y las comes con arroz.

Sueñas con un esclavo que te lame la cara.

Te imaginas encontrando la cura del acné, salvando al mundo de la invasión alienígena que nos programó como personajes sin rostro ni voz, soldados con cuerpo de bala que mueren sobre el pasto.

II

Mis abuelos vivieron un mundo triste donde no existía el terciopelo. Vieron ahorcados en plazas
y mendigaron una cucharada de lenteja. Mi abuelo vivió en un cuarto sin ventana y se cortó la lengua para vomitar sangre

para que pensaran que vomitaba sangre

para que lo movieran a la ventana que daba al horizonte del sol. Tuvo pesadillas de mundos baldíos y horizontes rocosos de escamas púrpura y fiambres turquesa. Pensó, una vez al día, en su cuerpo de gusano bajo la arena espinosa de un desierto de un planeta invisible con un líder repugnante de voz aguda que atrae huracanes.

III

Mi tatarabuelo era organista y el otro pescador. Todas las mujeres de mi familia fueron campesinas, después lectoras, después obreras, después polvo, después insectos, después enfermas, después madres, después guayabas, después viudas,

después.

Antes de mi tatarabuelo vino otro hombre y otra mujer, y antes de ese y el siguiente mi familia consistía en una manada de monos de risa estentórea que le gemían a la lluvia porque no les gustaba verla caer. ~

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(Caracas, 1989) es editora, escritora, artista visual y autora del libro Paisaje ulterior.


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