Varios autores responden cuáles son los libros de nuestro tiempo

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Miguel Aguilar

Decía Félix Romeo que la gente se divide entre los que hacen listas y los que no hacen listas. También decía que los problemas de España se explicaban al ver cómo Jorge Semprún era considerado un escritor francés. Más allá de su nacionalidad, La escritura o la vida (1994), el libro que llevaba toda la vida escribiendo, es “uno de esos libros que marcan para siempre a sus lectores”, una frase de Carlos Fuentes que me apropio, porque es verdad. Muchos años antes, me sumergí en las páginas de un libro de la maravillosa Alfaguara de Jaime Salinas y Michi Strausfeld. La historia interminable (1979) fue un libro crossover antes de que se inventara el término, un harrypotter antes de Rowling, un best seller previo a la aparición del marketing. Sobre todo, y junto a la otra joya de Michael Ende, Momo, fue una fábrica de lectores: nadie que conociera a Bastian y a Atreyu pudo ya desengancharse.

En un país marcado por el nacionalismo violento, El bucle melancólico de Jon Juaristi (1999) es la mejor y más hermosa explicación del atractivo imperecedero de esa ideología romántica, “la vieja que pasó llorando”, escrita simultáneamente desde dentro y desde fuera de ese sentimiento, a medio camino entre la repulsión y la nostalgia. Para una generación marcada por el sueño del humanitarismo y el fugaz resplandor de una potencia hegemónica benévola, Una cama por una noche (2003) de David Rieff supuso un rudo despertar. Igual de ruda, pero en otra categoría muy distinta, y mucho más descarnada es la crítica al 68 y sus criaturas que Michel Houellebecq perpetró en Las partículas elementales (1998). Ver qué había realmente debajo de los adoquines de París no deja indiferente a nadie. La terrible enfermedad de un historiador inglés en la cúspide de sus capacidades propició un deslumbrante sprint en el que destaca Algo va mal (2010), el lamento por la desaparición de la forma más elevada de la sociedad humana hasta la fecha, el Estado de bienestar europeo surgido de las ruinas del continente tras la Segunda Guerra Mundial. Con ese libro Tony Judt se convirtió en un referente para toda la descolocada izquierda en el arranque del siglo XXI. El fracaso de Javier Cercas a la hora de escribir una novela sobre el golpe de Estado del 23f alumbró Anatomía de un instante (2009), el libro más importante sobre la transición española. Quien lo probó, lo sabe.

La vergonzante convivencia entre fútbol y literatura en el interior de todo hooligan ilustrado fue aliviada con la aparición en 1992 de Fiebre en las gradas, un maravilloso retrato de la educación sentimental de Nick Hornby aplicable a casi cualquier varón europeo nacido en la segunda mitad del siglo XX con algunos pequeños ajustes (Real Madrid, Ajax o Lazio en vez del Arsenal, por quedarnos con equipos capitalinos). Con 2666, Roberto Bolaño se consagró póstumamente como el gran novelista de su generación. Capaz de encerrar en su literatura su peripecia vital chileno-mexicano-española, no es exagerado decir que ocupa toda la dimensión de la lengua. Otro genio de trágico final, David Foster Wallace, reescribió las reglas de lo que se podía comunicar a través de la literatura. Quizá el libro de crónicas y ensayos Algo supuestamente divertido que no volveré a hacer (1997) sea la mejor muestra de su talento, y el título más adecuado con que terminar este ejercicio. ~

Aurelio Asiain

Me desconcierta la vaguedad de “las últimas décadas”. La lista puede variar enormemente si los límites se ponen en dos décadas o en cuatro. Además, ¿influencia en qué ámbito? ¿Cuántas lecturas comunes tienen un poeta vietnamita y un novelista salvadoreño? ¿O un profesor de letras de una universidad de Arizona y un periodista de Yokohama? ¿Cómo medir, en fin, la influencia perdurable pero indirecta de ciertos autores y libros? Sin la obra de Lévi-Strauss, por ejemplo, no se explican evidentemente ni el posestructuralismo francés ni la vasta producción ideológica de los departamentos de estudios culturales de las universidades de Estados Unidos de nuestros días, aun cuando muchos de sus autores lo ignoren y, a sabiendas o no, la contradigan. Lo mismo podría decirse de la obra de Thomas Kuhn y de muchos otros. La de Borges, sin ir más lejos. Insisto en el término “obra”: sobre todo en casos como los anteriores, no son libros aislados sino visiones generales las que pesan. Mi lista se limita casi a las últimas dos décadas, aunque incluye algún libro anterior, y a títulos influyentes en el ámbito literario hispanoamericano. Excluye, conscientemente, obras determinantes –y por lo mismo fundamentales– pero abominables. Ocuparían buena parte de la lista. Está en orden alfabético.

> Borges (2006) Adolfo Bioy Casares

Un libro mayor de la literatura hispanoamericana de todos los tiempos, y uno de los peor leídos. No disminuye en nada la figura de Borges, y en cambio la enriquece.

> Los detectives salvajes (1998) y 2666 (2004) Roberto Bolaño

No las tengo por grandes novelas pero la opinión mayoritaria sí y su influencia en la idea de la poesía y de la tradición poética que tienen las generaciones recientes es definitiva. Lamentablemente.

> Mansalva (1987) Gerardo Deniz

Es simpática la insistencia de los conversos en presentar a Deniz como un poeta secreto e inasimilable. Hace décadas que el canon incluye a este discípulo de López Velarde, Gorostiza, Paz y Chumacero.

> Designing Design (2007) Kenya Hara

La cultura japonesa –antigua y contemporánea– es una cultura del diseño y Hara, el más influyente de los diseñadores japoneses, es un intelectual de primer orden.

> La carretera (2006) Cormac McCarthy

La influencia de McCarthy en la narrativa hispanoamericana de los últimos años recuerda la de Faulkner hace medio siglo.

> 1Q84 (2009) Haruki Murakami

Hay en el universo de Murakami dimensiones mperceptibles para un lector occidental, cuya ignorancia pesa en el juicio sobre su obra. Pero su huella mundial es innegable.

> Paisajes del pensamiento: la inteligencia de las emociones (2001) Martha Nussbaum

No es el más influyente ni el más popular de sus libros. Pero es uno que todo escritor debería leer. Lo mismo que Justicia poética (1996).

> Poesía completa (1990)n Octavio Paz

Incluso quienes se empeñan en trazar una tradición de la poesía mexicana ajena a la obra de Paz no hacen, con ese gesto, sino reafirmar su importancia.

> Íntegra (2013) Gonzalo Rojas

No desde luego este libro recentísimo, sino la obra que reúne y reordena, leída con fervor, es vivificante en todo el ámbito hispanoamericano.

> El hombre que confundió a su mujer con un sombrero (1985) Oliver Sacks

Este o cualquiera de sus libros. Han nutrido al cine y, más secretamente, a la narrativa y a la poesía. Sacks sigue creyendo, sin mayores problemas, en el alma. ~

 

Roger Bartra

Ensayos

> La condición postmoderna: informe sobre el saber (1979) Jean-François Lyotard

> Modernidad líquida (2000) Zygmunt Bauman

> La estructura de la teoría de la evolución (2002) Stephen Jay Gould

> Postguerra (2005) Tony Judt

> Diez (posibles) razones para la tristeza del pensamiento (2005) George Steiner

Novelas

> Esperando a los bárbaros (1980) J. M. Coetzee

> La insoportable levedad del ser (1984) Milan Kundera

> El amor en los tiempos del cólera (1985) Gabriel García Márquez

> La montaña del alma (1990) Gao Xingjian

> La carretera (2006) Cormac McCarthy

Si hubiera un aparato capaz de medir con precisión la influencia de un libro, sin duda se crearían muchos problemas. Si alguien inventase un tal aparato, pronto habría otro ingenioso que construiría un instrumento supuestamente mejor. Por suerte no tardaríamos en tener tantas herramientas medidoras que nadie confiaría en los resultados. De hecho, ya existen tales instrumentos: las encuestas que ubican los best sellers, los libros más vendidos. Por supuesto, es un abuso suponer que los más vendidos son los más influyentes. Otro instrumento es el Ngram Viewer, que representa a los libros o autores más citados en el corpus de Google Books. Yo aquí uso mi propio y recóndito aparato y escojo mis diez obras de acuerdo a una mezcla de inclinaciones: los libros que intuyo son influyentes en las esferas intelectuales y los que me influyen a mí personalmente. Como solamente puedo escoger diez, mi selección resulta un poco absurda. He escogido cinco ensayos y cinco novelas. Lamento mucho haber dejado fuera, entre muchas otras cosas, la poesía. Mi única excusa es que no creo que la poesía sea, propiamente hablando, “influyente”. He escogido a diez autores, y después he seleccionado una de sus obras. Pero en realidad lo que propongo es el conjunto de la obra de esos diez escritores. ~

Humberto Beck

> Metamorfosis del trabajo (1988) André Gorz

> El pasado de una ilusión (1995) François Furet

> Una sociedad a la deriva: entrevistas y debates, 1974-1997 (2005) Cornelius Castoriadis

> A Companion to Marx’s Capital (2010) David Harvey

La operación más urgente del pensamiento contemporáneo es la reactivación de la imaginación política, y esta es una tarea solo realizable a partir de la recuperación creadora de los aspectos más distintivos del socialismo, el anarquismo y la democracia. Un cierto reflejo ideológico propio de las últimas décadas dio por confundir el fracaso de la experiencia soviética con una supuesta comprobación histórica de la irrelevancia de las cuestiones de la exclusión y la desigualdad. Pero ahora que ese reflejo ideológico ha mostrado su caducidad, se vuelve evidente que esas inquietudes nunca perdieron su vigencia. Para abordarlas desde las formas que han adquirido en las nuevas circunstancias, es imprescindible volver a las tradiciones del pensamiento social igualitario: leer con nuevos ojos, después de una saludable crítica de las pasiones ideológicas (Furet), a Marx y los clásicos del socialismo (Harvey); ir más allá de una economía crítica para llegar a la crítica de la economía y, desde ahí, imaginar nuevas formas de organización social y distribución de la riqueza (Gorz); nunca olvidar, en fin, que la democracia se funda en la crítica inagotable de sí misma y en su reinvención constante como el proyecto inacabado e inacabable de la igualdad, la autonomía y la emancipación (Castoriadis). ~

 

Leah Bonnín

La Enid Blyton que llega traducida a finales de los sesenta del siglo pasado antes de iniciarme en la saga de mujercitas y hombrecitos de Louisa May Alcott. Historias ambientadas en internados y orfanatos afortunados y en hogares pobres pero felices que me hacen pensar, mucho antes de leer a Keats, que encontraré la felicidad fuera de casa y, a buen seguro, en territorio americano o inglés.

Entro en la literatura clásica con traducciones de la época, de la mano del asesino Rodión Raskólnikov, para quien la pobreza suponía una barrera social a derrumbar a hachazo limpio. Y en los rusos del XIX me quedo antes de peinar la literatura propiciada por la Perestroika y detenerme por dos veces en Vida y destino (publicado originalmente en 1980 y en español en 1985 y 2007), de Vasili Grossman, que deja claro que nada se puede esperar de los distintos comunismos que en el mundo quieren ser.

Deambulo por la literatura española contemporánea con la trilogía de Gonzalo Torrente Ballester Los gozos y las sombras (1957-1962), recomendada por una profesora que sabe de mi voracidad de palabras. Y también por la latinoamericana del boom, pero no me arrastra la tromba de Cien años de soledad (1967), que cito porque, como las vacunas, surte efecto hasta en quienes no se han inoculado los antígenos, aunque sí lo hace la ingeniosidad verbal y cinematográfica del Cabrera Infante de Tres tristes tigres (1964 y 1967). Gracias a Los cuadernos de letra pequeña (2003) de José Jiménez Lozano me engancho a esa literatura propia en la que se decanta una sabiduría que viene de antiguo y de los adentros del alma.

Me inicio en los fundamentales israelíes gracias a las novelas de Batia Gur, pero me importan más otros textos. La no romántica Vida amorosa (1997) de Tsruyá Shalev, por su modo entre carnal y despiadado de acercarse a la pasión. Y Una historia de amor y oscuridad (2002), por el entrañable vínculo que Amos Oz establece entre la vida privada y la creación del Estado de Israel. Y con la magistral dureza de La vida entera (2008), en la que David Grossman novela la desesperación con que una mujer huye del miedo a recibir la noticia de la muerte de su hijo en el ejército.

Sin olvidarme de Los hombres que no amaban a las mujeres (2005), de Stieg Larsson, porque fundamental me parece el hallazgo del personaje de Lisbeth Salander, vuelvo a Norteamérica. Y escojo La conjura contra América (2004), de Philip Roth, por ser una de sus novelas más personales. Y el volumen de relatos Escapada (2004) de Alice Munro, siempre detenida en la descripción de los pequeños y trascendentes universos femeninos. Y la recientemente descubierta Libertad (2010), de Jonathan Franzen, leída con la misma voracidad con que de pequeña me ventilaba de un tirón las historias de las hermanas O’Sullivan.

Como iluminaciones benjaminianas, estos libros se han hecho presencia sin necesidad de recorrer los estantes de la biblioteca. Y añado por último La broma infinita (1996), de David Foster Wallace, todavía sin leer, porque fundamentales son también las expectativas que despiertan ciertos textos. ~

Jorge Carrión

Nací en 1976 y puedo adivinar algunos de los títulos fundamentales de los iberoamericanos que empezamos a leer sistemáticamente en los años noventa. Supongo que en la mayoría de las listas figurarán –entre otros– Pastoral americana o alguna de las novelas mayores de Philip Roth, Bartleby y compañía de Enrique Vila-Matas, Desgracia y Verano de J. M. Coetzee, Los detectives salvajes y 2666 de Roberto Bolaño, tal vez Austerlitz de W. G. Sebald. Pero el objetivo de un escritor no es la semejanza, sino la diferencia. Esos libros fueron tan importantes para mí como lo fueron también otros, intuyo que menos obvios y que por tanto seguramente no comparto con todos mis contemporáneos. Me refiero a Véase: amor, El libro de la gramática interna y La vida entera, de David Grossman; a El desierto y su semilla, de Jorge Baron Biza; a La novela luminosa, de Mario Levrero; o a Europa Central de William T. Vollmann. Libros impulsados por intensos periodos de escritura y atados a fortísimas experiencias de lectura. Supongo que la mejor literatura es a menudo eso: un pulso entre la producción y la recepción, tensión eléctrica entre las intenciones y los resultados del estilo y del sentido. Recuerdo al milímetro los espacios, los días, los viajes en que leí esos libros. Pero no se pueden comparar con aquellos en que se produjeron. El caso más ejemplar –y trágico– tal vez sea el de Grossman.

