Un Kafka para nuestro tiempo

Una ediciรณn de los diarios nos lleva a la experiencia kafkiana de ver al autor disolverse en un รกlbum autoficcional de recortes.
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Mi primer ejemplar de los diarios de Kafka fue rescatado de un atiborrado estante en Bookleaves, una librerรญa de viejo en la calle West Fourth Street de Nueva York. Paguรฉ dos dรณlares por cada volumen: el precio estaba marcado a lรกpiz en el dorso. Dos volรบmenes estรกndar en tapa blanda (20,32 cm por 13,4) se deslizaron fรกcilmente en los bolsillos laterales del abrigo que me habรญa agenciado en el armario de mi padre. A esas alturas, mi รบltimo aรฑo del instituto, mi padre habรญa perdido tanto peso a causa de su enfermedad que el abrigo ya no lo calentaba. Aunque la prenda siempre fue demasiado grande, era lo bastante abrigada para mรญ, y en esa รฉpoca no dudaba de que acabarรญa por llenarla.

De lo que no me daba cuenta era de que tambiรฉn estaba comprando un souvenir del viejo West Village que se desmoronaba a mi alrededor, ese lugar y tiempo en el que โ€œKafka era el furorโ€, en el resumen inolvidablemente cรญnico que Anatole Broyard hizo de un momento en el que los bohemios de Nueva York intentaron dar a sus vidas la forma de obras de arte. Bookleaves es ahora el Cafรฉ St. Tropez, que ofrece un tipo distinto de alteridad aspiracional para gente que intenta transformar sus vidas en tokens no fungibles. Como el protagonista de la parรกbola de Kafka โ€œLa partidaโ€, el barrio y los que lo habitan solo quieren ser otra cosa distinta a lo que son. โ€œยกLejos de aquรญ, esa es mi meta!โ€ Las ediciones del diario que me llevรฉ tambiรฉn eran un recuerdo de una idea distinta de cรณmo debรญa ser una โ€œcultura editorial democrรกticaโ€. En ese mundo ahora desaparecido, la literatura highbrow o difรญcil se ofrecรญa a las masas para la mejora de uno mismo y lo que ahora se llamarรญa โ€œautorrealizaciรณnโ€ en la forma middlebrow de ediciones baratas, portรกtiles y legibles en tapa blanda.

Los diarios que me acompaรฑarรญan en autobuses, en el metro y en paseos resultaron ser solo parcialmente obras de โ€œKafkaโ€. Primero estaba Max Brod, originador y custodio del mito Kafka, que habรญa producido una versiรณn muy circunscrita de los diarios en alemรกn. Este texto sirviรณ a su vez como la plantilla para los traductores Joseph Kresh โ€“cuyo destino se ha perdido en internetโ€“ y Martin Greenberg, el multifacรฉtico poeta, traductor, editor y crรญtico cuya versatilidad garantizรณ que fuera menos conocido que su monomanรญaco hermano mayor y crรญtico de arte Clement. Hannah Arendt aรฑadiรณ unas veinte entradas que Brod habรญa eliminado. En esa รฉpoca era directora editorial de Schocken Books: ahora, en tiempos de mayor diversidad, resultarรญa impensable โ€œempoderarโ€ a una verdadera intelectual en una casa editora.

Producto de autres temps, autres moeurs, y tambiรฉn de otros deseos, los libros avanzaron hacia mรญ โ€“un adolescente en 1992โ€“ gracias a su intrigante ilustraciรณn de portada โ€“una fotografรญa casi abstracta del puente Carlos de Pragaโ€“, amplios mรกrgenes hospitalarios para los garabatos, las reproducciones a toda pรกgina y en blanco y negro de los dibujos de Kafka y un รญndice pulcro y fรกcil de navegar acompaรฑado de sugerentes subtรญtulos destinados a seducir al explorador curioso: โ€œMi educaciรณn me ha hecho mucho daรฑoโ€, โ€œLa troupe del teatro yidisโ€, โ€œLa literatura de los pueblos pequeรฑosโ€, โ€œSedujo a una chicaโ€, โ€œEl puerto de Nueva York: un sueรฑoโ€.

