Primeros resultados de la Consulta Cultural

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Tradicionalmente, a fines de sexenio, los interesados por la cultura en Mรฉxico solรญan inquietarse por los nombramientos de funcionarios culturales para los prรณximos seis aรฑos. Los que podรญan, se movรญan calladamente para que tales o cuales personas quedaran en ciertos puestos. Los demรกs se preguntaban: ยฟQuiรฉn irรก a quedar?

Las nuevas circunstancias han hecho menos calladas estas inquietudes, y las han aumentado, porque ahora, ademรกs, la gente se pregunta: ยฟQuรฉ irรก a quedar?

Se teme que muchas cosas desaparezcan, se privaticen o cambien de signo ideolรณgico. Pero, ademรกs de los temores, quizรก por haber vivido la insรณlita experiencia de que el voto pudo terminar pacรญficamente con la hegemonรญa del PRI, ha surgido un รกnimo de participar, discutir, proponer. Hay quienes se mueven abiertamente en favor o en contra de tales o cuales personas. Se multiplican las declaraciones y artรญculos sobre las instituciones culturales. Pero lo mรกs notable de todo ha sido que mรกs de quince mil espontรกneos se tomaran el trabajo de responder a la Consulta Cultural. Son nรบmeros comparables a los que alcanzan las encuestas en pantalla de televisiรณn sobre temas polรญticos, deportivos o sensacionales, con una diferencia importante: el tema es minoritario y el trabajo requerido mayor que una simple llamada para responder sรญ o no.

No hay que olvidar en quรฉ paรญs vivimos. En 1993, Jorge A. Gonzรกlez y Marรญa Guadalupe Chรกvez de la Universidad de Colima realizaron una encuesta en 3,331 hogares de 34 ciudades mexicanas de mรกs de cien mil habitantes. En el 36% de los hogares encontraron cuando menos un universitario. Pero de los universitarios, el 22% no habรญa comprado un solo libro en los รบltimos doce meses, el 39% nunca habรญa estado en una biblioteca pรบblica y el 50% tenรญa en su casa cuando mucho treinta libros. En 1996, el periรณdico Reforma realizรณ una encuesta en la ciudad de Mรฉxico entre ochocientas personas mayores de quince aรฑos, de todos los niveles de ingreso. El 71% no estaba leyendo un libro, y en el 29% restante Carlos Cuauhtรฉmoc Sรกnchez fue el autor que mรกs estaban leyendo.

Frente a esta realidad, la idea de una consulta cultural verdaderamente democrรกtica, en la cual participen todos los ciudadanos (o una muestra representativa demogrรกficamente) resulta absurda. Pero el extremo opuesto: decidir todo calladamente en petit comitรฉ, ya no corresponde al desarrollo de la sociedad mexicana. Gracias a las decisiones en petit comitรฉ de Altamirano, Sierra, Vasconcelos y tantos otros, a lo largo de mรกs de un siglo, ahora hay mรกs interesados en la cultura que nunca. Sigue habiendo analfabetismo campesino (para vergรผenza de nuestros gobiernos) y hasta universitario (para vergรผenza de nuestras universidades), pero entre ese extremo y el petit comitรฉ ha venido creciendo una pequeรฑa multitud que lee, escribe, organiza talleres literarios, pinta, va a exposiciones, ve los canales culturales, toca algรบn instrumento, actรบa, dirige, participa en conferencias y mesas redondas, investiga, da clases, tiene empleos culturales y, desde luego, no se identifica con los lectores de Cuauhtรฉmoc Sรกnchez. Tampoco se identifica con el petit comitรฉ: le parece remoto, secreto, maquiavรฉlico. Quienes participaban en las veladas de Altamirano, aunque no fueran directamente animadores, estaban cerca de los animadores: eran amigos, parientes, conocidos, a los cuales tenรญan acceso, si querรญan opinar o participar mรกs activamente. Esta relaciรณn deja de ser posible cuando se pasa de una minorรญa de cien personas a una minorรญa de cien mil.

El problema prรกctico de comunicarse y participar en la nueva situaciรณn puede atenderse de varias maneras, para favorecer esa cercanรญa.