En Escribir en la oscuridad reconstruye el camino de lecturas que lo condujo a sus dos primeras obras maestras. Destacan Sholem Aleijem, a quien leyó de niño, y Bruno Schulz, con quien se encontró en la madurez. En la confluencia de ambos nace el primer brote de Véase: amor, una novela magmática que experimenta modos de acercarse a la memoria del exterminio nazi desde la orilla israelí y desde la fuerza de la pasión amorosa, tal vez la única que pueda contener el poder arrollador de la destrucción y de la muerte –el olvido–. Para tratar de comprender el origen de su escritura habla de una “sensación casi física”, de “una forma de claustrofobia, de sentirse encerrado entre las palabras de los demás”, que lo empujó a escribir El libro de la gramática interna, “que es la historia de un joven que no está dispuesto a aceptar el peso de las convenciones y de las costumbres que ve a su alrededor, ni los clichés del lenguaje, ni el dictado físico, limitado y unívoco de su propio cuerpo”. Todas las novelas de Grossman se ubican en ese conflicto entre el yo y un contexto que lo constriñe, que intenta imponérsele y al que solo se puede resistir mediante el lenguaje. Por eso no es de extrañar que La vida entera tenga como protagonista a una madre que rechaza su hogar y emprende un viaje, insumisa, porque no desea recibir la noticia de que su hijo ha muerto durante su servicio militar. Se niega al lenguaje de la muerte. Mientras escribía el libro, Uri Grossman murió en el sur del Líbano, su tanque destrozado por un misil de Hezbolá. ~

Adolfo Castañón

> Las canciones de los aborígenes australianos (prologadas por Elias Canetti)

> El poema de Gilgamesh

> La Biblia, los escritos bíblicos, parabíblicos, veterotestamentarios y neotestamentarios alojados

en las cuevas y criptas de Nag-Hammadi: una de las conmociones epistemológicas de nuestro tiempo

> La lírica y la literatura religiosa griega arcaica

> Himnos órficos, fragmentos, “sabiduría griega” –Baquílides, Arquíloco, Homero

> Popol Vuh, las múltiples nuevas traducciones

> Cantares mexicanos (editados por Miguel León-Portilla)

> El libro de los cambios

> Las 1001 noches en las nuevas traducciones, sin olvidar la de Rafael Cansinos Assens

> Variété (1924-1944) Paul Valéry ~

Mercedes Cebrián

> El arte de narrar (poemas) (1977) Juan José Saer

> El orden natural de las cosas (1992) Antonio Lobo Antunes

> Mañana en la batalla piensa en mí (1994) Javier Marías

> El día de todas las almas (1998) Cees Nooteboom

> El desierto y su semilla (1998) Jorge Baron Biza

> La inmortalidad (1998) Milan Kundera

> Desgracia (1999) J. M. Coetzee

> Las encantadas (poemas) (2003) Daniel Samoilovich

> Pájaros de América (2003) Lorrie Moore

> El vano ayer (2004) Isaac Rosa

En las mismas disquisiciones en que los antólogos de volúmenes colectivos de prosa o poesía se ven envueltos al editar su selección me he visto yo al elegir estos diez libros. Por qué estos y no tantos otros era la pregunta que me asaltaba durante el proceso, pero más vale diez libros en mano que toda la literatura digna escrita a partir de 1971 volando, así es que aquí va mi lista.

La he organizado cronológicamente por fecha de edición en español (y no por la de su publicación en España, donde un par de estos textos han llegado más tarde o no han llegado), lo cual no significa que yo hiciera mis descubrimientos en ese mismo orden. El poemario de Saer lo leí por primera vez hace solo cinco años, y supe de la existencia de Baron Biza hace menos tiempo aún. De Lobo Antunes todavía recuerdo los recursos tipográficos que le plagié en mi primer libro; y el tan acogedor frío literario mitteleuropeo lo obtuve y sigo obteniendo de El día de todas las almas de Nooteboom.

En mi lista hay pocas mujeres –solo una– y una escasa presencia de la poesía. La no ficción y el teatro están ausentes, y sus ausencias se deben al azar y, sobre todo, a la necesidad de no invertir semanas en confeccionar este elenco. Pero sí que abundan los escritores argentinos (un 30%), por mi querencia hacia la literatura que se practica –el verbo me parece pertinente– en ese gran país. Lo que sí figura en esta lista, y ojalá también se refleje en mi propia escritura, es la admiración que siento hacia estas obras, que seguramente volverían a figurar en un listado de estas características que me pidieran dentro de veinte años. ~

 

José de la Colina

Van aquí, en desorden según vinieron a la memoria, doce de mis libros fundamentales, los que más me gustan y sin saber cuánta influencia tengan en otros lectores:

> Don Quijote de la Mancha (1605-1615) Miguel de Cervantes (releído)

> Las flores del mal (1857) y Pequeños poemas en prosa (1862) Charles Baudelaire (releídos)

> En busca del tiempo perdido (1913-1927) Marcel Proust (releído)

> La Divina Comedia (1555) Dante Alighieri (releído)

> Poemas Juan de Yepes, alias San Juan de la Cruz (releídos)

> El Mono Gramático (1974) Octavio Paz (releído)

> Ensayos de G. K. Chesterton (releídos)

> Vida y opiniones del caballero Tristram Shandy (1759-1767) Laurence Sterne  (leído al fin, tras interrupciones)

> Los sueños (1627) Francisco de Quevedo (releído)

> Introducción del Símbolo de la Fe (1583) Luis de Granada (la primera parte, la de las bestias y el cosmos, releída)

> La Cartuja de Parma (1839) Stendhal (releído)

> Automoribundia (1888-1948) Ramón Gómez de la Serna (releído) ~

 

Arcadi Espada

> Aventura en el circo (1952) Enid Blyton

> La revolución sexual (1970) WilLhelm Reich

> 1080 recetas de cocina (1972) Simone Ortega

> Golpe mortal. Asesinato de Carrero y agonía del franquismo (1983) Ismael Fuente, Javier García y Joaquín Prieto

> Verdad y mentiras en la literatura (1989) Stephen Vizinczey

> El emperador (1989) Ryszard Kapuscinski

> Imposturas intelectuales (1999) Alan Sokal y Jean Bricmont

> Contra la imaginación (2000) Christophe Donner

> La tabla rasa. La negación moderna de la naturaleza humana (2003) Steven Pinker

> Una novela rusa (2008) Emmanuel Carrère

[Las fechas se refieren a la publicación en España.]

Bueno, no sé bien si esto es una lista de libros o una autobiografía. Hay una pequeña trampa porque cuando Enid Blyton publicó Aventura en el circo, aún me faltaban cinco años para nacer. Gracias a que copié su argumento y su traca final gané un premio de redacción en el colegio. De ahí al último, el de Carrère, han pasado cuarenta años. Recuerdo bien el mediodía de verano que estaba leyendo Una novela rusa tendido en la cama, y cómo me levanté desesperado, con qué agobiante sed de verdad, a comprobar en el ordenador si se habían publicado aquellos artículos en Le Monde. ¡Qué tío estoy hecho!

Entre punta y cabo está el sexo con seso (entonces follar solo era otra forma de pensar) la comida (más bien la mayoría de edad: qué va a ser de ti lejos de casa), el periodismo, la mierda de la literatura (es impresionante: ¡en Letras Libres aún se publican entrevistas con Vila-Matas!), la France mais non le parisien y la naturaleza humana, eso que descubrí cuando ya empezaba la mía a echarse a perder. ~

 

Alberto Fernández

> Contingencia, hegemonía, universalidad (2000) Judith Butler, Ernesto Laclau y Slavoj Žižek

> Multitud (2004) Michael Hardt y Toni Negri

> La razón populista (2007) Ernesto Laclau

> La demanda infinita (2007) Simon Critchley

> En defensa de causas perdidas (2008) Slavoj Žižek

Desde antes de la caída del llamado socialismo realmente existente, el pensamiento de izquierda radical venía arrastrando una crisis terminal: los sujetos sociales que teóricamente debían haber hecho la revolución no habían cumplido con su cometido y no se veía en el horizonte quién pudiera llegar a llenar el vacío. Luego de que Chantal Mouffe y Ernesto Laclau le dieran el tiro de gracia a la predeterminación estructural de los sujetos revolucionarios con la publicación, en 1985, de Hegemony and Socialist Strategy, los noventa fueron una década de exploración teórica sobre las subjetividades sin anclajes ontológicos fundacionales. La lucha por la emancipación universal, marca de la izquierda desde la Ilustración, dio paso a una diversidad de luchas por múltiples emancipaciones.

Sin embargo, a inicios del nuevo milenio se consolidó una corriente de pensamiento de izquierda con renovadas pretensiones totalizantes, rescatando lo mejor de la postmodernidad y su énfasis en las múltiples mediaciones inherentes a la conformación de toda identidad política, para lanzarse a la búsqueda del sujeto revolucionario de nuestros días. Las cinco obras citadas presentan diferentes y conflictivas visiones sobre el surgimiento del nuevo sujeto de la gran transformación social, quien pudiera crearse a partir de las condiciones socioeconómicas del hipercapitalismo de la globalización, ya sea como una analogía futurista de la emergencia del viejo proletariado industrial (Hardt y Negri) o como revalorización del voluntarismo político aplicado sobre las condiciones “objetivas” (Žižek); o puede surgir como un ejercicio de pura performatividad como sujeto demandante frente al poder político (Critchley), o a través de una articulación hegemónica de demandas que dé origen al nuevo “pueblo” revolucionario (Laclau).

Cuando pensemos en las movilizaciones de 2011 a la fecha, desde la aparentemente fallida “primavera árabe” hasta las últimas protestas en Turquía y Brasil, las obras mencionadas terminarán de descender de los departamentos de teoría política para convertirse en una guía indispensable para apreciar las potencialidades emancipadoras globales de los sujetos políticos de hoy y los años por venir. ~

Malva Flores

> Archipiélago Gulag (1973) Alexandr Solzhenitsyn

> 1984 (1949) George Orwell

> La galaxia Gutenberg (1962) Marshall McLuhan

> El hombre rebelde (1951) Albert Camus

> El castillo de Barba Azul (1971) George Steiner

> La casa de la presencia (1994) Octavio Paz

> Las palabras y las cosas (1966) Michel Foucault

> La cultura de la queja (1993) Robert Hughes

> Las contradicciones culturales del capitalismo (1976) Daniel Bell

> La sociedad del espectáculo (1967) Guy Debord

Una lista con libros definitivos para entender la historia posterior a 1945 es un encargo temerario, si no imposible. ¿Títulos definitivos para quién? El fin de la Segunda Guerra Mundial señala el inicio de un lento proceso donde ya no se puede hablar de un “nosotros” unánime y cualquier top ten estará marcado por los rasgos de origen de quien lo enumera. Mi selección refleja una experiencia de lectura personal y, a la vez, un interés por encima de nuestras particularidades. Anoté títulos que modificaron el mundo de las ideas en la segunda mitad del siglo XX, como Archipiélago Gulag y El hombre rebelde. Las obras de Orwell, McLuhan y Debord anuncian nuestro tiempo y son inseparables de la imagen que de él nos hemos hecho. Steiner, Bell y Hughes plantean una reflexión global y un balance crudo de la cultura contemporánea. Foucault representa el inicio de una de las críticas más severas a la tradición del humanismo. Paz fue el último intelectual capaz de dar a la poesía un discurso público, una presencia viva en el mundo de las ideas y La casa de la presencia reúne su pensamiento poético. La lista futura quizá no incluya libros si, como cree Steiner, las fronteras del pensamiento suceden ya en universos ajenos a la palabra. ~

 

Daniel Gascón

> Los testamentos traicionados (1993) Milan Kundera

Un ensayo sobre la tradición de la novela y sus posibilidades, Europa central y Kafka, el legado, la traducción y la música.

> La escritura o la vida (1994) Jorge Semprún

La escritura o la vida es quizá la aproximación más brillante de Semprún a su experiencia en el campo de concentración. También es una reflexión imprescindible sobre la escritura y la memoria, y una defensa de un ideal democrático europeo.

> Desgracia (1999) J. M. Coetzee

Una novela desasosegante e inolvidable, realista y metafísica al mismo tiempo, sobre la culpa, la inocencia y el destino, de uno de los grandes escritores contemporáneos.

> La fiesta del Chivo (2000) Mario Vargas Llosa

Una novela sobre el final de una dictadura, que combina la investigación con la denuncia y los firmes principios democráticos, la inteligencia para comprender los mecanismos de la corrupción, del heroísmo y del poder con la maestría narrativa.

> El adversario (2000) Emmanuel Carrère

Una investigación estremecedora sobre la mentira y sus consecuencias, y un libro transparente e iluminador acerca de la escritura sobre la realidad.

> Escapada (2004) Alice Munro

Pude elegir dos o tres libros de Munro que me parecen igual de buenos, pero este es el primero que leí. Es la primera vez que encontré esa arquitectura perfecta y esos personajes contradictorios y profundamente humanos.

> Amor, pobreza y guerra (2004) Christopher Hitchens

Hay autores cuya importancia para mí no se resume en un libro. Hitchens es uno de ellos. Escojo este volumen que puede leerse como un viaje a través de sus pasiones: una colección de piezas sobre literatura, historia y política que mezcla la fascinación y la ira, la polémica, la inteligencia y el humor.

> Enterrar a los muertos (2005) Ignacio Martínez de Pisón

Este libro sobre la desaparición de José Robles Pazos, un republicano leal asesinado por los espías soviéticos durante la Guerra Civil española, es un reportaje riguroso y moral de uno de mis narradores preferidos.

> El olvido de la razón (2006) Juan José Sebreli

Un juicio a la corriente irracionalista de la filosofía contemporánea. Sebreli es una especie de bombero que respira humos tóxicos para explicarnos a los demás cómo funcionan y cómo se propagan.

> Los ángeles que llevamos dentro (2011) Steven Pinker

Este ensayo sobre el declive de la violencia es una batería de datos contra las ideas recibidas, un tratado contra la idealización del pasado y el entusiasmo apocalíptico, y una reivindicación del proceso civilizatorio. ~

María Teresa Giménez Barbat

Escribir sobre los libros que han sido más importantes en mi vida es un trabajo incomodísimo. Entre otros motivos porque tengo que empezar mi relación con el libro magufo por excelencia: El retorno de los brujos de Louis Pauwels y Jacques Bergier. Y eso es, lo admito, muy mal comienzo. Me perdí entre civilizaciones extraterrestres y misterios en las catedrales. Pero habrá que hacerle un pequeño homenaje. Homenaje a los libros eclécticos y entusiastas que abren mundos infinitos a los adolescentes. Porque este me llevó a Isaac Asimov y a Carl Sagan, entre otros. Y a leer ciencia, incluso costosamente para una “de letras”.

Dicen los biólogos evolutivos que acabamos creándonos nuestro propio ambiente “dirigidos” por nuestros genes. Y este ambiente ahora son mis intereses y algunos queridos amigos. Miro hacia el pasado y veo a dos ensayistas que me ayudaron a pensar y a plantearme cuestiones entonces insospechadas. Brilla en mi juventud Fernando Savater, compañero de fatigas políticas, y elijo como segundo libro su Ética para Amador, por nombrar solo uno de su ingente obra. Y lo mismo Contra Cataluña, de Arcadi Espada, leído ya mayorcita, como un fogonazo iluminador. Arcadi fue una de mis primeras compañías en el “córner”, que decía él. Y por aquí seguimos.

Recuerdo cómo me impresionó El conocimiento inútil de Jean-François Revel, así como, posteriormente, La tentación de la inocencia de Pascal Bruckner, ambos libros desmitificadores que señalaban la autocomplacencia y la futilidad de algunas ideas puntales en aquel sueño de lo “progre”. En esta misma línea, han sido importantes otros intelectuales en lucha contra lo políticamente correcto como Thomas Sowell o Juan José Sebreli, cada uno desde su hemisferio, pero mencionaré el libro de otro luchador por los valores ilustrados, europeo hasta la médula, Stephen Zweig, del que cito Castiello contra Calvino.