Ahรญ encontrรฉ mi propia versiรณn del โ€œhacha que rompa el mar helado que hay en nuestro interiorโ€ โ€“como escribiรณ Kafka a Oskar Pollack tras leer la totalidad de los diarios del poeta del XIX Christian Friedrich Hebbel en dos semanas, โ€œcomo un cavernรญcola que, primero como una broma y por aburrimiento, coloca una piedra a la entrada de su cuevaโ€. Mientras mis compaรฑeros del instituto descubrรญan todas las variedades de hierba disponibles en el Sheep Meadow de Central Park, ahรญ estaba mi verdadera droga, la literatura modernista, que consumirรญa en soledad.

El tรณpico sobre Kafka, que, como todos los tรณpicos, contiene algo de verdad, es que es el gran poeta en prosa de un tipo particular de aislamiento adolescente, a menudo pero no necesariamente masculino. โ€œAlguien debiรณ calumniar a Joseph Kโ€ฆโ€, โ€œTras un sueรฑo intranquilo, Gregorio Samsa se despertรณโ€, โ€œHas sufrido mรกs injusticias que nadie en el barco. ยกPor quรฉ soportas todo esto!โ€.

Nadie transformaba la tristeza humana corriente en infelicidad cรณsmica como Kafka. El mundo habitado por sus personajes es arbitrario y caprichoso. La capacidad de acciรณn es poco importante. El protagonista atraviesa, se somete, soporta, responde en vez de actuar, hacer o influir. Las decisiones, cuando se producen, como cuando en El castillo K seduce a Frieda, la amante de Klam, o cuando Karl Rossmann desafรญa a su tรญo y patrรณn, solo abren el camino a mรกs consecuencias no deseadas y cambios de estado. Los relatos ya me parecรญan similares a mi vida, asรญ que esperaba que los diarios me dieran algunas claves, cierto equipamiento para sobrevivirla.

El Kafka creado por la selecciรณn de los diarios que habรญa hecho Max Brod era a la vez intimidante y familiar: pasaba el tiempo en cafรฉs hablando de literatura y el destino del pueblo judรญo, iba a ver obras de teatro, viajaba, anhelaba, particularmente mujeres imposibles. Estaba la lucha perpetua por encontrar tiempo para escribir: โ€œHorrible. No he escrito nada hoy. Maรฑana no tengo tiempoโ€ (7 de junio, 1912). La lucha por escribir en las pocas horas que encontraba: โ€œParรณn completo. Tormentos sin finโ€ (7 de febrero, 1915) ยกPero luego las abruptas diferencias! Parecรญa que habรญa escrito toda โ€œLa condenaโ€ (la historia de un joven condenado a muerte por su propio padre) en una intensa sesiรณn, โ€œdurante la noche del 22 al 23, desde las 10 de la noche a las 6 de la maรฑana. Casi no podรญa sacar de debajo del escritorio mis piernas, que se me habรญan quedado dormidas de estar tanto tiempo sentado. La terrible tensiรณn y la alegrรญaโ€ (12 de septiembre, 1912). Poseรญa una nobleza ascรฉtica, determinaciรณn y un estilo de prosa elรฉctrico. ยฟCรณmo podรญa no gustarte?

Mi tรญa, la primera escritora que conocรญ en la vida real, intentรณ advertirme de la tendencia hacia el kafkianismo que sentรญa crecer en mi interior: la idea, tal como la veรญa ella, de que la verdadera literatura y el arte solo nacen del sufrimiento y los escritores debรญan vivir vidas desesperadas e infelices. Era una idea anticuada, decรญa, mรกs europea que estadounidense. Podรญas, como habรญa hecho ella, encontrar satisfacciรณn en el matrimonio, disfrutar de los hijos y de los frutos del trabajo. Que me dirigiera esos consejos al borde de la piscina que ella y su marido โ€“psicoanalistaโ€“ habรญan comprado a principios de los aรฑos noventa podrรญan haber demostrado su observaciรณn. Pero tambiรฉn demostraban mi silencioso contraargumento: si tenรญa que compartir la literatura con esas personas desahogadas y bien adaptadas, ยฟquรฉ me quedarรญa que pudiera llamar mรญo, salvo mi propia infelicidad? Esa infelicidad solo tenรญa sentido si el mundo por el que me movรญa era, como el de Kafka, un mundo roto y distorsionado.

