En esta oportuna y amplia recopilaciรณn de los textos de Hannah Arendt aparece una carta que escribiรณ al director de la New York Review of Books en 1970. Era la respuesta a una reseรฑa de J. M. Cameron de sus libros Entre el pasado y el futuro y Hombres en tiempos de oscuridad. La reseรฑa de Cameron, escribiรณ, es โbienintencionada y extraรฑa porque logra manifestar agrado y desagrado por los libros casi con la misma intensidadโ.
Pero, frente a la escritura de Arendt, sentir agrado y desagrado con la misma intensidad por lo que uno lee es cualquier cosa menos extraรฑo. De hecho, esa ambivalencia parece ser la actitud correcta. Lo que resulta raro es que, a lo largo de los aรฑos, Arendt se haya convertido en una figura tan polarizadora. Por un lado, hay una legiรณn siempre creciente de entusiastas que la consideran una de las figuras mรกs importantes del pensamiento polรญtico del siglo XX. Por otro lado, hay numerosos detractores que encuentran en su obra muchas cosas que los irritan.
Merece la pena considerar por quรฉ provoca reacciones tan extremas. Parece tener algo que ver con las contradicciones de su personalidad pรบblica: un icono de la alta cultura europea en Estados Unidos, una intelectual judรญa en Alemania y una intelectual pรบblica cuando apenas habรญa mujeres que ocuparan esa posiciรณn. Mรกs recientemente, se ha convertido en un icono de los antisionistas, aunque ella misma no lo fuese. Luego, por supuesto, estรก todo el lรญo de Eichmann (sobre lo que hablarรฉ mรกs tarde).
Arendt naciรณ en Hannover, Alemania, en 1906, en una familia judรญa burguesa asimilada. En 1924, se inscribiรณ en la Universidad de Marburgo, donde Martin Heidegger se convirtiรณ en su profesor y mentor, asรญ como en su amante. รl estaba casado y tenรญa 35 aรฑos; ella, dieciocho. Su breve relaciรณn y su larga amistad marcaron el pensamiento de Arendt para el resto de su vida.
La recopilaciรณn
((Pรกgina Indรณmita publicarรก la traducciรณn al espaรฑol en dos volรบmenes. El primero estรก en prensa.
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abre con dos ensayos sustanciosos sobre la โtradiciรณnโ, que es como ella se refiere a la tradiciรณn de pensamiento polรญtico en Occidente, de Herรกclito a Hegel, o mรกs bien desde Platรณn y Aristรณteles hasta Marx. La tradiciรณn, tengo que subrayar, significa aquรญ la tradiciรณn del pensamiento polรญtico. De hecho, la principal preocupaciรณn en sus textos es la idea de polรญtica. Su idea de socavar la tradiciรณn se veรญa concentrada en la idea de polรญtica, como la de Heidegger se concentraba en torno a la nociรณn del Ser. Heidegger creรญa que solo habรญa una indagaciรณn importante en la filosofรญa, โolvidadaโ en todo el pensamiento occidental: la ontologรญa, la naturaleza del โSerโ.
ยฟPor quรฉ pensaba Heidegger que la tradiciรณn filosรณfica se habรญa echado a perder? La tradiciรณn estaba controlando la imagen, la imagen era que todos los modos de existencia se modelan sobre artefactos como la alfarerรญa. El principal error era ver el modo humano de existencia bajo el modelo de un artefacto. Lo que hace de un artefacto el paradigma del ser es que, ademรกs de tener una forma, un artefacto tiene una funciรณn (sirve a un propรณsito humano), y por tanto alienta una actitud instrumental y calculadora hacia los seres que se ven juzgados solo por su funciรณn de utilidad. Esta actitud, cuando se generaliza, es incorrecta. Creo que la influencia mรกs duradera de Heidegger sobre Arendt fue que adquiriese de รฉl su rechazo a ver la existencia humana en tรฉrminos instrumentales.