Y retorno a las ciencias del hombre, a la biología, al evolucionismo. Fundamentales para una antropóloga frustrada en sus tiempos de estudiante donde todo lo que existía en su facultad era relativismo cultural y posmodernismo. Si querías saber algo sobre el hombre enmarcado en la naturaleza, como ramita reflexiva de su árbol primate te sugerían que te matriculases en Biología y cursases algo llamado “Antropología física”. Bien me encargué yo de buscar mi desquite, empezando por Charles Darwin y su El origen de las especies por medio de la selección natural. Y a partir de aquí tantos libros… No puedo dejarme a Richard Dawkins y elijo El relojero ciego, donde escribiendo portentosamente (es un gran prosista) explica, a través del razonamiento de un creacionista, William Paley, por qué no hace falta un creador para poner en marcha el proceso de la evolución. Ni al sociobiólogo E. O. Wilson y este intento prodigioso de síntesis entre las distintas esferas del saber que representa Consilience. Y, cómo no, para finalizar, La tabla rasa, libro emblemático de Steven Pinker que arrasa supuestos consolidados pero que, a la vez, ofrece, como pocos, información valiosa para la comprensión biológica de la naturaleza humana. ~

Ramón González Férriz

> Contra la corriente (1979) Isaiah Berlin

Casi cualquier recopilación de ensayos y reseñas de Isaiah Berlin está, a mi modo de ver, entre los libros importantes e influyentes para la comprensión del mundo actual. Pero Contra la corriente contiene varios de sus mejores textos, entre ellos los que dedicó a Maquiavelo y a la contrailustración.

> La invención de la tradición (1983) Eric Hobsbawm y Terence Ranger

No se trata ni mucho menos de la obra más ambiciosa de Hobsbawm –aquí es solo coeditor, además–, pero sí es muy útil para quienes nacimos en un rincón del mundo tendente a considerar tradiciones supuestamente antiquísimas como excusa para reivindicaciones políticas indiscutiblemente modernas.

> Ética para Amador (1991) Fernando Savater

¿Para qué sirve un ser humano? ¿Pueden ser buenos por igual los religiosos y los ateos? ¿A qué nos obliga vivir en sociedad? Aunque no dispongamos de respuestas claras, los que tuvimos la suerte de leer este libro de jóvenes nos vimos obligados a hacernos las preguntas importantes.

> El fin de la historia y el último hombre (1992) Francis Fukuyama

Aunque por razones que me cuesta entender se le ha considerado un libro imperialista y neoconservador, es una defensa de la democracia como el mejor sistema político que conocemos y una demostración de que, aunque sea con innumerables tropiezos, cada vez más países apuestan por ella.

> Imposturas intelectuales (1997) Alan Sokal y Jean Bricmont

El primer objetivo de este libro era atacar el uso poco preciso de conceptos científicos por parte de filósofos, psicoanalistas y críticos literarios. Pero más allá de eso, fue una demolición general de la retórica y la vaguedad de una parte importante del pensamiento posestructuralista y posmoderno.

> Salidas de tono (1997) Félix de Azúa

La mejor guía fragmentaria –se trata de una recopilación de artículos– de los casi primeros veinte años de democracia española. El auge y la caída del socialismo, la estatalización de la cultura, la persistencia de los nacionalismos, los tics reaccionarios de la derecha. En 1997 no podíamos saber que explicaría tan bien lo que nos pasa ahora.

> La guerra contra el cliché (2001) Martin Amis

Escribir libros puede ser satisfactorio en muchos sentidos. Pero ¿escribir sobre libros? Es una tarea cansada, mal pagada y poco reconocida. Sin embargo, como explica Martin Amis, discutir sobre libros, exprimir sus significados, establecer sus parentescos, es una de las piedras fundacionales de la vida civilizada.

> Amor, pobreza y guerra (2004) Christopher Hitchens

Para los que hemos tenido la suerte de no conocer lo segundo ni lo tercero, libros como este nos muestran, a través de una mirada dura y clemente, la parte más fea de la experiencia humana: la estupidez política, el fanatismo religioso, la carencia material. Aunque también, por suerte, el placer de los libros, la amistad y el alcohol.

> Postguerra (2005) Tony Judt

Aunque es un libro sin grandes novedades ni descubrimientos históricos, es quizá la mejor narración de la epopeya europea posterior al horror de la Segunda Guerra Mundial: los inicios titubeantes de la unión, los años de crecimiento y redistribución, la pervivencia y muerte

de dictaduras como la española y las comunistas. Y el éxito subsiguiente.

> Sábado (2005) Ian McEwan

Para muchos jóvenes europeos, la invasión de Iraq en 2003 fue una especie de iniciación a la experiencia más traumática y espantosa de la política real: la guerra. Quizá ningún libro expresó mejor que este los traumas individuales, las disputas intergeneracionales y la reflexión sobre el mal que, incluso para los acomodados ciudadanos del primer mundo, supuso este conflicto. ~

 

Jordi Gracia

La primera prevención contra la propuesta son dos: una es que a menudo somos fieles a autores fundamentales más que a obras; la otra es que la restricción de títulos a las últimas décadas deja una lista invenciblemente falseadora de lo que uno siente como fundamental en su biografía ética e ideológica (o sea, como lector).

Precisamente para no falsearlo, habrá que incorporar un libro en dos volúmenes de 1969 que fue trascendental para el muchacho politizado de 1980: Conversación en La Catedral (1) de Vargas Llosa fue la cara a de una cara b que se podría llamar El otoño del patriarca (2) de Gabriel García Márquez. Los dos tratan sobre el poder con las armas de la novela mayor. Pero también sobre el poder como dominio ético trata otro fundamental en el ramo de las inquietudes por el mundo y por nosotros mismos: La tarea del héroe (3) de Fernando Savater lo leí en paralelo escolar, en cou, con el Aristóteles deslumbrante de la Ética nicomaquea y ese breve y turbador tratadillo sobre el respeto a la verdad que es el Discurso del método, de Descartes. Para tratar de mentir lo menos posible, habrá que añadir que antes que todos ellos el tratado que convivió conmigo largas semanas de un verano de entonces fue La rebelión de las masas en la edición verde de páginas cobrizas de Austral y que el otro libro que me hizo fabular un proyecto personal –el sueño de hacer cosas parecidas– fue La Edad de Plata (4) de José-Carlos Mainer, en la primera edición de 1975, también leída con las fiebres de la última adolescencia o, mejor, la primera juventud programática y aterida.

Los libros fundamentales no se acabaron a los veinte años pero el aroma de lo vitalmente decisivo no lo reencuentro igual en los leídos después, aunque los haya. Pero es tan dispersa y caprichosa la razón de esas impresiones que remite a un mero censo de títulos que me obliga a excluir por fuerza la obsesividad maniática de Proust o la parálisis espantada ante Kafka. A cambio sí ha de incluir un testamento lírico y autobiográfico titulado El estrangulador (5), de Manuel Vázquez Montalbán, los libros privados y crispados en secreto de Umbral (como Un ser de lejanías, 6) y el impacto ante el deslumbrante manuscrito de un amigo bajo el título Soldados de Salamina, de Javier Cercas (7). Y ha de incluir también la turbadora honradez del ensayista (más que del historiador) Tony Judt, como si fuera la secuela madura de Koba el temible (8) de Martin Amis. Y si nombro ahora a Juan Goytisolo y sus Coto vedado y En los reinos de Taifa (9) será quizá porque me educaron para leer fascinado las exploraciones en la mentira propia de escritores como Castilla del Pino, Trapiello y Sánchez-Ostiz. Y de las mentiras mayores que nos contamos como si todavía fuésemos niños tratan un puñado de poemarios de Joan MargaritCàlcul d’estructures, por ejemplo (10)– y un poemario exaltante y frío, Metales pesados, de Carlos Marzal. ~

Carlos Granés

> Las venas abiertas de América Latina (1971), de Eduardo Galeano, vs. Del buen salvaje  al buen revolucionario (1976), de Carlos Rangel

Contando la historia de América Latina como un eterno saqueo por parte de fuerzas extranjeras, el libro de Galeano consiguió moldear, más que una postura ideológica –aunque también–, un estado psicológico: el victimismo. El libro de Rangel rompió ese maleficio, mostrando que el destino de los latinoamericanos no depende de la benevolencia o maldad de los imperios, sino de lo que somos capaces de hacer a favor o en contra de nosotros mismos.

> Vigilar y castigar (1975), de Michel Foucault, vs. Archipiélago Gulag (1973), de Alexandr Solzhenitsyn

Foucault intentó probar que la Modernidad occidental no fue la época de la libertad individual, sino de la disciplina y el sometimiento al poder. El control ejercido por las instituciones a través del saber reemplazó al castigo físico, pero siguió moldeando la subjetividad. Esta imagen desencantada de las sociedades occidentales contrastó con la celebración que hacían de ella quienes escapaban de los países soviéticos. El más famoso de estos exiliados fue Solzhenitsyn, cuyo atroz testimonio del gulag soviético finalmente abrió los ojos de muchos intelectuales europeos sobre lo que ocurría en el Este. El minucioso recuento que hizo de los mecanismos totalitarios contradecía anticipadamente el veredicto de Foucault.

> Tras la virtud (1981), de Alasdair McIntyre, vs. Cosmopolitismo (2006), de Kwame Anthony Appiah

El libro de McIntyre fue un intento filosófico por desmontar el universalismo de la Ilustración y probar que el ser humano dependía de una comunidad que le diera fines, valores y una narrativa para hacer inteligible su existencia. El libro de Appiah es una defensa vehemente de la postura contraria: hay valores objetivos y universales que nos permiten establecer diálogo con personas distintas. A diferencia de McIntyre, Appiah aboga por la globalización y la habituación al otro, que nos hace plurales y tolerantes. Homosexual, negro y africano, Appiah tendría todos los requisitos para vincularse a éticas identitarias y corroborar la teoría de McIntyre, pero hace lo contrario. No se encierra en estas comunidades, sino que reivindica la visión cosmopolita.

> El otoño del patriarca (1975), de Gabriel García Márquez, vs. La fiesta del Chivo (2000), de Mario Vargas Llosa

Las dos novelas de dictadores de los dos grandes novelistas latinoamericanos del siglo XX revelan no solo dos estilos narrativos distintos, el mágico realista y el realista a secas, sino dos actitudes ante el poder y los hombres fuertes que han gobernado a lo largo y ancho del continente. García Márquez crea un dictador abandonado en la vejez y el poder, más víctima que victimario, más digno de pesar que de repulsión. El Chivo de Vargas Llosa es lo opuesto: un ser atroz, que de no ser por su incontinencia urinaria parecería carecer de humanidad. Las novelas también reflejan dos formas de relacionarse con el poder, la fascinación y la desconfianza, igualmente extendidas por América Latina.

> El poder de las ideas (2000), de Isaiah Berlin, y La tabla rasa (2002), de Steven Pinker

En este caso los dos libros no se contradicen. Hablan de un tema común, pero ponen el acento en lugares distintos. Mientras Berlin muestra cómo las ideas forjan las sociedades y moldean la vida de las personas, Pinker resalta la carga genética que traemos al nacer y que influye en nuestro modo de ser. Sin contradecir a Berlin, Pinker rechaza la idea de maleabilidad total del ser humano. Hay una naturaleza que puede ser encauzada, pero no modificada. ~

Ismael Grasa

> Yo acuso (2004) Ayaan Hirsi Ali

Esta recopilación de textos de esta autora de origen somalí, publicada en castellano en 2006, es una defensa fundamental de la libertad frente al islam –o de la libertad, sin más–. La autora sigue hoy bajo las amenazas de muerte.

> De qué hablamos cuando hablamos de amor (1981) Raymond Carver

Me parece que este autor es una referencia ineludible, por más que por temporadas nos sintamos más cercanos o más lejanos de sus libros.

> El olvido de la razón (2006) Juan José Sebreli

Para mí, la mejor contrahistoria de la filosofía, de Schopenhauer a hoy, escrita en castellano.

> Diccionario de las Artes (2002; edición ampliada en 2011) Félix de Azúa

Como me sucede con el argentino Sebreli, a menudo este autor me gusta más como desenmascarador que en su parte constructiva, pero me apetece que esté en esta lista.

> El legado de Humboldt (1975) Saul Bellow Por poner algún título de este autor, tan inteligente.

> Patrimonio (1991) Philip Roth

Por poner también otro título de este autor, tan fundamental.

> Enterrar a los muertos (2005) Ignacio Martínez  de Pisón

En esta historia de la muerte de José Robles Pazos, traductor de John Dos Passos, hay una tristeza por la España que no llegó a ser, y que sigue hoy siendo inspiradora.

> La escritura o la vida  (1994) Jorge Semprún

Me siento próximo de su escritura y de su europeísmo, algo a lo que sujetarse hoy.

> El dolor (1985) Marguerite Duras

Podría haber puesto también El amante, pero creo que me conmovió más todavía aquel relato suyo de la guerra.

> Famiglia (1977; incluye las novelas cortas Familia y BurguesíaNatalia Ginzburg

Es una de mis escritoras preferidas. ~

Julián Herbert

> Verdad y método (1960)  Hans-Georg Gadamer

> Las palabras y las cosas: una arqueología de las  ciencias humanas (1966) Michel Foucault

> Cien años de soledad (1967) Gabriel García Márquez

> La angustia de las influencias (1973) Harold Bloom

> El lenguaje de programación C (1978) Brian Kernighan  y Dennis Ritchie

> La lección de anatomía (1983) Philip Roth

> Galaxias (1984) Haroldo de Campos

> Historia del tiempo: del Big Bang a los  agujeros negros (1988) Stephen W. Hawking

> El sublime objeto de la ideología (1989) Slavoj Žižek

> The Cathedral & the Bazaar: Musings on Linux and Open Source by an Accidental Revolutionary (1997) Eric S. Raymond

+ Me sería insensato hablar del presente sin el Aquí: México, El Morillo, mi estudio, la mesa sobre la cual tecleo.

+ No creo que la influencia de los libros –diré más: de los textos– pueda arrojar una sombra definitiva sobre el sentimiento del mundo que comparto con la mayoría de mis coetáneos.

+ Aspiro cuando mucho a lo que Josu Landa llama un “canon reticular”.

+ No digo que la influencia de estos libros me parezca siempre positiva: digo que está ahí.

+La lista podría resultarme ajena la próxima semana. ~

 

Hugo Hiriart

Voy a enlistar algunos libros, no que han sido influyentes en general, no sabría cómo establecer este tipo de prelación, sino sencillamente que creo que me han influido a mí.

> Leí desde muy joven a Bertrand Russell. Su claridad, humor, ligereza, y puntería son extraordinarios. Escriba de lo que escriba. Un libro como Libertad y organización (1814-1914) (1934), que ya nadie lee, a mí me sigue instruyendo. Hay traducción, y muy certera, de León Felipe.

> El ser y la nada (1943), de Sartre. También a mí me tuvo bajo su embrujo. Vida, época, libros autobiográficos de Simone, cartas y ensayos, the whole enchilada, aunque novelas y obras de teatro del maestro, demasiado programadas, me interesaron menos.

> Barthes por Barthes (1977), para mencionar alguno de sus libros. Barthes, que fue rebelde e iconoclasta y todo lo hacía a su modo, y por eso su sutil y elegante espíritu es liberador, previene contra lo convencional, lo trillado, lo consabido y aceptado sin reflexión.

> Investigaciones filosóficas (1953). De Wittgenstein se atesora lo que decía de cualquier cosa. Es versión nítida de lo que es un genio (Keynes, que lo conoció de joven, lo llamaba sencillamente God, Dios).

> La gravedad y la gracia (1947), de Simone Weil. Al igual que el anterior, todo lo que dijo, de cualquier cosa, es sorprendente. Forma parte de los personajes que más me impresionan, esto es, aquellos que tienen genialidad moral.

