"Tommy" en Avándaro
Imágenes: Revista Figuras de la canción, número 21 (primera quincena de 1971), p. 38 // Revista Mañana,No. 1473, Año XXIX, 20 de nov de 1971, pp. 52-57

“Tommy” en Avándaro

Avándaro es recordado por las bandas, las drogas, la desorganización, el numerosísimo público y el sentido de gran acontecimiento. De entre aquellos recuerdos cabe consignar que en el festival se representó una de las primeras adaptaciones dramatúrgicas de la ópera rock "Tommy", de The Who, en el mundo. Esta es la historia.
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“A las primeras horas de luz sabatina, los chavos de la rock-ópera Tommy nos deleitaron con el estreno. (…) Los chavos se dieron totalmente y lanzaron muy buenas vibraciones al público, a pesar de las pésimas condiciones en que tuvieron que trabajar.”

De esta manera mencionó el padre Enrique Marroquín, en una crónica para la revista Piedra Rodante, la función al aire libre de Tommy en la mañana del 11 de septiembre de 1971, aquella que sirvió de prólogo al legendario festival de Avándaro, ocurrido ese mismo fin de semana. Otros testimonios también hacen referencia a esta escenificación del célebre álbum doble de The Who y tampoco se detienen mucho en ella: la atención y reflexión la acaparan las bandas, la proverbial desorganización, el numerosísimo público, las fallas técnicas, el sentido de gran acontecimiento, las controversias, el anticlímax.

En la mencionada crónica, Marroquín, estudioso y testigo de la contracultura mexicana, declara: “Avándaro pasará a la historia del rock como una fiesta excepcional.” Podríamos agregar: en casi cualquier fiesta importante ronda el caos y se confunden los detalles; solo podemos saber qué pasó realmente cuando escudriñamos en sus despojos y convocamos distintas memorias. No es cosa menor que en el caso de Avándaro sea posible encontrar entre sus ascuas la que probablemente sea una de las primeras adaptaciones dramatúrgicas de Tommy en el mundo, anterior a la famosa versión en concierto de 1972, con grandes estrellas solistas y la London Symphony Orchestra, y a la película de 1975 dirigida por Ken Russell.

El proyecto de la adaptación nació en el ámbito del teatro universitario de la época como debut de dirección escénica de Eduardo Ruiz Saviñón. En 1971 tenía apenas veinte años de edad, pero ya contaba con ciertas tablas, pues había sido asistente de directores como Héctor Azar, José Estrada y Juan Ibáñez. Por otra parte, desde chico había estado en contacto con el mundo teatral, al ser hermano de la actriz Rosa María Saviñón y cuñado del propio Ibáñez, ambos participantes del grupo escénico interdisciplinario Poesía en Voz Alta, y también mentores suyos en cuestiones de rock.

En un viaje iniciático a San Francisco y las playas de Ensenada, un melómano Ruiz Saviñón decidió cuál habría de ser su primera puesta en escena: una adaptación de la ópera rock que desde su lanzamiento en disco en 1969 era piedra de toque de la música popular. La historia del joven Tommy Walker, concebida por Pete Townshend de acuerdo a las enseñanzas del gurú indio Meher Baba, era una alegoría pertinente para esos tiempos. Sordo, mudo y ciego a causa de un trauma infantil, Tommy emprende un camino trepidante hacia una suerte de iluminación que lo convierte en un mesías instantáneo cuyo destino será enfrentarse al fariseísmo de la cultura masiva.

El montaje, trabajado en taller con actores universitarios del Grupo de Teatro de la Facultad de Ingeniería durante varios meses, no quedó al margen de la efervescencia de la época. Varios de los músicos de la producción solían desaparecer por días para tomar la famosa psicoterapia con sustancias psicodélicas del doctor Salvador Roquet. Casi todo el elenco estuvo presente en la fiesta de una casona en Las Lomas, interrumpida por una memorable redada policiaca que involucró nombres conocidos como Alejandro Jodorowsky, José Alonso, Isela Vega, Helen Escobedo y más celebridades y artistas. (En su recuerdo de esta razzia, Ruiz Saviñón, disfrazado de Hamlet esa noche, sería el primero en ser arrestado).

