El escritor ucraniano Sigizmund Krzhizhanovsky tiene un cuento ambientado en el Moscú de los primeros años de la Revolución en el que un joven que vive en un minúsculo cuartito alquilado recibe una tarde la visita de un vendedor ambulante que le intenta convencer de que compre un frasco de Quadraturin. Parece que el Quadraturin es la solución a sus problemas de vivienda, pero el joven no hace mucho caso porque está todo asfixiado de vivir en un espacio tan enano, y sin visos de mejorar. Por fin el vendedor se marcha, pero le deja un frasco pequeño de prueba. El frasco cae al suelo y se rompe; allí donde el líquido se ha vertido, la superficie crece.
Eso es lo que hace el Quadraturin: lo frotas por el suelo o por las paredes y estos se expanden. Pero hay que tener cantidad suficiente, porque solo hay expansión donde hay líquido, y si no lo aplicas de manera uniforme el cuarto se te transforma en el gabinete del Doctor Caligari. Y tú dentro en un tipo también raro; ya no quiere que venga a verle su novia, a quien no sabría cómo explicarle la situación, ni mucho menos que se asome el casero, no vaya a ser que le suba el alquiler.
¿Pero es que ya estaban así entonces? El cuento confirma que este problema ha existido siempre, en todas las grandes ciudades, y ni el Quadraturin ni el ministerio de la vivienda han conseguido solucionarlo nunca. Uno de los puntos para el acuerdo de gobierno entre Unidas Podemos y el PSOE era la regulación del mercado del alquiler, y de ahí las desavenencias entre los dos partidos en las últimas semanas. En un informe publicado en noviembre de 2020, el FMI recomendaba a España que ampliase el parque de vivienda pública y recordaba que los jóvenes padecen especialmente la dificultad de pagarse un alquiler.
Cuando la covid-19 se volvió un problema de magnitud mundial, una de las lecciones reveladas fue que lo que hace una persona afecta a las demás y que la sociedad funciona en conjunto. Con la alta tasa de paro y el difícil acceso a la vivienda es difícil ponerse a pensar en formar una familia. Lo más difícil quizá es reunir el dinero y los avales que se piden para llegar a firmar un contrato de alquiler, y así acceder a todo lo que tener una casa permite.
Nunca se ha dejado de hablar de los precios de los alquileres, pero como estas semanas ha sido una de las noticias principales me sorprende encontrar, mientras hojeo unos ejemplares de la revista Nuevo Mundo de 1919, la constante referencia al mismo asunto que nos preocupa ahora.
20 de junio: “Ya ha habido en Madrid un mitin anticaseril. Dentro del concepto actual de la propiedad y sin regatear ninguno de los inhumanos fueros otorgados a los caseros, un buen Ayuntamiento podría, sin más arbitrio que los efectos de la oferta y la demanda, regular la vida madrileña…”
15 de agosto: “Contra la carestía de las casas, los Municipios de varias capitales del Extranjero han comenzado una briosa campaña encaminada a impedir la elevación en el precio de los alquileres de las habitaciones, por el único y mejor de los procedimientos que pueden rápidamente ponerse en práctica: la adquisición de grandes extensiones de terreno y la construcción en ellos de casas de todas clases…”
22 de agosto: “Un poco de bolcheviquismo no vendría mal en Madrid, para amedrentar a los caseros, que aprovechándose de la locura del Ayuntamiento, que derriba edificios sin esperar a que se construyan otros, vuelven a encarecer desaforada e inicuamente los alquileres…”
3 de octubre: “En Madrid, y en algunas otras ciudades, donde la población ha aumentado, continúa el clamoreo contra el encarecimiento de los alquileres y las dificultades de hacer los arrendamientos. Impasible el Ayuntamiento; cruzado de brazos este Gobierno de sociólogos y revolucionarios, […] será forzoso que los imprevisores ciudadanos que no se han dedicado al buen oficio de ser concejal o contertulio de personaje, busquen la solución ellos mismos. Señalemos el hecho de que en Berlín se han construido cooperativas para importar de los Estados Unidos unas admirables casitas de madera desmontables, capaz cada una de ellas para dos familias…”
24 de octubre: “La Asociación de vecinos de Madrid, a la que, en verdad, el vecindario presta escasísimo concurso, quiere celebrar una manifestación pública, para pedir al Gobierno que prohíba que puedan cobrarse alquileres superiores a los que existían en 1914.”
31 de octubre: “El remedio al encarecimiento de las viviendas no será completo, si no se obliga a edificar rápidamente. A un buen alcalde y a un Ayuntamiento decoroso bastaríanles las prescripciones de la ley de Sanidad para convertir a los caseros en seres razonables; pero no debe esperarse esto de nuestra calamidad edilicia…”
21 de noviembre: “Permítasenos recoger en esta Crónica noticia de la admirable empresa realizada por el Ayuntamiento de Bilbao, construyendo en breve tiempo sesenta y cuatro viviendas, cuyo alquiler ha sacado a concurso. Ciertamente que esto es una gota de agua, porque son mil quinientos los solicitantes a estas plazas de inquilinos municipales; pero en esa orientación está la única solución del problema. […] Consignamos en esta crónica cómo en Berlín, padecido de la misma congestión migratoria, se resolvía el problema, llevando de los Estados unas casas desmontables, con las que comenzaban a hacerse barriadas en terrenos cedidos por la comunidad. Un grupo de comerciantes madrileños ha recogido esta noticia, y se propone convertirla en una realidad, habiendo acudido al Gobierno para que preste su concurso a esta obra…”
¿Pero otra vez? ¿En qué año estamos? Me da que no se va a solucionar nada. Leo en la Wikipedia que Krzhizhanovsky cayó en el olvido, que después de un ataque de una cosa llamada tetania perdió la capacidad de distinguir las letras, que murió en 1950, que su obra no se recuperó hasta 1989 y que no se sabe dónde está enterrado. Otro de los cuentos del volumen es una de las más bonitas y gráficas descripciones del amor que he leído. Los enamorados caen y se hunden en los ojos de quien aman. Lo publicó Siruela en 2009, pero está descatalogado. Qué calamidad todo. ~
Es escritora. Su libro más reciente es 'Lloro porque no tengo sentimientos' (La Navaja Suiza, 2024).