> Mímesis (1946), de Erich Auerbach. Modelo de penetración en la literatura, obra de gran lector (no hay que olvidar que leer bien es más difícil que escribir bien).

> La tradición clásica (1949), de Gilbert Highet, en la traducción de Alatorre. De joven leí tres veces, no seguidas, este libro generoso y omnicompresivo.

> Marcelino Menéndez y Pelayo, cualquiera de sus grandes libros, Orígenes de la novela (1905-1915), por ejemplo.

No solo su erudición es portentosa, su prosa precisa, elegante, austera, es, pienso a veces, la mejor de su época, cada frase suya es una deleitosa lección.

> James Joyce (1959, 1982), de Richard Ellmann, modelo de biografía del más fascinante de los escritores.

> La verdadera Revolución mexicana (1960) de Alfonso Taracena día a día, en muchos tomos. Enorme disfrute desde que hace años me recomendó Enrique Florescano esta obra de la época en que los mexicanos tenían estatura de personajes de Plutarco.

No hago más que terminar la lista y me vienen culpas, y me parece mi lista ingrata, casi absurda, y todo lo que intenté fue ser sincero. Qué le vamos a hacer. ~

 

Julio Hubard

Por “ultimas décadas” entiendo el tiempo transcurrido desde el juego inventado por Yáñez; es decir, desde 1945. Y son diez libros. Y también entiendo que “importantes” no es sinónimo de buenos. De modo que pongo: tres libros por los que la especie no vale la pena:

> El libro rojo (1964), de Mao Tse Tung: La ideología del gran salto al lugar común y la necedad política. Un libro superfluo con más de novecientos millones de clientes, o zombis.

> Los guardianes de la libertad (1988), de Noam Chomsky: El lingüista Chomsky es emocionante y brillante, pero no es el que elijo, sino al otro, que debió ser un fellow traveller del anarquismo y el socialismo libertario, pero se dejó tomar por una paranoia imperdonable hasta creer, y hacer creer a muchísimos, que la peor tiranía es la libertad.

> Fin de partida (1957), de Samuel Beckett: Occidente no ha hecho sino acabarse. Y sigue creciendo. Beckett es la cereza del cremoso pastel apocalíptico. Pero en la resentida belleza de Fin de partida (una obra que considero magnífica), hallo que termina, genialmente estropeado, algo que inició con Esquilo (aunque vuelva a empezar en otros lados): el agonista de una obra de teatro transfiere el lugar del saber al espectador (yo sé lo que sucederá con Agamenón, pero Agamenón lo ignora). Y Beckett me arrebató ese privilegio literario.

Si estos tres libros tienen razón, la especie humana no valía la pena.

Cuatro libros por los que la especie vale la pena:

> El hombre rebelde (1951), de Albert Camus: El espíritu del ateo es también universal. La ética atea no había dado con un sostén de la profundidad de Camus (Nietzsche tuvo que recurrir al eterno retorno) y con un vitalismo bravo y propositivo.

> Investigaciones en antropología política (1980), de Pierre Clastres: Pude haber dicho el otro libro, más ceñido al tema primero: La sociedad contra el Estado –que no solo es un título sino, intuyo, una descripción de los movimientos que hemos visto proliferar por el mundo–. Pero elijo este otro libro de Clastres porque incluye un punto fundamental que, encima, me parece anuncio de lo que habremos de atestiguar: el hombre del Neolítico, en efecto, vivía en sociedades sin Estado, sin jefes, sin dominación, pero también era un guerrero y vivía bajo el prestigio tribal de la violencia. Si estamos en las postrimerías del Estado moderno, la doma de la violencia será lo que nos distinga del Neolítico y la barbarie. Leer a Clastres como propuesta y como advertencia.

> Teoría de la justicia (1971), de John Rawls: No es el mejor escrito de los libros, pero es de enorme importancia. Otro día haré los matices que se requieran, pero ahora solamente afirmo que la propuesta de justicia original de Rawls es el epitafio de la tradición continental europea de la filosofía política, que piensa desde el Estado. El individuo en condiciones de semejanza es el origen y fuente de la justicia, no solo en teoría sino en la práctica.

> Pobreza y hambruna: Un ensayo sobre el derecho y la privación (1981), de Amartya Sen: El punto final de una intuición terriblemente equivocada. Sen demostró que no hay, en la historia moderna, una sola hambruna, una sola muerte por hambre debida a razones materiales. En todos los casos, los alimentos estaban al alcance; las hambrunas tienen, pues, un origen jurídico (en sentido amplio). Un libro muy aburrido y peor escrito, pero importantísimo. También Bartolomé de las Casas era un pésimo escritor.

Tres libros por los que hallo sentido personal:

> El progreso improductivo (1979), de Gabriel Zaid: No creo que nos hayamos dado cuenta de lo que significa este libro en nuestra vida pública. Ni siquiera es mi libro preferido de Zaid, pero me queda claro que su contagio invadió nuestra forma de opinar, nuestra versión de los hechos, los puntos donde amarramos nuestros argumentos (ya no en los discursos y las grillas, ni en las lamentables personas del poder, sino en las cuentas, los hechos, las tuercas y tornillos de las cosas y de nuestra propia opinión) y que, a la postre, su infección fue tal que el sistema inmunológico del Ogro filantrópico no pudo sino derrumbarse –y en ese proceso estamos, todavía.

> Ladera este (1969), de Octavio Paz: “Blanco” no es mi poema favorito, pero en el intento de simultaneidad de las voces hallo los modos sonoros de la conciencia: como voces individuales. No es el mejor libro de Paz, pero para mí fue un hito.

> El trabajo fantasma (1981), de Iván Illich: Me voy a dar el gusto de dejar fuera los bombazos de Illich sobre las escuelas y la medicina. Entiendo que son más influyentes, pero elijo este libro por su capacidad de penetración en los resquicios más pequeños de la vida cotidiana, desde las formas del habla.

Y tengo claro que la próxima semana me voy a arrepentir de lo que dije y a cambiar casi todos los libros. ~

 

Enrique Krauze

(La lista no está construida con un orden jerárquico)

> Pensadores rusos (1978) Isaiah Berlin

La libertad y el socialismo, encarnados en personajes entrañables y complejos del siglo xix ruso.

> Pueblo en vilo (1968) Luis González

La microhistoria de un pueblo pequeño, intrascendente pero típico, se vuelve un espejo fiel de la historia mexicana.

> La medusa y el caracol (1979) Lewis Thomas

Un médico que escribía como Montaigne, reflexiona con elegante naturalidad sobre la vida y la muerte.

> El progreso improductivo (1979) Gabriel Zaid

El mayor economista mexicano no es economista: Zaid se adelantó al Banco Grameen, al programa Oportunidades. Su libro, pleno de ideas prácticas y teorías sorprendentes, abre la auténtica “tercera vía”.

> Sor Juana Inés de la Cruz o Las trampas de la fe (1982) Octavio Paz

Al escribir la biografía de su alma gemela en el siglo XVII, Paz abre ventanas sutiles e insospechadas a sus propios predicamentos, a su obra.

> Una historia de amor y oscuridad (2002) Amos Oz

La mejor autobiografía que he leído en las décadas recientes. La historia moderna del pueblo judío vista a través del mirador privilegiado de un escritor sensible a la historia y al dolor, propio y ajeno.

> La fiesta del Chivo (2000) Mario Vargas Llosa

La novela culminante de la larga tradición de novelas sobre dictadores. Confrontando apasionadamente sus propios fantasmas, Vargas Llosa llegó a la médula atroz del poder tiránico en América Latina.

> Imperios del mundo Atlántico (2006) John H. Elliott

Historia integral comparativa que ilumina, como ninguna otra, la historia de América.

> La insoportable levedad del ser (1984) Milan Kundera

Al leerlo, Octavio Paz me dijo: “Estoy desolado. El amor no está en la libre aventura ni en el denso compromiso. El amor es una tragedia.” En La llama doble corrigió su pesimismo.

> Tierras de sangre (2010) Timothy Snyder

De 1933 a 1945, catorce millones de civiles fueron asesinados por los regímenes de Stalin y Hitler. Este libro es la crónica detallada de ese, que fue el mayor genocidio sucesivo de la humanidad. ~

 

Rafael Lemus

¿Los diez libros más influyentes de las últimas décadas? Mejor otra cosa: un puñado de obras teóricas y narrativas para pensar una dimensión del presente –la producción en serie de individuos excluidos y “desechables”, la emergencia de sujetos colectivos (multitudes) que interrumpen, o pretenden interrumpir, ese proceso. ~

> El fiord (1969) Osvaldo Lamborghini

> El apando (1969) José Revueltas

> Seguridad, territorio, población (seminario  dictado en 1977-1978, publicado en 2004) Michael Foucault

> La virgen de los sicarios (1994) Fernando Vallejo

> Homo sacer: El poder sobe- rano y la nuda vida (1995) Giorgio Agamben

> El desacuerdo (1995) Jacques Rancière

> Salón de belleza (2000)

 

Mario Bellatin

> 2666 (2004) Roberto Bolaño

> Señales que precederán al fin del mundo (2010) Yuri Herrera

> Declaración (2012) Michael Hardt  y Antonio Negri

 

Brenda Lozano

> Ficciones (1944) Jorge Luis Borges

> Molloy (1951) Samuel Beckett

> El libro vacío (1958) Josefina Vicens

> La pasión según G. H. (1964)  Clarice Lispector

> Cosmos (1967) Witold Gombrowicz

> El gran número (1976) Wisława Szymborska

> La vida instrucciones de uso (1978)  Georges Perec

> El libro del desasosiego (1982)  Fernando Pessoa

> Catedral (1983) Raymond Carver

> Los anillos de Saturno (1995)  W. G. Sebald

De la pregunta inicial me surgieron algunas preguntas. ¿Cómo delimitar las últimas décadas? ¿Mayor influencia cómo? ¿Una lista de los libros más importantes? ¿Importantes cómo? ¿Qué es lo importante? Cada pregunta me llevaba a otra, alejándome de las respuestas. Creo que allí, lejos de las respuestas, me la paso bien. Quizás en las aulas se puede llegar a respuestas, pero a mí me gustan las galletas, el café cortado y leer en cafeterías, así que esta lista tiene el espíritu de una servilleta. Lejos de un canon, pienso en obras que comparten rasgos, en una especie de familia de libros, algo así como capítulos de un libro imposible. Quizás Eurípides, entre los tres trágicos, tiró la primera piedra en las anécdotas que viajan al fondo del personaje. Oblómov, desde la inmovilidad, tiró otra piedra. Chéjov, atendiendo héroes comunes y corrientes, otra. Proust, Virginia Woolf y Robert Walser, tres grandes obras en las que la acción es un asunto secundario. El viaje al fondo del personaje, la no acción, los héroes de la vida diaria, los géneros llevados al límite de la confusión, lo fragmentario: la consagración de lo secundario. Quizás lo que queda es cómo decirlo. Me parece que el arte, el cine y la literatura que se hacen hoy comparten rasgos con algunos de estos libros. ~

 

Valeria Luiselli

> Eichmann en Jerusalén (1963) Hannah Arendt

> El maestro y Margarita (1967) Mijaíl Bulgákov

> Fragmentos de un discurso amoroso (1977) Roland Barthes

> Lolita (1955) Vladimir Nabokov

> 1984 (1949) George Orwell

> Cien años de soledad (1967) Gabriel García Márquez

> Desgracia (1999) J. M. Coetzee

> Libro de los pasajes (1983) Walter Benjamin

> Aullido y otros poemas (1956) Allen Ginsberg

> Esperando a Godot (1953) Samuel Beckett

Esta lista se hizo a lo largo de una sobremesa en el pueblo de Fosdinovo, entre amigos de distintas nacionalidades, edades y profesiones, con más vino y desparpajo que convicción por los cánones. Mientras hacíamos la lista, era cada vez más claro que lo más interesante del ejercicio estaba en su espacio negativo –es decir, en aquello que dejábamos fuera a pesar de que, en la mayoría de los casos, apelara más a nuestro gusto individual que aquello que decidíamos incluir.

Estuvimos de acuerdo, por ejemplo, en que Pedro Páramo de Juan Rulfo y El Aleph de Borges son mucho mejores libros que Cien años de soledad; en que Youth o Waiting for the Barbarians, de J. M. Coetzee,nos marcaron más como lectores que Disgrace; o en que faltaban, entre muchos otros que recordamos, Yourcenar, Duras, Perec, Salinger, Levi, tal vez Carver, Calvino y Cortázar, y definitivamente Kawabata y Pessoa, cuyo Livro do desassossego no se publicó sino hasta 1982. (La lista de verdad, la más interesante, está en el espacio negativo de estas omisiones.)

Faltan, además, libros de historia, antropología, ciencia, economía y libros para niños. La lista tampoco incluye más que un poemario, y eso es imperdonable, aunque también creo que la mayoría de los poemas más importantes del siglo se escribieron antes de 1945: The Waste Land, Residencia en la Tierra, Trilce, “A”, The Cantos, por nombrar solo algunos.(The Cantos es un caso raro, pues los poemas fueron escritos a lo largo de seis décadas, empezando en 1914 o 15, y publicados de forma fragmentaria hasta su edición completa en los años sesenta.)

El criterio que reúne los títulos que sí están en lista, entonces, no es su “superior” calidad literaria o conceptual respecto de otros, sino la manera en que fueron absorbidos y el papel que jugaron como catalizadores de cambios en los discursos culturales globales de la segunda mitad del siglo XX y los primeros años del XXI. En todos los casos, creo, los libros de la lista han rebasado el espacio de su disciplina y lenguaje original, para convertirse en moneda de corriente de otras lenguas y disciplinas humanísticas. En unos casos, novelas como Cien años de soledad o Desgracia, y no otros tal vez mejores,están presentes porque pusieron sobre la plataforma de la lectoría internacional realidades y regiones antes ajenas al interés literario. Finalmente, está el caso del Libro de los pasajesde Benjamin o El maestro y Margarita de Bulgákov, ambos publicados con muchos años de diferencia respecto de su fecha de escritura. Su presencia en la lista, más allá del valor intrínseco de cada uno, está justificada porque ambos son testimonio de una época anterior del siglo XX, silenciada y reprimida brutalmente.