El acercamiento de Heidegger y Arendt a la tradiciรณn consistรญa en retomar (o โrecordarโ) de los fragmentos esparcidos del pasado ideas que merecรญa la pena considerar de nuevo. Al regresar a la antigua Grecia, o mรกs bien a su fantasรญa de cรณmo era la antigua Grecia, intentaban recuperar la experiencia y el lenguaje que precedรญan a conceptos como el Ser (para Heidegger) y la polรญtica (para Arendt). Ambos se consideraban pensadores radicales en el sentido etimolรณgico de la palabra. Para Heidegger, las raรญces son profundas, se remontan a los filรณsofos presocrรกticos, que a su juicio todavรญa conservaban el eco primordial de la gran cuestiรณn del Ser, una cuestiรณn luego desbaratada por la tradiciรณn. Para Arendt, las raรญces se remontan a la antigua polis griega, o ciudad-Estado, que ejemplificaba Atenas. Atenas representaba la verdadera esencia de la polรญtica como la llamada mรกs elevada del hombre, hasta que los filรณsofos de Platรณn en adelante degradaron la polรญtica a favor de la vida solitaria de la contemplaciรณn.
Arendt creรญa que la vida contemplativa es la negaciรณn de la polรญtica. Desde su punto de vista, los seres humanos son animales sociales capaces de deliberaciรณn mutua. La contemplaciรณn solo es buena para los ermitaรฑos, los รกngeles y la gente aislada: el opuesto de los animales sociales. Heidegger utilizรณ la cรฉlebre metรกfora de que los humanos son โarrojados al mundoโ. Es una mala metรกfora. No nos arrojaron al mundo. Nos educaron adultos que nos cuidaban. No sobrevivirรญamos una semana sin ellos. Este hecho crucial de nuestra completa dependencia de los demรกs, creo, hace de la polรญtica una nociรณn central de la existencia humana. Y es aquรญ donde ubico el pensamiento polรญtico de Arendt. Para ella la polรญtica no es una superestructura sino la base de la existencia.
Frente a ello, la nociรณn de la polรญtica de Arendt no es polรญtica en ningรบn sentido reconocible. En su conferencia โLibertad y polรญticaโ (publicada en esta colecciรณn) argumentรณ que no puede haber polรญtica sin libertad ni libertad sin polรญtica: la libertad es la capacidad que tiene cada individuo para iniciar un nuevo comienzo en el mundo. Un nuevo comienzo es un asunto serio: significa comenzar una nueva vida, una nueva idea de la cultura y el lenguaje, pero con la condiciรณn de que sea reconocida como tal. La polรญtica permite acciones que crean nuevos comienzos. La polรญtica, en la versiรณn de Arendt, no se trata, de forma predominante, de alcanzar decisiones con respecto al bien comรบn, o cualquier otro bien, y sin duda no se trata de servir a los intereses de este o aquel grupo. Tampoco trata de la gestiรณn del poder. La visiรณn que Arendt tiene de la polรญtica es la opuesta a la polรญtica del poder que se expresa en la fรณrmula leninista del โยฟQuiรฉn, a quiรฉn?โ (Kto kogo?: quiรฉn derrocarรก a quiรฉn).
Arendt considera la polรญtica una especie de arte performativa, donde la vanguardia tiene el papel de proponer nuevos comienzos. Las artes performativas, tan distintas a las artes visuales, parecen especialmente adecuadas porque el arte que produce artefactos ya estรก teรฑido de una actitud instrumental hacia la vida: estรก dirigido hacia un producto. La polรญtica deberรญa apartarse de una actitud tan instrumental. La naturaleza efรญmera del habla es el mejor medio para manifestar la especificidad humana. Trata de ciudadanos que se muestran entre sรญ su unicidad a la hora de discutir asuntos comunes de manera no violenta. Esta forma de exposiciรณn, creรญa Arendt, estaba encarnada en la prรกctica de la polis griega hasta que la pervirtiรณ Platรณn, que no consideraba la polรญtica otra cosa que un instrumento para mantener la ley y el orden a fin de habilitar a unos pocos para que cumplieran el ideal humano de llevar una vida mental pura.