Originalmente, el estreno de la producción se programó en el Teatro de la Ciudad Universitaria (mejor conocido entonces como el teatro de Arquitectura), hasta que los hermanos Américo y Waldo Tena, integrantes de Los Rebeldes del Rock, ofrecieron prestar equipo de audio a cambio de producir una gira para el espectáculo. Fue a través de los Tena –Waldo estaba asociado con el promotor Armando Molina– que el grupo de Tommy conectó con los organizadores de Avándaro. La compañía se hospedó desde unos días antes del acontecimiento en una casa enorme situada en la zona boscosa aledaña a donde sería el festival. Ahí terminaron crasheando varias bandas participantes del festival y, según Gordon Ross,1 

guitarrista en el ensamble musical de la ópera rock, se armó espontáneamente un jam con todos.

Tommy se incluyó en Avándaro de último momento, y se decidió que se representara al alba del 11 de septiembre. Al parecer, nadie reparó en una coincidencia: en 1969, The Who había culminado la interpretación de su ópera rock al amanecer del tercer día de Woodstock. De acuerdo con la memoria de Ross, la representación del Tommy mexicano se retrasó por un problema de audio: los monitores no funcionaban y los músicos no podían escucharse entre ellos. Por otro lado, Héctor Ibarra, el actor que interpretaría al personaje principal, no pudo llegar al festival. Ruiz Saviñón, siendo el director y acostumbrado a sustituir a Ibarra cuando éste no llegaba a ensayos por participar en otras producciones, terminó siendo Tommy en el estreno mundial de su versión.

Gordon Ross recuerda la representación como bella y mágica; comenzó con el aforo a la mitad y se fue llenando conforme la acción avanzaba. En el material disponible del documental Avándaro (Alfredo Gurrola, 1971) vemos apenas unos segundos de la representación, con Eduardo y otros integrantes del elenco extendiendo los brazos hacia el cielo, muchos de ellos portando camisetas con el nombre de la ópera. La cámara se desplaza para mostrar una muchedumbre atenta. De acuerdo con Luis González Reimann, otra pluma en la revista Piedra Rodante, “a pesar de las dificultades técnicas, todo lo hacían con un espíritu de entrega y comunicación tal, que las fallas pasaron desapercibidas”. Otras actividades también precedieron al festival en forma, entre las cuales figuró la sesión de yoga dirigida por Carlos Baca y los shows de bandas fuera del cartel.

Después del festival, Tommy tendría sus fechas en Arquitectura, con un montaje casi idéntico al de Avándaro. Este contaba con un texto dramatúrgico adicional en español, elaborado por Ruiz Saviñón y la compañía, que iba entre canción y canción. A veces, la música del álbum original acompañaba a los actores cuando bailaban, o bien sonaba de fondo mientras recitaban los parlamentos. Estas pistas se intercalaban con música en vivo a cargo de un ensamble que incluía la presencia de instrumentos de extracción clásica como flauta y clavecín. En los viajes espirituales del personaje principal se incorporó música adicional a la de The Who, conformando un verdadero tapiz donde cabían citas a Claudio Monteverdi, música sacra y Jethro Tull. La dirección musical y los arreglos corrieron a cargo de José Antonio Guzmán y Omar Jasso, respectivamente.

Tratándose de teatro joven, no hubo pago de derechos a The Who, aunque con el tiempo Ruiz Saviñón ha asumido que de alguna forma la banda se enteró de la puesta en escena, ya que en la mención de los derechos reservados internacionales de subsecuentes reediciones del álbum Tommy se añadiría la especificación “including Latin America”.

