Rodrigo Castillo (selecciรณn y epรญlogo)
Sombra roja. Diecisiete poetas mexicanas (1964-1985)
Madrid-Ciudad de Mรฉxico, Vaso Roto, 2016, 266 pp.
La plena incorporaciรณn de las mujeres a la poesรญa โcomo autoras, pero tambiรฉn como protagonistas de su obra: como seres complejos y autรณnomos, sometidos a su propia mirada, no al escrutinio de quien las define a su convenienciaโ es una de las deudas pendientes de nuestra cultura y una de las revoluciones en curso. Poetas โpoetisas, se decรญa antesโ las ha habido siempre, aunque a menudo disfrazadas de hombres, o anรณnimas, o enclaustradas. Pero es ahora cuando, fortalecida por la democratizaciรณn de las sociedades y el imperativo de la igualdad, su presencia en la literatura se ha hecho โo se estรก haciendo todavรญaโ comรบn. No obstante, comรบn no quiere decir adocenada o indistinta: su voz entrega una visiรณn propia del mundo, y se articula en un aliento y una sintaxis en los que se pueden reconocer inflexiones particulares, independientes de las que caracterizan a cada escritora. Cuando alguien antes despachaba la cuestiรณn diciendo, con aparente objetividad pero embozado desdรฉn, que no habรญa literatura de hombres o de mujeres, sino solo buena o mala literatura, cometรญa un interesado error: sรญ hay literatura de hombres y de mujeres โesto es, literatura escrita desde unos presupuestos psicolรณgicos distintos, animada por preocupaciones emocionales singulares, y condicionada por una situaciรณn histรณrica y social asimismo disparโ, y ambas pueden ser buenas y malas. Y estรก bien que sea asรญ.
La antologรญa Sombra roja. Diecisiete poetas mexicanas (1964-1985), de Rodrigo Castillo, recoge una amplia muestra de la mรกs reciente poesรญa de Mรฉxico escrita por mujeres. Los aรฑos que se indican en el tรญtulo seรฑalan los de nacimiento de la mรกs veterana, la tamaulipeca Cristina Rivera Garza, y la mรกs joven, la tlaxcalteca Karen Villeda. Este lapso de veinte aรฑos largos de poesรญa femenina mexicana revela algunas certezas โo continuidadesโ. La primera, y a mi juicio fundamental, es la indeclinable concepciรณn del lenguaje como una herramienta no solo de comunicaciรณn, sino tambiรฉn, y aรบn mรกs, de indagaciรณn y conocimiento. En las manos โo los labiosโ de estas poetas, como ocurre con la mayorรญa de sus pares masculinos, la lengua permite un examen del mundo, pero es, asimismo, una prolongaciรณn de la conciencia, de los remolinos de la interioridad. Con ella se pretende quebrantar lo codificado y previsible, las nervaduras opresivas de una realidad tras la cual, o en cuyos huesos, se intuye siempre algo mรกs: otro lado desconocido, en penumbra, en el que todo se percibe unido, en el que se reducen las fracturas del ser, en el que, en fin, todo, que sigue siendo incomprensible, es comprendido. Paradรณjicamente, a esa comuniรณn subterrรกnea o trascendente se accede por medio de la quebradura y la fragmentaciรณn. Las poetas de Sombra roja no practican el realismo acicalado y modoso que sigue instalado en los cรกlamos de, por ejemplo, muchas escritoras espaรฑolas. No hay en ellas atisbo de รฑoรฑerรญa, ni de cantinelas bobas, ni de certidumbres esterilizantes: la poesรญa que no quiere molestar no va con ellas. Todas se entregan a una ruptura de las formas que trasluce su propia inquietud existencial y su desacuerdo con las estructuras psicosociales que sustentan una realidad hostil o impenetrable. La desarticulaciรณn, de aristas surreales, que cultivan Cristina Rivera Garza, Ana Franco Ortuรฑo, Rocรญo Cerรณn, Amaranta Caballero Prado, Claudina Domingo y Karen Villeda, aunque ninguna de las antologadas en Sombra roja sea ajena a cierto irracionalismo, promueve, saludablemente, una relaciรณn conflictiva con el texto y demanda, en consecuencia, una respuesta activa del lector. Sin embargo, casi todas hablan de temas cercanos, incluso domรฉsticos: la familia โy los recuerdos de infanciaโ, el deseo y el amor, la tierra y la naturaleza (a las que