1. Fragmentar el poder cultural. La piramidaciรณn no mejora la calidad de la cultura, ni tiene economรญas de escala.Muchas instituciones gigantescas no son mรกs que un atado artificial de actividades inconexas, que pueden operar separadamente. La fragmentaciรณn puede ser geogrรกfica, por tipo de actividad o por unidades de operaciรณn. Y el poder fragmentado estรก mรกs cerca de los participantes respectivos.

2. Darle mรกs informaciรณn al pรบblico. En primer lugar,informaciรณn prรกctica para que aproveche la oferta cultural disponible. Ademรกs, informaciรณn operacional para que juzgue las decisiones que se toman.

3. Consultar a la comunidad. Desde luego, a los conocedores en cada materia; pero tambiรฉn a los demรกs interesados en la cultura. Algo de esto ya existe: se escucha a la gente del entorno inmediato, se busca en especial a ciertas personas, se ponen libros en las exposiciones para que los visitantes dejen su opiniรณn. Pero hace falta ampliar y sistematizar la recepciรณn de informaciรณn, opiniones, sugerencias, propuestas.

Por lo pronto, el resultado mรกs notable de la consulta ha sido la legitimaciรณn del sector cultural y, en mayor o en menor grado, de las once instituciones que tienen partida separada en el presupuesto federal. Si de las cifras publicadas (en Letras Libres y otras partes) se excluye a los participantes que no sabรญan de la existencia de esa instituciรณn o no tenรญan opiniรณn, se obtiene el porcentaje de la “Opiniรณn mรกs bien favorable” de los que sรญ la conocรญan y tenรญan opiniรณn. Puede verse en la tabla adjunta.

Estas cifras y el conjunto general de respuestas a la consulta dicen claramente que el sector cultural federal no debe ser desmantelado ni privatizado, sino mejorado y ampliado. Los que responden a la opciรณn “En mi opiniรณn debe desaparecer” no llegan al 4% en ninguna de las once instituciones (el mรกximo es 3.8% para Estudios Churubusco Azteca). Los que hablan espontรกneamente de privatizar (esta opciรณn no se preguntรณ) son menos aรบn, excepto en el caso de los Estudios Churubusco: el 7.8% de los que opinaron sobre รฉstos proponen privatizarlos.

Ademรกs de este mensaje distintivo sobre los Estudios Churubusco, hay otros sobre el Fondo de Cultura Econรณmica (15.2% de los que opinaron espontรกneamente sobre el Fondo dicen “Que sus directivos sean profesionales de la ediciรณn”, lo cual se refiere obviamente a que no siga a cargo de un ex presidente de la repรบblica); sobre el INAH (“Mejorar la protecciรณn de los sitios arqueolรณgicos y monumentos”, 14.2%); sobre Conaculta (“Eliminar favoritismos, mafias”, 13.8%); sobre el Centro Cultural de Tijuana (“Crear centros anรกlogos en otras ciudades de la frontera”, 9.4%).

Pero la respuesta general mรกs importante, despuรฉs de la principal (conservar y mejorar el sector cultural) estรก en la pregunta B: la mitad de los que opinan habla espontรกneamente de “Aumentar la difusiรณn informativa”.

Nรณtese, en primer lugar, que la pregunta B es abierta: “ยฟQuรฉ cosas buenas para la cultura no estรก haciendo ninguno de los organismos anteriores?”. Esto se pudo interpretar como: ยฟQuรฉ otras instituciones hacen falta? Pero no se interpretรณ asรญ, fuera de unos cuantos que hablaron de crear una Secretarรญa de Cultura. Se interpretรณ mรกs bien en el sentido de: ยฟCรณmo mejorar las instituciones ya existentes? Y hasta se pudiera decir que la interpretaciรณn dominante fue: ยฟCรณmo hacer llegar la cultura a mรกs personas? Asรญ parecen entenderlo las respuestas mรกs altas: Aumentar la difusiรณn informativa (48.1%), Aumentar la cobertura a grupos populares y a todo el paรญs (22.1%), Desarrollar programas y productos culturales especรญficos para los niรฑos y los jรณvenes (9.4%), Vincular al sector educativo con el sector cultural (9.2%), Descentralizar (8.9%) y otros como Promover la cultura dentro y fuera de Mรฉxico (4.9%), Favorecer la apreciaciรณn cultural (3.2%).