Resultรณ que la mejor cura para mi kafkianismo habrรญa sido mรกs Kafka, sobre todo en la forma de la nueva traducciรณn de Schocken de los diarios y cuadernos completos, sin expurgar. El Kafka que emerge de estas pรกginas es, de algรบn modo, un hombre mรกs pequeรฑo, aunque haya mucho mรกs de รฉl. Los lectores de la famosa Carta al padre de Kafka estarรกn familiarizados con esta estrategia de reducciรณn a travรฉs de la magnificaciรณn de un objeto. Lo que se requiere no es tanto exageraciรณn como un cambio en la escala. Este Kafka ya no es un prodigio; solo es prodigioso. Esta nueva ediciรณn realiza esa magia a travรฉs de una obstinada fidelidad a la idea de acercarse a la totalidad de la informaciรณn disponible.

Por primera vez en inglรฉs, los lectores ya podemos leer los doce cuadernos de Kafka, de 1910 a 1923, en el mero orden (o desorden) en el que se escribieron, junto a diarios de viaje y varios โ€œlegajosโ€ โ€“asรญ llamados en el nuevo y lacรณnico รญndiceโ€“ contenidos en un solo mazacote. La intenciรณn, en el original alemรกn, era una ediciรณn crรญtica para estudiosos, pero el efecto de la traducciรณn no ha sido producir una obra de erudiciรณn ni de literatura, sino un enorme caos.

Este desorden se debe en parte al diseรฑo. En su prefacio, Ross Benjamin, el heroico y talentoso traductor, explica que buscaba โ€œun atisbo del taller de Kafkaโ€. Eso lo obtiene โ€œtraduciendo deliberadamente fragmentos, por truncados, crรญpticos o aparentemente marginales que sean; la puntuaciรณn no estรกndar u omitida; errores ortogrรกficos, heterodoxias e inconsistencias; una sintaxis ocasionalmente torpe, enrevesada e incluso mutilada; repeticiones, abreviaciones; contracciones; lapsus calami…โ€.

El mismo enfoque originalista y exhaustivo gobierna la disposiciรณn del texto. Meticuloso burรณcrata de dรญa, Kafka evitaba la estandarizaciรณn en sus cuadernos: las entradas sin fecha aparecen como tales; otras alternan entre los nรบmeros romanos para el aรฑo y el รกrabe para mes y fecha; a veces no se molesta en escribir el aรฑo; la secuencia โ€œEl fogoneroโ€ que se convirtiรณ en el comienzo de Amerika empezรณ en el quinto cuaderno, sobre todo cubriendo el aรฑo 1912, pero continuรณ en el segundo, que cubre tanto 1911 como 1912, y sale antes en el libro. El lector debe tropezar primero en la segunda mitad, sin el beneficio de unas notas o una llamada en un รญndice.

Los lectores que busquen la respuesta de Kafka al estallido de la Primera Guerra Mundial tienen una tarea algo mรกs fรกcil. La cรฉlebre y lacรณnica entrada del 2 de agosto de 1914 โ€“โ€œAlemania ha declarado la guerra a Rusia. Por la tarde, fui a nadarโ€โ€“ flota en el sรฉptimo cuaderno y estรก adecuadamente indexada, pero la observaciรณn mรกs aguda unas pรกginas despuรฉs sobre los desfiles patriรณticos organizados por los comerciantes judรญos โ€“โ€œUno de los sรญntomas mรกs repugnantes de la guerraโ€โ€“ ha escapado a la noticia del confeccionador del รญndice. El ensayo que Deleuze y Guattari hicieron famoso como โ€œHacia una literatura menorโ€ y traducido en la versiรณn Arendt/Greenberg/Kresh bajo el tรญtulo โ€œLa literatura de los pueblos pequeรฑosโ€ estรก disperso en los varios fragmentos que Kafka escribiรณ originalmente, sin un tรญtulo o llamada en el รญndice.

