Orfila Reynal y Séjourné: una colaboración intelectual

Es difícil delimitar dónde terminaba la vida laboral y empezaba la personal en el matrimonio de Orfila y Sejourné, que en colaboración impulsaron Siglo XXI, un sello fundamental del panorama editorial latinoamericano.
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En 1948, un ya veterano editor argentino casi desconocido arribó desde la sucursal de Buenos Aires a la Ciudad de México para hacerse cargo de las riendas del FCE. Se trataba de Arnaldo Orfila Reynal (La Plata, 1897-Ciudad de México, 1998), quien más de dos décadas atrás, en 1921, había participado en el Primer Congreso Internacional de Estudiantes de la Ciudad de México, convocado por el ministro de Educación, José Vasconcelos, y presidido por un joven abogado, Daniel Cosío Villegas, en un innovador intento de romper el aislamiento internacional que sufría en aquellos momentos la Revolución mexicana. Gracias a ese congreso, Orfila entablaría una larga, fructífera y siempre complicada relación de amistad y camaradería intelectual con Cosío Villegas, Eduardo Villaseñor y todo el grupo de intelectuales que serían los responsables de la creación del FCE, el 3 de septiembre de 1934.

En el Fondo, Orfila fue ganando autoridad y un enorme prestigio entre las élites culturales, artísticas e intelectuales que conformaban a la inteliguentsia mexicana de aquella época, pero también entre los lectores de la casa editorial. A finales de los años cuarenta, el editor conoció a Laurette Séjourné (Perugia, 1914-Ciudad de México, 2003), una antropóloga que había montado una galería de arte y librería. Según contaba el propio Orfila, un amigo le había sugerido visitar una cafetería-librería en donde trabajaba “una francesita muy simpática”. Con humor, Laurette dijo que Orfila la había engañado para conquistarla. “Esa primera cita –le relató a la investigadora Tatiana Coll– fue la única vez en toda su vida que él no habló y me escuchó toda la noche hablar y hablar de mi antropología, yo le estuve hablando de mi pasión, de los descubrimientos de Teotihuacán y él muy calladito me escuchó y después, hasta ahora, ya nunca me ha vuelto a escuchar, siempre está hablando él.” Para este momento, el editor latinoamericano ya se había divorciado de su primera esposa y Séjourné había enviudado de su segundo marido, Víctor Serge. Aquel primer encuentro cambiaría en un futuro próximo el rumbo de la historia editorial e intelectual hispanoamericana.

La victoria de la Revolución cubana, a finales de la década de los cincuenta, reconfiguró el mapa político ideológico mundial y, en el ámbito editorial mexicano, marcó el punto de quiebre de la radicalización militante e ideológica tanto de los partidos políticos como de una amplia gama de movimientos sociales y subversivos de izquierda. Un rico ecosistema de sellos editoriales surgió en los años sesenta con la fundación de editoriales como Joaquín Mortiz y Ediciones Era. La expulsión de Orfila del FCE –y el nacimiento de Siglo XXI Editores– es parte de ese contexto.

Aunque Orfila había tenido algunos problemas por la publicación de Escucha, yanqui (1961), del sociólogo estadounidense C. Wright Mills, fue orillado a dejar su cargo después de poner en circulación Los hijos de Sánchez (1964), del antropólogo estadounidense Oscar Lewis, que puso en evidencia los salvajes y hasta aborrecibles códigos de convivencia cotidiana en los subsuelos sociales de los explotados mexicanos y que resultaban insoportables para el aparente ejercicio de la urbanidad y buenas costumbres de la moral burguesa. La obra desató una campaña de denostación pública del director del FCE por su doble condición de ser extranjero y comunista.