se muestran especialmente inclinadas Natalia Toledo e Irma Pineda, que escriben en castellano y zapoteco), y, por supuesto, la identidad propia, en la que tiene un peso determinante la condiciรณn de mujer: el cuerpo, en particular, concita en muchas una atenciรณn entre admirativa y asombrada, pero tambiรฉn los atavรญos de una feminidad sojuzgada protagonizan algunas composiciones. Asรญ sucede, por ejemplo, en Carla Faesler, que denuncia en โTop modelโ, โCuerpoโ y el soneto โGรผera miss Clairolโ las servidumbres de las mujeres entregadas al papel embellecedor que se les ha asignado: โMundo enredado en alambres de pรบas, / narices de perfectas pรบas, casquitos de patitas fabricadas tambiรฉn pรบas. / En su mundo ladrado, Dรณberman a la entrada, / tarascada furiosa los esponjosos labios, la adรบltera pelusa mordicanteโ, leemos en el primero. No hay frivolidad en estos asuntos ni en la forma de abordarlos; no se aprecian lirismos vacuos ni tonterรญas. La muerte asoma en los poemas de Cristina Rivera Garza, Ana Franco Ortuรฑo, Mercedes Luna Fuentes, Irma Pineda, Mรณnica Nepote โque dedica poemas al maltrato domรฉstico, a las mujeres asesinadas en Ciudad Juรกrez y al suicidio colectivo de los adeptos del gurรบ Marshall Applewhite en 1997โ, Minerva Reynosa y Karen Villeda. Otro rasgo de las poetas de Sombra roja es la importancia que muchas conceden a lo visual y lo que podrรญamos llamar fonรฉtico-performativo, esa dimensiรณn estrictamente sonora de lo poรฉtico, que se cuela en los poemas escritos. Aunque tanto las imรกgenes, desde los caligramas griegos, como las diferentes manifestaciones de la oralidad han estado siempre presentes en la literatura โmรกs perceptiblemente en los periodos de vanguardia, del รบltimo de los cuales estas poetas mexicanas son herederasโ, la explosiรณn digital de las รบltimas dรฉcadas ha favorecido su crecimiento y su incorporaciรณn natural al lenguaje textual. Asรญ, Karen Villeda, Amaranta Caballero Prado, Rocรญo Cerรณn y Carla Faesler funden versos e ilustraciones, ya sean dibujos o fotografรญas. Y ninguna teme, en fin, el versรญculo y el poema en prosa, a los que tan reacias suelen ser las poetas mรกs conservadoras, que buscan, en general, el refugio de la escansiรณn y las formas domesticadas por el uso.
Estilรญsticamente, y mรกs allรก de esa querencia por el rompimiento y la experimentaciรณn, todas las autoras de Sombra roja presentan acentos propios y perfiles bien definidos: el lenguaje arisco, de relumbres metรกlicos, de Cristina Rivera Garza; la plasticidad telรบrica de Natalia Toledo; la entereza acumulativa de Carla Faesler; el discurso plural, despedazado, de Ana Franco Ortuรฑo, y su investigaciรณn del cuerpo y la feminidad; la carnalidad atormentada de Mercedes Luna Fuentes; el simbolismo, de acentos incluso neoparnasianos, con el que Mรณnica Nepote practica la crรญtica social; la diversidad formal y la riqueza expresiva de Rocรญo Cerรณn; la complejidad de la mirada y los juegos lรฉxicos de Amaranta Caballero Prado; el enclavamiento en la tierra y el erotismo elegante de Irma Pineda; el espรญritu cรณsmico de Renรฉe Acosta; la sensualidad y la condensaciรณn elocutiva de Maricela Guerrero; el onirismo, la diversidad temรกtica โde la Biblia al boxeoโ y el gusto por el poema largo de Sara Uribe; la reflexiรณn existencial entreverada de mensajes publicitarios de Minerva Reynosa; la robustez y policromรญa del lenguaje de Paula Abramo, y su feroz crรญtica polรญtica; el desafuero, el llamear de Claudina Domingo; la presencia del cine y del agua โmetรกfora del nacimiento y la muerteโ en Xitlalitl Rodrรญguez Mendoza; y el irracionalismo zarandeador de Karen Villeda. Rodrigo Castillo, el antรณlogo, cierra la muestra con un ceรฑido epรญlogo, cuya afirmaciรณn final resume el sentido del libro: โSe privilegia el trabajo con el lenguaje.โ ~
(Barcelona, 1962) es poeta, traductor y crรญtico literario. En 2011 publicรณ el libro de poemas El desierto verde (El Gato Gris).