Es una tarde de verano, cuando un viento suave presagia la llegada del otoรฑo y refresca el calor bochornoso dentro de un pequeรฑo cuarto de hotel. Las cortinas transparentes se mecen al aire, un rayo de luz se cuela por la ventana abierta y se desparrama sobre la alfombra deslavada. รl estรก detrรกs de la silla, impaciente, ha insistido demasiado, pero las respuestas de ella lo han sacado de quicio. Ella, sentada sobre la cama, apoya un brazo en el cubrecama y con la otra mano juguetea con su chal que yace encima de la maleta abierta.
Ella se siente incomprendida; la terquedad de รฉl la ofende, lo siente sordo a sus razones, รฉl se empeรฑa en insistir en que llegรณ la hora de partir, abrirse a otros horizontes, probar experiencias desconocidas. Acaso รฉl no entiende que ella no estรก lista para partir; recela perder la felicidad que la invade, la desconcierta su insistencia, teme que se esfume la alegrรญa que fluye entre ambos desde aquel primer momento cuando, al inicio del verano, se conocieron en este pintoresco poblado y tomaron la decisiรณn de permanecer allรญ. Se han jurado amarse hasta la muerte, nunca separarse. Ahora, de la nada, de un dรญa a otro, รฉl exige cambiar de aires, quiere retomar el libre albedrรญo y deambular por lugares desconocidos, para evitar ahogarse en el fastidio de lo conocido. ยฟCuรกl es la prisa? El verano todavรญa no termina, ella necesita tiempo para asimilar que llegรณ la hora de partir y sumirse en lo ignoto. Sรญ, es emocionante, pero podrรญan esperar un poco mรกs a que ella estรฉ lista para irse de este lugar donde ha sido tan feliz, donde se encontraron y, desde el primer momento, se enamoraron.
รl no cede. Impaciente, insiste con mayor urgencia, se acabรณ el momento de hablar, llegรณ la hora de partir, el tren sale a las cinco. Anoche ella aceptรณ irse. Esa maรฑana, ambos empacaron, ahora ella cambia de opiniรณn, ahora necesita pensar mรกs, se niega a escucharlo, se encierra en un mutismo que apenas rompiรณ hace unos instantes para informarle que no cree poder partir esta tarde. รl le responde que o salen juntos para tomar el tren de las cinco o se va solo.
ยฟPor quรฉ ese tren? ยฟPor quรฉ no el de las seis o el de las siete? ยฟCuรกl es la importancia del tren de las cinco? รl murmura, con la voz ahogada por la rabia, que el de las cinco es un tren lechero con numerosas escalas, por lo tanto, en el camino podrรกn decidir en cuรกl estaciรณn descender y allรญ elegir si quedarse en ese lugar por un tiempo o bien tomar otro tren hacia otra localidad. Ella suelta una risita nerviosa, no le cree, no percibe la cรณlera que รฉl difรญcilmente mantiene bajo control. Ella no acepta que รฉl la haga sentir una muรฑeca a la que se puede sacudir segรบn el humor de un tercero; se niega a cerrar su maleta. รl, harto, le espeta que partirรก solo o acompaรฑado. Esa es su รบltima palabra. Ella, por supuesto, no le cree, no se puede terminar asรญ una relaciรณn. รl la culpa del desencuentro. Con la voz desgarrada por la rabia, le informa que entonces adiรณs para siempre. Ella, incrรฉdula ante la amenaza, se enciende, sus ojos brillan de furia, de su boca brotan palabras como injusticia, ceguera, intolerancia, desamor.
รl recoge su mochila, se la echa al hombro, da media vuelta, sale dando un portazo que cimbra la habitaciรณn. Ella, asombrada, boquiabierta, escucha sus pasos descender las escaleras. Los segundos le parecen eternos, voltea hacia la ventana, se levanta para asomarse, detiene la respiraciรณn. ยฟRegresarรก o de veras se irรก? No lo ve, azuza el oรญdo, tampoco escucha a nadie remontar las escaleras. De pronto lo descubre, รฉl cruza la calle, va rumbo a la estaciรณn de tren sin detenerse, sin mirar una sola vez hacia atrรกs. Un quejido ronco se escapa de su pecho. La realidad la golpea. Toma una bocanada de aire y despierta de su atonรญa. Pesca su chal y sale corriendo del cuarto, baja las escaleras rรกpidamente y cruza la calle detrรกs de รฉl. No puede dejarlo ir, le pedirรก que espere un dรญa mรกs, le va a jurar que maรฑana se irรก con รฉl; con la prisa, no pudo cerrar y cargar con la maleta.
Mientras corre, entorpecida por la gente que pasea, por los vehรญculos que le impiden cruzar la calle, en su mente se agolpan imรกgenes de ellos amรกndose en la cama, despertando en brazos el uno del otro, caminando por esta misma calle abrazados, riendo y compartiendo un chocolate que รฉl tomรณ del burรณ antes de salir del cuarto; luego aparece el rostro de รฉl, enfurecido, retรกndola, listo para abandonarla para siempre. No entiende, se habรญan jurado amarse hasta la muerte. Perderlo es peor que la muerte. Ya no se detiene en el alto, oye el pitazo, luego un rozรณn de una motocicleta que la ladea levemente, salta a la acera, corre, a la distancia distingue el acceso a la estaciรณn de tren. รl no mencionรณ el andรฉn, tendrรก que buscarlo en la pizarra, levanta la mirada hacia el enorme reloj sobre el frontispicio de la estaciรณn: cuatro cincuenta y ocho. La respiraciรณn agitada le quema la garganta, siente el corazรณn acelerado, presionรกndole el pecho, se quita con brusquedad las lรกgrimas que humedecen su rostro. Se abre paso entre la gente, tropieza con una maleta, se disculpa sin perder el impulso y busca la pizarra con las salidas. Desde lejos lee: el tren para Parรญs, andรฉn dos, salida a las cinco veinte. Se aproxima, cae en cuenta de que es el directo. Inquieta, recorre la mirada por la columna y localiza el tren que va a Parรญs con cinco paradas: andรฉn siete, salida a las cinco en punto. Expira violentamente, es el รบltimo andรฉn. Desesperada, busca un reloj, cuatro cincuenta y nueve.
Mientras corre por el tรบnel y evade a la gente que va y viene, se pregunta cรณmo es posible que รฉl no haya regresado a buscarla. Localiza la entrada al andรฉn siete, sube las escaleras de dos en dos, escucha el altavoz que anuncia la salida del tren: รบltima llamada, todos los pasajeros deben abordar. Llega al andรฉn siete, escucha el silbato del conductor dando la orden de partida, lo ve subirse a un vagรณn, lentamente la locomotora inicia el movimiento. Ella se esfuerza, corre, alcanza el รบltimo vagรณn, da pequeรฑos brincos para asomarse por las ventanas, grita su nombre, agita los brazos, no lo ve, el tren aumenta cada vez mรกs la velocidad, se aleja. Incrรฉdula, sin despegar la mirada, ve al tren perderse en la lejanรญa. Siente que las piernas se le doblan, se recarga en el muro y lentamente se deja deslizar hasta quedar sentada sobre el cemento frรญo, acompaรฑada por el repiqueteo de las ruedas metรกlicas sobre los rieles. ~
es docente, narradora, dramaturga, directora de teatro y guionista. En 1989 recibiรณ el premio al Mejor Director de Teatro Independiente โManolo Fรกbregasโ por La cantante calva de Eugรจne Ionesco y en el 2000 el Premio Juan Rulfo para Primera. Novela por La abuela me encargรณ a sus muertos.