La polรญtica tambiรฉn se parece a las artes escรฉnicas porque, en la visiรณn de Arendt, permite que las personas se muestren unas a otras en toda su individualidad. Pero ese estaba lejos de ser el caso de Atenas. La asamblea ateniense (ekklesia) en Pnyx, que tenรญa unos seis mil asientos, era mรกs un partido de futbol en un estadio que un encuentro cara a cara en una sala รญntima de un ayuntamiento. La visiรณn que Arendt tenรญa de la polis griega estaba tan cerca de la ciudad-Estado histรณrica como los grandes cuadros de Poussin de la regiรณn geogrรกfica del Peloponeso. No importa. El suyo es un mito de los orรญgenes, no un relato histรณrico. Arendt es generosa con otras criaturas, y concede a cada una la capacidad de empezar algo nuevo en el mundo. La polรญtica deberรญa crear las condiciones para que esta capacidad florezca. Arendt utiliza el tรฉrmino โpluralidadโ para describir la distribuciรณn general de la capacidad para la novedad entre los individuos (a diferencia de lo que ocurre en el pluralismo liberal, la pluralidad no se ve como un atributo de los grupos).
Hay, sin embargo, algo equรญvoco en la generosidad de Arendt. Es como el adagio de Napoleรณn de que โcada soldado del ejรฉrcito francรฉs lleva en la mochila un bastรณn de mariscal de campoโ, sabiendo perfectamente que solo unos pocos llegarรกn a lo mรกs alto. Incluso si la capacidad para los nuevos comienzos estรก distribuida, como las huellas dactilares, entre todos los seres humanos, solo unos pocos selectos lograrรกn un nuevo comienzo en el mundo. Recordemos que para Arendt una acciรณn tiene significado solo si otros la reconocen como tal, y eso hace las posibilidades de un nuevo comienzo tan poco probables como convertirse en mariscal de campo en el ejรฉrcito de Napoleรณn.
Un capรญtulo de Thinking without a banister se titula โLabor, work, actionโ. Marx elevรณ el trabajo y la labor, mientras que Arendt considera que el rasgo mรกs distintivo de la vida humana es la acciรณn polรญtica. Comparte esta visiรณn con los antiguos griegos, que dejaban el esfuerzo del trabajo a los esclavos, para que los ciudadanos de sexo masculino pudieran dedicarse a la noble tarea de la deliberaciรณn polรญtica.
No veo ningรบn valor en la distinciรณn entre labor, trabajo y acciรณn. Para Arendt la labor satisface las necesidades perecederas de la vida humana, como la comida. Estas necesidades no son distintas de las necesidades de los animales, sostiene Arendt, y por tanto quien hace la labor de satisfacerlas no hace algo distintivamente humano. Por supuesto, los humanos necesitan consumir calorรญas. Pero el sostรฉn humano es diferente al sostรฉn animal. Los humanos dedican tiempo y labor a concebir y preparar comidas elaboradas. Preparar comidas humanas es de hecho algo distintivamente humano. De modo similar, tanto los humanos como los animales โtrabajanโ cuando se refugian. Pero, de nuevo, el refugio humano es totalmente humano.
En la distinciรณn entre hablar y hacer, la acciรณn se entiende a menudo como algo que estรก en el lado de hacer. No es asรญ para Arendt. Para ella, el discurso que implica a otras personas es el paradigma de la acciรณn humana. Somos criaturas que cuentan historias, y contar historias es para Arendt la precondiciรณn de la polรญtica. La polรญtica es un dominio autรณnomo de la actividad humana, que no puede ni deberรญa reducirse a la economรญa o cualquier otra capa de la actividad humana.
