La escritora Kate Zambreno (1977) es estadounidense, pero parece europea: sus libros, híbridos, mitad ensayo, mitad crónica de sus días, están llenos de autores europeos, de Barthes a Rilke, Sebald, Foucault, Bernhard, Chris Marker o Sophie Calle –también hay norteamericanos como Susan Sontag, Peter Hujar, David Wojnarowicz o Moyra Davey–. Además del propio Hervé Guibert, escritor, cineasta y fotógrafo francés, sobre el que trata de escribir Zambreno en su libro más reciente traducido al castellano, Escribir como si ya hubieras muerto. Parte de la peculiaridad de Zambreno está en su gusto europeizante, si no afrancesado. Guibert escribió dos libros sobre su enfermedad, el sida: Al amigo que no me salvó la vida y El protocolo compasivo. Zambreno resume el primero como la “cronología especulativa del momento en que se le diagnosticó el sida”; el segundo “lo escribe delante de nosotros, a contrarreloj”. Al amigo que no me salvó la vida se publicó en 1990 y convirtió a su autor en famoso, también en el primero en escribir abiertamente sobre su enfermedad. El narrador cuenta la muerte de Muzil, que está basado en Foucault, que murió de manera anónima en el mismo hospital que Roland Barthes. Zambreno anota la paradoja de que los firmantes de los ensayos “¿Qué es el autor?” y “La muerte del autor” murieran de manera anónima en el mismo hospital. Escribir como si ya hubieras muerto está lleno de ese tipo de golosinas, detalles o rimas que parecen burlas del destino.
El libro de Zambreno tiene dos partes, “Desaparición” y “Escribir como si ya hubieras muerto”, que funcionan como díptico en torno a Guibert y la imposibilidad de Zambreno de escribir el estudio sobre la novela del francés. Derivas –anterior libro de la escritora, misma editorial y traductora al español, Montse Meneses Villar– también trataba sobre la imposibilidad de escribir. “A principios de verano escribí ‘Desaparición’, una historia inspirada en Al amigo que no me salvó la vida sobre una amiga que tuve en internet, en la que me preguntaba si, al escribir sobre ella, la había traicionado. Escribir esa historia sobre mi amiga no satisfizo mi deseo de escribir un estudio sobre la novela de Hervé Guibert. No me satisfizo filosóficamente y, probablemente, lo que era más importante, es que no cumplía con el contrato que había firmado para escribir un estudio sobre la novela de Hervé Guibert”, dice una de las secciones de la segunda parte del libro. Ese relato, “Desaparición”, es la primera sección de Al amigo… y sorprende que se refiera a él como relato, como sorprende que diga que el tema es esa amistad tenida y perdida. Ese es un juego que le gusta a Zambreno: sus libros se van haciendo y deshaciendo, se van buscando a sí mismos –sucedía también en Derivas– como si tuvieran que vencer una resistencia a ser escritos. Lo que se leyó efectivamente como un estudio de la novela de Guibert, la primera parte, resulta que es un relato sobre una amistad. Pero el libro de Guibert es también un libro sobre una amistad y sobre si Guibert traicionó a Foucault al contar su muerte a través del personaje de Muzit. Hay más traiciones: la de Foucault/Muzit a Isabelle Adjani/Marine y, por supuesto, la de Bill, el amigo que no le salvó la vida, a Guibert.
La segunda parte del libro es un relato fragmentario en el que las notas y pensamientos a propósito de los libros de Guibert sobre el sida conviven con el relato de la vida cotidiana de Zambreno: tiene una hija pequeña a la que aún da el pecho, está embarazada de nuevo, vive haciendo cálculos sobre el seguro médico y el alquiler, necesita el contrato de la universidad que le garantizaría un seguro, y en esas llega la covid. Salvando las distancias, Zambreno se siente aún más cerca de Guibert con la llegada de la pandemia y con las molestias del embarazo y un herpes que le tratan con antiviral. La fragmentación de esta segunda parte es reflejo de cómo escribe, en los ratos que va rascando de sus obligaciones, cuando logra tener ganas de escribir: “Como máximo tengo quince minutos para escribir este pasaje. No será alta literatura. Anunciará, tal vez, que hoy he existido”, escribe.
“¿Por qué tu libro es una novela?, me preguntan a menudo. Sigo repitiendo el mismo guion, la novela es una forma que lo recoge todo, acepta diarios, ensayos, cartas, poesía… Y no paro de hablar de Guibert”, escribe a propósito de la promoción de Derivas. Cuestiona también el sujeto de su estudio: “Con frecuencia me pregunto por qué elegí a Hervé Guibert como sujeto para realizar un estudio y no a David Wojnarowicz, un escritor, artista y activista, alguien a quien, en muchos sentidos, admiro más, incluso quiero más, por su rabia y su elegancia.” Y sigue: “Su escritura es antisocial, parasitaria, reactiva, a menudo antihumanista. Pero Guibert también se ofrece como dispositivo […]. Escribe sobre la urgencia del cuerpo y su propia subjetividad.” Zambreno quizá no da una respuesta clara a por qué Guibert, pero lo importante es que se hace la pregunta y adónde le lleva. Eso se aplica a todo el libro. ~