El erudito y sabio Manuel Alcalá (1915-1999), animador y secretario de la Academia Mexicana de la Lengua, descubrió una oración de San Basilio (330-379) de asombrosa modernidad:
Oh Dios, aumenta en nosotros el sentido de la
hermandad con todos los seres vivos: nuestros
hermanos los animales, a los que diste la tierra
como un hogar común junto con nosotros.
Recordamos con vergüenza que en el pasado
hemos ejercido el cruel dominio del hombre a tal
grado que la voz de la tierra que debería haber
ascendido a ti en un himno te ha llegado como
gemido de dolor.
Haz, Señor, que caigamos en la cuenta de que no
solo viven para nosotros, sino para ellos mismos
y para Ti, y también de que aman la dulzura
de la vida.
Amén.
La tradujo de Moreana (vol. XXIX, no. 111-112, noviembre de 1992, p. 162), una revista especializada en Tomás Moro, publicada por Germain Marc’hadour en la Université Catholique de l’Ouest (Angers, Francia). La papeleta manuscrita que me pasó (hacia 1995) lleva como título: “Oración en su El amor de los animales”. Nunca la publicó.
Basilio el Grande es venerado como santo por católicos, ortodoxos, coptos y anglicanos. Pesó en la formación de la cultura occidental. Nació en Capadocia (hoy en el centro de Turquía) y estudió filosofía y letras en Atenas. Visitando ermitas de Siria, sintió la vocación de orar a solas y nada más. Dejó todo (era de familia acomodada) y se fue al desierto. Finalmente, le pareció una soledad peligrosa, y acabó organizando reuniones litúrgicas con otros ermitaños. Estas comunidades (llamadas cenobios), donde cada monje vive en su propia ermita, habían sido inventadas por Pacomio (287-346) en Egipto y fueron precursoras de los monasterios.
De ahí lo sacaron para que fuera obispo de Cesarea (en Capadocia). Como obispo, siguió llevando una vida ascética y se volcó al servicio de los enfermos y los pobres, para los cuales fundó numerosos albergues y hospitales. Su generosidad se volvió legendaria. Es el personaje navideño que trae regalos a los niños en Grecia (donde San Basilio es el Santo Clos de otros países). Su fiesta en el santoral es por eso el 2 de enero.
Paralelamente, escribió cartas, homilías, liturgias, reglas monásticas y tratados teológicos. Contra los que decían que los jóvenes deberían leer únicamente literatura cristiana, escribió una exhortación a que leyeran a los clásicos griegos, reeditada en el Renacimiento. (Hay traducción de Francisco García Romero: A los jóvenes. Exhortación a un hijo espiritual. Cómo sacar provecho de la literatura griega, Ciudad Nueva, 2011, 128 páginas.) Sus reglas monásticas influyeron en las benedictinas. Impulsó los monasterios como centros espirituales y culturales. Sus oraciones para la misa todavía se dicen en la liturgia ortodoxa griega. Con Gregorio de Nacianzo hizo una antología (Filocalia) de textos espirituales de Orígenes, imitada por las filocalias que después se publicaron, de diversos autores, como si fueran un género editorial.
La oración por los animales circula mucho en las redes sociales. También circula una refutación de Philip Johnson (“St. Basil’s animal prayers are a hoax”) de 2012. Lo que, a su juicio, derrumba la atribución es que no encontró la oración en las obras de San Basilio, pero sí en un libro de 1910: Prayers of the social awakening de Walter Rauschenbusch, disponible en la web (Internet Archive BookReader). El pastor Rauschenbusch dice en el prefacio que reúne ahí las oraciones que había venido escribiendo y publicando en los periódicos. La titulada “For this world” incluye como parte central la oración transcrita, pero no dice que sea de San Basilio.
¿Quién tomó ese fragmento de ahí? ¿Por qué se lo atribuyó a San Basilio, y no a Rauschenbusch o a San Francisco? ¿Cómo es posible que grandes eruditos (no solo de Moreana) lo creyeran?
Pero la secuencia pudo ser al revés: que Rauschenbusch encontrara la oración publicada sin autor, como algo tradicional, y decidiera redondearla con un principio y un final que añadió. ~
(Letras Libres, abril 2015)
(Monterrey, 1934) es poeta y ensayista.