Aquรญ Arendt estaba pensando algo importante, que deberรญamos considerar sin el exceso de equipaje de la nociรณn de โnuevos comienzosโ. Necesitamos, creo, una distinciรณn entre la polรญtica efectiva y la expresiva. La polรญtica efectiva es la que puede producir cambios en el mundo o evitar que sucedan. La polรญtica expresiva es una expresiรณn de actitudes hacia lo que la polรญtica efectiva hace o deja de hacer. En extraรฑas ocasiones, las protestas de hoy pueden convertirse en las polรญticas de maรฑana, y a veces lo hacen con consecuencias dramรกticas como en el caso del abolicionismo, las sufragistas o Solidaridad, pero la protesta polรญtica pรบblica en la vida cotidiana es mรกs expresiva que efectiva. Solo una pequeรฑa cantidad de gente participa en una polรญtica cotidiana efectiva. La mayorรญa de los ciudadanos, por preocupados o comprometidos que puedan estar, normalmente no son nada mรกs que espectadores o diletantes morales, sin ningรบn efecto sobre lo que ocurre en el dominio pรบblico cotidiano. La nociรณn de la polรญtica de Arendt cambia el peso hacia la polรญtica expresiva. Con su indiferencia hacia el uso instrumental de la polรญtica, se ocupa del modo en que muchos ciudadanos, que no son totalmente indiferentes, se comprometen. Los duros pensadores polรญticos del โquiรฉn a quiรฉnโ pueden despreciar la polรญtica expresiva y considerarla un teatro callejero. Pero la idea de que la polรญtica expresiva es la forma que concierne a la mayorรญa de nosotros es a la vez precisa y significativa.
La revoluciรณn y la libertad son temas centrales en el pensamiento de Arendt. La conexiรณn, para ella, es clara. La libertad es la capacidad de crear nuevos comienzos. La revoluciรณn debe producir esos comienzos, a veces de forma radical, como en los casos de las revoluciones estadounidense o francesa. Pero la conexiรณn es todavรญa mรกs profunda, puesto que la libertad es el objetivo de la polรญtica. En los regรญmenes totalitarios no hay polรญtica, porque no hay un espacio pรบblico para mostrar nuevos comienzos. La libertad es una idea totalmente polรญtica: debe implicar a otra gente para que se le reconozca como tal, de otro modo carece de significado.
Arendt celebraba los nuevos comienzos como el don de cada uno de llevar a cabo lo que es totalmente improbable y totalmente inesperado. Las revoluciones encienden la chispa de los milagros y โla continuada existencia de la humanidad sobre la tierra depende esta vez del don del hombre de โrealizar milagrosโโ. Con esta idea de salvaciรณn, Arendt celebra las buenas revoluciones: es decir, las que estรกn ancladas en la libertad. Pero la salvaciรณn del mundo por medio de un acto milagroso es poco frecuente. La mayorรญa de nosotros vivimos en un mundo de rutinas triviales. Arendt tiene un desdรฉn heideggeriano por la rutina de las masas: su cultura es filistea y los manipulan constantemente. Trata este arraigado pesimismo cultural en su ensayo โCultura y polรญticaโ. Si el puritanismo confiriese respeto y dignidad a una forma corriente de vida, Arendt serรญa la antipuritana definitiva. Como Heidegger, adora el heroรญsmo. Funde la conformidad con el conformismo, las convenciones necesarias para gobernar la vida corriente. El ensayo muestra cรณmo oscila entre dos tendencias aparentemente contradictorias que han definido su forma de pensar: una simpatรญa por la revoluciรณn y una tendencia conservadora. Aunque puede ser liberal en asuntos especรญficos, no es una liberal.