A pesar de contar con el respaldo de la Presidencia, ninguna figura de peso dentro del panorama cultural e intelectual mexicano se atrevió a encabezar la demanda judicial en contra del director argentino del FCE, y la fallida ofensiva tuvo que ser orquestada por un juez, Luis Cataño Morlet, y lo hizo a nombre de una institución intrascendente como lo era la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, incluso cuando los miembros de aquella institución rápidamente se desmarcaron de las acciones tomadas por Cataño Morlet. El presidente Gustavo Díaz Ordaz esperó algunos meses para intervenir directamente en la casa editorial a favor de uno de sus asesores jurídicos, Salvador Azuela. De esta manera terminó el intento de modernización del catálogo del FCE donde también se comenzaba a esbozar la influencia sumamente discreta de Laurette Séjourné en la selección de ciertos autores dentro de la colección de antropología, y que determinó la aparición del primer volumen en 1964 de las Mitológicas de Claude Lévi-Strauss.

La prensa dio a conocer la defenestración de Orfila el 8 de noviembre de 1965. El hecho provocó la indignación generalizada de amplios sectores de la intelectualidad mexicana, pero igualmente dentro de grupos políticos y empresariales al interior del régimen. Un inusitado movimiento de resistencia contracultural frente al autoritarismo tuvo lugar. Alrededor de cuatrocientos intelectuales, políticos y banqueros anunciaron su decisión de restituir a Orfila al frente de una nueva casa editorial independiente, Siglo XXI Editores, cuyo lema era “Una editorial de México para América Latina”. Los recursos económicos necesarios para la puesta en marcha de la empresa provendrían de la venta de las propias acciones de la compañía, donaciones económicas y en especie. Se organizaron sobre todo subastas de arte para apoyar la causa.

Alejándonos de la versión pública del nacimiento de Siglo XXI Editores, la historia de su puesta en funcionamiento resultó un proceso mucho más complejo que llevó a los límites la salud de Orfila. Muchos intelectuales se comprometieron en público a adquirir acciones, pero en los hechos se negaron a saldar los compromisos económicos contraídos con la compra y no fue sino hasta que prominentes funcionarios del Banco de México y del medio bancario nacional los respaldaron que aquellos documentos generaron la confianza suficiente entre sus acreedores.

Aunque resulte paradójico, Siglo XXI Editores –el sello editorial identificado con la difusión de algunas manifestaciones más radicales del pensamiento crítico contemporáneo de los sesenta hasta entrados los años ochenta– fue creada sobre un modelo empresarial capitalista, como una sociedad anónima. Sin embargo, el prestigio y la autoridad de Orfila se terminó por imponer a fin de reconfigurarla como una empresa sin fines de lucro personal y puesta al servicio de la difusión de la cultura y el conocimiento. De tal manera que, en un acuerdo tácito, sus accionistas renunciaron a recibir los dividendos anuales a los que tenían legítimo derecho para reinvertir aquellos recursos económicos en la capitalización permanente del sello editorial. De ese modo, se convirtió en un innovador modelo empresarial de mercado puesto al servicio de la cultura y para acercar sus libros al lector a un precio competitivo de mercado.

Con respecto a la participación de Laurette Séjourné, no es extraño que se le haya reducido a una mujer subordinada al destino político de su pareja. Elena Poniatowska, quien fue cercana a la creación de Siglo XXI Editores, escribió: “Siempre estaban juntos porque era una pareja que se amaba, Laurette se preocupaba mucho por Orfila, le servía con mucho cuidado, lo oía con mucho respeto y lo mismo él a ella. Él incluso en Siglo XXI publicó uno de sus libros sobre Teotihuacán […], estaba muy pendiente de lo que ella hacía, de sus entusiasmos […] Y Laurette era una mujer muy dulce, muy tímida (bueno, no tímida sino recogida en sí misma), muy inteligente y muy alerta a lo que estaba sucediendo, sobre todo muy alerta a lo que hacía Orfila.”

En su evocación, Poniatowska caracteriza a Laurette como una mujer, más que tímida, recogida con su inteligencia sobre sí misma dentro de la esfera pública. Pero será el propio Orfila el que restituya el valor de las aportaciones intelectuales que tuvo Séjourné como consejera editorial en la configuración del catálogo de Siglo XXI Editores. “A los diez días de haber hecho esa comida y ese acto –le contó en una entrevista a Alejandro López López–, nos fuimos a organizar la editorial, a planear la editorial con Laurette, mi mujer. Nos fuimos a Tepoztlán, en donde Eduardo Villaseñor, uno de los banqueros que fue presidente del Banco de México y qué sé yo, nos ofreció su casa para que pasáramos unos días allí y planeáramos la editorial con Laurette; una máquina de escribir, papel, libros, catálogos de otras editoriales y trabajamos en el plan en ocho o diez días. El plan de una nueva editorial con las colecciones integradas.”

