Escucha a Trujillo y Hernández Alcázar:
EPISODIO I: TODO HUMOR ES POLÍTICO
Enrique Hernández Alcázar: Todo es política. Somos animales políticos. Creo que el humor político tiene su origen en el teatro griego, en esos anfiteatros donde hacían parodias de los poderosos, de los que gobernaban la república, incluso de los que tenían ciertas aficiones perversas que no tenían que ver con la vida pública sino con la vida privada. Ahí está el origen del humor. Con el tiempo pasó a la carpa, al cabaret, al clown y el resto de los géneros escénicos y a los distintos subgéneros de humor. El humor político, como el periodismo, si no incomoda a quien estás criticando, señalando, ridiculizando, parodiando, no funciona. Se queda en el pastelazo.
Víctor Trujillo: El humor es un vehículo bastante amable para decir cosas crudas. Recordemos la figura del bufón, él es el único que le puede decir la verdad al rey. Y, es cierto, el humor político no puede complacer; si no, no tiene chiste.
Cuando en 1994 arrancó El mañanero, en acir radio, me di cuenta de que tenía una gran ventaja si salía como Brozo, el personaje, porque me permitía un poco de distancia. Ese año, con la aparición del ezln y el asesinato de Luis Donaldo Colosio, algo se rompió en el sistema político mexicano y todos se distrajeron tanto con esos acontecimientos que nadie puso mucha atención al tipo de programa que estábamos haciendo. Por eso pudimos echar a andar un proyecto como El mañanero.
El personaje de Brozo resultaba muy contrastante para lo que usualmente presentaba el Grupo acir (Asociación de Concesionarios Independientes de Radio), que era un grupo serio y formal. El inicio del programa coincidió con el primer día de la presidencia de Ernesto Zedillo y en ese momento habría sido muy difícil que el gobierno tolerara otra cosa, porque además se trataba de una época en la que la solemnidad era la base de la credibilidad. Por eso había que demostrar que el payaso sabía de lo que estaba hablando. Si se equivocaba en una fecha, un nombre, o citaba mal algo, la gente iba a decir: “¡es el payaso!, ¿qué esperabas?” y por tanto había que ser cuidadosos con lo que el payaso decía para que las personas aceptaran que hablaba con conocimiento de causa. Y, poco a poco, los invitados empezaron a dejar de rechazarnos y aceptaron ir al programa.
Enrique Hernández Alcázar: Una de las ventajas de hacer humor político en los medios es que puedes desafiar al statu quo. Hace diez años, cuando comenzó El Weso en W Radio de Televisa, nos decían “ese programa no va a durar ni un mes” o “después de las elecciones va caducar”. Paradójicamente, quienes hicieron esos comentarios se fueron a los dos años, y nosotros seguimos hasta hoy. El programa inició durante el sexenio de Fox. Las intervenciones del presidente nos ahorraban millones de pesos en guionistas, porque solo necesitábamos darle copy paste al discurso. ¡El chiste ya estaba ahí! Así transcurrió el primer programa: alimentado con puro humor involuntario.
Hacer humor en los medios informativos requiere también de responsabilidad. Es un trabajo serio y disciplinado, que no se reduce a decir tonterías al por mayor. Tienes que estructurar un mensaje a través de una gran cantidad de recursos. La forma en la que se ensambla un programa como El Weso es mucho más complicada que la de un noticiero formal, porque involucra guiones, en mi caso; canciones, en el de Fernando Rivera Calderón y personajes, en el de Marisol Gasé. Es un trabajo de corte y confección, una maniobra de precisión en la que buscas lograr empatía con tu audiencia.
Víctor Trujillo: Es muy satisfactorio tener esa conexión con el público, porque finalmente se establece un código entre la audiencia y el comunicador. Tus radioescuchas entienden a la perfección cuando estás siendo sarcástico, cuando insinúas que hay algo que no puedes decir pero que te mueres de ganas por decir. Es incluso catártico. La radio es mucho más amable que la televisión porque te brinda cierto tipo de intimidad. La tele es voraz, no admite repeticiones: ya dijiste esto, mañana que venga otra cosa.
EPISODIO II: LA CENSURA NO SE DESTRUYE, SOLO SE TRANSFORMA
Enrique Hernández Alcázar: La censura se ha transformado. Al menos en la Ciudad de México ya no se sufre de la misma manera que la que se padecía en los tiempos de Manuel Buendía, donde te callaban matándote –en Veracruz o en otros estados, lamentablemente, todavía ocurre de ese modo–. En la capital, la censura ha pasado de ser una manita de puerco física a una manita de puerco económica. Eso lleva a otro debate interesante para hablar de espacios de humor político como los nuestros. Cuando uno es parte de medios muy comerciales e importantes como Televisa, el público siempre piensa: “¿Cómo puede decir esas cosas ahí?” Sin embargo, aunque Televisa es el villano favorito cuando queremos criticar a los medios en México, me parece que fue la empresa que, a partir del año 2000, se movió mejor para mostrar una apertura.