El pensamiento de Arendt es muy relevante para nuestro debate actual sobre la ciudadanรญa. Aporta su experiencia personal y la autoridad moral del vagabundo โindocumentadoโ y apรกtrida. Arendt tiene muy poca confianza en la idea de cosmopolitismo que tenรญa Karl Jaspers, otro de sus mentores filosรณficos. โNadie puede ser ciudadano del mundo como es ciudadano de un paรญsโ, escribe. La protecciรณn de los derechos solo se puede hacer efectivamente en el marco de un Estado. Necesitamos pasaportes. Pese a todo lo que se dice sobre la globalizaciรณn, nuestro mundo es todavรญa internacional y no cosmopolita.
Al mismo tiempo, Arendt observa de cerca los Estados-naciรณn y no le gusta lo que ve. En la colecciรณn estรก incluido un breve ensayo sobre el Estado-naciรณn y la democracia que resulta muy pertinente en nuestro tiempo. Arendt merece doble crรฉdito por subrayar la importancia de la ciudadanรญa en la protecciรณn de los derechos, mientras que tambiรฉn es escรฉptica sobre la capacidad del Estado-naciรณn para garantizar estos derechos. En la Hungrรญa de Orbรกn, la Polonia de Kaczyลski, la India de Modi, la Turquรญa de Erdoฤan, la Rusia de Putin, la Inglaterra del Brexit, la Italia de Salvini, el Israel de Netanyahu y los Estados Unidos de Trump, hay una sensaciรณn creciente de que la plena ciudadanรญa es un derecho que solo se permite a la mayorรญa รฉtnica o religiosa. Los otros pueden, en general, ser tolerados como residentes. โEl puebloโ, desde ese punto de vista, constituye el Estado-naciรณn y cualquier poder que fiscalice su gobierno, sean los tribunales o la constituciรณn, debe ser por tanto despojado de autoridad.
Arendt era sionista y se identificaba como judรญa cuando importaba, es decir, entre judรญos asimilados en los aรฑos mรกs oscuros. Pero pertenecรญa a una rama del sionismo, liderada por Martin Buber y Leon Magnes, que se oponรญa a la creaciรณn de un Estado-naciรณn judรญo en Palestina. En 1933, cuando Hitler subiรณ al poder, Arendt huyรณ a Parรญs, donde empezรณ a trabajar para una cantidad de organizaciones judรญas. Con la ocupaciรณn de Francia, escapรณ a Estados Unidos por Portugal, escribiรณ en revistas para la comunidad judรญa inmigrante y se hizo editora en Schocken.
En mayo de 1942, Arendt asistiรณ a la conferencia Biltmore en Nueva York donde Ben-Guriรณn presentรณ lo que despuรฉs se conociรณ como el plan Biltmore para establecer un territorio autรณnomo judรญo. Fue probablemente la primera en admitir el cambio dramรกtico en la polรญtica oficial del movimiento sionista que representaba este plan e identificaba correctamente a Ben-Guriรณn como el primer motor de este cambio. Su enemistad con el primer ministro israelรญ no estรก suficientemente reconocida como motivo de su controvertido libro Eichmann en Jerusalรฉn. Un estudio sobre la banalidad del mal (1963). Pero veรญa el juicio de Eichmann como parte del ejercicio de Ben-Guriรณn para construir un Estado-naciรณn.
El libro ha sido sometido a anรกlisis tan exhaustivos que parece superfluo echar mรกs leรฑa al fuego. Resulta รบtil que Thinking without a banister contenga observaciones de Arendt en entrevistas y mesas redondas que aclaran su posiciรณn, al menos retrospectivamente. Por ejemplo, rechaza con vehemencia la idea, a menudo atribuida a ella, de que todos tenemos un Eichmann dentro: โSiempre he detestado esa idea de que โHay un Eichmann en cada uno de nosotrosโ. Sencillamente, no es cierto.โ
Puede parecer banal hoy, pero no se puede exagerar la novedad de la idea de que los motivos de los cรณmplices nazis eran banales. Donde se equivoca es al identificar a Eichmann como uno de esos cรณmplices. Para examinar el verdadero papel de Eichmann, es รบtil trazar una distinciรณn entre los instigadores del mal y los que lo llevan a cabo. Los instigadores, o empresarios, del mal eran relativamente pocos y eran, en conjunto, mรกs exitosos. El principal arquitecto del Holocausto, Reinhard Heydrich, era un instigador, y no era banal en modo alguno. Eichmann, a causa de su desangelada apariencia en el banquillo, y su intento de presentarse ante los tribunales como una figura totalmente carente de interรฉs, logrรณ engaรฑar a Arendt y convencerla de que solo era un tecnรณcrata nazi, un cรณmplice. Pero sabemos lo suficiente y ella debรญa haberlo sabido en el momento como para situar a Eichmann clara- mente entre los instigadores.
