Le pregunto a mi amigo Bob cuáles son sus propósitos para el año nuevo y, encogiéndose de hombros (como queriendo decir que son los típicos o que no son nada del otro mundo), me responde que beber menos, perder unos kilitos… Luego me pregunta lo mismo a mí, pero aún no estoy preparada para responderle. Durante las vacaciones he vuelto a estudiar zen, por pura desesperación, aunque tampoco era una desesperación muy intensa. Da lo mismo una medalla que un tomate pocho, dice el libro que he estado leyendo. Tras pasar unos cuantos días dándole vueltas, creo que la respuesta más sincera a la pregunta de mi amigo Bob sería: Mi propósito para el año nuevo es aprender a verme a mí misma como si no fuera nada. ¿Estaré siendo competitiva? Bob queriendo perder unos kilos y yo queriendo aprender a verme como si no fuera nada… Ni que decir tiene que ser competitivo está fuera de lugar en cualquier filosofía budista. Una nada auténtica no es competitiva. Pero cuando lo digo no siento que esté siendo competitiva. En esos momentos me siento muy humilde, O por lo menos me parece estar siéndolo, aunque ¿puede alguien ser verdaderamente humilde desde el momento en que dice querer aprender a ser “nada”? Pero hay otro problema del cual llevo semanas queriéndole hablar a Bob: llega un momento, en la mitad de la vida, en que por fin eres lo bastante inteligente para darte cuenta de que todo es insignificante, de que ni siquiera el éxito significa nada. Sin embargo, para empezar, ¿cómo aprende una persona a verse a sí misma como si no fuera nada después de todo lo que le ha costado aprender a verse como si fuera algo? Vaya lío. Te pasas la primera mitad de la vida aprendiendo que, después de todo, eres algo, y ahora tienes que pasarte la segunda mitad aprendiendo a verte como si no fueras nada. Has sido una nada negativa y ahora lo que tienes que ser es una nada positiva. Ya me he puesto con ello, en estos primeros días del nuevo año, pero por ahora me resulta bastante difícil. Por las mañanas me acerco bastante a la nada, pero hacia el final de la tarde, esa parte de mí que es algo empieza a manifestarse. Esto sucede muchos días. Por las noches ya estoy rebosante de algo, un algo que suele ser desagradable y avasallador. Así que, llegado este punto, lo que pienso es que estoy siendo demasiado ambiciosa, y que tal vez «nada» sea mucho para empezar. Quizá de momento solo debería tratar de ser cada día un poquito menos de lo que normalmente soy.
Este relato está recogido en Cuentos completos (Seix Barral, 2011). Traducción de Justo Navarro. Cortesía de la editorial.
Una conversación de Davis y Tyler Cowen. Imagen: Daniel Gascón.
Es traductora al inglés de Proust, Flaubert y Foucault, y autora de cuentos breves. En 2011 Seix Barral los publicó en español. Este año obtuvo el Man Booker Prize.