Cuando la corrupciĆ³n es el sistema

La transiciĆ³n de una sociedad corrupta a una sociedad que se rige bajo la ley puede salirse de control muy rĆ”pidamente, si no hay consenso entre las Ć©lites polĆ­ticas y econĆ³micasĀ sobre el rumbo debe seguirse.
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La crisis polĆ­tica que vive Brasil es la mĆ”s grave desde el regreso de la democracia a ese paĆ­s. Lo que estĆ” en juego ya no es la popularidad o el futuro polĆ­tico de la presidente Dilma Roussef, sino la estabilidad de la primera economĆ­a de AmĆ©rica Latina y de una de las democracias mĆ”s grandes del mundo. Tres escĆ”ndalos de corrupciĆ³n han daƱado irremediablemente la reputaciĆ³n de Dilma: uno por presunto financiamiento ilegal en su campaƱa presidencial, otro por el supuesto uso indebido de dinero de bancos del Estado para cubrir dĆ©ficits presupuestales y, el mĆ”s reciente, por presunta obstrucciĆ³n de una investigaciĆ³n de desvĆ­o de recursos de Petrobras, la empresa estatal petrolera, a favor del Partido del Trabajo.

La onda expansiva del escĆ”ndalo alcanzĆ³ al mĆ­tico ex presidente Luiz Inacio “Lula” Da Silva, considerado hasta ahora un estadista de primer nivel y sĆ­mbolo de la izquierda moderna de AmĆ©rica Latina. Hoy, Lula es acusado de ser un polĆ­tico sucio que se vende a cambio de dinero y lujosas casas regaladas por una poderosa empresa de construcciĆ³n de infraestructura. SĆ­, es difĆ­cil de creer, pero esas cosas pasan.

La respuesta de Dilma ha sido tratar de convencer al pueblo brasileƱo de que las investigaciones en su contra son un golpe de Estado, un ataque contra la democracia y las instituciones, contra el debido proceso y la presunciĆ³n de inocencia. En un discurso reciente, afirmĆ³ que:

“Condenar a alguien por un crimen que no cometiĆ³ es el acto de violencia mĆ”s grande que se puede cometer en contra de cualquier persona. Es una injusticia brutal. Es una ilegalidad. He sido vĆ­ctima de esta injusticia una vez durante la dictadura, y lucharĆ© para no ser vĆ­ctima de nuevo, en plena democracia. En este caso, no caben medias tintas: lo que estĆ” pasando es un golpe contra la democracia. […] AsĆ­ que no renunciarĆ© bajo ninguna circunstancia.

Sin embargo, el discurso de la presidente Roussef carece de un elemento clave para la persuasiĆ³n: credibilidad. Ya hemos hablado en esta bitĆ”cora sobre cĆ³mo se construye la credibilidad en el discurso, bĆ”sicamente con congruencia (haciendo lo que uno dice) y transparencia (diciendo lo que uno hace). Y Dilma Roussef fallĆ³ en ambos frentes. PrometiĆ³ en su campaƱa de reelecciĆ³n que no harĆ­a ajustes fiscales…pero los hizo. AsegurĆ³ a los empresarios que contendrĆ­a los efectos de la caĆ­da de los precios de las materias primas…pero su manejo econĆ³mico empeorĆ³ la recesiĆ³n y disparĆ³ la inflaciĆ³n y el desempleo. Hoy, sus aliados oportunistas del Partido del Movimiento DemocrĆ”tico BrasileƱo le han dado la espalda y ya se frotan las manos para encabezar un gobierno interino en caso de que la destituyan vĆ­a juicio polĆ­tico.  

Mientras tanto el Poder Judicial brasileƱo, autĆ³nomo y fuerte, ha asumido el control de la agenda pĆŗblica del paĆ­s y tiene contra la pared a toda la clase polĆ­tica y empresarial. En un estira y afloje dramĆ”tico, Lula ha sido arrestado como testigo clave y luego liberado para horror de sus simpatizantes de izquierda y jĆŗbilo de sus detractores a la derecha. Dilma lo quiso nombrar jefe de gabinete para darle inmunidad, pero la Suprema Corte bloqueĆ³ la maniobra. Han sido dĆ­as de manifestaciones y drama que bien pueden concluir con la destituciĆ³n de la presidente, la demoliciĆ³n del legado de Lula, o ambas.

¿QuĆ© lecciĆ³n nos deja en MĆ©xico lo que hoy se vive en Brasil? Una fundamental: la transiciĆ³n de una sociedad corrupta a una sociedad que se rige bajo la ley puede salirse de control muy rĆ”pidamente, si no hay consenso entre las Ć©lites polĆ­ticas y econĆ³micas sobre el rumbo debe seguirse.

En MĆ©xico, la soluciĆ³n imaginada por muchos para detener la corrupciĆ³n es que llegue al poder una persona honesta y decidida, un outsider del sistema, que investiga a todos y mete a la cĆ”rcel a los corruptos. El problema con esta salida es que en paĆ­ses como Brasil –y MĆ©xico– la corrupciĆ³n no es parte del sistema, sino que es el sistema. Y por eso al seguir el rastro del dinero no hay prĆ”cticamente nadie que se salve. Se apagĆ³ la mĆŗsica, se encendiĆ³ la luz y todos los asistentes a la fiesta fueron sorprendidos en el desfiguro. EscĆ”ndalo. VergĆ¼enza. Destituciones. Arrestos. Crisis polĆ­tica. La justicia politizada. La polĆ­tica judicializada. ¿Por dĆ³nde empezar a poner orden? ¿Por la presidente y el expresidente? ¿Por los senadores y gobernadores? ¿Por los funcionarios de Petrobras y los empresarios cĆ³mplices? ¿Por los jueces y los fiscales venales? ¿Por todos sin distinciĆ³n? ¿QuiĆ©n va a quedar para cerrar la puerta de la cĆ”rcel por fuera?

Como dijo algĆŗn primer ministro britĆ”nico, “en la construcciĆ³n del Estado de derecho, los primeros 500 aƱos son la parte mĆ”s difĆ­cil”. AsĆ­ que, de la misma manera en la que construimos consensos entre las Ć©lites mexicanas para transitar de una economĆ­a cerrada a una abierta, y de un sistema de partido Ćŗnico a una democracia electoral multipartidista, mĆ”s nos convendrĆ­a comenzar a construir un consenso mĆ­nimo para realizar, de forma ordenada, nuestra tercera transiciĆ³n: la transiciĆ³n de la corrupciĆ³n al Estado de derecho. Cuando veas las barbas de Lula cortar… pon las tuyas a remojar. 

 

 

 

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Especialista en discurso polĆ­tico y manejo de crisis.


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