Las coreografías estuvieron a cargo de Pilar Urreta y Arturo Vega, emblemático personaje dandy de la época, quien posteriormente se integraría a la escena neoyorquina y pasaría a la historia como director artístico de The Ramones y creador del logo de esa banda. Tocó también a Vega la creación del vestuario y de un collage-póster publicitario de la puesta en escena. Arriba y al centro, Tommy –Héctor Ibarra– aparece de cuerpo completo, sin camisa y con los brazos extendidos. Justo detrás de él podemos entrever un Cristo crucificado. Debajo de esta doble imagen, una foto de Pete Townshend, de espaldas (vestido con el overol blanco usado en Woodstock y sosteniendo con ambas manos su guitarra como en una Eucaristía) se sobrepone a otro Cristo, este ofreciendo las manos sangrantes. Una hilera de querubines, algunos de ellos con rostros de los músicos de la producción, sirve de borde al cartel.  

Tal vez gracias al “boca en boca” después de Avándaro, las fechas en Arquitectura fueron concurridas. Ruiz Saviñón recuerda “portazo” en el estreno y la presencia de varios intelectuales y celebridades en la audiencia, entre ellas Julissa, quien a lo largo de esa década se consolidaría como empresaria de teatro musical. Les siguió la pactada gira por el norte de la república, con foros también repletos. Un joven Humberto Zurita vería la puesta en Torreón, y eso detonaría en él desear ser actor. A finales de 1971, de vuelta en la Ciudad de México, la compañía presentará algunas funciones más de Tommy en el Teatro Jiménez Rueda, con una escenografía caleidoscópica inspirada en la portada del disco y distinta a la hecha por Patricia Ivonne para el teatro de Arquitectura, elaborada con móviles de ojos, oídos y bocas.

Los conocedores del disco y los seguidores de varias generaciones de Tommy se preguntarán de qué manera contó esa historia un joven grupo escénico mexicano de los albores de los setenta. Las canciones del álbum apenas sugieren situaciones y encrucijadas para el chico sordo, mudo y ciego y han sido reinterpretadas en sus diferentes encarnaciones, sea la coreografía ideada por Les Grands Ballets Canadiens en 1970, la adaptación a teatro por la Seattle Opera en el mismo 1971 –con Bette Midler haciendo tanto de la madre como The Acid Queen–, o la versión de teatro musical supervisada por el propio Pete Townshend en los años noventa.

Lo que ocurría en algunas canciones y momentos principales en la puesta de México estaba muy en sintonía con las corrientes de teatro físico de la época.

En “Overture”, introducción puramente instrumental que a la manera operística presenta los temas musicales principales, los integrantes de la compañía aparecían desde los pasillos del foro y subían al escenario. La coreografía grupal sintetizaba los eventos principales que el público vería en el espectáculo, recurso que Ruiz Saviñón usó en otras oberturas a lo largo de su carrera. Al final de este preludio, el grupo elaboraba una suerte de tableau vivant del nacimiento de un niño: Tommy Luna (que no “Tommy Walker”, como se nombra The Who) ha llegado al mundo. El papá y la mamá del protagonista eran interpretados por dos actores varones.

“Sparks”, otro momento instrumental resuelto con una coreografía, acompaña una lucha física que Tommy emprende contra representaciones de los vicios del mundo. Después de liberarse tanto del Mal como del Bien, quedaba en desnudo frontal frente a la audiencia. Eduardo Ruiz Saviñón recuerda que este recurso, transgresor para el teatro mexicano del momento, resultó de un accidente en el estreno teatral: al desenredarse de los demás actores, Héctor Ibarra se rasgó los pantalones y quedó desnudo. Tras el impacto del momento, la producción decidió dejar la imagen.

De “Eyesight to the blind (The hawker)” se aprovechó el poderoso ritmo original de las percusiones a cargo de Keith Moon, baterista de The Who: la actriz Bebela Fernández golpeaba con fuerza insistente un tambor para reanimar a los demás integrantes de la compañía, que antes languidecían en torno a ella; la audiencia solía acompañarla, batiendo palmas. Otro momento de gran fisicalidad era “Christmas”, en que los actores formaban un árbol navideño con sus cuerpos.