La importancia que recibe la difusiรณn informativa es elocuente y sensata. ยฟDe quรฉ sirve ofrecer oportunidades culturales, si los posibles interesados no se enteran? Hay, por supuesto, gente perfectamente enterada en todos los medios culturales. Pero se trata, por lo general, de muy poca gente, y con informaciรณn limitada al medio en que se mueve. Con respecto a otros medios, es comรบn enterarse demasiado tarde de algo que ya terminรณ o se agotรณ, que no se consigue ahรญ, cuyo horario no es el que uno creรญa, etcรฉtera. Los que no pertenecen a ciertos cรญrculos, no frecuentan ciertas instituciones o lugares, o viven en otras ciudades, ni saben de muchas cosas valiosas (con frecuencia gratuitas) que pudieran interesarles.

Los que estรกn en el ajo no le dan importancia a esta cuestiรณn fundamental. Actรบan como si estuviรฉramos todavรญa en los tiempos de las veladas de Altamirano. Piensan, en primer lugar, que hay pocos interesados, y que de hecho todos saben, porque la informaciรณn corre de boca en boca; o que no hay presupuesto para informar, y no es tan fรกcil tener acceso gratuito a los medios de informaciรณn. En algunos casos, no hay partida expresa en el presupuesto, lo cual implica que anunciarse (pagando)estรก formalmente prohibido. Por lo demรกs, hay cierta tendencia en las actividades culturales a enfrascarse en los problemas de producciรณn y administraciรณn, olvidรกndose del pรบblico que no estรก en el ajo. Informar requiere distraer esfuerzos y dinero de cosas que parecen mรกs importantes.

Otra cosa es hacerse propaganda, personal o institucional. En esta direcciรณn, por el contrario, se distraen tantos esfuerzos y dinero que, a veces, las actividades culturales parecen mรกs bien el pretexto para salir en los periรณdicos y la televisiรณn. Es muy sabido que las burocracias se disputan los medios de comunicaciรณn social para controlarlos, si pueden, o cuando menos para figurar. Para lo cual es perfectamente deseable cacarear intensamente algo de poco interรฉs cultural, pero que sirve para anunciarse. Peor aรบn: es posible gastar un dineral en actos valiosos a los que nadie va, simplemente porque los anuncios e invitaciones salen demasiado tarde. Naturalmente, las invitaciones tardรญas para que los interesados aprovechen la oportunidad, no llegan demasiado tarde para que se enteren de quรฉ importantes son ciertas instituciones y personas.

Este abuso polรญtico del erario explica la desconfianza general y las restricciones presupuestales al gasto en medios de comunicaciรณn social. Pero hay que distinguir entre la propaganda y la informaciรณn prรกctica. Si se anuncia algo maravilloso, y por todas partes resuena el nombre de la instituciรณn y del funcionario que la encabeza, de preferencia con su foto, pero no se dan los telรฉfonos, faxes, correo electrรณnico, direcciรณn, horarios, ni detalles รบtiles sobre los servicios, se estรก gastando en imagen, no en facilitar que en la prรกctica el pรบblico aproveche la nueva oportunidad. Hasta llega a suceder que algรบn interesado, despuรฉs de buscar empeรฑosamente el servicio, descubra que sรญ, que se inaugurรณ, pero que todavรญa no se sabe cuรกndo llegue a funcionar, ni cรณmo, ni a quรฉ horas.

Gastar en informaciรณn prรกctica para el aprovechamiento de la oferta cultural multiplicarรญa su beneficio a un costo muy bajo. Gastar, digamos, el 5% del presupuesto cultural en mejorar la vinculaciรณn informativa con los interesados en la cultura tendrรญa mรกs efecto que duplicar la oferta cultural de la cual nadie se entera. Los asientos vacรญos en las funciones culturales, los libros no leรญdos en las bibliotecas y bodegas editoriales, las exposiciones, monumentos y sitios arqueolรณgicos no visitados, los cursos y concursos no aprovechados, las becas ignoradas, los archivos no consultados, ofrecen oportunidades desconocidas para muchos que pudieran aprovecharlos. Las instituciones culturales tienen que tomar en serio esta necesidad sentida por los interesados en la cultura. Fue la opiniรณn nรบmero uno que formularon espontรกneamente. –

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(Monterrey, 1934) es poeta y ensayista.


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