En la fascinación general que produce el espionaje en la guerra fría tiene un protagonismo especial Kim Philby (1912-1988), el agente doble que, junto a otros hijos de la élite británica, informaban a la inteligencia soviética desde puestos prominentes en el MI6 o el Foreign Office. Los Cinco de Cambridge han salido en el cine, series y libros, y el propio Philby sirvió de inspiración a John Le Carré en El topo. Aún quedan dudas sobre cómo Philby pudo pasar inadvertido tantos años, aunque quizá la explicación resida en que, sencillamente, ha sido uno de los mejores espías conocidos de la historia. Que muriera en 1988 le libró de ver el derrumbe de todo aquello por lo que se desdobló en varias vidas rotas.
El periodista y escritor Enrique Bocanegra (Sevilla, 1973) ganó el XXIX Premio Comillas de Biografía con Un espía en la trinchera (Tusquets), un repaso exhaustivo y ameno de la experiencia de Philby en la guerra civil española, de la que informó durante dos años y medios a los lectores del londinense The Times desde su puesto de corresponsal en el bando nacional. Aunque aún no trabajaba para la inteligencia británica (en la que entraría en plena Segunda Guerra Mundial) sí lo hacía para los soviéticos desde 1934. Tuvo, entre otras misiones, el encargo de matar a Franco, aunque casi muere en uno de los frentes. Su periplo por España no es uno más en su agitada vida. El propio Philby lo confesaría en sus memorias: “volví de la guerra civil convertido en un agente soviético de pleno derecho”.
¿Philby era más un aventurero que un fanático? Pudo abandonar el espionaje y llegar a la cúspide en la administración británica en 1940, tras el pacto nazi-soviético. ¿Qué lo impulsó a seguir?
Lo fascinante de Philby, y el motivo por el que no se agota y seguimos escribiendo sobre su vida, es su capacidad para ser varias personas a la vez, para vivir varias vidas simultáneamente. Respecto a sus motivaciones, obviamente estaba la ideológica, que fue la que reclamó siempre pero sin lugar a dudas no fue la única. El historiador Hugh Trevor-Roper, que conoció bien a Philby ya que ambos coincidieron en el MI6 durante la guerra, afirmaba que la principal motivación de Philby era la sensación de poder que le daba manipular a los demás, saber que la carrera y las vidas de sus amigos y compañeros de trabajo estaban en sus manos. El propio Philby reconoce en su autobiografía que aceptó trabajar para los soviéticos ya que le permitía sentirse parte de una “élite”. A pesar de ser comunista, Philby siempre tuvo algo de aristócrata. No deja de ser otras de sus contradicciones.
¿Por qué es importante en su trayectoria y su compromiso su experiencia en España durante la guerra? ¿Qué aprende o confirma aquí?
La guerra de España fue importante para toda su generación. En el caso de Philby fue, además, la primera vez que opera en la boca del lobo. Como corresponsal acreditado ante el bando insurgente, no solo se relacionaba con los funcionarios de Franco sino también con militares y agentes alemanes e italianos. Si en Londres hubiesen descubierto su trabajo para los soviéticos muy posiblemente no le habría pasado nada. En Salamanca y en Burgos se jugaba la libertad y muy posiblemente la vida. Ese caminar en el filo, durante los dos años y medio que permanece en España, es lo que le curte y le permite afirmar a su regreso que “volví de la guerra civil convertido en un agente soviético de pleno derecho”.
¿Cómo logró sortear no solo los controles previos de seguridad sino incluso los interrogatorios basados en las primeras sospechas? ¿Era él muy listo o el MI5 y el MI6 muy torpes?
No solo en el MI5 y el MI6 sino también en el Foreign Office y en el palacio de Westminster, donde se infiltraron respectivamente Donald MacLean y Guy Burgess, otros dos miembros del Círculo de Cambridge, las medidas de seguridad eran mínimas. Funcionaban más como clubes de caballeros donde se entendía que la honorabilidad de sus miembros estaba por encima de toda sospecha. Resultaba inconcebible que alguien como Philby, que ha estudiado en el colegio de Westminster, cuyo coro de niños canta en la coronación de los reyes de Inglaterra, que se ha graduado con una beca del Rey en el Trinity College de Cambridge pudiese ser un traidor a su país y a su monarca. Era algo inconcebible según los valores de la época. Hay que tener en cuenta también que Kim Philby entra en el MI6 en el verano de 1940, ocupada ya Francia por los alemanes y a punto de comenzar la Batalla de Inglaterra, es decir en plena avalancha de reclutamientos, por lo que los controles fueron precarios.
