En vez de en Capuletos y Montejos, en la era digital los bandos se dividen en PC o Mac. Por eso llama la atención que, en medio de este contexto, el iPod haya logrado un consenso absoluto. En poco tiempo nos hemos acostumbrado a que un aparato portátil de tamaño menor a una cajetilla de cigarros almacene una vasta biblioteca musical (más de tres mil discos en algunos modelos).
Ahora los contenidos disponibles en internet para nutrir el soundtrack de nuestra vida se diversifican más allá de la música. Primero surgieron los podcasts, archivos digitales de audio y video distribuidos a través de internet que se actualizan de manera automática cuando uno se suscribe a ellos. La variedad de temas que cubren es amplísima: por supuesto hay música, sobre todo programas de radio para descargar y escuchar cuando uno quiera, pero se puede hacer lo mismo con reseñas de The New York Times, curadurías del MOMA o el Museo Metropolitano de Nueva York, lecciones de hebreo para principiantes, degustación de vinos o recetas de chefs célebres. Hay incluso un programa, Pediaphon, que genera podcasts a partir de los artículos en Wikipedia.
Los podcasts se pueden escuchar y descargar desde una infinidad de páginas, aunque la mayoría se concentran en la tienda de música en línea de Apple, iTunes, que ha logrado un éxito similar al iPod. En cuatro años ésta vendió más de dos mil millones de canciones (en promedio cada canción cuesta 99 centavos de dólar) y concentra el ochenta por ciento de las ventas mundiales de música por internet.
Hace algunos meses se agregó iTunes U. La “U” final alude a que ahora las universidades en Estados Unidos pueden distribuir el registro audiovisual de sus actividades a través de la tienda. La institución o cualquier profesor que lo desee pueden subir directamente la grabación en audio de las asignaturas o el material de las mismas para que sus alumnos lo descarguen.
Es una situación ventajosa para todos los involucrados: iTunes aumenta exponencialmente su contenido para un sinfín de gustos, con lo cual diversifica y mantiene el tráfico en su sitio; los usuarios pueden seleccionar entre una gama descomunal de temas; y las universidades, que a veces no saben cómo hacer llegar este material al público, obtienen acceso al punto de distribución que sus alumnos más frecuentan y que sirve de difusión para otras audiencias. Todo de manera gratuita.
El tamaño del menú de iTunes U es proporcional a la cantidad de programas académicos que hay en Estados Unidos; sin embargo, es sumamente fácil navegar este acervo. En el área de literatura, con unos cuantos clics se pueden encontrar cursos sobre La Eneida, Hamlet y el videojuego como género literario o una conferencia magistral de Harold Bloom sobre “El arte de leer un poema”. Hay charlas con visitantes destacados, como el Dalái Lama o David Lynch, y cápsulas de pocos minutos diseñadas para divulgar lo que hacen los investigadores, para explicar qué son los neutrinos o cómo un compuesto de la herbolaria china puede ayudar en ciertos padecimientos del riñón. Existen algunos programas creados ad hoc para esta forma de transmisión; uno muy bueno es la serie de Poemas para el Almuerzo de la Universidad de Berkeley, grabaciones de poesía contemporánea en voz de los autores (Lawrence Ferlinghetti, Cornelius Eady, Mei-Mei Berssenbrugge, entre otros) con duración máxima de una hora. Y, curiosamente, la pista más popular de todas es el discurso a los graduados dictado en Stanford por Steve Jobs, director general de Apple.
A pesar de las obvias ventajas, el público que se puede beneficiar de esta programación es todavía limitado. Primero por el idioma, pues clases y conferencias están en inglés, pero sobre todo porque para tener acceso a la oferta de iTunes, incluso la gratuita, se necesita una tarjeta de crédito radicada en alguno de los países donde la tienda haya abierto oficialmente (a la fecha, ninguno en América Latina). Sin embargo, la tendencia podría propagarse para bien; por dar tan sólo un ejemplo, basta pensar los beneficios que traería este mecanismo si fuera adoptado por el Colegio Nacional, que ya muestra cierta disposición al respecto. En su sitio (www.colegionacional.org.mx) es posible escuchar a Alfonso Reyes leyendo Visión de Anáhuac, además de que cuenta con una biblioteca multimedia, todavía en construcción. Tal vez pronto albergue el registro de las conferencias impartidas por sus miembros, de manera semejante a como los archivos de los libros que edita están a disposición del público.
A pesar de su naturaleza, la era digital abunda en situaciones de tránsito que nos drenan tiempo y en que la lectura es complicada o imposible, como en medio del tráfico o haciendo fila. Este tipo de cultura auditiva, y la capacidad de llevarla a cualquier lugar, permiten nutrir esos lapsos muertos y transformar el tiempo perdido en ratos entrañables. El trayecto de vuelta a casa pronto podría convertirse en uno de los momentos más amables del día. ~
(Ciudad de México, 1973) es autor de cinco libros de narrativa. Su libro más reciente es la novela Nada me falta (Textofilia, 2014).