Un indicador, bastante preciso, del desierto teรณrico en el que algunos parecen haber instalado su campamento base ideolรณgico es el hecho de que todavรญa consideren de algรบn interรฉs intentar confrontarse con la generaciรณn anterior, cuya inmensa mayorรญa de miembros se encuentra ya de salida o en alguna modalidad de ostracismo. Se dirรญa que querrรญan verlos callados por completo para asรญ, sin nadie que les pudiera criticar o constituir el testimonio vivo de que cabe pensar de otra manera, su confusa inanidad pudiera pasar por una aportaciรณn relevante y adecuada a los nuevos tiempos.
Proceden para ello con una estrategia en absoluto novedosa, consistente en caricaturizar hasta el extremo a aquellos con los que fingen querer confrontarse para luego atizar con saรฑa al muรฑeco por ellos mismos inventado. Probablemente uno de los ejemplos mรกs claros de esta forma de argumentar lo representen los ataques que viene recibiendo ese sector generacional bautizado por sus crรญticos, en un alarde de ingenio, como neorrancios. El tรฉrmino, puntualicรฉmoslo, designarรญa sobre todo a los mayores, aunque tampoco excluye a quienes, mรกs jรณvenes, manifiestan severas discrepancias con la deriva que estรก siguiendo nuestro presente y con el futuro al que parece conducirnos. Es frecuente que, para reforzar la descalificaciรณn, a los neorrancios se les acuse tambiรฉn de rojipardos, por proceder muchos de ellos de la izquierda. Como es obvio, con el mismo escaso ingenio pero utilizando la misma lรณgica semรกntica, tales crรญticos podrรญan hacerse acreedores a su vez del calificativo de veteroprogres, si atendemos a la antigรผedad de los argumentos que manejan.
El pasado y las trampas
Esta รบltima constataciรณn no es banal โni pretende ser una mera patada retรณrica en la espinillaโ sino que ya estรก apuntando al corazรณn de una argumentaciรณn que no en vano hace un momento considerรกbamos tan confusa como inane. Asรญ, se ha convertido en un lugar comรบn de estos crรญticos atribuir a sus criticados una aรฑoranza casi patolรณgica por el pasado, en una lรญnea que nada tendrรญa que envidiar al cualquier tiempo pasado fue mejor, de Jorge Manrique. A partir de semejante atribuciรณn, nada mรกs fรกcil que seรฑalar todas aquellas realidades pretรฉritas felizmente superadas (en nuestro paรญs, el franquismo es la placenta que las engloba a todas) para a continuaciรณn denunciar con teatral prosopopeya y fingido escรกndalo โยกยฟcรณmo pueden aรฑorar momentos como esos?!โ.
No hace falta enredarse ahora en el detalle de cuรกntas son las realidades felizmente superadas y cuรกles las lamentablemente perdidas para siempre. Quizรกs, para seguir avanzando en el razonamiento con un cierto provecho, bastarรญa con que quienes con tanta ferocidad critican a sus mayores respondieran a una sencilla pregunta: ยฟtiene sentido hablar de realidades cuya pรฉrdida o abandono merece ser lamentado? Me temo que estos crรญticos vienen poco menos que obligados a dar un no por respuesta ya que, de otro modo, ellos mismos podrรญan recibir por parte de terceros y exactamente por idรฉnticos motivos el reproche de neorrancios.
Pero probablemente sobre lo que valga la pena poner el foco de la atenciรณn sea, mรกs que sobre ninguna casuรญstica particular, sobre los supuestos subyacentes a este planteamiento, el mรกs importante de los cuales tal vez venga representado por el concepto de progreso, aquรญ no solo subyacente sino tambiรฉn inconfesado. En efecto, la otra cara de la moneda de la cรฉlebre afirmaciรณn del autor de las Coplas a la muerte de su padre serรญa algo muy parecido a cualquier tiempo futuro serรก mejor, sustancia รบltima de buena parte de quienes se autodefinen como progresistas. Pero una cosa es que uno aspire a que el futuro sea mejor y otra, bien distinta, que estรฉ garantizado que andemos por la senda correcta para aproximarnos a dicho horizonte. Con otras palabras, el progreso solo puede ser considerado un desideratum cuya materializaciรณn se encuentra por completo en nuestras manos.
Si no se introduce tan elemental matiz, o no se estรก dispuesto a aceptarlo, se acaba cayendo de manera irremediable en una versiรณn apenas secularizada del concepto de providencia. Una versiรณn que, por aรฑadidura, entrarรญa en contradicciรณn con otro supuesto si cabe mรกs vertebral de nuestra Modernidad, el de la libertad de los sujetos, que implica, asimismo de manera ineludible, la posibilidad de que estos tomen decisiones equivocadas o emprendan caminos que conduzcan a lugares indeseables. Serรญa una libertad ciertamente extraรฑa โpor no decir contradictoriaโ aquella que, decidieran lo que decidieran los protagonistas, siempre tuviera garantizado el acierto. Ahora bien, si se acepta la premisa de la existencia de unos sujetos libres y, en consecuencia, susceptibles de equivocarse, ยฟcabrรญa considerar como algo reprochable que un presunto neorrancio aรฑorara el momento previo a la equivocaciรณn y defendiera regresar a entonces para poder corregir y tomar el camino correcto?