Víctor Trujillo: De todos los medios, la televisión es la más lenta para reaccionar y adecuarse a los cambios. La prensa escrita y la radio tienen una respuesta más inmediata, ahí es donde está realmente la escuela de la libertad de expresión. La televisión siempre ha sido la hermanita más “zonza”. Incluso antes de 2000, cuando ya se perfilaba la alternancia en el gobierno, Televisa se dio cuenta de que la pluralidad también era un buen negocio y abrió la televisión para todos.
Acerca de la censura actual pienso que la clave está en el concesionario y en si este siente que ciertos programas pueden poner en riesgo su negocio. Es lo que sucedió con Carmen Aristegui. Cuando El mañanero empezó a transmitirse por Televisa en 2002, había gente que le hablaba a Emilio Azcárraga y a Bernardo Gómez para quejarse de mí, pero ambos sabían que todo lo que salía en el programa tenía sustento, que no estaba hilvanando pendejadas ni dando información poco confiable solo para meter un chiste.
Enrique Hernández Alcázar: La clave del humor político es que debe estar sustentado en el periodismo. Recuerdo que Daniel Moreno, en los tiempos en que era director de W Radio, decía: “Ante la duda, pregúntale al periodismo. La respuesta está ahí.” Primero está la nota dura, los testimonios en audio, el reporteo riguroso y, solo entonces, alrededor de estos elementos, puedes construir un chiste.
EPISODIO III: ROMPER TABÚS
Víctor Trujillo: Todos los medios son propicios para el humor político, aunque la televisión, como ya dije, ha sido la más lenta para adaptarse. Cuando trabajaba en Imevisión, a finales de los ochenta, platicaba con Ausencio Cruz y con Andrés Bustamante acerca de los primeros riesgos que en ese tiempo estaba corriendo el canal hbo en Estados Unidos con el stand up. Ahí vimos hacer sus primeras rutinas a David Letterman, Bill Maher y todos esos comediantes que después tendrían sus propios programas. Richard Pryor ya tocaba en ese entonces temas raciales. ¡Los comediantes gringos hablaban de racismo y del presidente, rompían tabús! Mientras tanto en México, en los mismos años en que comenzaba a desbordarse la epidemia del sida, teníamos prohibido decir “condón” al aire.
Enrique Hernández Alcázar: El stand up obligó a Estados Unidos a voltear a ver ese tipo de humor. No es casualidad que los noticieros con más credibilidad de la televisión estadounidense sean los late night shows, como el que dirigió por dieciséis años John Stewart y que ahora conduce Trevor Noah. De ahí salió gente como Stephen Colbert y John Oliver. Todos estos programas, a diferencia de los mexicanos, se hacen con un war room o writers room, lleno de escritores.
Víctor Trujillo: Se rumoraba que al jefe de escritores del equipo de David Letterman tenían que mandarlo uno o dos meses al año a una isla para que se calmara, porque se volvía loco de tener que llegar todos los días con Letterman y decirle “toma, aquí está lo chistoso”.
Enrique Hernández Alcázar: En México no existen esos equipos de escritores que te ayudan a preparar el programa. El programa se hace, hay que reconocerlo, intuitivamente, con mucha información y con mucho talento, pero se hace como si se tratara de una reunión de cuates. Esa es tal vez nuestra esencia y quizá por eso el stand up, que muchos tratan como género menor, no ha funcionado del todo en México: no se aprecia que detrás de la persona que está diciendo pendejadas en un bar frente a un micrófono hay escritura, tallereo de guiones y mucha disciplina.
Víctor Trujillo: Cuando en México los productores de los programas humorísticos prescindieron de los escritores acabaron también con los mejores estímulos para la creatividad. Las televisoras no quisieron invertir en escritores que no necesariamente fueran los titulares del programa. Eso destruyó la comedia.
Enrique Hernández Alcázar: Hace un par de años Adela Micha entrevistó a Andrés Bustamante y le preguntó por qué había dejado de participar en las transmisiones de los Juegos Olímpicos y Mundiales con sus cápsulas humorísticas, a lo que contestó: “Han sido veinte años y es un trabajo sumamente agotador. Televisa abusó [de la fórmula]. Dijeron: ‘ah, esto nos falta de este lado’. Siempre ha habido una mayor cantidad de comediantes en Televisa, entonces pensaron: ‘¿por qué no mandamos a ocho o a nueve?’. Lo que sucedió, a mí juicio, es que exageraron. Alguna vez vi unos porcentajes: en los programas deportivos había un 60% de comedia y un 40% de deporte. Es una cuestión de rating, lo entiendo, pero se perdió la esencia.” La idea original de Bustamante era crear una revista informativa, un término hermoso, tan mexicano, que viene del teatro de revista, donde te sientas y ves a una bailarina y luego a un maestro de ceremonias que cuenta un chiste, y luego a un comediante como Palillo.