En España Philby va teniendo noticias de las purgas estalinistas en Moscú.
Por lo que cuenta, Philby no supo qué fue de sus maestros, a los que perdió la pista a finales de los años 30, durante las purgas de Stalin, hasta que llegó a Moscú en 1963. Se enteró de que Theodore Maly, el exsacerdote húngaro que le instruyó en Londres y con quien seguramente tuvo una relación más estrecha, había sido fusilado en la Lubyanka, acusado de espionaje, cuando vio su retrato en el Salón de Honor del KGB. De Arnold Deutsch, el científico de origen checo que le reclutó para la inteligencia soviética en Regent’s Park en el verano de 1934, lo único que supo es que murió durante la Segunda Guerra Mundial cuando fue torpedeado el barco en el que viajaba. Respecto al único superviviente, Alexander Orlov, al que también conoció en Londres y que fue su controlador durante la guerra civil española, con quien se encontraba en la frontera francesa una o dos veces al mes para compartir información, y que huyó a Estados Unidos en 1938, parece que llegó a escribirle una carta a finales de los 60 cuando la Lubyanka puso en marcha una estrategia para traerle de regreso a la Unión Soviética. En cualquier caso, después de la guerra civil española, nunca volvieron a encontrarse, y eso que Orlov no murió hasta 1973.
¿Y cómo afectó esto a Philby?
No sabemos cómo afectaron a Philby las purgas de Stalin. El siempre vendió la narrativa de que su compromiso con la Unión Soviética, desde que le reclutaron con 21 años, fue granítico, que jamás dudó. Sin embargo, después de su muerte se supo que durante un año, entre 1939 y 1940, se negó a reunirse con sus enlaces en el servicio secreto soviético. El motivo fue el pacto Ribbentrop-Molotov de agosto de 1939. Como a muchos miembros de su generación, que se hicieron comunistas para luchar contra el nazismo, la alianza entre Hitler y Stalin, entre la Alemania nazi y la Unión Soviética, fue un auténtico desgarro que le llevó un tiempo suturar.
Escribe que “Philby pronto descubre que los espías, al igual que los actores, están condenados a la soledad”. Su vida parece haber sido bastante lastimosa: divorcios, alcoholismo, escasos amigos… El precio de vivir en la mentira, supongo.
La vida del espía, y más específicamente del agente doble, es muy dura ya que tiene que estar todo el tiempo mintiéndole a todo el mundo: a sus amigos, parejas, compañeros de trabajo, etc. No se pueden relajar en ningún momento. Lo normal es que la carrera de un agente doble no dure más de cinco o diez años y aún así acabe alcoholizado, con problemas con las drogas y necesitando apoyo psiquiátrico. En ese sentido Kim Philby batió un record ya que su carrera como agente doble duró casi 30 años.
¿Sería Philby hoy un buen espía? ¿O era un ser de su tiempo?
Bueno, hace unos años le preguntaron a Di Stefano si los futbolistas de su época habrían triunfado en la época actual, en la que se exige una preparación física y una capacidad atlética mucho más contundente que en la década de los 50, y él respondió que un buen futbolista es un buen futbolista en cualquier época. Yo creo que lo mismo se puede aplicar a los espías. También se hace necesario distinguir entre espionaje e inteligencia. Espionaje es el conjunto de técnicas que nos permiten conseguir información de forma encubierta o ilegal. La inteligencia es lo que te permite aprovechar y darle valor a esa información para tus intereses y los de tu organización. Hoy día la revolución digital ha cambiado profundamente el espionaje como todas las otras áreas del conocimiento. Philby habría tenido que aprender a navegar por el Internet profundo sorteando firewalls y a encriptar mensajes. Pero la inteligencia sigue siendo exactamente igual. Quizás sea más necesaria que nunca ya que el bombardeo de información es mayor y son necesarias las mentes que permiten clasificarla y encontrar los datos relevantes. Sin lugar a dudas Philby habría sido en nuestra época un agente tan formidable como lo fue en la guerra fría.
Antonio García Maldonado es analista y consultor.