Concha Buika: niña de fuego, cabello de humo, corazón negro

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María Concepción Balboa Buika presentó recientemente en Madrid su último disco, Niña de fuego, y el Teatro Lope de Vega se llenó con el humo denso, voluptuoso, envolvente, de su voz abrasadora y desgarrada, negra como su pelo negro y, al tiempo, luminosamente clara como su sonrisa, alegre, tierna, vigorosamente frágil, reflejando con una musicalidad y emoción desbordantes los infinitos matices del claroscuro de la vida, explorando en todos sus registros el secreto territorio de las emociones. Viene de ese lugar sin nombre que habitamos todos, entre el amor y el desamor (“el desamor es el primer paso hacia el amor a uno mismo”), la alegría y el dolor, la sorpresa y la decepción, la ilusión y el abatimiento y consigue que todo ese universo fluya –poderosa o delicadamente– a través del jazz, el soul, el flamenco o la copla, desde la profunda sabiduría de su corazón negro: “El africano siempre piensa que el fin de cantar es únicamente cantar, no hacerlo bien o mal. Si eres capaz de interpretar ante la tristeza es que has entendido la funcionalidad del cante, y eso no es algo que en ese continente se haga para ganar dinero, sino como ejercicio de catarsis, el dinero viene después.”

La biografía de Concha Buika (Mallorca 1972) es un trepidante laberinto de experiencias y encrucijadas. Sus padres –originarios de Guinea Ecuatorial, aunque de la etnia equivocada, los bubis– vinieron a España huyendo del desastre político de la antigua colonia y de la represión desencadenada por los fang, la etnia triunfante del innombrable dictador Obiang Nguema, gran impulsor de meriendas de negros y artífice indiscutido de que su país haya alcanzado de nuevo los niveles de prosperidad del Neolítico en tan sólo treinta años, desde que en 1978 llegara al poder por la fuerza y ejecutara al anterior sátrapa, su tío el Presidente Macias. Buika pasó su infancia y adolescencia con su madre en el marginal barrio chino de Mallorca, de donde su padre, poeta y matemático, se evaporó cuando ella tenía nueve años. Ella frecuentó el ambiente caló de La Barriada y su musicalidad africana se tiñó de flamenco y de copla y empezó a contaminarse con los sonidos ambientales del fin de siglo: jazz, rock y quién sabe qué más. Comenzó cantando en bares y clubs nocturnos de la ciudad, pero su salto definitivo a la música vino tras una temporada en Londres, adonde fue a aprender otras cosas. Durante los noventa sobrevivió en Barcelona, alternando trabajos efímeros e incongruentes con colaboraciones diversas como Ombra, producción de la Fura dels Baus basada en Lorca o la banda sonora de la película Kilómetro 0. Fue también desconocida Reina de la Noche en las discotecas de Europa, donde sonaban trepidantes sus grabaciones de temas house elaboradas con los djs del momento: “Ritmo para voce”,“Up to the sky”,“Loving you”. En las antípodas creativas de lo anterior, exploró el jazz con el pianista mallorquín Jacob Sureda en su disco común “Mestizüo” (2000), ahora inencontrable pero muy sugerente. Reincidió en el exotismo vital a finales del 2000 cuando la contrataron para clonar a Tina Turner y a The Supremes en los casinos de Las Vegas. A la vuelta del circo americano recaló finalmente en Madrid, se asentó y siguió componiendo. Al poco tiempo publicó su primer lp en solitario, Buika (2005), elaborado con varios de los antiguos compañeros de Mallorca, disco muy abierto, innovador y atrevido, que ya prefigura la versatilidad de sus gustos y la ambición de su propuesta. La canción que abre, “New afro spanish generation”, es toda una declaración de intenciones y sintetiza nuestra época de mestizaje y globalización, pues este trabajo mezcla con frescura y desparpajo el inglés y el español, la lírica y el lenguaje de la calle (“Jodida pero contenta”) así como la atmósfera musical de este acelerado comienzo de siglo: canción popular y flamenco conviven y procrean felizmente con funky, rhythmn and blues, hip-hop y electrónica. Su alucinante versión del tango de Enrique Cadícamo “Nostalgias” genera inmediatamente la nostalgia de volver a escucharlo y el riesgo de quedarte clapado en el corte durante horas. Este tema se incluyó también en su segundo disco, Mi niña Lola (2006), producido un año después, cuando Buika encuentra a su medio limón, de nombre Javier, talentoso músico y productor de discos tan logrados como Lágrimas negras. El planteamiento de este segundo cd es más clásico y conservador, pues gira en torno a la copla y la canción, aunque consigue una atmósfera misteriosa y magnética, entre flamenca y caribeña, con versiones de clásicos de otros (“Ojos verdes” o “Te camelo”) o de clásicos propios (nuevas versiones de “Nostalgias” o de “Jodida pero contenta”). La química es total y los excelentes músicos que la acompañan consiguen extraer de Buika toda la fuerza y la sensibilidad de sus innumerables registros interpretativos. Este cd vendió más de 70.000 copias y ganó numerosos premios, se editó en 15 países y le abrió las puertas de una exitosa gira de crítica y público en Europa, Japón, EE.UU. y México. Hoy, dos años después, con Niña de fuego (2008), de concepto y estilo próximos al anterior, reafirma, sin duda, su consagración definitiva en el establishment y el star-system, pues su producción tiene todas las ventajas de la factoría Limón, con algún que otro inconveniente: las limitaciones y encorsetamientos que necesariamente impone a una artista indómita, heterodoxa, talentosa y afortunadamente dispersa (“Aquí hemos venido a jugar al juego de estar vivos”) como es Buika. Qué quieren que les diga, el disco es excelente, impecable, y les animo a que lo comprueben por sí mismos, pero les anticipo que no resiste la comparación con su interpretación en directo. Los conciertos de la niña de fuego son torrenciales, eléctricos, sobrecogedores. Buika es una artista que se desborda a sí misma cuando está frente al público. Su personalidad espontánea, intuitiva, anárquica, rebelde, hace que recree sobre la marcha las canciones, las alargue, las acelere o ralentice, y exhiba con naturalidad y poderío, los numerosos talentos que la hacen una cantante singular: la inmediatez emocional y sutileza expresiva del feeling, la versatilidad y dominio del tempo y la dinámica del ritmo (swing), el prodigioso manantial de scat-singing (improvisación con sonidos convirtiendo la voz en un instrumento), todo desde una afinación perfecta y el color único de una voz rasgada, genuinamente gitana y negra. Sueño con un disco en directo: menos perfecto pero más espontáneo, con menos maquillaje y más sudor, con menos muñeca y toda la mujer. Aunque, remezclando a Marguerite Yourcenar, hay que reconocer que “el verdadero fuego es la vida, los libros/ los discos tan sólo recogen sus cenizas”. O sea que si la anuncian en concierto déjenlo todo y busquen su ensortijado cabello negro: detrás está el latido de su corazón de niña; delante, el duende de su voz de fuego. ~

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(ciudad de México, 1958) es abogado, periodista y crítico musical. Conduce el programa colectivo Sonideros de Radio 3 en Radio Nacional de España.


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