Coradino Vega
La noche más profunda
Barcelona, Galaxia Gutenberg, 2019, 430 pp.
Hay lugares que, sin saberlo, se convierten en el campo de pruebas de desgracias futuras. Cuando pensamos en antisemitismo nos viene a la cabeza la Alemania nazi; con un poco de suerte, el caso Dreyfus o, ya para nota, los pogromos que ocurrieron en Rusia en el siglo XIX. Rara vez pensamos en Rumanía. Por eso sobrecoge leer que en 1934, siete años antes de que Hermann Göring hablase de la “solución final a la cuestión judía”, un personaje de una novela de Mihail Sebastian dijese: “Hay un problema judío y es menester resolverlo. No es posible soportar un millón ochocientos mil judíos. Si en mi mano estuviera, intentaría eliminar a varios centenares de miles.”
La novela en cuestión, Desde hace dos mil años, retrataba la crisis de valores del Bucarest de entreguerras. En ella se describían los abusos que sufrían los judíos de forma cotidiana. Pero, al igual que Philip Roth –que defendía que el diario de Sebastian merecía ser tan leído como el de Ana Frank–, el rumano tampoco tenía reparos en mostrar la cara menos amable de los judíos aunque él también lo fuese. Así, también se decía que la idea del Estado judío palestino era una aberración o que no por ser judío alguien era menos fascista. No obstante, más que la novela en sí, lo que levantó ampollas fue el prólogo, un alegato antisemita en toda regla. Sebastian había pedido el prólogo a su profesor Nae Ionescu, pero al leerlo se encontró con “una auténtica condena a muerte”. Pese a ello, movido por una especie de honestidad intelectual, decidió publicarlo tal cual estaba.
Precisamente en el episodio del prólogo (o mejor dicho en cómo una década después Sebastian recordaba aquel momento tan doloroso) empieza el último libro de Coradino Vega, que novela los últimos años de la vida del escritor: los altibajos de su amistad con Mircea Eliade, el enamoramiento de ambos por la misma mujer o su relación intermitente con la actriz Leni Caler. En La noche más profunda, Vega no se limita a recrear estos episodios más o menos conocidos (en este sentido, además del espléndido diario de Sebastian son muy recomendables los ensayos de Norman Manea), sino que además reflexiona sobre el papel que jugaron los intelectuales en el ascenso del fascismo en los años treinta. Sebastian, Eliade o Cioran pertenecían a la nueva generación de escritores –la llamada Generación del 27–. Eran los primeros pensadores libres en la historia de Rumanía y, como suele ocurrir, lo primero que hicieron fue arremeter contra la generación anterior. Como se cuenta en la novela, Cioran escribió en un artículo que había que hacer lo que fuese “para superar esa ‘dictadura reumática’, añadiendo que la única salvación pasaba por otra masacre de San Bartolomé que apuntara a quienes encarnaban esa decrepitud. Empeñados en regenerar el país, ¿nadie reparaba en que los efectos de las palabras pudieran ser literales?”, se pregunta Vega. Tiempo después el crítico y poeta Nicolae Iorga, al que se refería Cioran en su artículo, fue asesinado por la Guardia de Hierro. Desde luego, considerar a Cioran autor intelectual del asesinato de Iorga sería ridículo, pero sí cabe preguntarse, como hace Vega en otro punto de la novela, “en qué momento una palabra que alienta el crimen se convierte en crimen”. Es innegable que las palabras de aquellos que tienen algún tipo de relevancia pública pueden acabar sirviendo de coartada a los propósitos más viles. No hay que olvidar que, como decía Victor Klemperer, el lenguaje del vencedor no se habla impunemente.
En la línea de lo apuntado por Klemperer en lti. La lengua del Tercer Reich, Vega se detiene en la transformación que fue sufriendo el lenguaje para ir dando cabida a las atrocidades, cada vez de mayor calibre, que iban ocurriendo a diario en Rumanía. A Sebastian no le pasan desapercibidos los “epítetos de los reporteros que habían servido a tres regímenes y hacían lo mismo con un cuarto, las hipérboles aduladoras, los eufemismos […]”, el abuso de la expresión “revolución de las razas victoriosas” o del adjetivo “histórico”. A base de repetirlas una vez tras otra, el sentido de las palabras, incluso las más nobles, se fue tergiversando hasta no significar nada o acabar incluso significando lo contrario. En este sentido, todos los que escribían artículos en aquella época, incluido el propio Sebastian, tuvieron su parte de culpa. Al fin y al cabo, durante una época escribió en Cuvântul (La Palabra), periódico dirigido por Nae Ionescu cuya línea editorial se fue escorando cada vez más hacia la extrema derecha, al igual que la mayor parte de su círculo de amigos más cercanos, incluyendo a Eliade. En un momento de la novela, Eliade le reprocha a Sebastian que en su juventud publicase algún artículo halagador sobre el fascismo italiano. No obstante, tampoco hacía falta que le acusase de nada: la mente de Sebastian es una letanía de remordimientos y autorreproches, y, lejos de ocupar el papel de víctima, siente que es él el que ha incurrido en “una deuda extraña” que no sabe muy bien “a quién pagar”.
El Sebastian dibujado por Vega es un fiel reflejo del que se muestra en los diarios del escritor rumano (de hecho, como reconoce el autor en la nota al final del libro, muchas de las palabras que aparecen en esta novela son más de Sebastian que suyas). También está muy bien retratado el enloquecido clima social y cultural de la época. Por supuesto, siempre habrá quien prefiera leer los diarios y escritos de los diferentes protagonistas en vez de una novela “basada en hechos reales”, por muy fiel a la realidad que esta pueda ser, pero no hay que olvidar que la ficción tiene sus ventajas. La noche más profunda permite confrontar los puntos de vista de los protagonistas a través de una serie de “careos” que nunca tuvieron lugar. En este sentido, ofrece una visión de conjunto mucho más rica y llena de matices, algo esencial cuando se intenta entender un hecho tan complejo como el ascenso del fascismo. Se trata, en definitiva, de una novela inteligente y muy bien documentada sobre un periodo de la historia tan turbulento como incomprensible. Además, contribuye a reivindicar la figura de Mihail Sebastian, un grandísimo escritor eclipsado por los Eliade, Cioran y compañía. ~
es periodista y escritora. Su novela más reciente es Las siete vidas del cangrejo (Editorial Alegoría, 2016)