((En una entrevista de 1957 con un nazi holandรฉs llamado Willem Sassen, Eichmann mostrรณ con claridad su opiniones feroces sobre los judรญos. La entrevista, de la cual se publicaron algunas partes en la revista Life, tambiรฉn aparece citada en el excelente libro de Bettina Stangneth Eichmann before Jerusalem. The unexamined life of a mass murderer (2014).
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Thinking without a banister incluye una observaciรณn sincera y elocuente de Arendt sobre su objetivo a la hora de escribir Eichmann: โUna de mis principales intenciones era destruir la leyenda de la grandeza del mal, de la fuerza demoniaca, para aliviar a la gente de la admiraciรณn que tienen hacia grandes personajes malvados como Ricardo III o Macbeth, y asรญ. Habรญa encontrado la siguiente observaciรณn de Brecht: โLos grandes criminales polรญticos deben ser expuestos y especialmente expuestos a la risa.โโ
Lo que intentรณ hacer, entonces, fue adoptar un tono irรณnico brechtiano. Pero esa โrisaโ no les sentรณ bien a algunos de sus amigos, no digamos a los judรญos del este de Europa de la generaciรณn de mis padres, que respondรญan a lo que consideraban un estereotipo de Arendt que los ridiculizaba (tal como lo expresaba, por ejemplo, su desdeรฑoso contraste entre el patรฉtico fiscal general Hausner โun judรญo de Galitziaโ y los dignos y autรฉnticos judรญos alemanes) con un estereotipo propio. โUna yekete intelectualโ, la llamaban: con eso querรญan decir una judรญa alemana, pero aludรญan a muchas mรกs cosas: lectora, fumadora nerviosa con un corte de pelo sensato, seca hasta el punto de parecer grosera, nada sentimental en pรบblico pero extremadamente sentimental hacia los amigos cercanos, su sobrina y su perro. El estereotipo de la yekete es una mujer que es inteligente, incluso extremadamente inteligente, pero emocionalmente obtusa; capaz de un sarcasmo รกcido pero incapaz del humor o de la distancia irรณnica.
El propio Brecht fracasรณ miserablemente al hacer de Hitler y el partido nazi una cosa de risa en su obra La resistible ascensiรณn de Arturo Ui. Que Arendt utilizara una estrategia brechtiana al escribir sobre Eichmann era literalmente cianuro. La acusaron de parecer distante hasta el punto de la indiferencia ante el sufrimiento de las vรญctimas del Holocausto. Pero su intenciรณn, dice, era adoptar una ironรญa brechtiana para ridiculizar a Eichmann y negarle cualquier estatus shakesperiano como el que tendrรญa un archivillano como Yago o Ricardo III. Ya puedo oรญr a los amigos de mis difuntos padres: ยฟQuรฉ esperabas? Humor de yekete.
Sea como sea, no conozco a nadie, incluyendo sus firmes defensores, que entendiera el libro como sรกtira, o algo similar a la sรกtira. Puede que todo el asunto de la โrisa brechtianaโ sea un pensamiento posterior, para oponerse a la afirmaciรณn de que se sentรญa diferente a las vรญctimas, quizรกs intentรณ transformar una distancia emocional en una distancia irรณnica.
