El 23 de agosto de 1976 la revista New York publicó “The ‘me’ decade and the third great awakening”, ensayo escrito por Tom Wolfe, considerado uno de los padres del “nuevo periodismo”. Narrado en el tono sardónico que caracteriza al recientemente fallecido autor de Ponche de ácido lisérgico (Anagrama, 1968), el texto describe tres grandes despertares religiosos en la historia de Estados Unidos. El primero se dio a mediados del siglo xviii, liderado por predicadores de la “nueva luz” como Jonathan Edwards, Gilbert Tennent y George Whitefield, quienes sostenían que la espiritualidad primigenia había sido suprimida por la frialdad del dogma religioso. El segundo consistió en una explosión de predicadores metodistas, bautistas y presbiterianos que se extendió durante la primera mitad del siglo XIX. Los fieles se agrupaban en campamentos situados en áreas despobladas (camp meetings), donde la solemnidad de los servicios tradicionales era sustituida por ceremonias maratónicas en las que se privilegiaban estados histéricos de exaltación como la risa y el llanto incontrolables.
El tercer gran despertar comenzó a principios de los setenta. Sus fuentes, empero, eran de una naturaleza más exótica: terapias, meditación, Hare Krishna, yoga, drogas alucinógenas, predicadores carismáticos y hasta fenómenos paranormales. En opinión de Wolfe, este agregado de creencias era el reflejo de una cultura narcisista convencida de que el sentido del individuo radicaba en ingerir alimentos orgánicos, aprender la danza del vientre, tomar clases de orfebrería, alimentar al niño interior, rendirle culto al cuerpo y colocar la idea de “hablemos de mí y solo de mí” por encima de cualquier otra cosa.
La relectura de “The ‘me’ decade and the third great awakening” ayuda a contextualizar a los setenta como una etapa transicional que derivó en el egoísmo yuppie de los ochenta. Un personaje clave en la ideología new age anticipada por Wolfe es Bhagwan Shri Rajnish, líder del rajnishismo, movimiento que promueve el advenimiento del “hombre nuevo”: un ser completo e integrado capaz de conciliar la espiritualidad con el materialismo; o, en términos utilizados por el propio gurú, un matrimonio perfecto entre Buda y Zorba el griego, el viejo enamorado de los placeres terrenales creado por el escritor Nikos Kazantzakis y personificado por Anthony Quinn en la pantalla grande.
Bhagwan, posteriormente conocido como Osho, cobró notoriedad mediática en los setenta al yuxtaponer prácticas como la meditación, el sexo tántrico y el yoga kundalini con psicoterapias catárticas propias de Occidente. Como resultado, el ashram rajnish, centro de meditación de Osho localizado en Pune, India, se convirtió en el destino de miles de europeos y estadounidenses hambrientos de sabiduría. Un sector considerable de estos fieles abandonó familia, amigos y trabajo con el fin de transformarse en rajnishes, discípulos de Bhagwan caracterizados por usar ropa de tintes naranjas y rojos. El rápido crecimiento del ashram provocó tensiones con el gobierno indio, dado que las donaciones de los rajnishes, renombrados años más tarde como sanniasins, eran administradas autárquicamente por la comunidad. La situación alcanzó un punto de ruptura a principios de los ochenta, cuando Bhagwan optó por migrar a Estados Unidos. Este peregrinaje constituye el punto de partida de Wild wild country, serie documental dirigida por los hermanos Chapman y Maclain Way que narra el ascenso y caída de Rajnishpuram, la ciudad santuario construida en 1981 por los seguidores de Bhagwan en la jurisdicción de Antelope, una pequeña población ubicada en la zona rural de Wasco, Oregón.
Estructurada en seis capítulos de alrededor de una hora, Wild wild country cuenta la historia de un conflicto sociocultural. Los rajnishes edifican en cuestión de meses una comuna autosuficiente que abarca 64,000 acres y que poco o nada tiene que ver con la tranquilidad asociada a un ashram tradicional. Todo lo contrario: Rajnishpuram es una ciudad de cinco mil habitantes con centro comercial, discoteca y tiendas donde la gente canta, baila y coge en un estado de trance perpetuo. Los habitantes de Wasco, en cambio, emblematizan el país conservador y salvaje al que alude el título. La pelea entre ambos bandos se torna inevitable, sobre todo cuando los seguidores del gurú buscan tomar el control político de Wasco. La operadora de los rajnishes es Ma Anand Sheela, la carismática secretaria particular de Bhagwan responsable de conducir la escalada a extremos delirantes: intimidación legal, uso de grupos armados, intentos de asesinato y el ataque terrorista bioquímico más grande en la historia de Estados Unidos.
Las contradicciones de la aventura estadounidense de los rajnishes son presentadas con inteligencia por los realizadores. A primera vista, el rajnishismo luce como una trampa para captar recursos económicos de occidentales burgueses en busca de sentido y algo de diversión; una estafa diseñada para solventar el desparpajado estilo de vida de Bhagwan, famoso por poseer una colección de numerosos automóviles Rolls-Royce y relojes Rolex. La serie, sin embargo, muestra cómo el movimiento ejerció una genuina influencia positiva en personas inteligentes y autónomas que hasta hoy valoran su estancia en la comuna como la etapa más feliz de su vida. El rajnishismo promovía el sexo libre como una alternativa a la insatisfacción matrimonial y la castración del individuo; no obstante, la ausencia de vínculos estables al interior de la comuna facilitaba la enajenación y el dominio completo de la figura de Bhagwan. Quizá los prejuicios de los habitantes de Wasco contenían una alta carga racista, pero eso no implica que los reclamos en torno al fanatismo y la reconfiguración social ejercida por los rajnishes carecieran de legitimidad.
En noviembre de 2016, el programa de variedades Saturday Night Live presentó un sketch llamado “La burbuja” (“The bubble”): un comercial falso que publicita una ciudad cubierta por un domo donde los liberales pueden refugiarse tras el triunfo de Donald Trump. La burbuja, obvio, es un paraíso de corrección política donde las personas lucen sospechosamente felices, como los miembros de una secta o los invasores de Los usurpadores de cuerpos (Kaufman, 1978). Proporciones guardadas, la pugna entre el progresismo rajnish y el Estados Unidos profundo recuerda la lucha cultural que hoy domina el panorama de ese país. Disponible en Netflix, el documental de los Way exhibe la inviabilidad de desconocer al otro y encerrarse en una burbuja. El aislamiento, como bien nos recuerda Wild wild country, casi siempre desemboca en tragedia. ~
Mauricio González Lara (Ciudad de México, 1974). Escribe de negocios en el diario 24 Horas. Autor de Responsabilidad Social Empresarial (Norma, 2008). Su Twitter: @mauroforever.