 

Finalmente, no creo que una lista, o una lista de listas, “tome el pulso” de nada más que del contexto específico y las personas que la produjeron. Una antología siempre dice más del antologador que de los antologados. Tal vez una lista como esta se deba leer simplemente como una lista de supermercado en un país extranjero: con desconcierto, curiosidad y resignación anticipada. ~

 

 

Juan Malpartida

Al fin al cabo, en libros, lo bueno es que no todo está leído. Al elegir no supongo la pretendida objetividad (social) del historiador sino la segura relatividad de la memoria (personal). Si pienso en diez libros importantes surgidos a lo largo de mi vida, que se inicia en 1956, tengo que empezar por la vida intrauterina, sin duda fundamental, y señalar Tristes trópicos (1955), de Lévi-Strauss, cuyo capítulo final, “Taxila” (“Al pie de las montañas de Cahemira…”), sigue gravitando en mí desde la primea vez que lo leí. Debilidad por Gerald Brenan, sobre todo por Al sur de Granada (1963): la fisicidad exacta de esa prosa; un conocimiento cultivado que aúna varias disciplinas sin pedantería ni excesos. Leer es caminar, y pocas veces tan lejos y tan cerca como en El Mono Gramático (1974) de Octavio Paz (“lo mejor será escoger el camino de Galta”), una de las prosas más bellas de la lengua. Lo uno a su biografía-estudio de Sor Juan Inés de la Cruz (1982), donde también se da una convergencia magistral de saberes distintos. Más que la poética (profunda), la poesía de Material Memoria (1979) de José Ángel Valente: la poesía amorosa que encarna con altura una tradición y la cambia. Leído primeramente en la traducción de Dionisio Ridruejo y luego en catalán, El cuaderno gris (1966), de Josep Pla: un yo resuelto en un paisaje y un paisanaje (una novela), escrito con una de las prosas más inteligentes y astutas que yo pueda recordar. Richard Dawkins es autor de varios libros notables, y uno de ellos me apasionó de manera singular: El cuento del antepasado (2004), una suerte de viaje científico a la semilla (“La palabra peregrinación implica piedad y reverencia”), en el que se siguen las andanzas y metamorfosis de lo vivo: amor al saber (no religioso) y reverencia a sus maravillas sin cuento. En 2010, Antonio Damasio publicó un libro impactante sobre lo que la neurociencia puede decirnos respecto a la conciencia, Y el cerebro creó al hombre, donde ser retoma un tema de gran importancia, que inquietó desde Berkeley a Schrödinger: la tensión entre mente y materia. La autoconciencia, esa espiral vertiginosa. El siglo XX ha conocido avances increíbles en todas las ciencias, y ha sido pródigo en obras creativas (poesía, novela, teatro, artes plásticas), pero ha conocido también la crueldad extrema, sin duda llevada a cabo por la mente y la mano del hombre, y cuya expresión máxima fueron los campos de concentración (los nazis y los soviéticos). Un profesor judío alemán, Víctor Klemperer, atento a las peculiaridades lingüísticas del poder político, llevó a cabo, en Dresde, anotaciones diarias desde 1942 a 1945: Quiero dar testimonio hasta el final (1998). Esta morosa descripción de la persecución y masacre de los judíos (él estaba casado con una alemana) es uno de los documentos más impactantes que he leído del lado oscuro de lo humano, opuesto a la reverencia ante la vida. La peregrinación aquí se detiene y arroja una sombra terrible sobre la condición humana. Aunque quizás debo recordar también el Diario (2008) de esa muchacha judía francesa, Hélène Berr: un poco de luz surgida del corazón más profundo de la ética y la virtud del valor. ~

 

Ignacio Martínez de Pisón

> Léxico famililar (1963) Natalia Ginzburg

Autobiografía de una de mis escritoras más admiradas, de la que aprendí que las palabras menores sirven también para decir las cosas mayores. Quienes sientan curiosidad por el apasionante momento de la historia cultural italiana que le tocó vivir a la autora no pueden dejar de leer este libro.

> Las vidas de las mujeres (1971) Alice Munro

Es la única novela de la gran autora canadiense, pero su estructura no se diferencia mucho de la de sus otros libros, todos de relatos. Impresiona cómo en su observación del alma humana acierta siempre a combinar piedad y dureza.

> Cuentos (1978) John Cheever

El gran cuentista del pasado siglo. Sus tormentos interiores aportan a sus historias una densidad rara y con frecuencia enfermiza.

> La guerra del fin del mundo (1981) Mario Vargas Llosa.

Una de las lecturas más placenteras que recuerdo: la demostración del absoluto dominio que Vargas Llosa tiene del arte de contar historias.

> Reunión en el restaurante Nostalgia (1982) Anne Tyler

Con Anne Tyler me ocurre como con Alice Munro: elegir uno de sus libros es siempre complicado porque todos se parecen mucho (Baltimore, familias de clase media, personajes insólitos a los que la vida se les presenta llena de obstáculos y dificultades…). A veces da la sensación de que cada una de sus novelas no es más que un nuevo capítulo de una única e inmensa novela.

> La tentación del fracaso (1992) Julio Ramón Ribeyro

Un diario en el que vida y literatura aparecen siempre entrelazadas. Las anotaciones de Ribeyro reflejan los cambios de su estado de ánimo, pero siempre son inteligentes y nunca superfluas.

> Bartleby y compañía (2001) Enrique Vila-Mata

Uno de los libros que mejor resumen la personalísima manera de concebir la literatura que tiene Vila-Matas. La demostración de que la buena literatura puede saltarse a la torera los límites de los géneros.

> El olvido que seremos (2005) Héctor Abad Faciolince

Inolvidable y conmovedor homenaje del autor a su padre, un médico e intelectual colombiano asesinado por sicarios.

> Novela familiar (2007) John Lanchester

La historia de una familia lastrada por pequeños secretos que se van agigantando con el paso del tiempo.

> Amarillo (2008) Félix Romeo

La evocación del amigo suicida (y el desolado reproche por haber sido tan egoísta como para suicidarse). Un libro duro como un puñetazo en la boca del estómago. ~

 

Eduardo Moga

> El hacedor (1960), de Jorge Luis Borges

> Rayuela (1963), de Julio Cortázar

> La realidad y el deseo (1964), de Luis Cernuda

> Paradiso (1966), de José Lezama Lima

> Cien años de soledad (1967), de Gabriel García Márquez

> Los hijos del limo (1974), de Octavio Paz

> Claros del bosque (1977), de María Zambrano

> Descripción de la mentira (1977), de Antonio Gamoneda

> Material memoria (1979), de José Ángel Valente

Como soy ignorante de muchas cosas ocurridas en el mundo, mi selección será modesta: se ceñirá a los que considero libros fundamentales de la lengua española publicados a lo largo de mi vida, o poco antes. El hacedor supone la reunión armónica de un conjunto heteróclito de asuntos, en prosa y en verso, que revela la capacidad que tiene cualquier realidad para constituir otra realidad, estéticamente superior, y que, entre otros méritos incomparables, incluye el “Poema de los dones”. Rayuela seduce por su dilatada dimensión psicológica, por la voracidad de su prosa y las añagazas de su estructura –antilineal, antinovelística–, y, sobre todo, por la recreación de una atmósfera estupefaciente: Oliveira y la Maga viven en una plenitud desaforada, embriagados de amor, alcohol y jazz, en un París edénico, pero también infernal. La realidad y el deseo sintetiza, con una poesía dialogante y fecunda, el conflicto esencial que subyace en la obra de Cernuda y, en un sentido más amplio, en el corazón del hombre: la lucha entre la libertad personal y la opresión colectiva, el choque entre el placer que se persigue y el dolor que es impuesto, la irremediable fractura entre lo ansiado y lo vivido. Paradiso constituye la mayor explosión lingüística del castellano del siglo XX: una catedral escrita por alguien “admirable y diabólicamente hermético” –como señaló Cernuda–, en cuya construcción Lezama utiliza un culteranismo tamizado por el habla popular cubana, un multifacetado cosmos simbólico y mitológico, una sensualidad rezumante en cada página y una torrencialidad elocutiva que, en realidad, solo refleja “la abundancia justa” perseguida por su autor. Cien años de soledad no es únicamente el icono del boom hispanoamericano, sino una suma inverosímil de oxímoros: conjugación de realismo y magia; extensa síntesis de la historia del continente, a la vez que metáfora retumbante de la soledad del individuo; y relato pulcro, exacto, vigoroso, de raigambre oral, pero también poesía, o quizás poesía antes que narración. Los hijos del limo esclarece un concepto básico de la cultura occidental: la tradición de la ruptura. La modernidad no es una realidad cronológica, sino espiritual: una actitud de crítica y superación permanente de lo establecido. Y Paz lo argumenta con una lucidez fulminante, que se proyecta en una prosa igualmente diamantina. Claros del bosque constituye otro ejemplo de filosofar revelador, uno de los más luminosos del siglo, aunque permeado por la sombra que proyecta la razón poética, ese inteligir que supera la escisión entre pensamiento y sentimiento, gracias a un lenguaje capaz de expresar la verdad íntima del ser, su esencia sagrada. Descripción de la mentira abre el camino de la neovanguardia en España, y a todas sus derivaciones irracionales, aunque siempre asentadas en una percepción crítica de la realidad y de la existencia. El poemario, en el que resuenan el esplendoroso desorden rimbaudiano y la voz oracular de Saint-John Perse, es una deslumbrante metáfora del amanecer colectivo, tras la larga noche del franquismo, y también de la reviviscencia personal de su autor, tras un exilio interior no menos lleno de oscuridad y sufrimiento. Material memoria, en fin, resume el adentramiento de Valente en las honduras de la conciencia y el lenguaje, su indagación en la sustancia estética y los laberintos de la intimidad; una aventura metafísica y metapoética que arraiga en el conocimiento de la mística, inspirado por María Zambrano, de la que deriva, en buena medida, su preocupación por la inefabilidad, el vacío y la nada. Con un lenguaje muy sobrio, Valente avanzó en su “poesía de la meditación”, que, en las últimas décadas del siglo XX, devino “del silencio”: una lírica basada en la retracción, en el no decir, en la memoria primordial. ~

Vicente Molina Foix

No son, naturalmente, los mejores libros de mi historia de la literatura, sino los más importantes, según la definición que da del adjetivo el diccionario ideológico de Casares: “Dícese de lo que principalmente importa, conviene o interesa para algún fin.” Doy la lista por orden de aparición en la escena de mi vida.

1. Casa de muñecas (1879) de Ibsen, en un volumen heredado de mi abuelo paterno que leí en cuarto de bachillerato. Al portazo de Nora no le vi la trascendencia hasta que me hice mayor, pero la obra me aficionó para siempre al teatro.

2. Esperando a Godot (1952), un año o dos después, en una traducción de la revista Primer Acto. Me aprendí el brevísimo papel del Chico que interpreté en una lectura dramatizada de los amigos cultos de mi hermano, en la trastienda de una farmacia alicantina. No la entendí y no la entiendo ahora. Del gran Beckett siempre me ha gustado más el teatro que la novela.

3. Las flores del mal (1857) en el original y, para las dudas del alejandrino, consultando la versión de Eduardo Marquina, que no estaba nada mal. Su lectura coincidió con mi pérdida de la fe cristiana, que no hay que achacarle a Baudelaire.

4. Las entonces Poesías completas (en 1965, cuando las compré al llegar a Madrid) de Aleixandre. Contenía libros fundamentales, pero aún estaban por publicarse Poemas de la consumación y Diálogos del conocimiento.

5. Ficciones (1944) de Borges. O sea que era posible escribir así, entre géneros, entre lenguas, entre la erudición y la broma.

6. Volverás a Región (1967) de Juan Benet leída en la “mili”. Sin comentarios.

7. Luces de bohemia (1924) de Valle Inclán, que tardé en ver representada y por eso me pareció durante muchos años la mejor novela de su tiempo.

8. El hombre sin cualidades (1930-1943) de Musil, esperando ansiosamente que fuesen apareciendo sus entregas en la edición de Seix Barral.

9. Elegías duinesas (1923) de Rilke, traducidas por Ferreiro Alemparte en el volumen de Rialp. Pocos libros tengo más subrayados.

10. Cuentos góticos (1934) de Isak Dinesen, de quien todo me gusta: sus relatos, sus memorias, su pequeño teatro, sus andanzas, su casa, su tumba.

Apéndice tramposo

Cuando había cumplido los treinta y pensaba que mi formación básica tenía ya fundamento, faltaban por llegarme las obras que más me han importado, convenido e interesado para mis fines literarios de la madurez, si es que la palabra no es presuntuosa: las Collected Plays de Shakespeare, leídas (y comprendidas, creo) una por una en dos lluviosos inviernos de Oxford, y, más recientemente, poco a poco, los doce volúmenes de los Complete Tales de Henry James al cuidado de Leon Edel, estudioso y biógrafo del maestro a quien, descubrí con alborozo, muchos de los cuentos le gustan menos que a mí. ~

Antonio Ortuño

Descreo de la “trascendencia” de un libro entendida como masividad. De ser así, Harry Potter sería la mayor influencia intelectual de los tiempos recientes. En vez de ello, nueve títulos que me parecen importantes por diversos motivos, especialmente estéticos. El más antiguo es Silogismos de la amargura (1952), de E. M. Cioran: aforismos de escepticismo feroz y estilo modélico. La sociedad del espectáculo (1967), de Guy Debord, es una de las lecturas más paranoicas y lúcidas sobre la vida en el capitalismo salvaje. El nuevo periodismo (1973), de Tom Wolfe, es importante como reacción de la prosa callejera e inmediata contra el experimentalismo convertido en religión de Estado. Luego, en orden de aparición, algunas cumbres estéticas de los últimos decenios, especialmente en América Latina, tanto en narrativa como en poesía: El cobrador (1979), de Rubem Fonseca; Los pichiciegos (1982), de Fogwill; Anteparaíso (1982), de Raúl Zurita; Los Sea Harrier (1993), de Diego Maquieira; La virgen de los sicarios (1994), de Fernando Vallejo. Y mi novela favorita de los últimos años, El teatro de Sabbath (1995), de Philip Roth. Cierro con un libro mexicano ineludible: Las muertas (1977), de Jorge Ibargüengoitia. ~

 

Malcolm Otero Barral

Aunque ceñirse a los libros que se han publicado en la vida de uno es un tanto arbitrario, lo cierto es que hace un poco menos dolorosa la selección de diez títulos o, para ser exactos, el sacrificio de los que no se incluyen. No estoy seguro de que la lista resultante se acerque a canon alguno. Es más bien un pequeño ejemplo de libros que me marcaron de algún modo. Recuerdo que siendo muy niño no veía el momento de volver a casa para leer La historia interminable de Michael Ende. Sus páginas estaban en tinta verde o granate y me tenían fascinado. Pero no lo elegiría como un texto fundacional en ningún aspecto más allá de un bonito recuerdo infantil. Así, los libros que aquí recojo fueron importantes para mí en el momento de su lectura y, en cierta manera, lo siguen siendo hoy.

> Las muertas (1977) Jorge Ibargüengoitia

Una novela hipnótica de uno de los grandes del siglo XX. Las muertas parte de los hechos reales de una grupo de mujeres delincuentes en el México de los sesenta. Un ejemplo magistral de cómo se puede construir una gran relato literario partiendo de hechos reales.

>Diarios 1984-1989 (1997) Sándor Márai

Con alguna excepción no me gustan los libros de Márai, en los que siempre encuentro un punto de cursilería. En estos diarios, sin embargo, me topé con un hombre sincero y en decadencia. Las últimas curiosidades intelectuales, su vida anodina de viejo en San Diego, la muerte de su mujer y el camino hacia el suicidio con una pistola. Un libro conmovedor.

> La mancha humana (2000) Philip Roth

Aunque quizás El teatro de Sabbath, del mismo autor, sea mejor novela. La mancha humana demuestra que se puede utilizar un truco narrativo (en este caso es casi un as en la manga) y no resultar tramposo. Consigue desmenuzar la hipocresía americana sin caer en lugares comunes y sin moralina.

> Abecedario. Diccionario de una vida (1997) Czeslaw Miłosz

Un libro curiosísimo. El autor de El pensamiento cautivo utiliza las voces de este diccionario personal para retratarse. Elementos, personas, valores, recuerdos e ideas.

> Las armas y las letras. Literatura y guerra civil (1936-1939) (1994, 2010) Andrés Trapiello

Es un libro imprescindible para entender la literatura española del siglo XX. Pionero en nuestro país fuera del ámbito académico, nos inoculó a muchos una adicción de la que ya no podemos librarnos. Un libro hecho, como deberían ser muchos otros, de bibliofilia y lectura. De primera mano.