Eichmann, segรบn Arendt, era incapaz de pensar, y tomรณ parte en crรญmenes horrendos por irreflexiรณn. Si Eichmann no tenรญa ideas, el contraste inmediato que se viene a la cabeza es Heidegger, el pensador profundo, der Denker. Thinking without a banister contiene la elegรญa โHeidegger a los ochentaโ, que defiende que โla gente siguiรณ el rumor sobre Heidegger para aprender a pensarโ. (Arendt publicรณ esa pieza en 1971; muriรณ cuatro aรฑos mรกs tarde, a los 69.) Heidegger tenรญa una inmensa reputaciรณn subterrรกnea como โel rey ocultoโ del terreno del pensar antes de hacerse conocido gracias a sus textos.
Pero, ยฟquรฉ decir del hecho de que el irreflexivo Eichmann y el โprรญncipe del pensamientoโ Heidegger eran nazis convencidos? Cierto, Eichmann era un nazi ortodoxo y fanรกtico, y Heidegger era excรฉntrico, pero los dos eran nazis de todos modos. Arendt incluye una nota al pie apologรฉtica, describiendo el โerrorโ de Heidegger sobre el nazismo como totalmente distinto de los errores comunes de sus contemporรกneos. Y, por supuesto, Heidegger no estaba en modo alguno cerca de Eichmann, el asesino de escritorio. El asunto aquรญ no es la asignaciรณn de responsabilidad moral por los crรญmenes nazis, sino la propia versiรณn de Arendt del pensamiento. Si el mayor pensador y el asesino de escritorio que no piensa terminan siendo nazis, de quรฉ vale el pensamiento. Sobre todo para uno que cree, como hace Arendt, que el pensamiento deberรญa ser concreto y no estar envuelto en bruma metafรญsica.
Con el totalitarismo Arendt intensifica su posiciรณn radical sobre la filosofรญa polรญtica, no es solo que la teorรญa polรญtica tradicional estรฉ equivocada, sino que con el ascenso del totalitarismo se volviรณ irrelevante.
El totalitarismo, sostiene Arendt, es una nueva forma de gobierno desconocida en el pasado. Su novedad no reside en una crueldad especial; las tiranรญas del pasado eran extremadamente crueles y sangrientas. El totalitarismo tal como lo encarnaban la Uniรณn Soviรฉtica de Stalin y la Alemania nazi se basaba en dos pilares: el terror y las fanรกticas ideologรญas ficcionales. El elemento central del totalitarismo son los campos de concentraciรณn y los campos de trabajo forzado. El totalitarismo se guรญa โsi esta es la palabra que puede decirseโ por la idea de que โtodo es posibleโ, de que no hay lรญmites, morales ni de otro tipo, en lo que puede hacer el rรฉgimen.
Arendt cree que frente al totalitarismo nuestra nociรณn acostumbrada de polรญtica ha perdido su asidero. Naciรณ una realidad aterradora y carecemos de los conceptos adecuados para lidiar con ella. Esta ruptura histรณrica trae, cree ella, una ruptura conceptual. Pide un vocabulario distinto y unas sensibilidades diferentes. El mundo a la sombra del totalitarismo es totalmente diferente de todo lo que conocรญamos antes. El nรบcleo de su versiรณn se encuentra en el tercer volumen del libro de 1951, que todavรญa me parece la parte mรกs impresionante de su trabajo. La cuestiรณn que se debe preguntar hoy no es si su descripciรณn del totalitarismo es adecuada, sino si afrontamos un desmoronamiento de nuestros conceptos polรญticos. Conceptos demasiado improvisados para afrontar los regรญmenes totalitarios y los males del siglo pasado.
Hay muchas razones para creer que de inicio no tenรญamos buenos conceptos polรญticos, sea antes o des- puรฉs del totalitarismo. Pero la idea de que podemos y deberรญamos empezar de cero es una ilusiรณn. Necesitamos el barandal de la tradiciรณn, aunque sea un barandal vacilante. ~
Traducciรณn de Daniel Gascรณn.