El personaje de Kevin, primo de Tommy, fue interpretado por el propio Arturo Vega en toda su extravagante personalidad y con un traje plateado con rayas de colores. Como en la narrativa del álbum, el Kevin de este montaje era un gandalla por antonomasia que se aprovechaba de las discapacidades de Tommy para ejercer sobre él formas de tortura sádica. Más libre fue la interpretación de The Acid Queen, quien en la letra original es una prostituta dispuesta a robar la inocencia del protagonista. La versión de Ruiz Saviñón la renombró como “La Reina del Encuentro” para desvincular el personaje de su referencia a las drogas (por lo de “Acid”) y asociarlo a una experiencia vivencial más amplia. Esta Reina del Encuentro, interpretada por Pilar Urreta, aparecía en una ostra gigantesca plateada, reciclada de un montaje de Higiene de los placeres y los dolores de Héctor Azar. Otro personaje en el camino de Tommy, el tío Ernie, era interpretado por dos actores que personificaban a un solo hombre de dos cabezas, una especie de Jekyll y Hyde. En la canción “Fiddle about”, el tío Ernie aprovecha que el chico está bajo su cuidado para abusar sexualmente de él.

Otra adaptación significativa de esta versión concierne a la canción “Pinball wizard”, momento climático de la narrativa en el álbum en que Tommy, pese a estar privado de sus sentidos, misteriosamente se convierte en campeón de ese juego de salón. Al no tener el pinball arraigo en México, Ruiz Saviñón y compañía crearon el personaje del “Mago de la Pelota”, que jugaba en el escenario con una pelota de soccer o vóley. En esta escena los integrantes de la compañía usaban máscaras psicodélicas de elefante.

Un elemento importante en el universo del álbum Tommy es el espejo frente al cual el personaje central, aunque ciego, se observa a sí mismo de manera solipsista. Fue representado en escena por un marco de luz neón: un espejo falso a través del cual Héctor Ibarra se asomaba para ver su “reflejo”, es decir, a los espectadores. En el momento en que Tommy rompe con esta imagen especular (al final de “Smash the mirror”), el actor atravesaba el espejo y saltaba hasta los pasillos del teatro, para recorrerlos y estar en contacto con la audiencia durante la canción “I’m Free”. Desde una de las butacas del foro aparecía el personaje de Sally Simpson, la fan número uno de Tommy en su nueva faceta mesiánica, también interpretada por Bebela Fernández.

En “Welcome”, cuando el héroe invita a la totalidad de sus seguidores a su casa, los actores hacían una fila india que se volvía interminable, pues quien pasaba por la puerta se colocaba de nuevo al final, referencia a un gag de la película para beatlemanos Help! (Richard Lester, 1965). La mercantilización del culto a Tommy corre a cargo de Ernie, el tío abusivo de dos cabezas, en “Tommy’s Holiday Camp”. Hacia el final de la puesta en escena, el elenco entero, al igual que en las demás adaptaciones, se amotinaba contra el Tommy mesiánico (“We’re not gonna take it”) pero en esta ocasión el protagonista les hacía frente con la pelota, arrojándoselas. Los demás caían como pinos de boliche. Tommy los hacía levantarse para que cobraran de nuevo vida en el gran número que cerraba la representación: “Listening to you”.

De tono altamente fabulesco y metafórico, el Tommy mexicano hizo una lectura a conciencia del texto original de Pete Townshend con respecto a la liberación del alma y los sentidos, obsesión contracultural del periodo. No es fortuito entonces que ocupe un lugar destacado en la “nación Avándaro”. Por demás, en un evento de desmesurada teatralidad como fue el festival, es casi justicia poética que hubiera una función de teatro. La ópera rock, forma nacida en esos años, dio testimonio de la búsqueda de un diálogo más intenso de la música pop con las artes, con la cultura en su acepción más extensiva, y con la gran necesidad social y humana de contar historias.

Agradezco a Eduardo Ruiz Saviñón por su testimonio, así como el consejo de Julia Palacios, Álvaro Vázquez Mantecón y Juan Salazar.

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(Ciudad de México, 1983) es escritor, historiador del arte e investigador de la cultura popular. También ha trabajado en radio como guionista y locutor.


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