> La tentación del fracaso (1992) Julio Ramón Ribeyro

Estos diarios que abarcan casi treinta años de la vida del escritor peruano son una suerte de visión caleidoscópica de la mente del autor. Desde sus momentos más depresivos y de baja autoestima, su “faceta de animal nocturno”, o su sorpresa por el buen desempeño de su labor en la unesco, hasta los brillantes retratos de sus coetáneos. También un reflexión constante sobre el escribir y la literatura.

> La visita del médico de cámara (1999) Per Olov Enquist

Este eterno candidato al premio Nobel escribió esta novela de género histórico (sucede en la corte danesa a finales del siglo XVIII) que es uno de los relatos más audaces sobre las debilidades y el miedo a la libertad del ser humano.

> Desgracia (1999) J. M. Coetzee

Si bien el título en español es una traducción un poco resbaladiza, lo cierto es que la desgracia sobrevuela esta novela llena de tensiones y que perturba en cada página.

> Odio, amistad, noviazgo, amor, matrimonio (2001) Alice Munro

Una de mis escritoras preferidas. Sabe contar las situaciones con sencillez.

> Tiempo de vida (2010) Marcos Giralt Torrente

Un libro contrasentimental que sin embargo me emociona sobremanera. Un libro sobre la relación con el padre y su muerte lleno de verdad y, al tiempo, de literatura. ~

 

José Miguel Oviedo

Las encuestas de este tipo son muy populares entre los lectores, pero no por eso menos riesgosas: se corre el riesgo constante de cometer injusticias, olvidos o confusiones que afectan la opinión del consultado. Pese a ello tienen la virtud de dar un indicio de cómo evolucionan los gustos del público, haciendo que autores que pasaron inadvertidos en su época cobren inesperada actualidad y vigencia, o que grandes nombres del pasado parezcan hundirse en la oscuridad. Para facilitar mi tarea resuelvo reducir mi nómina a una veintena de nombres pertenecientes solo a la literatura latinoamericana; en cambio, amplío el marco temporal hasta los años que comienzan con la segunda posguerra porque considero que allí se produce una importante inflexión o quiebre, tanto conceptual como estético, de nuestros hábitos literarios. Sigo un orden básicamente cronológico, no de méritos.

Un notable miembro de la llamada “generación del 50” es el poeta y artista peruano Jorge Eduardo Eielson que comenzó publicando una breve separata titulada Reinos (1945) cuando apenas tenía veintiún años, conjunto de una asombrosa perfección formal en el que hay huellas de Rilke y Rimbaud pero también del surrealismo. En Montevideo un raro narrador llamado Felisberto Hernández publica su singular libro de cuentos titulado Nadie encendía las lámparas (1947), cuya fantasía llamó la atención, muchos años después, de Italo Calvino. Para comprender el máximo ejemplo de la poesía gauchesca es aún difícil olvidar la erudita comprensión del texto que demuestra Ezequiel Martínez Estrada en Muerte y transfiguración de Martín Fierro (1948).

Tres libros totalmente distintos aparecen en 1949: Hombres de maíz, la vasta novela de Miguel Ángel Asturias sobre el origen de la cultura guatemalteca; Libertad bajo palabra, que Octavio Paz reeditará y ampliará muchas veces y que contiene el primer gran corpus de su obra, incluido el fundamental poema “Piedra de sol”; y El Aleph, uno de los mayores ejemplos de la prodigiosa imaginación de Jorge Luis Borges que cambia para siempre nuestro concepto de la literatura, lo que se confirmará en su volumen de ensayos Otras inquisiciones (1952).

En 1950, aparecen dos obras poéticas del todo disímiles: Travesía de extramares (Sonetos a Chopin), del peruano Martín Adán, que mezcla lo mejor de la poesía clásica y barroca con algunos elementos de la vanguardia; y el desmesurado Canto general de Neruda. Del mismo año es La vida breve, de Juan Carlos Onetti, una honda y perturbadora indagación existencial en los entresijos del alma humana. Del ciclo novelístico que Carpentier denominó “lo real maravilloso”, cabe destacar el más ambicioso relato: Los pasos perdidos (1953). El soplo trágico, la extraordinaria concisión y el grado de penetración en el mundo rural mexicano hacen de Pedro Páramo (1955), de Rulfo, una novela sin duda fundamental.

Creo que no necesito abundar en justificaciones para considerar obras maestras de los años sesenta Rayuela (1963), de Cortázar, La casa verde (1966) y Conversación en La Catedral (1969), de Vargas Llosa, y La muerte de Artemio Cruz (1962), de Fuentes, aunque sin olvidar su sinfónica ficción Terra nostra (1975). Y, por cierto, la obra clave del periodo: Cien años de soledad (1967), de García Márquez. Dos grandes poetas que evolucionaron algo lentamente son Gonzalo Rojas, de quien cabe mencionar Oscuro (1977) y Del relámpago (1981), por su insólita vibración verbal; y Álvaro Mutis, cuya Summa de Maqroll el Gaviero (1973 y 1997) trae la romántica atmósfera de la travesía marítima y la agónica sensación del sinsentido de la vida. El narrador brasileño Rubem Fonseca es autor de una larga obra narrativa con toques del género policial y de la perversidad sadiana, como puede verse en sus cuentos de O cobrador (1979) y la novela Vastas emociones y pensamientos imperfectos (1988). Su compatriota, el poeta, crítico y traductor Haroldo de Campos, experimentó con la pura expresión verbal y la espacialidad, como heredero de la “poesía concreta”, como puede verse en Galaxias (1984) y Crisantempo (1998).

La obra poética de Blanca Varela fue ganando lentamente el reconocimiento continental gracias a importantes premios internacionales y ediciones, entre las cuales hay que mencionar la recopilación Canto villano (1986 y 1996). Carlos Germán Belli ha realizado una insólita e inimitable fusión de la retórica hiperformalizada de la tradición castellana (desde el viejo Cancionero medieval hasta la poesía del siglo XIX) con el habla común cargada de prosaísmos, vulgarismos, términos de la técnica, como revela el título mismo de su libro clave: ¡Oh Hada Cibernética! (1971).

La vasta obra poética de José Emilio Pacheco, recopilada en Tarde o temprano (1980 y 2009) refleja una voz que contiene lo mejor del legado universal, pero comunicándole un intransferible acento personal. La poesía de Juan Gustavo Cobo Borda merece mencionarse por la cristalina limpidez de su lenguaje, sus acentos irónicos y su visión crítica de la historia y cultura colombianas, según puede apreciarse en su Poesía reunida (2012).

Cabe decir que Roberto Bolaño es el narrador más notable entre los nacidos desde la segunda mitad del siglo XX. Eso queda demostrado en sus numerosos cuentos y novelas, pero sobre todo en su monumental polifonía 2666, publicada póstumamente en 2004.

Difícil encontrar entre nuestros ensayistas de hoy a alguien con el rigor, la información y la lucidez de Gabriel Zaid, cuyas brillantes páginas aparecen en esta revista, algunas de las cuales han sido recogidas en Leer (2012) y El dinero para la cultura (2013). ~

 

Aloma Rodríguez

> El amante (1984) Marguerite Duras

Lo que me fascina de esta novela es el juego de la memoria, los cambios de puntos de vista y la reflexión sobre el paso del tiempo. Me gustan la historia de amor y la aparente indiferencia de la chica.

> Caperucita en Manhattan (1990) Carmen Martín Gaite

Es de los primeros libros que recuerdo haber leído. Me descubrió que una escritora española podía escribir sobre Nueva York y que yo me podía identificar con una chica de Manhattan. Me descubrió que la literatura es universal.

> Patrimonio (1991) Philip Roth

Philip Roth es, seguramente, uno de los escritores más importantes del siglo XX. Es uno de los que más admiro, me ha hecho reír y pensar y ser mejor con novelas como El mal de Portnoy, Mi vida como hombre o Goodbye, Columbus. Estuvo a punto de pasarme desapercibido este libro imprescindible sobre la muerte del padre.

> Mi abuelo (1999) Valérie Mréjen

Es una de mis escritoras favoritas. Me gustan mucho sus cuatro libros, pero creo que mi favorito es este, el primero, que tiene algo de Natalia Ginzburg y su Léxico familiar y algo de Perec.

> Experiencia (2000) Martin Amis

Es uno de mis libros de cabecera: lo leo y releo a trozos porque la primera vez que lo leí, no quería acabarlo. Me gustaron mucho El libro de Rachel y Dinero. Otras novelas de Amis me gustaron menos, pero con Experiencia me reconcilié con su literatura para siempre.

> París no se acaba nunca (2003) Enrique Vila-Matas

Puede que no sea su mejor novela, pero es la novela que fue fundamental para mí durante el año que viví en París: la releía como si fuera una guía de la ciudad. Su París no tenía nada que ver con el mío: mi casera no era Duras, pero yo tenía ducha en casa. Yo no quería ser escritora y pasé allí mi Erasmus. Quizá por eso escojo esta novela entre todas las grandes novelas de uno de los escritores más importantes de la literatura contemporánea.

> Un pedigrí (2004) Patrick Modiano

Modiano es uno de los escritores a los que sigo: me fascinó Dora Bruder y leí muchas de sus novelas en ediciones de bolsillo en francés. Modiano, Jean Echenoz y Emmanuel Carrère son los tres grandes escritores franceses de hoy. Un pedigrí es el mejor libro de Modiano: es como una guía que explica los demás. Habla de libros, de sus lecturas, y desentraña el germen de Dora Bruder. Y es también un libro sobre la relación con el padre.

> Enterrar a los muertos (2005) Ignacio Martínez de Pisón

Hasta este libro, mis favoritos de Pisón eran El tiempo de las mujeres y Carreteras secundarias. Enterrar a los muertos es un libro documental, pero mantiene la tensión en la narración. Al mismo tiempo, creo que, aunque es algo diferente, tiene que ver con novelas como La fiesta del Chivo, de Vargas Llosa. Marca un antes y un después en la trayectoria de Pisón.

> Amarillo (2008) Félix Romeo

Félix Romeo ha sido uno de los escritores fundamentales, también como generador de proyectos, e ideas. Ha sido el pulmón de escritores, pintores, editores, etc. Y además, es un gran escritor. Una de las cosas que me gustan de las novelas de Félix es que ninguna repite lo que en la anterior ha funcionado: es decir, no se instala en la comodidad. Amarillo me parece un libro redondo.

> Un año ajetreado (2012) Anne Wiazemsky

Anne Wiazemsky debutó como actriz en Au hassard Balthazar, de Robert Bresson, trabajó con Godard, que se había enamorado de ella, y estuvieron casados doce años. Esta novela cuenta el primer año de amor entre ellos, que coincide con su primer año de universidad. Es una novela de iniciación al amor y al placer delicada y divertida, que cuenta mucho más de lo que parece. ~

Juan Carlos Romero Puga

> Generación X (1991) Douglas Coupland

> American Psycho (1991) Bret Easton Ellis

> Nación Prozac (1994) Elizabeth Wurtzel

> Ensayo sobre la ceguera (1995) José Saramago

> Harry Potter y la piedra filosofal (1997) J. K. Rowling

> No logo (1999) Naomi Klein

> No es país para viejos (2005) Cormac McCarthy

> La carretera (2006) Cormac McCarthy

Esta es la ruta cartográfica de una generación desencantada que creó e hizo suyos neologismos tan sintéticos como ilustrativos a la hora de describir el mundo (McJobs, yuppies, wannabes), que fue capaz de significar con una cápsula el mal de millones. Los personajes de estos relatos son mayormente voces de una sociedad atacada por una ceguera blanca que se esparce como un virus y que va mostrando un lado de la naturaleza humana compuesto de “mitad indiferencia y mitad ruindad”.

En esta lista se encuentra, creo, un grupo de autores que no dejan de mirar con estupor la violencia de su época, a esos seres que se vuelven los protagonistas del breaking news del fraude financiero o el asesinato colectivo, que exhiben todas las características de un humano, “pero ninguna sola emoción clara e identificable, salvo codicia y desprecio”. En medio de ellos, hay, sin embargo, un hombre íntegro que, sin importar su propia desesperación, invariablemente intenta hacer lo correcto y un espacio para la ingenuidad, tan escasa hoy día. ~

 

Yoani Sánchez

Recorro los anaqueles, desempolvo mi memoria libresca de estas últimas décadas en busca de esos títulos que debo conservar, a toda costa, del fuego del olvido. No es tarea fácil. Cada autor, cada texto elegido… es un acto de traición al resto. Realizar una lista con los imprescindibles se convierte en algo tan personal como elegir el nombre de un hijo o seleccionar esa pareja que nos acompañará en los momentos más íntimos. Porque las buenas obras terminan siendo –una vez leídas– como seres con los que compartiremos el resto de nuestras vidas. Les hemos otorgado un lugar destacado en nuestra evocaciones, porque llevan parte de nosotros mismos, de nuestras dudas, pasiones, desencantos y esperanzas. Si intentamos un decálogo de los mejores libros de las últimas décadas, más bien nos saldrá un inventario de aquellos que nos impactaron y nos dejaron sin aliento. Una enumeración de los que lograron cambiarnos, de manera profunda e irreversible. Aquí van los míos:

> Los detectives salvajes (1998) Roberto Bolaño

Insatisfacción, mentira, ideales que estallan van tejiendo una historia dura, desacralizadora e irreverente. Una burla, como una mueca; una sonrisa como un grito.

> El hombre que amaba a los perros (2009) Leonardo Padura

Un libro demoledor, que arrasa del todo con esas historias ensalzadas desde un oficialismo tan mitómano como peligroso, que se erigió en la urss y de cuyos vicios y costumbres es discípulo el oficialismo cubano.

> Soldados de Salamina (2001) Javier Cercas

Aunque parte del escenario es precisamente un conflicto de muerte y sangre como la Guerra Civil española, la trama se enfoca en la naturaleza humana. En la capacidad de un individuo desconocido para torcer el rumbo de la historia o al menos para hacerla tambalearse.

> La fiesta del Chivo (2000) Mario Vargas Llosa

Cuando ya la mayoría de los críticos literarios daban por superada la literatura sobre la dictadura, Mario Vargas Llosa retomó la figura del sátrapa dominicano Rafael Leónidas Trujillo. Poco tiempo después los nuevos autoritarismos instalados en nuestro continente nos harían reflexionar sobre si La fiesta del Chivo era una novela de sucesos pasados o de realidades actuales.

> Gomorra (2006) Roberto Saviano

Combinación de géneros a medio camino entre la investigación periodística y la literatura. Un libro sumamente documentado, inquietante, que le cambió la vida a su autor y lo colocó en la mirilla de una de las más peligrosas entidades criminales del mundo.

> El día del oprichnik (2006) Vladimir Sorokin

Una mordaz e inteligente crítica a las sociedades autoritarias, especialmente a una Rusia que no puede sacudirse su pasado zarista, que vuelve una y otra vez en la figura de un Stalin o de un Putin. Una novela donde se echa mano del futuro, solo como truco para intranquilizarnos con el presente.

> La montaña del alma (1990) Gao Xingjian

Obra polifónica, que mezcla elementos de una novela épica, pero también lírica e intimista. La montaña del alma trasciende la historia para convertirse también en memoria de una nación contradictoria y enorme.

> Ensayo sobre la ceguera (1995) Jorge Saramago

Una metáfora directa sobre la enajenación y las actitudes despiadadas que generan las sociedades modernas. Ensayo sobre la ceguera causa malestar desde la primera página, cumpliendo así el objetivo de sacudirnos e inquietarnos.

