Foto: Jim Accordino, CC BY 2.0, via Wikimedia Commons

Cómo Valenzuela conquistó Los Ángeles

Con talento, preparación y un formidable brazo izquierdo, Fernando Valenzuela (1960-2024) construyó un puente definitivo entre los Dodgers y los aficionados latinos de Los Ángeles.
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La historia comienza en 1981.

La llegada de Fernando Valenzuela a los Dodgers de Los Ángeles fue electrizante. Tenía apenas veinte años y no hablaba una palabra de inglés. Bajo los reflectores, sonreía con timidez, pero detrás de la discreción había un talento precoz y notable.

Valenzuela comenzó la temporada batiendo récords, convirtiéndose en el primer lanzador en ganar sus ocho primeras salidas, con cinco blanqueadas. El romance con la afición fue inmediato. ¿De dónde había salido el novato que miraba al cielo antes de cada lanzamiento?

En todo Estados Unidos, los estadios se llenaban para verlo lanzar. En México, se volvió un ídolo de la noche a la mañana. Millones seguíamos las narraciones de sus juegos en las voces inolvidables de Sonny Alarcón y el “Mago” Septién. Pero en ningún lugar fue tan importante su éxito como en la casa de los Dodgers. La figura de Valenzuela caló hondo en la comunidad hispana de Los Ángeles. Fernando construyó un puente que sería definitivo entre los Dodgers y los aficionados latinos, muchos de los cuales aún recordaban los dolorosos desalojos para la construcción del estadio de los Dodgers en Chavez Ravine.

Lanzamiento tras lanzamiento, Fernando sanó aquella herida y “the Dodgers” se volvieron “los Doyers”.

En el apogeo de su fama, Valenzuela apareció en portadas de revistas y programas de televisión. Aunque otros jugadores latinos habían sido populares, Valenzuela fue probablemente el primero en alcanzar una fama tan generalizada en las Grandes Ligas, convirtiéndose en embajador del deporte y pionero para generaciones de atletas latinos.

Y fue mi primer ídolo de la infancia.

En 1981, mi padre me prometió un viaje a Los Ángeles para ver a Valenzuela en persona si sacaba buenas notas. Contra todo pronóstico, llegamos al Dodger Stadium. El nombre de Fernando resonaba por todo el estadio. Recuerdo como si fuera ayer la experiencia de verlo lanzar. El número 34, que merecería estar en el salón de la fama, transformó Los Ángeles en la sede de la Fernandomanía.

La cumbre de su leyenda llegó en la Serie Mundial contra los Yankees.

Los Dodgers habían perdido los primeros dos partidos en Nueva York y llegaban a Los Ángeles muy presionados para el tercer juego. Tom Lasorda, mánager de Los Ángeles, le dio la pelota a Fernando. Aunque Valenzuela había sido el pitcher estrella de la temporada, la decisión de Lasorda tenía sus riesgos. Nunca un pitcher tan joven había recibido semejante responsabilidad en una Serie Mundial.

La presión tiene que haber sido inmensa: si el equipo perdía, la serie estaba perdida casi por completo.

Fernando respondió con un maratón titánico. Lanzó todo el partido, de cabo a rabo. Hizo 146 lanzamientos (hoy, el promedio para un abierto es de alrededor de 86). Los Dodgers ganaron 5-4.

El partido cambió la dinámica de la Serie Mundial y el equipo de Los Ángeles salió campeón.

Muchos años después, cuando trabajaba en Los Ángeles, pude entrevistar a Valenzuela.

Fue emocionante. Incluso entonces, treinta años después, recordaba la alineación completa de los Dodgers del 81. Se la dije a Fernando, que sonrió con esa misma suavidad enigmática de siempre.  

Durante la entrevista le pregunté cómo había logrado manejar la presión del tercer juego. Después de todo, tenía apenas 20 años. Era su primera temporada, el picther más joven de todos los tiempos en tirar un partido de serie mundial. Si el equipo perdía, no habría vuelta atrás… y contra el rival más temido y odiado: los Yankees. Todos los ojos estaban puestos en él.

¿Cómo había logrado manejar la presión?

Me dio una respuesta que se me ha quedado grabada. Una lección de estoicismo y profesionalismo. Y ética de trabajo. Fernando se me quedó mirando y se tocó el brazo izquierdo. “Sabía lo que tenía aquí”, me dijo.

Valenzuela sabía de su talento. Pero también se había preparado a cabalidad para enfrentar a Dave Winfield, Reggie Jackson y el resto de la máquina de Nueva York.

El brazo izquierdo estaba listo para todo.

Y fue así que el “Toro de Etchohuaquila” se volvió leyenda.

El viernes comienza una nueva serie mundial contra los Yankees. Han pasado 43 años. Quizá el pitcher abridor de los Dodgers deba voltear al cielo antes de su primer lanzamiento. ~

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(Ciudad de México, 1975) es escritor y periodista.


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