La larga mano del chavismo

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Hace unos diez años Carlos Fernando Chamorro se volvió no solamente un periodista de primer plano, sino también una de las más grandes conciencias políticas de Nicaragua. Conducía hasta hace poco dos emisiones de televisión, Esta noche y Esta semana, ambas en el Canal 8. Durante quince años estas dos emisiones se convirtieron en puntos de referencia en el país. Carlos Fernando no estaba exclusivamente al tanto de los momentos políticos significativos de la política nacional e internacional, sino también de los acontecimientos culturales. Como uno puede notar al consultar el sitio www.estasemana.tv, esta emisión está compuesta de una afortunada mezcla de reportajes, episodios humorísticos, comentarios y entrevistas a personalidades provenientes de todos los linderos políticos y del mundo de la cultura. A excepción de Daniel Ortega y sus allegados, quienes, aunque regularmente invitados, rechazaban ir al programa, el conjunto del mundo político y cultural nicaragüense fue y presentó allí sus puntos de vista, desde Edén Pastora y Humberto Ortega hasta Dionisio Marenco, desde Dora María Téllez hasta Sergio Ramírez, desde Arnoldo Alemán hasta Eduardo Montealegre. Las entrevistas y los debates que tuvieron lugar se caracterizaban por un estilo tanto cortés como incisivo y sin concesiones. Los reportajes también brillaban por su preocupación de no ceder al sensacionalismo y de establecer metódicamente los hechos, así se tratara de corrupción, de tráfico de maderas preciosas o de dar a conocer los mecanismos del fraude electoral ocurrido durante las elecciones municipales nicaragüenses de noviembre de 2008. Estas dos transmisiones fueron emblemas de los intentos de la intelligentsia nicaragüense por crear un espacio público en que no sólo los puntos de vista fueran confrontados unos contra otros sino donde la discusión racional y argumentada permitiera establecer la verdad y resaltar lo que estaba en juego, más allá de los asuntos personales.

Sin lugar a dudas, el proyecto de promover un debate democrático disgustó desde hace mucho a Daniel Ortega. Su regreso al poder en enero de 2007 se tradujo rápidamente en repetidos ataques de los medios oficiales a los periodistas independientes y más particularmente a Carlos Fernando Chamorro. Algunos de estos periodistas fueron destituidos, otros juzgaron más prudente continuar su oficio de caricaturistas desde el extranjero, como Manuel Guillén, quien envía sus dibujos desde Miami. Carlos Fernando y sus colaboradores habían resistido, lo que les valió ser acusados en octubre de 2008 de “actividad ilícita”, un delito que en el derecho nicaragüense no existe, pero que permitió a la policía investigar sus locales y confiscar sus archivos y computadoras.

Después el poder orteguista encontró una mejor “solución”: comprar nuevamente la cadena de televisión, Canal 8, que acogía a Esta noche y Esta semana. Durante meses Nicaragua estuvo saturada de rumores que anunciaban la noticia. Ahora la cosa hecha está, y de una manera que la vuelve irreversible. ¡El antiguo propietario dejó ver que el contrato que lo ligaba al comprador lo obligaba a no revelar el nombre de la persona que había desembolsado diez millones de dólares para comprar Canal 8! Mejor se comprobó que Telcor, la administración encargada de regular los medios de comunicación, participó en las negociaciones que llevaron a esta compra, no como un árbitro encargado de velar sobre los intereses del público nicaragüense sino como un representante del comprador. En fin, la única persona pública que aparece como el comprador final de Canal 8 no es otra que la Secretaría del Frente Sandinista de Liberación Nacional, es decir, el órgano dirigente del FSLN, que está directamente en manos de Daniel Ortega y su esposa. De ahí la pregunta sin respuesta que persiste hasta la fecha: ¿la confusión entre una administración a cargo de los intereses del servicio público y el partido en el poder, FSLN, está asociada a una confusión entre el partido, su jefe Daniel Ortega y su familia? Los diez millones de dólares desembolsados para la compra del Canal 8 son de origen venezolano y provienen más concretamente de los fondos de cooperación destinados a combatir la pobreza y ayudar a los más desfavorecidos. La prensa nicaragüense y toda una parte de la oposición habían señalado los posibles abusos respecto al uso de una ayuda que fue otorgada por los allegados a Ortega de una manera completamente discrecional. Hoy la politización no es sólo cuestión de la concesión de ayudas a los más desfavorecidos en función de su significante o nula proximidad al FSLN. Los fondos venezolanos sirven como reservas ocultas del régimen y le permiten comprar lo que les plazca; en esta ocasión, el dueño de una cadena de televisión debería estar agradecido de que no le hayan rechazado la renovación de su derecho de transmisión. Es comprensible, entonces, que ante tal situación Carlos Fernando Chamorro haya decidido suspender sus transmisiones y no ser aval de este tipo de práctica.

Sin importar lo que diga Ortega, no se está en la “segunda fase” de la revolución sandinista, pero sí en la construcción de una dictadura personal que se asemeja a la del último de los Somoza: permanencia en el poder contra viento y marea y enriquecimiento personal. En un primer momento Ortega se conformó, si se puede decir, con transacciones mafiosas: su pacto con Arnoldo Alemán, el antiguo presidente liberal que se volvió célebre por sus malversaciones de fondos, para agusanar al Estado y su aparato. Ortega enseguida decidió, siempre apoyado por su socio Alemán, organizar un fraude electoral masivo durante las últimas elecciones municipales en noviembre de 2008. Y está preparando la puesta en marcha de los medios de comunicación y de la sociedad civil, para tener a su disposición las condiciones previas para modificar la Constitución y poder presentarse en las elecciones de 2011. Tal vez convendría que la OEA se conmoviera y se movilizara, ¿o espera volver a convertirse en lo que en algún momento fue: “una cosa de risa”?1

 

Traducción del francés

de Adriana Romero-Nieto

 

 

 


 

1. En español en el original. Referencia a la canción de Carlos Puebla, “La OEA es cosa de risa”.– n. de la t.

 

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