> lti. La lengua del Tercer Reich (1947) Victor Klemperer

Klemperer nos propone una minuciosa guía, no solo de cómo se expresó verbalmente el nazismo, sino también de la escuela de oratoria y semántica que este dejó para los totalitarismos posteriores. Tras su lectura ya no podremos

volver a escuchar los parloteos de un caudillo o los excesos de una propaganda oficial sin que nos salte el fantasma del fascismo.

> Persépolis (2000) Marjane Satrapi

Al plasmar por escrito y en historietas su biografía, Marjane Satrapi arroja luz a la situación que viven millones de personas en Irán. Un libro lleno de ternura, narrado por una voz infantil que va descubriendo que en la tierra –a diferencia de los paraísos celestiales– abundan el dolor y el miedo.

 

Enrique Serna

> Cien años de soledad (1967) Gabriel García Márquez

> El nombre de la rosa (1980) Umberto Eco

> La fiesta del Chivo (2000) Mario Vargas Llosa

> Las correcciones (2001) Jonathan Franzen

> Ada o el ardor (1969) Vladimir Nabokov

> ¿Quieres hacer el favor de callarte, por favor? (1976) Raymond Carver

> La vida instrucciones de uso (1978) Georges Perec

> Espejo roto (1974) Mercè Rodoreda

> Una tumba para Boris Davidovich (1976) Danilo Kiš

> El elefante desaparece (1983-1990) Hakuri Murakami

Elijo únicamente libros de narrativa, el género que mejor conozco, pero sé que hay obras de igual o mayor valía en otros campos de las letras y las humanidades. Las novelas y las colecciones de cuentos que incluyo han tenido un público amplio, es decir, no solo fueron éxitos de crítica. La repercusión es un factor importante para determinar si una obra se perfila ya como un clásico moderno pues yo creo, como Boileau, que la gran literatura debe contener “cierto encanto y cierta sal que pueda picar el gusto general de los hombres”. A veces la crítica repara injusticias cuando rescata del olvido a escritores valiosos, pero confío más en el jurado plural que acepta o rechaza sus dictámenes. No puedo resistirme a enaltecer la propia lengua (y una lengua hermana: el catalán), pero en todo caso, mi selección es menos etnocéntrica que el discutido “canon occidental” de Harold Bloom. Hay una ausencia notable: Jorge Luis Borges. Yo lo incluiría, sin duda, entre los autores más importantes del siglo XX, pero Borges publicó sus mejores obras antes de 1963. En cuanto a Julio Cortázar, lo excluyo deliberadamente porque a mi juicio, su obra dependía demasiado de una atmósfera cultural extinta y no ha resistido la prueba del tiempo. En cambio, la portentosa imaginación de Mercé Rodoreda se agiganta con los años, y como en América Latina todavía se le conoce poco fuera de los círculos intelectuales, creo que sus fieles devotos deberíamos hacerle más ruido. Por supuesto, en todo juicio de valor hay un ingrediente subjetivo, porque el gusto es un rasgo de carácter tan personal como el adn. Seguramente dejé fuera muchas obras importantes del mundo oriental por lagunas culturales que espero subsanar con el tiempo. ~

 

Guillermo Sheridan

Por “nuestra era” entiendo la posguerra:

> The Framework of Language (1980) Roman Jakobson

> El opio de los intelectuales (1955) Raymond Aron

> El pensamiento salvaje (1962) Claude Lévi-Strauss

> Física y filosofía (1962) Werner Heisenberg

> ¿Qué es la vida? (1944) Erwin Schrödinger

> Los arquetipos y el inconsciente colectivo (1934) Carl Gustav Jung

> Archipiélago Gulag (1973) Alexandr  Solzhenitsyn

> Political Ideas in the Romantic Age: Their Rise  and Influence on Modern  Thought (2006) Isaiah Berlin

> Of Molecules and Men (1967) Francis Crick

> Consilience: la unidad del conocimiento  (1998) Edward O. Wilson

Anoto libros que contienen los argumentos más vivos de sus respectivas zonas de sabiduría, y que no solo han modificado su campo científico o humanístico, sino que además han permitido o propiciado que se rocen con sabidurías aledañas.

Me encantaría haber puesto a Borges, o a Brodsky o a Calvino, pero dudo que hayan “influenciado” la índole del presente. La novela de Solzhenitsyn no me apasiona particularmente, pero creo que es la única que ha colaborado a modificar el presente. ~

Pablo Soler Frost

La respuesta es imposible. Tal vez por los demasiados libros de los que nos previno Zaid. Y porque tal vez tenga razón alguna de las tesis de Bourdieu cuando habla de capitales culturales por un lado y hábitats culturales por el otro, distintos entre sí como la selva baja, las marismas, los manglares o el desierto, surgidos ante y por la desintegración de la opinión pública en Occidente.

Amén de ello, la aparición y multiplicación de las redes (Facebook es el tercer país del mundo en habitantes), la explosión de las redes prohíja pero impide la formación de listas. Ya solo pueden ser listas personales y provisionales, pues nadie puede clamar un puesto virtual más alto que el de otro (a menos que estén jugando juegos de roles o de joyas cayendo). El canon se volvió imposible.

Habiendo dicho esto, debo decir también que en mi lista pongo los libros que me han transformado (bueno, solo diez) y que intuyo que pueden haber cambiado las concepciones poéticas, éticas o cinematográficas de otras personas. He de aclarar que son solo libros occidentales desde la perspectiva de un escritor mexicano. Y como no sé ciencia, ni filosofía, ni mucha teología, esos piélagos de incontables brazas quedaron excluidos. Los libros van en orden cronológico (por su fecha de publicación). Solo puse libros que me gustan: los que no, los condeno al olvido de las redes y a su sitial en Wikipedia. Y también declaro que diez, aunque es un número redondo, es también un número de libros muy pequeño. ~

> El señor de los anillos (1954-1955) J. R. R. Tolkien

¿Qué se puede decir sino que Tolkien ha de estar muy incómodo en su tumba? Su imaginación ha sido arrasada por la falsa gloria de los espectros materiales.

> La muerte de la tragedia (1961) George Steiner

Este es un libro brillantísimo acerca del destino, la esperanza, el progreso y los males de la época vistos desde las tragedias griegas, la Biblia y el teatro más actual. Desde que vio la luz no ha sido, hasta donde yo sé, superado en la profundidad de su análisis y en la altitud de sus miras. El único contendiente sería la Teodramática de Hans Urs von Balthasar, pero el libro de Steiner es mucho más conciso.

> Enfant d’ Europe et autres poèmes (1980) Czesław Miłosz

El libro que descubrió, más acá de la Cortina de Hierro, a este poeta lituano-polaco, extraordinariamente culto, tierno, enraizado y desarraigado.

> Me llamo Rigoberta Menchú y así me nació la conciencia  (1983) Elizabeth Burgos

La leí cuando apareció y, aunque no lo recuerdo muy claramente, esta biografía escrita por Burgos basada en conversaciones con Menchú cambió definitivamente la manera en que nos percibimos todos, comenzando por las mujeres y los indígenas, pero también los activistas, las fosilizadas izquierdas (y derechas), los académicos, los ecologistas, en fin, todos.

> El autor y la escritura (1984) Ernst Jünger

A sus ochenta y nueve años Jünger publica estos aforismos y pensamientos que remiten a Lichtenberg, el viejo cabeza de pólvora, a Caminos de bosque de Heidegger y a toda la tradición alemana (y occidental) que terminó calamitosamente, no menos que al lsd y a la entomología. Es un libro romano y enojado, de un censor (a veces se nota que quien lo escribe es un anciano, a veces no): es también un libro depurado por el tiempo, las guerras, los viajes y las lecturas, translúcido en su coloración, lúcido en la disección de los problemas del autor.

> Corriente alterna (1967) Octavio Paz

El libro rebelde, alucinogénico, chido, de Paz.

> Esculpir en el tiempo (1986) Andrei Tarkovski

Todo el cine se trata  y trata acerca de la resurrección. Eso escribió allí el director de  Stalker.

> Diarios (1995) Victor Klemperer

Los voluminosos y estremecedores diarios de este profesor judío y alemán están divididos en dos volúmenes que llevan por título Seré testigo y Hasta el amargo final. Esto lo dice todo, casi todo. Sus diarios van de 1933 a 1945. Es fuerte leerlos y compararlos con los otros diarios de guerra que aún existen (de Jünger a Von Hassell y Ana Frank). Fue Hugo Hiriart quién me los descubrió. La sobrevivencia de Klemperer y de su mujer demuestran, sin duda, que El Que Es El Que Es los amparó bajo su manto: no solo sobrevivieron a las atrocidades nazis sino que también salieron indemnes del infierno del bombardeo de Dresden.

> Obras reunidas (2006) Iván Illich

Illich es el pensador más radical del siglo XX. Lo que dice, y dice mucho, acerca de la medicina, del agua, del “rol”, del progreso, pueden parecer tesis ludditas. Creo que es el gran referente para el siglo este que nos fascina y nos agobia y que terminará matándonos.

> Beowulf (2000) Seamus Heaney

La traducción que del Old English hizo Heaney del gran poema anónimo, oscuro y rutilante, acerca de las fatigas del héroe báltico desempolvó y renovó el lustre de una obra maestra prácticamente ilegible para transformarlo en una obra maestra perfectamente legible (son palabras de Andrew Motion, poeta laureado de Inglaterra).

Y, ni modo, haciendo trampa, y en absoluto desorden, los diez finalistas que no llegaron al short-list: The Devil Finds Work, de James Baldwin; Vida y destino, de Vasili Grossman; The Material Ghost, de Gilberto Perez; Balún Canán, de Rosario Castellanos; Citizens, de Simon Schama; Pensadores rusos, de Isaiah Berlin; Éloge des frontières, de Roger Caillois; Los días y los años, de Luis González de Alba; Berlín. La caída, 1945, de Antony Beevor; Vie de Marthe Robin, de Bernard Peyrous. ~

 

Fernanda Solórzano

Con excepción de los libros de Borges, mi selección no toma en cuenta valor literario, claridad expresiva, ni gusto personal. Simplemente responde al criterio de selección de esta encuesta: tener una influencia notable en el presente. Quizá no lo aclararía si conformara un mosaico de ideas y valores de los cuales sentirse orgullosos. Se verá que, por el contrario, son libros que anuncian el engolosinamiento actual por la recreación del pasado, el reciclaje de estilos expresivos, y el ensimismamiento como forma preferida de experiencia. Con todo y su palabrería, los teóricos de la posmodernidad fueron visionarios: la fragmentación y el subjetivismo han desplazado cualquier método de conocimiento que pretenda ir más allá de la superficie. También creí fundamentales para entender el presente libros de autores norteamericanos que a) directamente conversaron con los teóricos franceses, b) anticiparon por su lado la volatilidad de los significados, y c) crearon nuevos mitos, estereotipos y géneros que reflejan las formas actuales de percibir la realidad. Tan relevantes o más que todos estos, incluyo libros de dos autores que desde hace dos generaciones imaginaron escenarios contemporáneos e influyeron en la reflexión sobre ellos. De Orwell, cuya obra completa está repleta de augurios cumplidos, y de Borges, quien antes y mejor que los teóricos de la posguerra ensayó temas como la realidad simulada, copias que toman el lugar de los modelos, y dimensiones en las que coexisten todos los tiempos, los espacios y los objetos del universo. Es el único latinoamericano, pero el más vigente y atemporal de los enlistados.

> 1984 (1949) George Orwell

Escrita cuando eran impensables los alcances de la tecnología, ha sido multicitada para hablar de sus consecuencias. Aunque en su momento aludía a regímenes totalitarios, hoy se usa para describir prácticas de gobiernos democráticos y sociedades capitalistas.

> Ficciones (1944) y El Aleph (1949) Jorge Luis Borges

Dos libros de relatos que se sostienen como paradigmas literarios y filosóficos, al punto de prefigurar los debates de la posmodernidad.

> Mitologías (1957) Roland Barthes

Habla de la creación de nuevas mitologías a partir de códigos culturales. Metáforas visuales que se han filtrado a la cultura popular, creadas y recicladas por ella.

> Comprender los medios de comunicación.  Las extensiones del ser humano (1964) Marshall McLuhan

Advierte de la capacidad de persuasión de los medios y de cómo los contenidos son menos importantes que el mensaje tácito de las formas de comunicación.

> A sangre fría (1966) Truman Capote

La novela seminal del true crime, uno de los géneros predominantes en el cine, la televisión y la narrativa actuales.

> Contra la interpretación (1966) Susan Sontag

Una reacción en contra de la lectura rígida del arte impuesta por el psicoanálisis y el marxismo. Una defensa de la experiencia estética que escapa a la intelectualización.

> Simulacro y simulación (1981) Jean Baudrillard

Una descripción precisa de cómo los signos y símbolos han suplantado a la realidad y de cómo la percepción vuelve innecesaria la experiencia.

> La era del vacío (1983) Gilles Lipovetsky

Describe la hipermodernidad que, a diferencia del posmodernismo, no se opone ni critica nada. Anterior a la existencia de las redes sociales, muestra cómo la tecnología promueve el culto al individuo, amenaza la intimidad y crea una compulsión por comunicar sin oyentes ni objetivo.

> Sexual Personae. Arte y decadencia desde Nefertiti a Emily Dickinson (1990) Camille Paglia

Una crítica al feminismo de la segunda ola y a sus intentos por someter el arte a un análisis de género. Rescata el origen pagano del arte –que se celebra en la cultura popular– y, como Sontag, pretende liberarlo de lecturas sociológicas. ~

Isabel Turrent

> En la corte del lobo (2009) y su secuela, Una reina en el estrado (2012) Hilary Mantel

> Una historia de amor y oscuridad (2002) Amos Oz

> La vida entera (2008) David Grossman

> Me llamo Rojo (1998) Orhan Pamuk

> Dios no es bueno (2007) Christopher Hitchens

> Deng Xiaoping and the Transformation of China (2011) Ezra Feivel Vogel

> Los que susurran. La represión en la Rusia  de Stalin (2007) Orlando Figes

> Good and Bad Power: The Ideals and Betrayals  of Government (2006) Geoff Mulgan

> Por qué fracasan los países (2012) Daron Acemoglu  y James A. Robinson

> On Politics. A History of Political Thought from Herodotus to thePresent (2012) Alan Ryan

La saga de Hilary Mantel, que gira alrededor de la vida y obras de Thomas Cromwell, tesorero y asesor de Enrique VIII, es la mejor prueba de que no hay tema trillado cuando lo aborda una autora del talento de Mantel. No es exagerado decir que levantó a la novela histórica de hoy a la altura de Guerra y paz de Tolstói. Mantel tiene una pluma privilegiada y un notable ojo para los detalles y para trazar el perfil de sus personajes, sin perder de vista nunca el escenario histórico: en este caso, el largo y tormentoso reinado de Enrique VIII.

Amos Oz, David Grossman y Orhan Pamuk describen con la misma brillantez y profundidad literaria el otro extremo del mundo. El que va del Bósforo al mar Caspio. Una historia de amor y oscuridad es un libro extraordinario que entreteje la tragedia personal de Oz con la historia de Israel. Oz puebla la Jerusalén de su infancia con personajes inolvidables que dan rostro y sustancia a la generación que fundó y sostuvo en los primeros años a Israel. Grossman recoge el siguiente paso: el tránsito del país de la utopía socialista a la militarización, y el precio que los israelíes han pagado en el camino.