EPISODIO IV: POLITICOS CON SENTIDO DEL HUMOR
Enrique Hernández Alcázar: Cuando Enrique Peña Nieto todavía era gobernador del Estado de México, participé en una reunión de prensa a puertas cerradas en la que todos le preguntaban si iba o no a ser candidato presidencial. Advertí que no era tan serio como parecía. Cuando llegó mi turno, le pregunté: “¿Qué gel usa?” Se botó de la risa y me dijo: “Qué bueno que preguntas eso porque han escrito que gasto miles de pesos al mes en gel, lo cual es totalmente falso.” Insistí con la pregunta y me respondió que nunca lo revelaría. “¿Es Moco de King Kong?” Fueron momentos de ligereza extraordinaria. Pero, ¿en público? No me ha dado una sola entrevista. Es fácil concluir que se trata de un político que no tiene sentido del humor en la esfera pública.
En otro momento, cuando era presidente, Felipe Calderón me dijo: “me tienen prohibido estar en tu programa con esas mamadas”. Ese mismo día, por la tarde, hizo un chiste y se puso a cantar “El rey” en una visita oficial. Al aire no dejé de recalcar que Calderón me había dicho que no iba a El Weso porque no quería hacer el ridículo al tiempo que estaba cantando a José Alfredo Jiménez. Muchos políticos son bipolares, dicen una cosa y hacen otra.
Víctor Trujillo: Felipe Calderón no tiene sentido del humor y platicar con él no es sencillo. La gran comedia en el caso de Andrés Manuel López Obrador es que él no quiere ganar. A él no le interesa el poder, le interesa la historia. Quien tiene un sentido del humor negro, que no es chistoso, es Manlio Fabio Beltrones. En él se conjuga la ironía, lo macabro, el sarcasmo y el intercambio de sutilezas.
Enrique Hernández Alcázar: Somos una nación preeminentemente solemne. Nos encantan los rituales y parece que se nos dificulta la parodia y la autoparodia. En ese escenario no solo ejercer el humor político es una tragicomedia, sino el país mismo, porque te estás burlando de algo que mañana va a estar muy mal, y que se pondrá peor. Pero, en ese momento, te tienes que burlar para exorcizar, de algún modo, la tragedia.
Víctor Trujillo: La única manera de hacer ese exorcismo es llamar a las cosas por su nombre. De un lado tienes a esos médicos que le dan vueltas al asunto (“No le voy a decir qué tiene, pero es algo que le pasa a sus células y le va a ir creciendo.” “Se llama cáncer, cabrón.”) y del otro lado tienes al humorista, que es el que le dice: “Al final nos va a llevar la chingada a todos. De estas opciones, ¿cuáles quieres?” El humor es una especie de tanatología. Porque, en efecto, todo va a acabarse en esta vida, pero una forma de afrontarlo es tratar de comunicar a las personas lo que significa estar vivos y poder burlarnos de nosotros y de los otros, y poder reírnos de que las noticias parecen un déjà vu: lo que ya nos pasó siete veces nos está volviendo a pasar (y todavía hay quien pone la cara de “¿cómo fue posible?”).
Para los que nos tocó trabajar en la comedia política durante el priismo fue muy complicado: te pegabas a la pared para que no te fueran a conejear. En cambio, cuando llegó Fox, tenías que estarlos cuidando a ellos para que no se fueran de boca, para que no se mordieran la manita, porque no había oficio. Posteriormente, con Calderón, quisieron ponerle más oficio, pero no cambió nada. No cambiaron la estructura.
Enrique Hernández Alcázar: Es impresionante cómo parece que no pasan las décadas. Te subes al avión presidencial hoy y ves a la gente que estaba ahí con Luis Echeverría. Estamos en un momento muy parecido al del pri de 1999. El pri está roto por dentro. Lo han tratado de manejar, pero el discurso de renuncia de Manlio Fabio Beltrones en junio es el ejemplo más bonito para el humor político: ese día amanecimos en 1982. El discurso y las palabras eran de estilo echeverrista o de López Portillo. Solo le faltó decir “México es un crisol de oportunidades”. Unas palabras raras, pero con un discurso cifrado muy descifrable. ~