El prefacio tambiรฉn da mucha importancia al Kafka mรกs corpรณreo y rotundo que aparece en esta forma completa, โ€œ[su] compleja sexualidad y sus impulsos, ambivalencias y defectos demasiado humanosโ€. De nuevo, el aparato crรญtico de esta โ€œediciรณn crรญticaโ€ decepciona al lector: No hay entradas para circuncisiรณn, gonorrea, prostituciรณn, trabajo sexual o tuberculosis (la enfermedad que lo matรณ), aunque Kafka cuenta sus observaciones, miedos y experiencias con todos ellos, junto a lo que hoy llamarรญamos โ€œun trastorno alimenticioโ€. La รบnica forma de encontrar algo es dejar de buscarlo y seguir leyendo.

El chiste es demasiado evidente: la experiencia de leer esta nueva ediciรณn es kafkiana.

La elegancia fragmentaria de los diarios de mediados de siglo se ha transformado en algo extraรฑo, inexplicable y monstruoso: una hipertrofiada pieza de coleccionista adornada con un solo jeroglรญfico art dรฉco. Ross Benjamin reprocha a Brod haber โ€œpresentado unos diarios en la medida de lo posible en forma de una Werk, una obra cohesionada y fija, en vez de Schrift, una escritura tan fluida como una actividad constante y sin objetoโ€. Pero la paradoja es que esa schirftinidad cuando se reรบne y se publica como libro se transforma en Werk. Ademรกs, cualquiera que tenga un interรฉs erudito por Kafka serรญa capaz de leerlo en el alemรกn original.

Si el pecado temprano de la recepciรณn middlebrow de Kafka era convertirlo en otro autor existencialista (โ€œSe le asimila a una corriente de pensamiento establecida mientras se presta poca atenciรณn a los aspectos de su obra que se resisten a esa asimilaciรณnโ€, lamentaba Adorno), el Kafka contemporรกneo, cuando se aproxima el centenario de su muerte, se ha reinterpretado de acuerdo al relato middlebrow progresista de nuestra era: Kafka es un autor autoficcional en su โ€œtallerโ€, en el lugar y el momento equivocados. Este no es el Kafka cuya obra Walter Benjamin apreciaba como โ€œuna enfermedad de la tradiciรณnโ€ โ€“tanto de la literatura europea como del misticismo judรญoโ€“ sino solo un precursor menos afortunado de una tendencia lograda recientemente en casos como el de Karl Ove Knausgรฅrd y la ganadora del Premio Nobel Annie Ernaux. Los diarios son el lugar donde la ficciรณn y la realidad se sientan literalmente una junto a la otra, salpican de sangre una a la otra y son en buena medida indistinguibles; todo se resuelve en el texto. Kafka regresa a una visiรณn domesticada como una especie de conceptista de vanguardia antes de que eso estuviera de moda, el escritor comprometido con un proceso biolรณgico: el acto de la escritura. En realidad, esa visiรณn no estรก lejos del anterior Kafka existencial middlebrow: escribir es lo que hace el escritor, sea una enumeraciรณn de quejas intestinales, el relato de un coqueteo fracasado con una actriz casada, cuatro versiones del comienzo de un relato finalmente inacabado o un borrador relativamente limpio del capรญtulo inicial de El desaparecido que el ahora muy criticado Brod tuvo el genio de vender al mundo como Amerika.

Ahรญ estรก el Kafka para nuestra รฉpoca. El autor que se imaginaba como un monstruo de feria mostrado en una jaula para que lo viera todo el mundo, en โ€œEl artista del hambreโ€, o como un mono parlante, en โ€œInforme para una academiaโ€, solo tuvo la mala suerte de morir antes de la llegada de los vรญdeos de Authortube donde โ€œel artistaโ€ cuenta alegremente su โ€œproceso de escrituraโ€, mientras entrega otra pieza pulcramente ajustada de ficciรณn de gรฉnero para el algoritmo de Amazon Kindle Direct Publishing con la esperanza de conseguir un contrato con la compaรฑรญa matriz de Schocken.

Pero โ€œprocesoโ€, como siempre nos recuerda leer a Kafka, en alemรกn tiene otro significado: juicio. No podemos desterrar el sufrimiento del artista enmarcรกndolo de otro modo, ni puede redimirse ese sufrimiento por medio del ritual de exhumar a Kafka para volver a enterrarlo con todos los honores en un libro enorme y pesado con forma de ataรบd.