Tal vez haya soluciones mรกs imaginativas que el regreso a un punto que a algunos se les antojarรก imposible por ya inexistente, pero me pregunto si no estarรกn proponiendo un regreso extremadamente parecido muchos de los que, despuรฉs de poner a los pies de los caballos a quienes ellos denominan neorrancios, formulan gran parte de sus consignas en tรฉrminos de โsalvemos aโฆโ (y aquรญ lo que proceda), es decir, volvamos al momento en el que en diversos รกmbitos estรกbamos a resguardo del inminente desastre actual. No harรก falta destacar que semejante constataciรณn en modo alguno cuestiona la razรณn que asiste a quienes sostienen esta particular reivindicaciรณn pasadista. ยฟO es que hay alguien que, de poder elegir, no optarรญa por regresar a los tiempos previos a la actual catรกstrofe climรกtica? ยฟO acaso es que, tensando todavรญa un poco mรกs la argumentaciรณn, habrรญa que empezar a pensar que eran unos rancios emboscados todos aquellos jรณvenes que, a voz en grito, hace no tanto reclamaban en las calles โยกqueremos vivir como nuestros padres!โ?
Nada de lo anterior excluye, por supuesto, que en muchas ocasiones quienes declaran aรฑorar su particular pasado en realidad estรฉn expresando una queja que no tiene que ver con las cualidades de aquel, sino con la nostalgia de su propia juventud o de su situaciรณn en aquel tiempo. Volveremos sobre esto al final. Pero, entretanto, quede dicho que el argumento, reiterado en abundancia por los crรญticos de los neorrancios para denunciar la escasa originalidad de estos, de que ya Platรณn se quejaba de que las nuevas generaciones faltaban al respeto a sus mayores, desobedecรญan a sus padres y desdeรฑaban la ley, mientras que, por su parte, Aristรณteles abundaba en la misma idea al escribir aquello de que โlos jรณvenes han perdido toda educaciรณnโ, tiene su contrapunto. Porque la otra cara de esta misma moneda argumentativa, tan trivialmente verdadera como la cara que acabamos de mencionar, es el cansino desfile de jรณvenes (polรญticos, creadores, opinadoresโฆ) que se dedican a proclamarse los portadores de la novedad ofreciendo como รบnica prueba, a su juicio presuntamente irrefutable, el hecho de que ellos son nuevos, como si resultara inconcebible que un nuevo pudiera defender ideas viejas.
Olvidan o ignoran estos รบltimos que la novedad, ademรกs de anunciarse, debe ser argumentada. En todo caso, no deja de sorprender el empeรฑo de tales crรญticos en instituir como interlocutores preferentes a representantes de la generaciรณn anterior, en vez de confrontar con sus coetรกneos y debatir a campo abierto sobre sus diferentes propuestas. ยฟO es que para todos ellos lo nuevo se dice de una sola manera? ยฟPor quรฉ no llevan a cabo ese debate intrageneracional y, en vez de eso, acerca de algunas de las cuestiones con mรกs aristas polรฉmicas de la conversaciรณn pรบblica actual โno creo que en este punto haga demasiada falta especificarโ, solo parecen atreverse a discrepar representantes de la generaciรณn anterior? ยฟSerรก que la cancelaciรณn se conjuga de diferentes formas y รบnicamente corren el riesgo de expresar en voz alta una opiniรณn discrepante con las nuevas ortodoxias quienes piensan que, por edad y circunstancia, tienen ya poco que perder?
La atribuciรณn de intenciones
Vayamos finalizando con lo que mรกs deberรญa importar. A estas alturas del no-debate tenemos derecho a sospechar que, ademรกs del miedo a alguna variante de cancelaciรณn, uno de los motivos de la resistencia a confrontarse con sus pares por parte de muchos de los feroces crรญticos de todo lo precedente lo constituye la difusa conciencia de no estar en condiciones de responder de forma completa y mรญnimamente satisfactoria a las preguntas anteriores โen parte por la condiciรณn posideolรณgica de los tiempos actuales, aceptรฉmosloโ. Esto serรญa entonces lo que les llevarรญa a preferir sistemรกticamente el recurso al juicio de intenciones, antes tan solo aludido. En efecto, el endeble reproche que dedican a los neorrancios, el reiterado โquieren volver al pasadoโ (a veces aรฑaden โen blanco y negroโ, como quien remacha el รบltimo clavo del ataรบd) parece adquirir un mayor espesor argumentativo si los aludidos son, ademรกs, viejos. ยกBingo! Ya no hace falta aportar mรกs argumentos para descalificarles. Basta y sobra con la atribuciรณn de intenciones: lo que les ocurre es, sencillamente, que sienten nostalgia del tiempo que se les fue.
Marran por completo el tiro quienes optan por semejante planteamiento (la argumentaciรณn ad hominem es lo mรกs parecido a una escopeta de feria). La cuestiรณn es enteramente otra, y venรญa resumida en la divertida dedicatoria de un viejo libro de Fernando Savater, pensador devenido sin duda un rancio a secas para buena parte de los crรญticos que venimos comentando. La dedicatoria rezaba asรญ: โA todos los que alguna vez me han preguntado โmacho, pero tรบ ยฟquรฉ vendes?โ.โ Pregunta esta รบltima a la que me permito aรฑadir otra: ยฟpor quรฉ no hablamos de ello, de lo que cada cual vende, sea esto lo que sea, en lugar de hablar de lo malos que son los papรกs? ~
es crรญtico de cine.