El marcador de este domingo en el Estado de México

Rumbo a las elecciones en el Estado de México, el organismo electoral ha hecho bien su papel, y las campañas tuvieron altibajos. Los desafíos vendrán en los días y meses posteriores al voto.
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¿Quién ganará? ¿Le alcanza a la aliancista Alejandra del Moral la tendencia de crecimiento sostenido para rebasar a la puntera Delfina Gómez en el Estado de México? ¿Le alcanza a la morenista Delfina Gómez la cómoda distancia mostrada en las tendencias electorales?

Afortunadamente, no lo sé. ¡Qué maravilla! Eso significa que al menos esa parte de la democracia funciona: hay incertidumbre sobre el resultado electoral. Estoy optimista y me sigo como bañista en tobogán de buen humor porque resulta que la relojería electoral ¡también funciona!

No es poca cosa. El organismo electoral ha hecho su papel y lo ha hecho bien. El proceso comenzó el año pasado, con la instalación del Consejo local y los distritales, más la elaboración detallada del calendario 2023. Los funcionarios electorales mexicanos son como hormigas, pero con formatos de Excel. Lista nominal definitiva, ya; registro de observadores, ya; seguimiento y fiscalización de precampañas, ya; registro de candidatas, ya; mapa de casillas definitivas, ya; capacitación y designación de funcionarios ciudadanos para cada casilla, ya; preparación de mesas de cómputo, ya; entrega de paquetes, ya; voto en prisión, ya; programa piloto de voto electrónico, ya. No, no es sencillo, pero por fortuna hoy esa pieza de la democracia no nos tiene en vilo.

Las campañas tuvieron sus asegunes. Hubo respeto, se hicieron propuestas y se escucharon discursos diferenciados, pero aún no se superan las sospechas (soy generosa) por el uso de recursos gubernamentales en campañas y compra de voto, y además los partidos no están curtidos aún para los debates de verdad. Tienen la piel de oblea. Sin embargo, en términos muy generales, el proceso para cambiar de gobernador funciona democráticamente.

Lo que no está muy claro es el día después, junto con el año siguiente. La democracia, recuerdo, tiene reglas de juego para renovar en libertad las autoridades civiles, y esas reglas incluyen el periodo posterior al voto: hay mecanismos para cuestionar el triunfo del contrario, pero también un enrejado informal de actitudes democráticas para aceptar con responsabilidad la victoria, la propia o la ajena.

Eso empieza la misma noche de la jornada del voto. La parte fácil es la del conteo de votos, gracias a esa institución electoral que enorgullece a los mexicanos. Luego se complica un poco con los cuestionamientos y las impugnaciones formales. El procedimiento puede ser latoso: a veces hay que recontar, a veces hay que anular casillas, muchas veces hay que resolver los puntos en el tribunal electoral. Pero el camino está puesto y los partidos ya saben andarlo.

El desafío que me interesa analizar es el ecosistema informal de aceptación de la victoria. La propia o la ajena. La gobernadora, cualquiera que sea, tendrá que gobernar, por lo menos un año más, con un Congreso a mitades. Entre el PAN, el PRD, el PRI y Nueva Alianza tienen 38 de 75 legisladores (mayoría simple), frente a 34 de Morena y sus aliados, más dos de MC y uno sin partido.

Lo mismo pasa en los ayuntamientos. El Estado de México tiene 125 municipios, entre los cuales hay 36 gobernados por Morena o sus aliados y 78 gobernados por el PRI o el PAN o sus aliados. Si solo vemos los que tienen más de 300 mil electores, la cosa es parejísima: Cuautitlán es del PRI, pero Chimalhuacán de Morena; Toluca es aliancista, pero Tultitlán es guinda; Nezahualcóyotl es de Morena, pero Naucalpan de la alianza, y así.

En el escenario en el que gana Delfina Gómez, tanto ella como los opositores que se quedan gobernando y legislando tendrán que aceptar la convivencia, y no será una convivencia sencilla, pues estará enmarcada en el desmantelamiento (siempre telúrico) de una clase política priista perdedora, más el juego para la renovación presidencial y, para colmo, también de la legislatura y los ayuntamientos en el 2024.

Si el voto favorece a Alejandra del Moral, Morena y sus aliados tendrían que aceptar –tras limar o impugnar lo que no les guste, se entiende– los resultados. No solo localmente, sino también y simbólicamente en el ámbito federal. Vencer a Morena en elecciones previas al 2024 puede radicalizar las posiciones antisistema, antiINE y antidemocráticas de algunos de sus sectores.

En este escenario, el PRI mexiquense estaría obligado a gobernar sabiéndose deudor del PAN y con una oposición morenista radicalizada en el Congreso. Eso, más el juego que inicia de inmediato para renovar ayuntamientos, congreso local y presidencia, tendrán al Estado de México en un equilibrio político muy precario.

No, no sé quién va a ganar. Pero sé que el juego no se acaba con el marcador de este domingo. ~

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es politóloga y analista.


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