Se desconoce el destino de aquel documento redactado en Tepoztlán, pero se puede deducir cuáles fueron los esbozos de sus líneas generales a través de la orientación de los autores y las temáticas del primer lote de veintiún títulos que aparecieron bajo el sello de Siglo XXI Editores en 1966. En él figuran dos obras de Séjourné –Arquitectura y pintura en Teotihuacán y El lenguaje de las formas en Teotihuacán–, pero resulta reveladora la presencia de un pensador francés contemporáneo y casi desconocido en aquel entonces: Michel Foucault con El nacimiento de la clínica. Con el tiempo el filósofo e historiador se convertiría en uno de los iconos más representativos del sello editorial mexicano.

De esta labor conjunta vale la pena también mencionar el sentido de algunas de sus colecciones, en especial de aquellas dedicadas a recuperar la memoria histórica. Tal es el caso de la colección América Nuestra, conformada por las bibliotecas América Antigua, América Colonizada, Caminos de la Liberación y Los Hombres y las Ideas (que incluye los discursos y las biografías de los líderes sociales y políticos latinoamericanos que les fueron contemporáneos). Era un esfuerzo por ofrecer al lector herramientas para interpretar su propio entorno a través de una reconstrucción crítica de la realidad histórica y social. Y ello evidenciaba también la peculiar síntesis dialéctica del pensamiento crítico moderno de vertiente latinoamericanista y europea que encarnó en aquel matrimonio fundador de Siglo XXI Editores.

Falta mucho por investigar cómo operaba la colaboración intelectual conjunta entre Orfila Reynal y Laurette Séjourné. Orfila era responsable de administrar y mantener en perfecto funcionamiento una maquinaria tan compleja y sofisticada como la de Siglo XXI Editores, en particular en su época de mayor apogeo, en la que tuvo que mantener una nómina de más de cien colaboradores con salarios y prestaciones económicas superiores a las de la ley. En su caso, es difícil delimitar dónde terminaba la vida laboral y empezaba la personal. Se sabe que, fuera del horario de trabajo, la pareja continuaba hablando sobre libros y discutiendo sobre la posible adquisición de los derechos de alguna obra que les interesara de los catálogos de las casas editoriales europeas y norteamericanas que regularmente les llegaban a sus sobremesas.

Tal vez la mejor estampa para concluir el presente artículo sea la que me proporcionó Atlántida Coll sobre el ambiente y el carácter de las discusiones que se desarrollaban en aquellas sobremesas del hogar de Arnaldo Orfila y Laurette Séjourné, y que la profesora emérita de la UNAM evocó de la siguiente manera: “En las comidas, la que llevaba la voz cantante era ella y no Arnaldo. En las reuniones y en las comidas Arnaldo participaba con la palabra justa. Eso es innegable. Pero ella era la que dirigía la conversación. Eran reuniones donde Laurette se encontraba entre pares. En su propio ambiente con intelectuales de primera línea porque tú no tienes una cena con Erich Fromm o tienes sentado en tu mesa a Roa Bastos cenando contigo y pues ¿de qué hablas con ellos? Precisamente, cuando Laurette hablaba entre sus pares y cuando estabas en una conversación con ellos era muy divertido. Porque ella llevaba la voz cantante y, a veces, iba a decir se peleaban, pero más bien Arnaldo y Laurette discutían acaloradamente, y a él le salía el acento argentino y le decía: ‘¡Pero mijita!’, como diciendo por favor ese tema no o ese concepto no. Era muy divertido el asunto porque en sus discusiones a él se le agudizaba el acento porteño. Es algo que te cuento porque yo los vi muy de dentro.” ~

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es historiador, ensayista e investigador independiente especializado en la
edición mexicana moderna. Es autor de Arnaldo Orfila, una revolución editorial latinoamericana (Unión de Universidades de América Latina y el Caribe, 2022).


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