El siglo XXI ha visto renacer en todas las latitudes el fanatismo religioso y la politización de la religión: cada fanático pretende convertir sus creencias en ley. La mejor medicina en contra de esa tendencia impredecible y deplorable es el libro de Hitchens. Uno de los escritos más polémicos del siglo XXI. Los que susurran cumple la misma función para quienes aún añoran el socialismo (real e irreal). El libro de Figes es una obra maestra: lo mejor que se ha escrito sobre la devastación que un dictador como Stalin puede infligir a su pueblo.

El renacimiento de China es el fenómeno histórico más sorprendente de las últimas décadas. Quien no sepa qué ha sucedido en China y hacia dónde se dirige esa “potencia emergente” lo hace bajo su propio riesgo. El libro de Vogel es una excelente y exhaustiva introducción a la China de fines del siglo XX y del XXI.

Hay preguntas que marcan la vida cotidiana de todo ciudadano que habita una democracia. ¿Cuáles son las funciones de un gobierno democrático?, ¿cómo debe gobernarse en democracia?; ¿cómo obligar a los gobernantes a rendir cuentas?, ¿cuáles son los límites del poder y del poderoso? El libro de Geoff Mulgan, asesor de Tony Blair, ha sido poco reseñado fuera de Inglaterra, pero es una lectura fundamental para responder esas preguntas. Lo mismo sucede con el tomazo de Acemoglu y Robinson, que buscan establecer un nuevo paradigma de desarrollo poniendo el énfasis, no en proyectos económicos –napoleónicos, proteccionistas o monetaristas–, sino en la fuerza de las instituciones y el Estado de derecho.

El pasado no es una guía infalible, pero los seres humanos no somos tan originales. Regresamos una y otra vez a los mismos dilemas. En On Politics, Alan Ryan nos regala las respuestas y reflexiones sobre problemas al parecer eternos, de los pensadores más importantes de Grecia a nuestros días. Y las suyas propias. Un libro indispensable. ~

 

Marcel Ventura

> La broma infinita (1996) David Foster Wallace

> 2666 (2004) Roberto Bolaño

> Meridiano de sangre (1985) Cormac McCarthy

> La maravillosa vida breve de Óscar Wao (2007) Junot Díaz

> Maus (1991) Art Spiegelman

> Submundo (1997) Don DeLillo

> Suite francesa (2004) Irène Némirovsky

> Soldados de Salamina (2001) Javier Cercas

> El nombre de la rosa (1980) Umberto Eco

> Vida y época de Michael K (1983) J. M. Coetzee

Te hacen la pregunta y no hace falta entenderla para pensar en los dos primeros autores de la lista, seguro porque eres un melancólico y extrañas la fuerza violenta de esos libros en los que ambos se dejaron el cuerpo. El problema viene después: ¿Qué son las últimas décadas? ¿Influyen los libros en el presente?

Naciste en los ochenta, buena excusa para empezar a contar desde entonces. Una lista sobre los libros de tus décadas suena mejor, sobre todo porque la literatura no cambia lo ajeno sino que muerde el estómago de cada quien. Comienzas a anotar títulos, llegas a veinte, a treinta y preguntas si tienes que incluir a Harry Potter cuando recuerdas aquella librería y la fila de adolescentes y de adultos a medianoche que esperaban leer el final de la historia. Nadie haría fila por los libros que he escogido, piensas, y solo entonces ves el patrón.

En mayor o menor medida son historias sobre personas que ejercen una violencia sobre otras personas, amparadas por la transitoriedad del poder y la noción de que nunca existirá la memoria. Libros para volver al dolor o para inventar el camino de vuelta al dolor. Libros sobre lo que no arde y sobre lo que resurge después de enterrado. Este es mi presente, dices, una advertencia de lo que somos.

 

Berta Vias Mahou

> El hombre sin cualidades (1930-1942) Robert Musil

Uno de los mejores libros de filosofía jamás escritos por un no filósofo, lo que lo hace aún mejor como novela y como libro de filosofía. El pensamiento de un hombre de una inteligencia fuera de lo común empapa cada página.

> Vida y opiniones del caballero Tristram Shandy (1759-1767) Laurence Sterne

Escrito entre 1759 y 1767, siguiendo la estela de Cervantes, no se traduce en nuestro país hasta 1975. Cuentan que en la Primera Guerra Mundial los soldados ingleses llevaban el Quijote en sus mochilas. No estaría mal que nuestros militares, a falta de desaparecer como tales y dedicarse a otros menesteres, tuvieran como libro de cabecera el Tristram Shandy.

> Maquillaje (1979) Pedro Casariego Córdoba

Primer libro publicado de uno de los mejores poetas españoles del siglo XX, aún poco conocido. Un poema-relato con una fuerza narrativa cinematográfica y un lirismo cortado a cuchillo, en el que nada es lo que parece, porque nada es.

> Jakob von Gunten (1909) Robert Walser

La ironía escurridiza de un personaje que no quiere más que aprender a servir, que aspira sin sonrojo alguno a no ser más que un hermoso cero a la izquierda, es una burla fantástica de todos nuestros anhelos sociales.

> Calle de dirección única (1928) Walter Benjamin

Imágenes en palabras para pensar. Un libro misterioso e intelectualmente poético de uno de los literatos más singulares de todo el siglo XX.

> Cartas a Louise Colet (1973) Gustave Flaubert

Son, ellas sí, una verdadera educación sentimental, sobre todo, para quien quiere dedicarse al esforzado oficio de escribir y está dispuesto a fracasar, con tal de hacerlo siempre mejor.

> Rayuela (1991, edición crítica) Julio Cortázar

En uno de los capítulos inéditos, magnífico, Traveler aprovecha que Talita duerme para tirar hilos desde su cuerpo a las paredes, al picaporte, a la ventana, convirtiéndola en una araña en su tela. El autor prefirió salvar el de Horacio atrincherado en la habitación de un manicomio, defendiéndose de los cuerdos con una maraña de hilos y palanganas.

> El primer hombre (1994) Albert Camus

Publicada más de treinta años después de su muerte porque se consideró que la opinión pública no estaba preparada para recibirla, es una novela redonda, aunque su autor no pudiera terminarla. Fundamental, entre otros muchos motivos, por su rechazo de la violencia y su encomio del diálogo, la reflexión y la imaginación para ponerse siempre en el lugar del otro.

> Diarios (1910-1923, primera edición íntegra en castellano en Galaxia Gutenberg en 2000) Franz Kafka

Un escritor tan alejado del lugar común que roza siempre los límites de lo humano. Mi sangre va escurriéndose por las grietas que hay entre las grandes piedras de la ley, dice en una página cualquiera.

> Cartas a Katherine Whitmore (2002) Pedro Salinas

Escritas a su amada, a la que canta en tantos de sus poemas y que algunos creyeron imaginaria, inoculan el deseo de amar, frente al afán incontenible de la mayoría de las personas por ser o sentirse amadas.

 

Juan Villoro

> El Aleph (1949) Jorge Luis Borges

> Minima moralia (1951) Theodor W. Adorno

> Tristes trópicos (1955) Claude Lévi-Strauss

> Pedro Páramo (1955) Juan Rulfo

> Lolita (1955) Vladimir Nabokov

> La galaxia Gutenberg (1962) Marshall McLuhan

> Mitologías (1957) Roland Barthes

> Apocalípticos e integrados (1965) Umberto Eco

> Esperando a Godot (1952) Samuel Beckett

> Modos de ver (1972) John Berger

En un desván de Buenos Aires se encuentra el resumen del mundo. En El Aleph, Borges establece las orillas de su imaginación: el barrio y el universo. El repertorio de sus temas compite con el infinito y su prosa es el mayor ejercicio de renovación del idioma.

Pedro Páramo recupera un tema clásico –la búsqueda del padre– y lo sitúa en un desierto poblado de fantasmas. Parábola del despojo, la novela de Rulfo es el momento más decantado del español de México: ningún campesino ha hablado así y ninguno ha sido tan genuino.

Lolita, de Vladimir Nabokov, aporta un arquetipo tan significativo como Don Juan o Fausto. La nínfula que ha salido de la infancia sin alcanzar la madurez cautiva a un hombre mayor con la fuerza de lo intangible y de lo ilícito. Road-novel, historia de un asesinato, obra maestra de la ironía, Lolita demuestra que la ficción depende de los detalles mínimos que la hacen verosímil (en su tobillo, Dolores tiene la cicatriz que le dejó un patinador descuidado).

Steiner ha señalado que ningún novelista francés contemporáneo tiene la prosa de Lévi-Strauss. Tristes trópicos es una apasionante bitácora de viaje convertida en antropología. El autor estudia a los demás pero sobre todo estudia su punto de vista. Su requisito para conocer al Otro consiste en criticar lo propio y conocer lo ajeno. Minima moralia ofrece un recuento personal más fragmentario: la vida privada de una mente cautivada por la música, la crítica literaria y la dialéctica de la Ilustración, que no depone el desafío de pensar después de Auschwitz.

En Modos de ver, John Berger traduce imágenes en escritura. En sus instrucciones para mirar el mundo, demuestra que solo las palabras son capaces de decir que una imagen dice más que mil palabras.

Apocalípticos e integrados representó un original cruce entre la cultura popular y la “alta cultura”. Pero la mirada incluyente de Eco no es ajena a la noción de jerarquía. Para el “integrado” todas las expresiones artísticas valen lo mismo; para el “apocalíptico”, lo popular es rechazable. Al evitar esos extremos, Eco logra que los superhéroes dialoguen con sus pares griegos. Mitologías, de Roland Barthes, ahonda el tema y lleva el análisis del discurso a formas de representación que no habían sido entendidas como tales, del menú de un restaurante al ring de la lucha libre, pasando por los marcianos.

McLuhan escribió un libro portentoso para anunciar el fin del libro. La galaxia Gutenberg saluda la llegada de la civilización de la imagen. De acuerdo con Tom Wolfe, el verdadero campo de estudios de McLuhan fue la neurología de la comunicación. Entendió a fondo el impacto de los medios en la mente, pero no supo que la revolución digital dependería de un aparato alimentado de letras. Lo significativo es que su profecía ya era cancelada por su elocuente lenguaje: La galaxia Gutenberg se despide de los libros con tal brillantez que niega su hipótesis.

La crisis de las religiones y las ideologías no nos ha librado de “la tortura de la esperanza”. Fatalmente, anhelamos algo. Beckett creó la insuperable metáfora de la espera y los riesgos de la fe. No es casual que Esperando a Godot haya tenido insólito éxito en presidios y sitios sin salida (una de las mejores puestas se hizo en la cárcel de Sing Sing y Susan Sontag la dirigió en Sarajevo durante la guerra). La paradoja de Beckett: mientras refunda la libertad en el teatro, revela nuestra inescapable condición. ~

Ida Vitale

>Una mitología griega (podría ser la de J. Humbert, que frecuenté en mis primeros años)

> Ensayos (1580) Michel de Montaigne

> El Quijote de la Mancha (1605-1615)  Miguel de Cervantes

> Orlando furioso (1532) Ludovico Ariosto

> Orlando (1928) Virginia Woolf

> La tempestad (1611) William  Shakespeare

> Guerra y paz (1869) Lev Tolstói

> Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas (1865) Lewis Carroll

> Poesías seleccionadas (1887-1919) Rubén Darío

> Poesías completas Jorge Luis Borges

Mi Mi incompetencia para ciertas cosas es infinita porque varía. Ahora se afirma ante la propuesta de elegir esos libros imprescindibles para “todos”; quizás porque bordea, desde el lado peligroso de la frontera, el antiguo, constante placer, intruso pero generoso, de recomendar algún libro singular. Los placeres también tienen sus reglas y una es la prudencia. Para sugerir uno debo conocer los gustos, debilidades, manías analgésicas o exploratorias, en fin, conocer o intuir al amigo al que me dirijo, regla de respeto incompatible con recomendaciones colectivas. Me gusta recibir una alerta personalizada. Nada de colectivos vagos. Nada que recuerde la ofensiva generalización publicitaria que supone que todos somos felices haciendo lo mismo, en general en beneficio de terceros. Por otro lado toda recomendación participa de la autobiografía. Cada libro que decimos preferir suele llevar adherido un momento de nuestra vida. Algunos casi podrían ser el hilo de Ariadna del propio laberinto.

Tanto como a los seres humanos, no elegimos los libros por idénticas razones. A veces actúa la atracción de lo opuesto, el hallazgo de lo que no esperábamos encontrar, no siempre la autocomplaciente corroboración. De ahí que mi lista sea todo lo arbitraria que la reducción a la decena arrastra (y arrostra), con un excedente que asumo como propio. Me permito además la libertad de la enumeración caótica que la memoria prefiere y, ya que hay un límite, me ciño a los años de formación, dejando de lado las tentaciones infinitas de las últimas décadas. Asumo la no mención de Lope de Vega, Nietzsche, Jakobson, Galdós, Proust, Apollinaire y tantos otros, como en el circo se elimina la red de seguridad para inquietud mayor de quien contempla

el riesgo.

 

José Woldenberg

La siguiente es una lista personalísima e intransferible (soy redundante, pero no importa). Literatura, historia, testimonios, ensayos.

> Vida y destino (1980) Vasili Grossman

Un mural complejo y omniabarcante de la Segunda Guerra Mundial.

> ¿Qué socialismo? (1976) Norberto Bobbio

Un intento por fundir las tradiciones del liberalismo y el socialismo. Una reivindicación de la democracia a partir de la inexistencia de una teoría marxista del Estado.

> La responsabilidad de vivir (1994)

Karl R. Popper: Ensayos varios: libertad y responsabilidad, historia y política, conocimiento y ciencia.

> Historia del siglo XX (1994) Eric Hobsbawm

La historia del siglo corto (1914-1991); en buena medida, auge y desplome del “socialismo real”.

> Autobiografía (1952-54) Arthur Koestler

Fascinante, contradictoria e iluminadora autobiografía en el siglo XX, ligada a los proyectos más ambiciosos de transformación y sus derivaciones siniestras.

> Contra la corriente (1979) Isaiah Berlin

Uno de los varios libros que recogen ensayos del autor. Reconstructor de ideas, climas intelectuales, biografías. Limpieza en la exposición, deslumbrante en el análisis.

> Postguerra (2005) Tony Judt

La reconstrucción de Europa, el consenso socialdemócrata, la Guerra Fría, la implosión del mundo soviético.

> Tras el diluvio. La izquierda ante el fin de siglo (1988) Ludolfo Paramio

Una revisión panorámica de la historia del socialismo y el marxismo, para abrirle paso y fortalecer a una opción socialdemócrata. La más sugerente y rigurosa en español.

> La broma (1967) Milan Kundera

La tragedia y la comedia, la libertad y el totalitarismo, el amor y sus equívocos. Entrañable, reflexiva.

> Patrimonio (1991)  Philip Roth

El deterioro, la agonía y la muerte. La relación tensa y amorosa de un hijo con su padre. ~

 

Gabriel Zaid

Los siguientes libros, publicados entre 1971 y 2003, influyen hoy en muchos países:

> La sociedad desescolarizada (1971) Iván Illich

> Lo pequeño es hermoso (1973) E. F. Schumacher

> Archipiélago Gulag (1973) Alexandr Solzhenitsyn

> La institución imaginaria de la sociedad (1975)  Cornelius Castoriadis

> Búsqueda sin término (1976) Karl Popper

> Libertad de elegir (1980) Milton y Rose Friedman

> La guerra del fin del mundo (1981) Mario Vargas Llosa

> Poesía completa (1990)  Octavio Paz

> El banquero de los pobres (2003) Muhammad Yunus

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