Pese a todas las involuntarias distorsiones cometidas en nombre de la complejidad, los nuevos diarios de Kafka, como los anteriores, ofrecen muchos recordatorios de los verdaderos dones del autor. El genio de Kafka no reside en su infelicidad y alienaciรณn: mi tรญa tenรญa razรณn. Lo que destaca en Kafka es lo vivo que estรก en la pรกgina, una cualidad que muy pocos escritores han alcanzado antes o despuรฉs. La clave para eso viene de su devociรณn por el gesto, por los personajes en movimiento o cuando descansan, y se deriva de su amor al teatro, abundantemente relatado en sus primeros cuadernos. Aquรญ estรกn las tres primeras entradas: โ€œLos espectadores se ponen rรญgidos cuando pasa el trenโ€, โ€œWenn er mich immer frรคgtย [โ€˜Siempre que รฉl me preguntaโ€™]. La รค, desprendida de la frase, se alejaba volando como una pelota por la hierbaโ€, โ€œSu seriedad me mata. La cabeza hundida en el cuello, el pelo inmรณvil ordenado alrededor del crรกneo, los mรบsculos de la parte inferior de las mejillas tensos en su lugarโ€1.

 Con rigidez, volando o tensando: todas las frases tiemblan.

Cuando esta observaciรณn de gestos y cuerpos madura, produce una escritura que anima incluso la actividad mental, como esta entrada de 1914 donde habla de leer a Strindberg: โ€œNo lo leo por leerlo, sino para yacer sobre su pecho. Me sostiene en su brazo izquierdo como a un niรฑo. Me siento ahรญ como un hombre sobre una estatua. Diez veces casi me caigo, pero al undรฉcimo intento me siento con firmeza, me encuentro seguro, tengo buena vista.โ€

ยฟEs una parรกbola? ยฟUna metรกfora? Tambiรฉn podrรญamos hacer esa pregunta sobre un baile moderno. Cada pรกgina de Kafka, editada y dispuesta por Brod, Ross Benjamin, o filtrada a travรฉs de escuadrones de traductores, ofrece esos irreprimibles atisbos de acciรณn. Al ver una mala obra de teatro: โ€œTodo lo que queda del segundo acto es el delicado cuello de una niรฑa extendido y tenso desde los hombros vestidos en un marrรณn rojizo desde las manos sudorosas a la pequeรฑa cabeza.โ€ Desde ahรญ, hay un salto rรกpido a la รบltima frase de La metamorfosis, cuando la hermana de Gregor Samsa deja por fin su apartamento maldito, se sube a un tren, se pone en pie y โ€œestira su joven cuerpoโ€.

Con la intuiciรณn de los mejores crรญticos, Walter Benjamin entendiรณ que esa inmersiรณn en el movimiento era la clave del estilo de Kafka, la esencia del escritor, sin siquiera posar la vista en sus diarios o leer las cotillas entradas sobre su amistad con Max Brod. โ€œCada gesto es un acontecimiento, uno podrรญa incluso decir que un drama en sรญ. El gesto sigue siendo la cosa decisiva, el centro del acontecimiento.โ€ Y, mรกs tarde, โ€œtoda la obra de Kafka constituye un cรณdigo de gestos que seguramente no tendrรญan un significado simbรณlico para el autor desde el principio; mรกs bien, el autor intentaba derivar ese significado a partir de ellos en contrastes siempre cambiantes y agrupaciones experimentalesโ€. Es desde esa experimentaciรณn incesante y vรญvida que Kafka sigue hablรกndonos, trascendiendo y resistiendo a todos y cada uno de los movimientos vanguardistas y filosรณficos de los que estaba cerca y a los que luego se asimilรณ: el surrealismo, el expresionismo, el existencialismo, la teosofรญa, el misticismo judรญo y ahora, en รบltimo lugar, el conceptualismo posliterario autoficcional. ~

Traducciรณn del inglรฉs de Daniel Gascรณn.

Publicado originalmente enTablet.

  1. Deย Diarios. Carta al padreย (Galaxia Gutenberg/Cรญrculo de Lectores, 1999). Traducciรณn de Andrรฉs Sรกnchez Pascual y Joan Parra Contreras. Ediciรณn dirigida por Jordi Llovet. โ†ฉ๏ธŽ
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Marco Rothย es editor y ensayista. Fue uno de los fundadores deย N+1ย magazine.


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